Koguters.
Suena el despertador a las 7:30 y no hay ni una puta nube, hace un día espléndido como ayer a estas horas. Elena, sonriente y triunfante, pasa por las habitaciones anunciando el desayuno a las 8:30. Ponemos toda la ropa a secar (T=15ºC). Al final Elena tuvo razón con eso de que el tiempo del Caucaso era muy cambiante de un día para otro.
Lamentamos no tener mejor material para el frío; si seguimos en el alpinismo será imprescindible. El desayuno de arroz y revuelto de verduras con huevos y luego una especie de puré con yogurt y pasas con su taza de té y corriendo al w.c. Hoy disfrutaremos de un sencillo trekking sin dificultad y de un día excelente en pantalón corto, camiseta y zapatillas. Subiremos al pie del Glaciar “Koguters” con sus fenómenas grietas, hilos de agua y zonas turquesas donde hacernos fotos y contemplar el paisaje siendo conscientes de que los glaciares son una especie en extinción.
Oleg nos dijo que podíamos ir en zapatillas, pero un nevero algo inclinado no se cruza con zapatillas, sabemos perfectamente que puede ser peligroso y que si la nieve está blanda, te mojas los pies si se hunden en la misma y es realmente incómodo.
Salimos del hotel por el sendero que discurre paralelo al río, lo cruzamos por unos troncos con paso inseguro sobre sus aguas furiosas (habrá que hacer 3 cruces así a la ida y 3 a la vuelta). La senda hasta la plaza donde siempre comemos discurre por un bosque de abetos o pinos espacioso y soleado. El día era increíble, muy soleado y sin una nube, con una visibilidad increíble. Discurrimos por el bonito bosque con la visión del magnífico Donguzorum enfrente. Desde luego que el paisaje y las vistas del Caucaso (al menos esta parte, y seguramente habrían otras más espectaculares) son excepcionales, bellísimas y alpinas.
Tomamos una pista que pasa por delante de la terraza en la que comemos y remonta el río que viene del glaciar al que subimos. Detrás y cercano el Donguzorum realmente bello y magnífico, con sus glaciares colgantes, seracs, vertientes nevadas de caídas vertiginosas, corredores inclinados que sortean las crestas y los espolones de su cara norte…
En esta salida me encontraba mejor, ya que ayer la dura subida al Observatorio de Terskol me hizo daño en la rodilla que la notaba sufrida y dolorida.
Lo cruzamos y tomamos un bosque mixto primero de abetos y más arriba de abedules enmarañados junto al torrente con sus saltos de agua donde hacemos fotos. El verano es la estación perfecta para ver todo tipo de flores de todos los colores, compuestas, leguminosas, rododendros… (ya que las plantas aprovechan que no hay nieve durante unos pocos días) al salir del bosque cruzamos un caos de rocas grandes (¿Una antigua morrena?), unos sucios neveros y unos prados altos.
Como el día es claro se ve majestuoso enfrente el Elbrus con sus 2 cimas nevadas; tomamos fotos y seguimos subiendo por el valle glaciar por prados y más neveros resbaladizos que cruzamos en zapatillas. A partir de cierta altura echamos la vista atrás y descubrimos majestuoso y con una perfecta visibilidad el Elbrus. Realmente creo que no nos damos cuenta de sus dimensiones reales ya que parece cercano y no demasiado alto como para sobrepasar los cinco mil quinientos metros de altura. Aunque mi percepción de esta indómita montaña cambiaría cuando estuviéramos en el interior de sus enormes y extensos glaciares, cuando estuviéramos en los dominios de la que es la montaña más alta de Europa y el Caucaso. Rodeada en su falda, sobre el glaciar, por un collar de finas y adornadas nubecillas; sobresalen las dos cumbres del Elbrus: la más baja, redondeada y oriental, y la más alta, recortada y occidental. Solo unos ocho o nueve metros diferencian la altura de las dos cimas.
Hoy podíamos admirar realmente y darnos cuenta de las dimensiones y tener una imagen pura del Elbrus sobre el Valle de Terskol y el Valle de Baksan. Abajo, en el fondo del valle, Terskol y los hoteles de CHeget dominados por los blancos y helados “pechos del Caucaso”. Ninguna montaña la ronda para compararla con el Elbrus; éste sobresale sobre el horizonte con solemnidad y alteza ¡Parece tan fácil y al alcance de la mano! Justo delante y sobre el valle, Terskol Peak con el observatorio astronómico y el recorrido de subida y bajada que seguimos ayer. Justo sobre Terskol. El día era magnífico y las vistas admirables.
Llegamos a una cascada y descansamos un rato tomando el sol y mirando el Elbrus semidespejado. Escalamos un poco para ganar altura y remontamos la parte final del valle por la parte alta de la cubeta glaciar. Yo me resbalo y me doy un buen batacazo contra una roca bajo la cascada. Mi mandíbula choca contra la parte plana de dicha roca. El golpe parece tan impresionante que mis compañeros vienen a socorrerme pero realmente no me hago nada, solo un pequeño dolor y resentimiento en la cara y codo. Jesús Andújar se quejaría de Oleg, ya que éste y su amiga Ola habían subido separándose del grupo.
