Bajada de Barrels.
Amanece en Barrels y seguimos durmiendo hasta las 8:30. Nos hacemos las mochilas y nos presentamos a las 9 h. en el barracón comedor. Pero hemos de esperar a que Nadia preparase el desayuno. La espera vale la pena: espaguetis con huevo y queso, tarta de chocolate casera, yogurt, café, galletas… Todo muy abundante y bueno. Con nosotros se juntaba más gente de allí para desayunar, al igual que anoche. Nos da la impresión de estar alimentando e invitando, a parte de a los guías, a personas que guardan, dirigen, o simplemente están en Barrels. Muy curioso un chaval que hacía snow board allí y que una vez lo vimos aparecer por Dizel Hut con un amigo con aspecto nada ruso, con la cara muy quemada por el doble sol que refleja la abundante nieve y que, por lo que se ve, esta gente o no saben lo que son las cremas solares o no se molestan en comprarlas o sencillamente no les alcanza para comprarlas… No sé. Este chico (del cual no me acuerdo su nombre) sabía hablar algo de español y pudimos hablar algo entre nosotros. Nos llegó a preguntar si en España había estaciones de esquí en verano abiertas, cosa que me sorprendió, pero al responderle que no, que hacía demasiado calor creo que llegó a sorprenderse algo él también. Cosa normal ya que estábamos en una gran estación de esquí que gracias al enorme glaciar del Elbrus y sus abundantes llanuras y laderas suaves heladas ofrece unas condiciones ideales para conservar al nieve; también a una elevada altitud ya que Barrels estaba a tres mil ochocientos metros, pero los remontes (no los teleféricos ni telesillas) subían algo más alto. Sobre todo habían chavales haciendo snow board, y no muchos, y poca o ninguna gente esquiando. Toda la gente, o la mayoría, que subían aquí arriba eran turistas rusos que lo visitaban y lo bajaban o montañeros extranjeros con propósito de subir al Elbrus, como nosotros.
Luego esperamos en el patio al sol la hora de cargar las mochilas en el telesilla. Esperamos y esperamos observando a la gente preparar sus mochilas o regresar de la cumbre.
Aprovechamos para seguir hablando con Toni y Pau. Hacer fotos de los alrededores. Al Elbrus y a su gigantesca cortina de hielo y nieve que baja del mismo y lo cubre todo. Hoy, a pesar del buen día que ha amanecido, vemos que las cumbres del Elbrus están tapadas por una única nube que apenas deja ver la cima este. Oleg nos dice que ahora allá arriba hace mal tiempo, mucho frío y mucho viento. Mucho peor que cuando subimos, a pesar de que la nubecilla no parecía mucha cosa desde aquí.
Al fin y al cabo tuvimos mucha suerte al subir al Elbrus el lunes que hizo un día inmejorable y luna llena, ya que hoy y el domingo hizo mal día para subirlo con éxito, buenas condiciones y visibilidad; aparte de que hoy lo hubiéramos tenido que subir desde Barrels.
Hoy quería despedirme del Elbrus echándole una última mirada, una última foto y un último pensamiento. Habíamos conseguido llegar a su cumbre, o mejor dicho, él nos dejó llegar a su cúspide. Ahora veía amable y amigable al Elbrus. Su sumisión ante nuestros pies nos daba a entender que de ahora en adelante nuestras almas serían hermanas. No habíamos conquistado una montaña, nos había permitido recorrer sus faldas y laderas hasta su punto culminante, hasta lo más sagrado, perseguido y sublime que tiene… su altar, su morada, su mayor tesoro.
¡Adiós Elbrus… hasta al vista!, ¡Ha sido un placer conocerte! No sé si volveré algún día… creo que no.
Por fin después de más esperas y de ver llegar mucha gente en el telesilla, cargamos las mochilas y bajamos con impresionantes vistas del glaciar, y luego al teleférico, apretados como sardinas.
Mientras bajamos por el telesilla teníamos una bella visión del Donguzorum Pequeño con su puntiagudo pico y crestas rodeado de hielos y nieve. Las bandas rocosas se hacían más grandes y menos abundante la nieve aunque el glaciar seguía cayendo a ambos lados de la gran morrena en la que se encontraban los enormes pilares que sujetan el telesilla.
