Mucha gente alguna vez le ha atraído realizar una marcha como esta: De Abanilla a Crevillente, subiendo y cruzando cada una de las montañas y cimas que las separan en este recorrido. Zulum de 624 mts., Agudo de 725 mts., Monte Alto de 682 mts., San Cayetano de 817 mts., San Yuri de 803 mts. y La Vella o Crevillente (la antena) con 835 mts. son los picos o culminaciones que hay que subir para completar una verdadera marcha Abanilla-Crevillente.
Unos 36 km. separan ambas villas y, como manda la tradición, hay que salir de la plaza central de una y llegar a la plaza central de la otra; cruzando sus calles y arrabales.
Es una muy buena marcha si uno se quiere preparar para subir una gran montaña o hacer un gran recorrido. La dureza de la misma no se puede equipara a casi ninguna otra travesía en Alicante o Murcia. Normalmente se hace en dos días haciendo noche en la Casa del Agudo o cerca del Monte Alto, pero lo verdaderamente duro y desafiante es hacerlo en un día: unas 12 horas en las que casi no paras para nada… a menos que quieras correr.
El 8 de abril, sábado, unos compañeros decidimos intentar realizar la marcha en solo día. Los aventureros éramos: Paco Martínez, Jesús Santana, Adrián Quintana, dos amigos americanos de Adrián y un servidor. Empezamos desde el mismo Abanilla menos de lo que en un principio íbamos a ser; algunos por que “les entró la risa” y otros por que no se enteraron. Por cierto, agradezco desde estas líneas a mi primo Miguel Ángel por habernos llevado a Abanilla y a mi cuñado Manolo Garri por habernos recogido en Crevillente.
El día iba a ser muy bueno, soleado y cálido… cosa mala para la marcha, ya que el sol del mediodía es mortal cuando llevas 6 o7 horas caminando. La subida al Zulum, sín problemas y entretenido, quizás cuesta encontrar un poco el sendero si llevas más de 5 años sin ir por aquellos parajes. Ya hace calorcillo pero ahora al dirigirnos al Agudo, solo hay que crestear o cumbrear,
un recorrido largo de subibaja pero entretenido y solitario. Solo marcado por la devoradora y demoledora cantera y el insaluble y pestilente vertedero. El Agudo visto desde el camino del Zulum es bello, de perfil altivo y casi imponente, señor dominador de lo que le rodea.
Estamos en la cumbre del Agudo. La peor de las etapas la hemos pasado ya (o de las peores), para relajarnos ahora tenemos una tranquila y horizontal marcha por caminos muy bien marcados e incluso en tramos asfaltados, hasta las faldas e inmediaciones del Monte Alto. La ruta se desviará un poco hacía el noreste para evitar así el perdernos en el laberinto de ramblas y escondrijos que hay entre el Agudo y el Monte Alto en línea recta. Siempre el camino irá por lo más alto, menos cuando se acerque o separe de las cumbres a subir.
Llegando a la cima del Monte Alto el sol ya pica lo suficiente como para hacernos sudar la gota gorda; y una sencilla subida se convierte en un asfixiante reto para culminar en su puntiagudo y seco pináculo. Estamos ya sobre o pasado el mediodía. Debemos descansar algo y comer otro poco, en cada pico o parada comemos algo y bebemos mucho. Pero no dejo que el descanso y la comida se alargue más de media hora o se nos hará tarde llegando de noche a Crevillente. Bajo la sombra de unos cuantos pinos cerca de la cumbre del Monte Alto paramos para comer y descansar, la sombra es imprescindible ya que este sol nos deshidrata y quema.
Debemos emprender de nuevo el camino sín demora, y bajar al Puerto del Hondón. Una vez allí seguimos por una empinada pero corta rampa en busca del San Cayetano, nuestra próxima cumbre. A mitad de subida paramos en un mirador que han construido ¿los Albateranos?, me parece que estamos en el término de Albatera. Quizás hacemos demasiadas paradas, aunque cortas, pero imprescindibles por lo caluroso, soleado y asfixiante del recorrido gracias a un sol potente e inagotable. Estamos en la parte noroeste del San Cayetano y ya empezamos a subir por su ladera hasta su rocosa cumbre. Menos mal que un airecillo fresquito roza en algunas ocasiones nuestras sudorosas pieles para aliviarnos de la insoportable quemazón del sol.
Ya estamos en la fresca cumbre del San Cayetano. Esta ha sido otra de las más duras etapas de la marcha, por el desnivel, por lo cansado de lo que ya llevas recorrido y por realizarse cerca o pasado el mediodía… Nos quitamos las camisetas y las dejamos a secar chorreantes de sudor. Queda ya muy poca agua, a pesar de que nos hemos traído de 4 a 5 litros de líquido cada uno.
El recorrido del San Cayetano al San Yuri es el más descansado y corto de la marcha; además pasa por la pinada que circunda a los dos picos, encantadora y enigmática en días de bruma. Ya desde el San Yuri vemos la otra cara del San Cayetano más bonita, cargada de pinos rodeando los roquedos que la circundan ofreciendo un contraste casi oceánico en días nublados y borrascosos. Al otro lado se encuentra el otro “gigante” y último pico que tenemos que subir, además el más alto de todos: La Vella. Con su peculiar forma de barco volcado con quilla y todo, y sus muy bien definidas parte de solana seca y árida, y la de umbría, boscosa y tupida.
Bajamos al camino que va de Hondón de Las Nieves a Crevillente, y una vez aquí decidimos subir por el cordal para hacer el pico completo; en vez de subir por la carretera. La primera cuesta es empinada pero después solo es seguir el cordal cimero hasta el gran pilón que hay en su cumbre. La tarde ya está muy avanzada, el sol no calienta tanto y el calor es mucho más soportable pero apenas nos queda agua y la sed empieza a ser preocupante. Debemos permanecer poco tiempo allí ya que corre en contra nuestra y nos vemos llegando de noche a Crevillente.
Para bajar, decido seguir el cordal cimero hacia la Punta de Matamoros, para así hacer la sierra entera. Pero atardece y debemos bajar ya hacia Crevillente que la vemos allá abajo. Parece que está cerca pero aún nos quedan unas cuantas horas para llegar. Siguiendo la que llaman “Senda dolça” bajamos en muy poco tiempo mucha altitud. El terreno está verdaderamente empinado, menos mal que vamos de bajada y aunque se resientan las rodillas el cansancio no es tan acusado.
Después de seguir sendas de P.R. Crevillentinas, vemos como nos alejamos poco a poco de la sierra y nos acercamos a la civilización por un camino que se irá llenando de huellas “humanas”. Por fín llegamos a Crevillente después de recorrer un camino infinito y de cruzar el pueblo hasta la plaza donde nos espera mi cuñado Manolo para recogernos… creíamos que no íbamos a llegar nunca. Son las ocho y media, ya es prácticamente de noche, salimos de Abanilla pasadas las ocho de la mañana.
Terminamos una ruta larga, cansada pero bonita y atrayente. Vale la pena volver a realizarla, aunque solo sea de diez en diez años. Desde estas líneas saludos a los valientes y pacientes compañeros con los que compartí esta inigualable marcha de nuestra cercana geografía. Hasta la próxima.