Trámites del aeropuerto. Embarcar las maletas pesarlas. Colas, esperas, pasaportes. El avión TU-ISH es una vieja cafetera, tres asientos incómodos a cada lado del pasillo. Las azafatas salvo una rubia madurita espléndida, no parecen auténticas azafatas (que desilusión). Hace bastante calor dentro, agobia. Prácticamente, todo el pasaje es ruso, como es normal en un avión de aerolíneas Kras Air.
Salimos a las 18:45. El despegue no es tan brusco ni tan impresionante como yo pensaba (ya veremos el aterrizaje). Con vistas al mar y a la costa, superamos Calpe en un momento y rumbo a Moscú por encima de los grupos de nubes y ya con el aire a.c.c. puesto. Y así con tranquilidad y escuchando a los Stones en mi discman empieza mi primer vuelo y nuestra aventura hacía el techo de Europa.
Al rato cogemos altura suficiente para quitarnos los cinturones y disfrutar de algo de beber que ofrecen las azafatas en una camarera con ruedas. Bueno, creo que no está tan mal el avión después de todo. Se asemeja bastante a un autobús en su interior, (los asientos pueden reclinarse algo, tienen una red para dejar cosas y una bandeja para escribir o comer). Entre el pasaje hay muchos familiares que regresan de sus vacaciones de sol y playa en la Costa Blanca.
Sobre las 20:10 hrs. sobrevolamos los picos y glaciares de los Alpes. La vista desde el aire es abrumadora. No puedo alcanzar a imaginar como se pondrá en invierno.
A las 20:45 y después se sirve la cena en bandejas [ensalada de pavo; carne a elegir (pavo, cerdo, pollo) con arroz, un café y un pastelito]. Hago una visita al infame cuarto que llaman aseo parecido al de un tren (bastante viejo y sucio). Encendemos las luces mientras el día pierde su fuerza leemos o escuchamos música. Nos ponemos de pie de vez en cuando. El viaje transcurre sin novedad pacientemente. Varios niños pequeños juguetean en el pasillo. Una rubita rusa deliciosa conversa con Joaquín y otro pasajero ruso. Que simpática y que buena está. Me la comía entera.
Verdaderamente era una linda muchachita rubia de ojos azules y profundos, muy simpática y agradable, que entre ella y el otro pasajero ruso algo mayor, me preguntaban por las razones del viaje, y se les veía sorprendidos cuando les expliqué que veníamos a Rusia para subir el Elbrus en el Caucaso. Parece que (como mucha gente) no entienden un viaje tan largo a un lugar inhóspito para hacer algo tan “sufrido”, peligroso y “de locos” como es el alpinismo. De todas formas me gustan que me vean como un “bicho raro”, como una especie en peligro de extinción que hace algo que la mayoría de la gente no se le pasaría por la cabeza. Me enorgullece y llena el hecho de ser distinguido por lo que hago, y que lo que hago es lo que más me apasiona y gusta del mundo.
Es una pena y una verdadera lástima que el resto de los rusos y rusitas no fueran como ellos (sobre todo como ella). La realidad era otra (excluyendo, claro está, a Nadia) bien diferente. Supongo que sería por que esta encantadora y guapa rusita estaba viviendo en España ¡Claro! En general, me defraudaron los modales y la educación de los rusos.
Llegada a la 1:30 h. hora rusa, después como hay 2 horas de desfase 5 h. de viaje aproximadamente, de un aterrizaje perfecto, muy suave. Ya nos dijo Jesús Andújar en algún momento del viaje que los mejores pilotos del mundo eran los rusos, aunque sus aviones no fueran los mejores. El único sobresalto lo da un perro negro pequeño y robusto que recorre el pasillo de ida y vuelta provocando la risa general. Al bajar hacemos cola para sellar los pasaportes y entrar en el país. Es increíble las medidas de seguridad y reconocimiento que tiene la policía rusa en la aduana con los extranjeros. También lo “asquerosos y gilipollas” que se vuelven los rusos cuando van con una copa de más (casi siempre, muy común allí) como un joven y embriagado ruso que nos increpaba con que entrábamos en su país sin saber una palabra de ruso cuando él iba a España sabiendo español. La verdad es que es más fácil para la gente que hablan los idiomas de la Europa del este aprender español que a los españoles aprender sus idiomas.
Éste iba a ser el recibimiento así como el preludio de la simpatía, amabilidad y hospitalidad rusa.
Al salir de la terminal nos esperaba nuestra guía rusa. Muy simpática, rubita, ojos azules, blanquita. La traducción de su nombre es Mari Luz (a partir de ahora la llamaremos así). Nos tiene preparada una furgoneta con su conductor que nos lleva un largo trayecto del aeropuerto al Hotel Izmailovo por una autovía de varios carriles por la que los rusos conducen a toda pastilla. Vemos 2 tipos de coches muy diferenciados: cochazos nuevos y veloces de lujo y auténticas cafeteras que en España nunca pasarían la I.T.V. A ambos lados de la autovía hay kilómetros y kilómetros de bosque mixto de robles, abetos y especialmente abedules con su fantasmagórica corteza blanca que resalta en la noche dando un toque misterioso y casi mágico al trayecto. El Hotel Izmailovo está situado cerca del campo de fútbol viejo y el nuevo con ese mismo nombre.
De camino al hotel y por la autovía veía una claridad lejana que cada vez y poco a poco se iba haciendo más grande. Al rato descubro que es el amanecer. Son las dos y media de la madrugada y está amaneciendo. Me sorprendo y pienso que es normal, Moscú está a una latitud más alta y cercana al polo que Alicante o España y en verano las noches son mucho más cortas, pero sin embargo en invierno los días también son mucho más cortos. Sobre esa hora y antes de que se haga más tarde llamo a casa y a Maite para decirles que hemos llegado bien a Moscú. Hay una diferencia horaria de dos horas, o sea, que en España son las doce y media de la noche.
El hotel, aún de tres estrellas, estaba anticuado y era menos lujoso que uno de tres estrellas español.
Preparamos el petate para mañana, dejaremos algo en consigna por 338 Rb. para aligerar peso en el aeropuerto y que no nos cobren tanto (No debes sobrepasar 20 kg. por persona a parte de la bolsa de mano que puedes subirte). Hacemos virguerías y descartamos material y ropa. Nos acostamos a las 4 casi y dormimos solo hasta las 6:30 h.
Aparte de nuestro material individual, llevábamos un petate y una mochila grande llenos de material colectivo. Mucho peso que verdaderamente no utilizamos, como el material de escalada.