Cruzamos unos neveros inclinados de nieve vieja, sucia y dura para llegar al pie de los laterales de la lengua del glaciar. Ya pegados al glaciar nos hacemos fotos junto a éste con sus grietas y formas caóticas y heladas. Da la impresión de fragilidad e inestabilidad pero es hermoso y emocionante acercarse a un “ser” vivo tan enorme que se mueve tan lentamente y que se extingue por años ¡Es una lástima que tengan que desaparecer!
Oleg estuvo buscando un paso bajo el glaciar y las vertientes escarpadas de las laderas y paredes bajo el mismo glaciar, pero no lo encontró y tuvimos que deshacer por un momento el camino hecho. A mí me dejaron un bastón (cosa inusual en mí) para poder bajar en zapatillas por aquellos neveros inclinados, para guardar el equilibrio y no resbalarme y caer como un tobogán ladera abajo por el nevero ¡Los neveros se cruzan con botas no con zapatillas!
El descenso es por el fondo del valle hasta llegar al bosque. Ola desciende los neveros con unos pequeños skis (“bigfoots”) y nosotros dando saltitos con cuidado. Oleg nos decía que hasta junio, los neveros y la nieve en aquella ladera llegaban casi hasta el mismo bosque; de forma que en media hora o menos desde los hoteles del fondo del valle, de CHeget, llegabas a la nieve y podías esquiar subiendo las laderas hasta los hermanos Koguters y a la vertiente oriental del Donguzorum.
¿Por qué hay abedules en la parte de arriba del bosque? Probablemente las avalanchas barren la zona cada cierto tiempo y los abetos de crecimiento más lento son eliminados por lo que los abedules más rápidos y flexibles colonizan la zona.
Tras un vertiginoso descenso comemos en la terraza, una ensalada de tomate y pepinillo con mayonesa y una especie de gran tortellini con carne picada dentro: “monty”, y una cerveza “báltica” de 0’5 l. Como las otras veces, la comida no me defrauda ¡Están muy buenos estos platos caucásicos! En acabar regresamos por la ruta de esta mañana haciendo una parada en el hotel de enfrente para comprar tiritas y aspirinas en una pequeña farmacia (A/(TEKA) del vestíbulo. También compramos una crema para la rodilla para darle calor y curar el malestar y el dolor. La crema era tan fuerte y el calor tan intenso que me abrasaba las piernas, pero increíblemente efectiva ya que al día siguiente subía las pendientes sin notarme nada en absoluto en las rodillas, como nuevas. Me sorprendió realmente su efectividad y lo bien que me sentó la crema… aunque por accidente me rocé un ojo sin lavarme las manos y Jesús Andújar tuvo que echarme agua al ojo abierto de lo que me quemaba. Creía que iba a perder el ojo ¡Que mal lo pasé!
Ya en nuestro hotel nos duchamos, hacemos la mochila para mañana subir al Refugio y cenamos. Hablamos con Elena y Oleg, y salvo la mochila de ataque, lo demás lo llevará el teleférico y el telesilla y no nos preocuparemos (no dan opción). Yo no tengo mochila de ataque, no me la he traído, así que al menos quería hacer el máximo recorrido con la mochila grande para que al menos no sea una ascensión tan “light” hasta Dizel Hut. Nos presentan a nuestra cocinera allá arriba, es una rusa rubia y rellenita muy simpática. Nadia. Realmente Nadia irradiaba y tenía la simpatía que a la mayor parte (si no a toda) Rusia le faltaba. Algo inusual allí acostumbrados a lo que ya habíamos visto. Aunque no todo el mundo era desagradable y antipático, pero si mucha gente. Supongo que es su forma de ser.
Nos acostamos antes de las 22 hrs. y nos cuesta mucho dormir ya que todos pensamos en como serán los próximos 5 o 6 días y estamos llenos de preguntas ¿Habrá buen tiempo? ¿Tendremos salud y fuerzas?… (8 o 9ºC.) Hace fresco esta noche y lo noto a pesar de la manta. No me quiero ni imaginar el frío que puede hacer arriba.
Antes llamamos a España para comunicarles que mañana subíamos a la montaña, a Dizel Hut y ya llamaríamos cuando bajáramos; ya que a cuatro mil cien metros no hay teléfono (aunque increíblemente si había una cobertura total para los móviles, cosa que me sorprendió enormemente por que no solo allí, en cualquier parte del valle o la montaña. La verdad… ¡Hubiera preferido que no hubiera habido cobertura!). Antes de dormir y como en anteriores noches, Jesús y yo nos debatíamos en una charla inmersa en nuestra mala situación sentimental. Los problemas que yo tengo con Maite y los que él tiene con Mariate. Es difícil para un montañero que la gente entienda la forma de vida que éste lleva con respecto a la pasión por la montaña, la naturaleza, el aire libre, la libertad del espíritu… si esta gente no ha sentido ni conoce nada de lo que nosotros sentimos y conocemos. Pues una novia que, aparte de no entenderlo, no lo respeta y lo desprecia… Es muy difícil. Pensaréis, y es cierto, que no era normal que siguiéramos adelante; pero mi corazón nunca ha hecho caso de lo que decía mi cabeza. A Jesús Andújar le ocurría una cosa parecida, pero él ya llevaba más tiempo y parecía entender las situaciones que me explicaba y yo no quería creer pero al final él tenía razón. El amor es ciego, y a veces sordo y mudo… ¡Bueno! Voy a dejar de hablar de sentimentalismos que al final os aburriréis, aunque en este diario se deban contar todas las incidencias y hechos del viaje, y esto entra dentro del mismo viaje.