Viviendo en Barcelona no encontraba el fin de semana idóneo para acercarme a su famosa e inhiesta Sierra de Collserola. Famosa por albergar su pico y cumbre más alta llamada como el parque de atracciones, o mejor dicho al revés, el Tibidabo de 512 mts. y por formar frontera entre la propia ciudad y el resto, casi, del mundo. Pensar en una sierra o lugar tan cercano a una ciudad como Barcelona y en la provincia más poblada de España, puede dar lugar a que debe de estar saturada de casas, urbanizaciones, antenas, instalaciones, construcciones, “deshechos de ciudad”… y cual fue mi sorpresa que, todo lo contrario; ciertamente está acorralada por urbe en todos sus flancos, de antenas gigantescas y construcciones, y de peligrosas actuaciones del hombre, pero, adentrándote en ella descubres una vegetación, lugares y rincones frondosos, cuidados, encantadores y bellos.
Mirando en internet, esa gran red de información y desinformación, descubrí una ruta que cierto montañero hizo por el corazón de Collserola y que tituló como la zona más frondosa y verde de Collserola. Otra cosa que me sorprendió fue que había hecho la ruta acercándose y volviéndose con transporte público (metro y tren de cercanías); y me gustó la idea de, aparte de disfrutar de la montaña, cuidemos un poquito más la Tierra contaminando menos. Aunque lo que me echaba para atrás era por los sitios que pasaba, algunos sin señalizar… no lo veía demasiado claro para alguien que nunca había estado en el lugar, pero bueno, la aventura es la aventura.
También me informé en la Biblioteca de la Sagrada Familia, cogiendo un libro de rutas por el Parque Natural de Collserola (del mismo editor que la guía del Montseny), y un mapa del lugar, para intentar tener alternativas a la ruta de éste amigo cibernético, por si acaso.
Con lo cual, Anna y yo, salimos el domingo 20 de febrero del presente desde la estación de metro de La Sagrada Familia, hasta la de Montbau, a los pies de Collserola. Al principio me perdía más entre las calles y edificios de salida de Barcelona que en las propias laderas de la sierra; saliendo de la parada de metro casi en la misma puerta del hospital de Vall d’Hebrón. Pero pronto encontramos el Carrer de l’Harmonia, y dirigiéndonos hacia arriba hacia la sierra, entramos enseguida, entre altos y cuidados árboles, en el bello y emblemático Parque Natural de Collserola.
La ruta saldría del Barrio de Montbau (con su parada de metro) y terminaría en Cerdanyola del Vallès, en su estación de cercanías de tren; pasando por Can Cerdà y subiendo al Turó del Matall de Margarola o Turó de La Magarola, uno de los puntos más altos de la sierra por estos contornos.
Seguimos por el camino y en dirección a Sant Cebrià, Font de La LLet… según el primer cartel indicador. El espacio parecía cuidado, verde y frondoso, y así lo fuimos confirmando a medida que nos internábamos en la misma sierra. La pista pasaba junto a grandes sureres y zonas recreativas advertidas por los gritos de los domingueros. Llegamos a un cruce. Hay que seguir hacía arriba, por la pista de enfrente, hacía la Font de La Meca y el Turó de La Valldaura. Enseguida la pista se queda sola ante la verde y frondosa vegetación del bosque y sotobosque circundante; los domingueros y paseantes se quedan más atrás. En poco tiempo el camino desaparece para convertirse en una senda estrechada por el fondo del barranco. De repente nos encontramos con unas mimosas con sus abundantes flores amarillas en todo su esplendor. Muy hermosas y grandes; esta parte de la sierra es húmeda y exuberante. Casi nos raspamos con los matorrales que invaden a media altura la estrecha senda, y de repente comienza a coger más altura cuando nos acercamos a la Font de La Meca. En una casa vieja medio habitada sin ninguna señal ni indicador que te diga donde estamos. Más bellas mimosas de flores amarillas. Y ya podemos observar, al subir más altura, la cima de Collserola. Ahora la senda se allana blindando árboles caídos, matorrales y obstáculos, mucha y abundante vegetación, hasta llegar a una pista ancha, unas indicaciones y grupos de ciclistas que ruedan por ella.
