2º día de aclimatación/ entrenamiento Terskol Peak.
Bajamos al comedor a desayunar. Quedamos a las 9 en las escaleras con Oleg y una cliente nueva o un ligue del guía que se llama Ola? Más bien era su ligue, su amante o como quiera que se diga o llame en Rusia… bueno, ya me entendéis. Cruzamos la carretera y enfilamos campo a través por unas praderías de grandísima pendiente. La hierba está mojada. Las llagas de mis talones sufren. Vamos a subir a un observatorio de estrellas en la cima de una colina volcánica de más o menos 3.100 mts. (Terskol Peak). Aunque a las 7 de la mañana hacía un sol espléndido, se ha llenado todo de nubes y llueve bastante, granizando a ratos. Lloverá durante toda la ascensión lo que termina por calarnos y darnos una sensación térmica muy desagradable.
Hacemos una parada en unas rocas para hacernos fotos en una pequeña tregua del cielo. Es un mirador magnífico hacía todo el Valle de Baksan, que aunque con nubes, nos ofrecía una vista amplia y muy alpina de un valle de alta montaña, rodeado por altas montañas cargadas de nieve y glaciares como el Koguters, al este del Donguzorum, que visitaríamos al día siguiente. Hoy nos encontramos en la vertiente opuesta al día anterior, con lo cual enfrente nuestro, al otro lado del valle, se encontraba el CHeget Peak y el Donguzorum Pequeño (aunque tapados por las nubes) y justo detrás y más al este el Donguzorum y los hermanos Koguters con su glaciar que bajaba en forma de lengua (nunca mejor dicho) y ofrecía unas vistas muy bonitas. Quiero decir con esto que nos encontrábamos en una de las laderas (por decirlo así) del macizo del Elbrus.
Seguimos subiendo con esfuerzo y granizo. Las rocas mojadas y las hierbas resbalan. Paramos un momento en un abrigo rocoso a comer chocolatinas, ya que en la cima no podremos hacerlo por que hay perros. Subimos por rocas, pasamos un arco de roca como el del San Cayetano. Echando el resuello, lloviendo, llegamos a la explanada de la cima con múltiples construcciones, barracones prefabricados, casas viejas medio en ruinas de planchas metálicas o ladrillos y por supuesto la torre con la cúpula del observatorio, uno viejo y uno nuevo. La vista es imponente por un momento del Glaciar de Terskol (que como todos está en retroceso y se nota por años). Después la niebla lo devora todo y aparecen dos fieras, perros ladrando y mostrando sus dientes. Vamos todos juntos, atentos y con los bastones preparados y tomamos un vertiginoso descenso por una torrentera de materiales volcánicos blandos descompuestos que son un barro oscuro por el que se baja muy bien, hasta llegar a la pista que sube al observatorio y que en invierno siempre está cerrada por aludes muy peligrosos que se han llevado alguna vida. Verdaderamente eran dos auténticas fieras, sobre todo una de las bestias. Me paro para realizar una foto al grupo y a la cúpula del observatorio cuando se me acercan los dos animales. Entonces encontré un “verdadero uso” a los bastones. Mientras tenía el bastón levantado apuntando al perro, éste no se acercaba, aunque no paraba de ladrar y enseñarme sus fauces. Fue algo pavoroso. Creí que en cualquier momento se me abalanzarían. También me indigné y enfadé profundamente por que nuestro guía seguía hacía adelante con su “amiguita” sin preocuparse por mi y mis compañeros, sin enterarse de nada o haciendo oídos sordos.
Al final cuando empezábamos a bajar y ya cabreado por la lata que no paraban de darnos las fieras, le pegué un grito a la mayor de las dos por no dárselo a Oleg, del que Quique me llamó la atención por lo furioso y estridente que fue. Intentó calmarme.
Bajamos por la pista salvo un par de atajos monte a través por húmedos y resbaladizos prados que nos hacen posar el culo en el suelo más de una vez. El paisaje del valle en las cercanías de Terskol era magnífico y muy verde, coloreado de blanco por las nubes sueltas y bajas que tapan al macizo del Donguzorum Pequeño y merodean entre las cascadas y ríos que bajan del espléndido Glaciar de Koguters con los hermanos cubiertos. Los bosques, los prados, las laderas, todo muy verde contrastado con el color grisáceo-marrón oscuro de la roca desnuda y mojada, y del blanco brillante de las nieves y glaciares. Un paisaje más que alpino, diría yo.
Al llegar a Terskol nos cambiamos en el hotel y bajamos andando con Oleg y Ola al bar de ayer a comer (hoy dentro por que aún llueve). Sopa de carne y tortas llenas de carne, y lo más importante, vino caliente con limón, azúcar y especias. Yo tuve que dejar medio vaso de vino por que me daba “tembleques” de tan fuerte que estaba la bebida. Hoy, como ayer, la comida excelente y muy buena.