En el teleférico empieza a sonarme insistentemente y sorpresivamente el móvil. Siempre que te llamaban salía un número muy largo de Rusia, nunca el internacional desde donde te llaman, así que no sabes quien te podía llamar. Al cabo de un pequeño rato de buscarlo y de abrir cremalleras en la mochila lo cojo. Era Maite Suarez. No puede hablar muy alto por que está en la academia en la que imparte clases de francés y apenas la oigo. Me dice que el domingo se murió repentinamente su tío y que ayer lo enterraron; también que se volvía a Francia para que vieran los médicos su dolorida espalda ya que no se fiaba de las soluciones y diagnósticos de los médicos de España. Hacía que me preocupara y me sintiera culpable de lo que le estaba ocurriendo mientras yo estaba aquí en Rusia ¡¿Qué culpa tenía yo?! ¡¿Qué podía hacer yo?!… Fue casualidad de que ocurriera todo esto mientras yo estaba en el Caucaso pero su desequilibrado razonamiento resolvió en que, sin tenerla, yo tenía una culpa sinrazón por no haber estado allí a su lado en los momentos en que me necesitaba… Un extraño duende nos maldijo la relación y por parte de ella no se iba a poner solución… yo debía de cambiar mi forma de ser y muchas más cosas… algo irracional y desequilibrado. Aunque ahora no voy a seguir contando esta absurda relación; fue el preludio de “una muerte anunciada”. La culpa realmente sí era mía, pero por tomarme tan a pecho y tener tanto en cuenta las “tonterías”, “niñerías”, “malos rollos” así como desprecios y demás incoherencias de una niña mimada, superficial y materialista. El amor es ciego pero yo estaba ciego, sordo y mudo… ¡en fin! También hubieron momentos buenos… algunos pocos… ¡Adiós!, también a ti, mi Princesa del Languedoc; este Caballero de Aragón vuelve a su tierra.
Una cerveza en una cafetería de la estación del teleférico. Volver al Hotel Wolfram a cagar y cambiarnos. Dejar la ropa a secar y bajar andando a CHeget a comer ensalada y chuletas. En un hotel de CHeget compramos camisetas del Elbruz. El primer día vimos a Oleg con esta camiseta y nos gustó, pero era de la “competencia”, de una empresa también de guías diferente a la de Helen (Elena); por ello hasta los últimos días Oleg no quería que las compráramos por si las veía Helen y nos dijo que no nos la pusiéramos aquí por si ella las veía. ¡Claro! Era como si Oleg nos hubiera llevado a la competencia de la empresa con la que estaba contratado ahora. Lógico. Vemos el mercadillo y volvemos al hotel. Allí cenamos y hablamos con Helen y Oleg para cambiar los billetes para ir a Moscú el 17 en lugar del 19. Todo son problemas e inconvenientes. Discutimos como siempre. Llamamos a España a preguntar. Charlamos con los catalanes y con un chino montañero. Con los portugueses que no han tenido ningún problema con Pilgrim Tours por cambiar el billete, damos una vuelta por el pub y nos vamos a acostar anulando el trekking de mañana para hacer gestiones de vuelo.
Habíamos decidido, por insistencia de Jesús Andújar, ya que habíamos conseguido subir al Elbrus que era nuestro objetivo en el viaje, el volver antes a Moscú para que nos diera tiempo a visitar la gran ciudad imperial rusa. Por eso hablamos con Helen y Oleg para cambiar los billetes y reservar hotel. Helen nos decía que era imposible, que teníamos actividades que hacer aquí en el Caucaso y no teníamos por que regresar antes a Moscú. Alegaba que era imposible desde allí cambiar los billetes de avión y no había hoteles con habitaciones libres para reservar dos noches en Moscú. Nos supo a mentiras, a engaños y nosotros mismos consultando con otros montañeros como los portugueses y los catalanes, supimos que sí se podía cambiar los billetes de avión yendo veinticuatro horas antes de dicho vuelo al aeropuerto de Mineralnye Vodi a cambiarlos; incluso al mismo Oleg se le escapó dicha posibilidad para cambiar el vuelo pero lo negaba delante de Helen.
Estaba claro que si queríamos ir antes a Moscú debíamos buscar los medios por nuestra cuenta. ¡Que vergüenza ajena! sentía de Helen y Oleg. ¡¿Cómo podían comportarse y ser de esa manera?! De modo que aplazamos el trekking de mañana y nos ocuparíamos de dichas gestiones.