Estamos en la cima de Collserola. Vemos las indicaciones y decidimos seguir la pista en dirección al Turó de La Magarola, a pesar de haber un cruce de recorridos. Poco más adelante, en otro cartel señalizador, viene muy bien indicado la dirección hacia el Turó de La Magarola. La subida es muy fácil por una amplia senda de matorral a media altura, y que no coge tanto desnivel. Poco a poco se amplia la vista cuando el matorral nos deja mirar, y comenzamos a ver la impresionante urbe de Barcelona y cercanías. Ya estamos en la simpática cima del Turó de La Magarola (que en un principio creía que era la de Valldaura, por eso el nombre en el video) a 432 mts. de altura. Hay una especie de mirador con una vallita, suelo de madera y un banquito ideal para almorzar admirando la increíble y magnífica vista: Barcelona desde Montjuïc hasta Badalona. Increíble. Hacia la derecha y sureste se ve la llamativa cima del Tibidabo, la más alta de la sierra, con el Santuario del Sagrat Cor como si fuera una nave espacial a punto de despegar directa al cielo. Torres de luz y de comunicaciones, pero mucho verdor y bosques excelentemente cuidados. Es una especie de “Naturaleza sometida” pero intentando equilibrar el necesario e imparable progreso, con el cuidado del medio ambiente y la montaña. Al otro extremo las montañas de las Serraladas de Marina y El Corredor, al otro lado de filas de torres de la luz. Antes una torre de vigilancia de incendios en una alta planicie (pero a menos altura que donde estamos), es el Turó de La Valldaura.
Decidimos bajar por el extremo contrarío al que hemos subido y nos insertamos por una frondosa senda enclavada entre la espesura de la magnífica y verde vegetación. Quiero bajar a otra pista y de aquí por una senda que nos llevará a Can Cerdá. La senda es bonita y sigue en ocasiones el G.R.-92. Se hace amena y encantadora la ruta. Ahora ya hemos cruzado al otro lado de la sierra y enfrente tenemos Sant Cugat y Cerdanyola; ésta última será nuestro objetivo final. Bajamos a la pista y seguimos ésta hacía la derecha. Al poco tiempo sale otro camino a la izquierda que para en un cartel señalizador indicando las direcciones de Sant Gener, Can Borrel y Can Gener. Me he equivocado. Comienza a caer un poco de agua de un cielo húmedo y encapotado. Anna, siempre desconfiada, pregunta a dos hombres que paseaban absortos por la naturaleza y se habían parado en el mismo lugar a contemplarla mientras platicaban. Por suerte era casi el comenzar de este camino equivocado, con lo cual reculamos hasta el anterior cruce, seguimos por la pista anterior hacía la izquierda y norte, noreste, y al poco tiempo desembocamos en la carretera que va de Cerdanyola a Barcelona por Can Cerdá. Aquí ya se nota la cara norte y de umbría de la sierra y del parque natural: los árboles, vegetación y verdor es más intenso, más abundante, frondoso y magnífico… parece que estemos en un bosque del cantábrico. Muy bonito.
Un cartel. A la izquierda a Cerdanyola, a la derecha a Barcelona. Anna dice de volver a Barcelona que no se fía de mí en la montaña. Pero más que yo mismo en mí, no confía nadie. Seguimos la orilla de la carretera en dirección Barcelona y después de una curva encontramos la Font d’En Geroni. Bajamos hasta la fuente que tenía un hilillo ridículo de agua, pero rodeado de una espesa masa verde de vegetación húmeda. Según la guía de “este chico” de internet que se recorrió la parte más frondosa de Collserola; él pasó por aquí y después bajo hacía Can Cerdà. Pero la zona era intransitable por la vegetación y no se veía senda o camino alguno. Decidimos subir y seguir de nuevo la carretera en la misma dirección. Por suerte el mapa que llevaba me decía que pronto encontraríamos una ruta que bajaría a Can Cerdá y de aquí a Cerdanyola. Anna quería volverse a Barcelona por la carretera. En la siguiente curva vemos una bajada a la izquierda a un restaurante, el de Can Valldaura. Aquí tenía que haber un camino que bajara a Can Cerdá. No lo veía seguro. Pero sí uno que bajaba a la Font dels Caçadors. Perfecto. Desde la Font dels Caçadors bajaríamos a Can Cerdà. Anna no estaba muy convencida, pero cambió de opinión cuando 10 metros más adelante había otro cartel que ponía: Font dels Caçadors y Can Cerdà. ¡Ya habíamos reencontrado la ruta!
Es un camino ancho, en el que hubo un tiempo en el que pasaban por él automóviles. Vegetación hermosa, solitaria, verde, frondosa… realmente es la parte más espectacular de Collserola. Las hojas secas cubrían todo el terreno y en los troncos de los árboles abundaba el musgo, las hiedras… una vieja y arruinada construcción, un muro que recuerda una escena del Señor de Los Anillos; hermoso. El camino va bajando, en busca de la profundidad del barranco, mientras recorremos el corazón más verde y sorprendente de Collserola. De repente se convierte en senda y, a la vez, decenas de árboles caídos la cruzan interponiéndose en nuestro recorrido. Anna dice que puede ser que sean árboles caídos de la gran nevada que hubo el invierno pasado; del peso de la nieve en sus ramas. Lo más curioso es que a casi todos los han serrado, cortado por la mitad, para no obstaculizar el caminar por la senda. Arriba a la derecha y atrás veo la vieja gran construcción de Can Valldaura, como si fuera un viejo castillo del Conde Drácula rodeado de un misterio y atracción que a la vez le dan un toque enigmático y terrorífico.