La tarde pasa en el hotel descansando y leyendo “León el Africano” Amin Maloot, hasta la hora de la cena, demasiado cerca de la comida.
Sabíamos por el guía y por montañeros que bajan del Elbrus que arriba hace muy mal tiempo y nadie puede llegar a al cima, que han tenido 35 cm. de nieve esta noche y que aún tenemos que secar nuestra ropa y que así no deberíamos subir. Elena, la jefa de Oleg, evita hablar del tema con nosotros por que ya tiene contratado los porteadores que llevaran la comida, y la noche reservada en Dizel Hut (el refugio). Discutimos con ella, sin o con la mediación de Oleg. Llamamos a Javier de Aragón Aventura por que teniendo 2 semanas para hacer el Elbrus es una locura ir con mal tiempo a estar encerrados en Dizel Hut para bajar empapados y enfermos. Deseamos esperar a que el tiempo mejore para poder hacer aclimatación y un ascenso con garantías. Así lo defendemos pese a las tensiones y a las malas caras de Elena. La discusión se hace en español, inglés y ruso, y finalmente parece que mañana no subiremos y esperaremos a secar la ropa.
Aquí empezaron las reticencias entre Elena, la empresa rusa de aventuras y nosotros. Nos daba la impresión de que nos trataban como turistas que aceptaban resignados los designios de la empresa de viajes, y no queríamos que fuera así. Éramos montañeros que queríamos intentar y subir el Elbrus con buenas condiciones, y nosotros que conocemos también la montaña, sabemos que por lo que nos habían dicho (el propio Oleg entre otros, que luego cambiaría de opinión, haciendo un acto de hipocresía) que habría como mínimo dos o tres días de mal tiempo y que mañana empezaría. Elena nos decía que en el Caucaso hay muchos microclimas, que hoy podía hacer bueno y mañana muy malo sin preveerlo. Pero de todas formas nos resignamos a subir al día siguiente y al final, gracias a las palabras y conversaciones de Jesús Andújar con Elena y Oleg, después de discusiones, malas caras, enfados y tensiones pudimos convencerla para subir el viernes en vez de mañana jueves, y así mañana hacer otro trekking de preparación.
Realmente y mirado objetivamente por una parte ellos tenían algo de razón: les habíamos contratado (les había contratado Aragón Aventura, mejor dicho) con unos días establecidos y programados pero por otro lado quedamos con Javier de Aragón Aventura que nosotros elegiríamos cuando subir, el tiempo (los días arriba de aclimatación, intentona y subida al Elbrus, y abajo de preparación, espera y recorridos por el valle y montañas circundantes) que queríamos estar en cada opción ¿Por qué? Por que la montaña no te dice cuando está en condiciones de subirla, por ello queríamos ser libres, en esas dos semanas, reelegir el día o los días de estancia en el Campamento Base (Dizel Hut) o en el valle (Terskol). Pero la empresa de Elena ya había elegido por nosotros y no nos pareció bien. Éramos montañeros no turistas que tienen que seguir una planificación de viaje, pase lo que pase y estén como estén las condiciones.
Llamando a Javier de Aragón Aventura me dijo algo parecido a Elena, que no deberíamos tener problema en subir cuando ellos nos lo proponían. La verdad es que me sentí un poco engañado. Parecía que seguían un régimen comunista y “cabezón” de hacer lo que el jefe dice, y nosotros nos regíamos por la norma “capitalista” de “el cliente siempre tiene razón”o “el que paga, manda”.
Desde entonces ni Elena ni Oleg se comportarían con amistad verdadera, sino con una falsedad asquerosa y lo que siguió del viaje ya no fue tan agradable.
Subir como íbamos a subir, regidos por una norma de una empresa, haciendo las cosas y actividades mandadas a “raja tabla” sin contar con nosotros, fue algo que no me gustó, no me llenó, me disgustó y no disfrute realmente como debería de haber disfrutado del viaje. Ya que así te quita la virtud fundamental del montañero: la libertad. Ninguno de nosotros queríamos ser mandados y ordenados para subir la montaña. Estábamos allí para disfrutar no para subir por obligación siguiendo un horario, un programa. Que aparte, no era como nosotros lo habíamos querido o previsto.
Desde entonces la concepción que tenía de las montañas que se suben de esta manera o ligadas a una empresa de este tipo, cambió radicalmente desinteresándome totalmente este tipo de montañas. La libertad es principio fundamental en la montaña, si no la hay, no disfrutas, no te mueves, no te llena, no merece la pena…
No me gustó esta forma de llevar el viaje; ni a mi ni a ninguno de mis compañeros. No lo disfrutamos totalmente, como disfrutamos en Alpes, que íbamos por nuestra cuenta. No lo volvería a repetir.