Domingo. Dizel Hut.
Desayunamos. Vemos los efectos de la nevada. Parece que se despeja por el W pero no demasiado.
Jesús Andújar me contó que anoche, mientras mis compañeros y yo ya dormíamos acunados por la nana de la tormenta, Oleg nuestro guía, se había levantado para ver si el tiempo había mejorado y parado la tormenta, pero no, el fuerte viento y la nevada seguían incesantes. Oleg le dijo a Jesús Andújar que hoy no se podía subir, que ya veríamos más adelante. Jesús pensó que Oleg estaba loco si pensaba intentar la subida en estas condiciones.
Sube Elena y nos comenta que solo tenemos esta noche para dormir en Dizel Hut, y si no, bajaremos a Barrels a esperar. Nos cabrea, discutimos y subimos al piso de arriba a descansar en la habitación. Charlando con los catalanes de cómo se ha puesto la Alta Montaña por Agencias.
De nuevo nos sentíamos como meros juguetes a merced de una niña caprichosa. Nosotros deberíamos tener más días en Dizel Hut, tanto como el necesario para poder subir al Elbrus o hasta el miércoles o jueves. Parece que hacen con nosotros lo que quieren y nosotros debemos obedecer resignados. Esta sería la última noche en Dizel Hut, la siguiente noche la deberíamos pasar ya en Barrels, a trescientos metros más abajo y de una o dos horas más de distancia. Por lo tanto mañana deberíamos subir al Elbrus o si no, al día siguiente lo tendríamos que hacer desde Barrels. Resignados confiábamos en tener suerte mañana, o si no se nos pondría más difícil.
Arriba, en el dormitorio, escuchábamos al guarda del refugio martillear la madera y la chapa del tejado. No se oían muchos martillazos al día con lo que pensábamos, la construcción y terminación de Dizel Hut era lenta y calmada.
Hoy (o ayer), a mitad del día (que se estaba despejando poco a poco casi por arte de magia) había subido la propietaria del refugio acompañada de otras personas para ver como iban las obras.
Hablamos de GPS en USA, son más o menos baratos, más o menos 140 $, por ejemplo. –RINO (Garmin) mod.: 110 – 120.
Conocemos a Toni y Pau de Barcelona. Hay pocos, muy pocos o casi ningún español aquí (salvo nosotros). Son buena gente, amigables y conversadores.
Kike y yo nos damos un paseo hacía una arista rocosa volcánica curioseando varios refugios a base de cabinas de avión. Las ruinas del Priyut que se quemó y otra cabaña de madera sembrada de tiendas de campaña. Esto es el Campo Base del Elbrus y bulle de actividad mientras que las nubes pasan rápidas desde el W. Nos hacemos unas fotos en un monolito metálico conmemorativo de los caídos en la 2º guerra Mundial.
Regresamos a las 13 h. a comer con Jesús y Joaquín que han estado perreando y ligando lo que pueden con unas chavalitas rusas. Nos dimos cuenta que los españoles para las rusas éramos como los cubanos en España. Exóticos, atrayentes, simpáticos y ejercíamos una extraña atracción que yo nunca había experimentado. Era el diecisiete cumpleaños de una de las chavalas y nos pidieron que escribiéramos algo en español para ella en su cumpleaños, y que nos hiciéramos unas fotos con ellas. Lo pasamos un ratico bien, hablamos con ellas en inglés y estaba a gusto por que me daba la impresión de que éramos su centro de atención.
Tras la comida, salchichas, ensalada, té caliente, galletas… salimos a descansar al sol a leer “León el Africano” y a ver el panorama. Suben decenas de montañeros bien, regular y mal equipados, alguno con zapatillas y zapatos que suponemos luego bajaran. El Campo Base bulle de actividad, gente que baja, gente que sube.
Descansamos al sol, charlamos con los catalanes y dejamos pasar el tiempo hasta la cena: 16:30 h. Si no se estropea el tiempo todo parece indicar que mañana haremos cima muchos de los que estamos aquí. Nos levantaremos para salir a las 2 h. ¡Que el ángel del Elbrus nos respete y nos ayude! ¡Miles de montañeros de todas las nacionalidades no pueden estar equivocados! Hoy ha de ser ¡Que incertidumbre! ¡Hay que tener fe! Aunque si hace viento o si el tiempo cambia… Hay alemanes, suizos, daneses, noruegos, yanquis, checos, polacos, rusos…
Antes de dormir (nos acostamos a las 18 h.) Llega una tropa de guiris escandalosos y se instalan en las camas de enfrente y por todas partes. Hay dos españoles, es un grupo de la U.I.A. Unos avisos y unas miradas de mal rollo y a eso de las 21 h. se callan y podemos dormir algo pese a la incertidumbre del día siguiente. No en vano en las últimas semanas se han matado 2 canadienses y un polaco.
El Elbrus no tiene ninguna dificultad técnica, solo es andar y subir, mucha resistencia. Pero si te sales del camino a seguir has de saber que andas por encima de un glaciar y aunque invisibles por la nieve, hay grietas por las que te puedes caer, como les ocurrieron a los canadienses; y el Elbrus es de tal altura que recoge todos los vientos con gran fuerza aunque haga buen tiempo, y una fuerte ráfaga te puede empujar y tirar, como le ocurrió al polaco en la misma cima.
Antes de dormirme y ya atardeciendo, bajé para ver como estaba el tiempo y lo que descubrí fue increíble: la atmósfera limpia pero oscurecida por el atardecer, sin una nube con las montañas del Donguzorum y Ushbá, entre otras muchas, coloreadas con el blanco de la nieve, el azul de la oscuridad y el rojizo de los últimos rayos de sol. Increíble. Vale la pena nada mas retener ese momento para toda la eternidad; para comprender el por qué estoy allí… la visión me deja boquiabierto, hago una foto. La luna sale casi a la altura de Los Ushbá. Es una visión encantadora, enigmática… nunca más la volveré a ver. Un mar de nubes se forma en el Valle de Baksan. Maravilloso. De cuento. Estos paisajes solo salen en los documentales. Me quedo perplejo, maravillado, absorto en un paisaje místico y grandioso. La belleza del momento es tal que se esfuman de golpe todas las penurias y preocupaciones, ahora solo existo yo, el Caucaso y la luna llena.
El tiempo es inmejorable y perfecto, hay luna llena, mañana tendremos, seguramente, una gran subida y seguro que hacemos cumbre, lo presiento. El mundo es maravilloso.