Poca gente recorre la senda. Algún ciclista que otro perdido. En un cruce llegamos a otra señalización… ¡Si no fueran por la bien señalizada que están las sierras y parques es Cataluña! A la derecha vamos a Font dels Caçadors, a la izquierda a Can Cerdà. Nos acercamos un momento hasta la Font dels Caçadors pero sin llegar a verla del todo. Grandes árboles inundan el lugar verde y solitario. No estamos mucho rato y decidimos dirigirnos ya sin demora a Can Cerdà. En poco tiempo la senda se convierte en pista y la primera “torre” de Can Cerdà aparece de entre los árboles (Torre Gresa). Pasamos por la parte oeste de la localidad, y sin tiempo a adivinar el perfil del pueblo, nos encontramos con las señalizaciones hacía Can Coll (nuestro próximo objetivo antes de Cerdanyola) por “un camí de passejada”. A la izquierda y arriba del Torrent de Can Cerdà aparecen circulando coches aparentemente por la carretera que anteriormente habíamos cruzado, que ahora baja a Can Cerdà y a Cerdanyola. Después de dejar atrás la Torre de Benatges, seguimos por un simpático y agradable camino y pista hacía Can Coll. Un bonito y llamativo banco en medio del bosque junto al camino, nos invita a descansar y a contemplar en silencio la majestuosidad, exuberancia y encanto del lugar, su bosque, verdor y vida.
El día parece que se va despejando. El sol aparece casi al llegar al ruidoso y muy visitado Can Coll; o mejor dicho, el área recreativa de Can Coll. No sin antes habernos topado con otras señalizaciones de rutas y senderos que te llevan a internarte por diferentes lugares de Collserola. La senda se pierde entre el aparcamiento, mesas, gente, niños, voces, ruidos… ¡Adiós a la tranquilidad de la montaña! Olor a comida, a barbacoa, a calçots… ¡Mmmmmm…! Vamos de cartel en cartel y pegados ya a la carretera por su lado derecho según bajas. Comienza a hacer calorcito por fin. En el Coll de Masbernat cruzamos la carretera y, siguiendo las indicaciones del Font del Frare, nos internamos en otro camino, en donde vuelve a resucitar el encanto de Collserola con su frondosa vegetación, soledad y belleza. De aquí debemos aparecer ya en Montflorit, la urbanización de Cerdanyola más cercana, en las faldas de Collserola. Ahora parece que cogemos la dirección contraría a la de Cerdanyola que ya vemos perfectamente entre los árboles sus edificios… ya muy cerca.
La pista pasa por lugares muy bonitos pero parece que se aleje mucho de la dirección adecuada. Cuando ya comienzo a preocuparme encuentro otro cartel señalizador en un cruce. Ahora ya cambiamos la dirección para acercarnos a la Font del Frare, Montflorit y Cerdanyola. El camino se convierte en senda; y ésta en una senda no muy bien señalizada. Saltamos troncos de árboles caídos que obstruyen el paso, y que por esta zona no se han molestado a serrar. Parece que andamos por sitios no demasiado visitados ahora. Perdemos el rumbo y decido seguir una senda que recorre una pequeña línea de electricidad, hacía la izquierda y contraría a la dirección de la sierra. Montflorit se encuentra a la derecha, al otro lado del Torrent dels Toros. Salimos del bosque a un bancal despejado de rojiza arcilla. Bordeando el bancal y hacía las casas de nuestra derecha llegamos a la calle Passeìg de Donya Amèlia, ya en Montflorit, Cerdanyola. No sin antes haber cruzado el lecho seco del Torrent dels Toros.
Ya por fin estamos en Cerdanyola. Solo queda la parte más dura de la excursión: recorrernos el duro y artificial asfaltado y acera de Cerdanyola hasta su estación de trenes de cercanías. Fácilmente por la Avinguda de La Flor de Maig, recto, hasta la redonda donde seguiremos el carrer de Santa Rosa hacía la derecha, que después se convierte en la Avinguda de La Primavera. En una grande y cuarta redonda (si contamos todas las que hemos cruzados) torcemos la dirección pero siguiendo por la céntrica Avinguda de La Primavera, en dirección al centro ciudad, hasta llegar a la estación de trenes que queda a la derecha de la calle y después de haber cruzado el amplio cauce del Río Sec.
Ya cansados y artos de disfrutar en este espléndido día de montaña y exploraciones, volvemos en el tren de cercanías hasta la estación de la Sagrera (Barcelona) donde cogeremos de nuevo (y como al principio de la excursión) el metro para dirigirnos a casa. Sentados en los asientos del tren nuestras caras reflejan el esfuerzo de nuestros cuerpos; pero la satisfacción de nuestro espíritu. Me ha sorprendido Collserola. Me ha gustado su señalizado y exuberante Parque Natural. Merece muchas visitas, merece una mención especial.