Por la tarde, después de comer, ya teníamos la furgoneta que habíamos alquilado en Torrevieja (gracias al hermano de Miguel Ángel Sala), y después de cargarla con mis cosas, comida y material común del Centro (cascos, arneses, cuerdas, cintas, mosquetones, camping-gas, ochos… ), gracias a unas cajas de plástico donde todo el material que no fuera en las mochilas y bolsas, se ordenó y metió en ellas, la verdad es que nos vino muy bien, me dirigí hacía el campo de Fernando para recogerlo. Fernando, aparte de su material, cargó una esa y sillas de camping, cosa muy útil y que nos haría gran falta y haríamos muy buen uso. En un principio yo pensaba que esto sería “peso de más” y no veía una utilidad necesaria e imprescindible en el viaje, pero por consejo de Tomás Martínez y Miguel Ángel Sala, nos lo llevamos. Desde luego, como en otros viajes, hasta que no estás en el lugar no sabes con lo que te vas a encontrar, necesitar o ver. La mesa y las sillas nos vinieron de perlas. Hay que darse cuenta que realmente en la alta montaña estuvimos tres días, el resto en espera de buen tiempo o ya realizada la actividad, emplazados en el camping; y tanto tiempo era esencial la comodidad y confort, como en un Campamento Base, era nuestro “campamento base”.
Recogimos a Jesús Santana en Alicante. La furgoneta se llenaba “peligrosamente” y amenazaba con no caber nada más. Por último recogemos al último de los “expedicionarios”, Quique Segura, y fue entonces cuando debíamos rehacer un rompecabezas con todo el material y la carga que llevábamos en el maletero de la furgoneta. Era imposible. No había manera. Estuvimos un tiempo intentando meter toda la carga y que cabiera, pero nada. Hasta que el padre de Quique, que bajó a despedirnos, arregló y colocó el “rompecabezas” añadiendo: “nosotros nos hemos ido cinco en un Renault Cinco con todo el maletero lleno y todo cabía. Solo hay que saber colocarlo…”. ¡Dios mío! pobre coche; no me imagino al pequeño coche cargado hasta los topes. Así pues al final pudimos salir en busca del Mont Blanc, en busca de la aventura, en busca de nuestro destino.
Aunque los dos pasajeros del asiento de atrás no podían verse (ni casi moverse) al estar aprisionados por la carga, salíamos sin problemas por la autovía en dirección a Francia. En el camino, Fernando aprovechó para encender su videocámara y filmar la “expedición” (una idea muy buena que intentaría llevar a la siguiente expedición), y empezó por la presentación de los componentes del viaje. Siempre me ha parecido muy buena idea y de una significativa visual importante el hacer una película en estos grandes viajes.
Ya es de noche. Vamos por las autopistas catalanas. Hemos pasado ya Barcelona y estamos en la provincia de Gerona. Conduce Jesús. La autopista está en obras y solo se habilita un carril para conducir. Yo voy de copiloto y miro a Jesús como conduce. Creo coincidir con el resto de mis compañeros que Jesús no conduce seguro, que va inseguro al volante y como va la furgoneta, y por ello la incertidumbre y miedo que tenemos en este tramo; creo que incluso él mismo sabe que va inseguro al volante y es inevitable hablarle y decirle aspectos de su conducción. Pero no pasa nada y todo sigue normalmente.
Llegamos a la frontera entre España y Francia, y como locos buscamos un sitio donde poder aparcar y vivaquear, dormir para mañana temprano salir hacía Alpes. En La Jonquera todo son camiones, de todas las partes de Europa y sobe todo españoles. Aparcamos junto a una pared de una especie de almacén, y entre la furgoneta y dicha pared nos tumbamos con nuestros sacos de verano. Se oyen perfectamente las entradas y salidas de los camiones alrededor. El paso de vehículos por la autopista no muy lejana y el molesto zumbar de los mosquitos junto a nuestros oídos. A pesar de esto y el calor, dormimos algo soñando con la visión de los Alpes que ninguno de nosotros había visto todavía.