Despertarse, ducharse y bajar los bultos a recepción. Esperar a Mari Luz. Cambiar de Euros a Rublos. Sacar dinero del cajero. De repente Jesús A. hecha en falta un sobre con 75.000 pts. en euros. Lo busca nerviosos, vuelve y revuelve la mochila, el petate y la habitación hasta encontrarlo. Desayuno en el Buffet Libre del hotel, bastante copioso, tanto que Mari Luz sube a meternos prisa para que lleguemos bien al aeropuerto.
Subimos a la furgoneta de ayer y por un pesado y largo trayecto llegamos en más de 1 hora al Aeropuerto Internacional de Sheremetyevo. Facturamos las maletas pasándonos 42 kg. lo que nos cuesta 1.210 Rb. que son menos de 40 euros. Pondremos 1.000 Rublos cada uno al fondo. Embarcamos y salimos sobre las 12 h. (con el natural retraso). El trato en el aeropuerto ha sido bastante estricto y antipático por parte de las empleadas. Resulta curioso que da la impresión que cada puesto de trabajo tiene un superior que observa celosamente (como si fuese aún el sistema soviético).
No hemos apreciado nada Moscú esta vez. Solo nos dimos cuenta de los numerosos edificios altos, grandes e iguales en un mismo barrio; de lo amplias y largas de sus autovías; de la gran diferencia del valor de los coches y camiones (unos muy caros y lujosos. Mercedes, B.M.W., Audi, y otros que no se encontrarían ya ni en España) y del verdor y bosques de los alrededores de Moscú.
El Sheremetyevo parecía más un aeropuerto africano o sudamericano (quitando que allí hay grandes y modernos aeropuertos) que un aeropuerto de la capital de una de las que, hasta hace pocos años, era la mayor potencia europea reñida con la primera potencia mundial. Aunque el aeropuerto al que llegamos en Moscú, que era el Domodedovo, si se podía calificar de gran aeropuerto moderno y más práctico que el Sheremetyevo.
El despegue siempre da un temorcillo pero se hace sin problemas. Voy en la ventana del ala y puedo ver la maniobra de despegue atentamente. Sobrevolamos la Estepa rusa rumbo al Caucaso. Sobrevolando un mar de nubes formado por pequeños cúmulos algodonosos y aborregados.
Yo ya había volado pero, en este viaje lo pasé mal y con miedo en cada vuelo ya que la primavera pasada un avión ucraniano se estrelló en Turquía muriendo todo el pasaje que eran militares españoles; y un amigo, Rafa, la noche anterior al vuelo me gastó una broma diciendo algo así: “¿En un avión ruso os vais?… ¡Huy! Esos son los que se estrellan… vosotros cuando veáis que se viene abajo, mover los brazos así, como los pájaros “pío, pío”…” ¡Vaya amigos que tengo! Con amigos así ¿Para que tener enemigos?
En el pasaje ya se ven montañeros. Un grupito de 3 o 4 son checos y hemos hablado con ellos en el aeropuerto. A las 12:40 cuando nos sirven al almuerzo no hay hambre aún, pero sí sueño. Me tomo mi cafetito después de almorzar escuchando a los Stones y por encima de las nubes, (¿Qué más se puede pedir?). El avión de hoy es más nuevo, espacioso y limpio, los asientos van 2 a cada lado del pasillo (en vez de 3) y están más separados de los de delante por lo que agobia menos. TV-137. No es esto lo que esperábamos. Aeroflot Russian airlines nos ha sorprendido por su comodidad y confort.
El logo de las aerolíneas lleva la hoz y el martillo (dibujo), y en ruso se escribe A3P(/)/\OT. Conclusión la P es la R, la (/) es la F, y la /\ es la L. Entramos en zonas de turbulencias que son como baches y nos piden que abrochemos los cinturones y como somos obedientes, hacemos caso. El aterrizaje sin problemas aunque algo rapidito, después de 2 h. 30 min. de vuelo.
El aeropuerto de Mineralnye Vody, es bastante desastrado, como toda la región, la grandeza falsa del comunismo al abandonarse la intervención del Estado está sumido en el abandono y la desolación de la pobreza. Cristales rotos y sucios, salas polvorientas con puestos desperdigados, merodeadores que te ofrecen taxi, te piden o te ofrecen sus productos. Éste si que tenía aspecto de aeropuerto tercermundista, totalmente rudimentario, sin cinta ni nada moderno, estábamos en un almacén viejo. A la vuelta, para chequear el pasaje, el aspecto cambiaría algo a mejor, pero no mucho, seguía todo tan rudimentario, anticuado y manual como al principio. De todo esto nos salva Elena, nuestra nueva guía. También hemos de superar al guarda maletas para recuperar nuestro equipaje. Enseñándole los resguardos de todas las pegatinas de las mochilas para que compruebe número por número (por Dios que pesado). Aquí ya “conoceríamos” a la jefa de la empresa rusa de aventuras y montaña que Aragón Aventura contrató (jefa, al menos en Baksan). Su “paciencia”, “simpatía” y “consideración” quedaron latentes la primera vez ¡Bienvenidos a Rusia! Montamos en una furgoneta destartalada que en 3 h. y medía nos recorre destartaladas autovías sin los carriles pintados por donde circulan coches y camiones hechos polvo, adelantando de forma temeraria pero eficaz. Eso sí, las rotondas son magníficas, con pretenciosos monumentos.
Remontamos al Valle del Baksan después de haber entrado en la República Autónoma de Kabardino Valkiria. Bandera verde, blanco y azul con un escudo en negro. Es una de las 89 repúblicas que pertenecen a Rusia pero es de religión islámica. El río Baksan baja crecido y turbio, y llueve algo. Arriba debe hacer bastante frío. Paramos un rato para conseguir el permiso de escalada. Mientras Elena hace la gestión, nosotros nos hacemos una foto con el enorme busto de Lenin en bronce. Seguimos remontando el valle entre vacas, prados, cuarteles y guiños del río, sin que nos abandonen las nubes.
Llegamos al Hotel Wolfram (BO/\(/)PAN) en el pueblo de Terskol a las 18:30. Nos instalamos en la habitación 206 bastante desastrada, con pinta más de albergue de montaña que de hotel de 3 estrellas.
La cena es a las 7. Por fin dejamos la comida de avión. Sopa de patatas y verdura (muy buena), berenjenas con jamón y queso y pollo con arroz. Solo podemos beber algo al final y caliente (té). La costumbre de esta gente es no beber en las comidas. Se presenta nuestro guía Oleg y revisa nuestro equipo, nos pregunta por nuestra experiencia y esboza un plan a seguir. La primera impresión que nos da Oleg, que será nuestro guía en el Caucaso, es de amabilidad y simpatía. Parece algo mayor de cuarenta y cinco a cincuenta años (o más) pero atento y sociable. Bajamos a llamar y a tomar una cerveza y nos acostamos a las 22:35 al regresar del pub del pueblo.