Viaje a Moscú.
Madrugamos para desayunar a las 8 h. y cargar las mochilas a las 8:30 h. en una furgoneta para dejar Terskol por todo el Valle del Baksan (primero glaciar y luego fluvial). El paisaje es de una exhuberancia sobrecogedora, prados y pinos, abedules… El día es lluvioso y la furgoneta avanza rápida con un constante traqueteo. El paisaje era muy bello y alpino por el verdor, vegetación y bosques. Supongo que estos aspectos serán comunes en todas o la mayoría de las cordilleras que están a una misma latitud en la tierra.
Igual de rápido salíamos del Caucaso como entramos, con la falta de conocer algo más de estas gentes, estos pueblos, estas montañas.
Cruzamos la región musulmana de Kabardino Valkiria, con sus pequeños pueblos extendidos a lo largo de la carretera, de sus casas unifamiliares con tejados de madera o de teja inclinados para los rigores de la nieve invernal y con su gaseoducto y sus ramificaciones. Cada pueblo tiene una pequeña mezquita blanca. Las gentes son pobres en estas regiones. Ganaderos, agricultores… las gallinas se asoman a veces junto a la carretera para picotear fuera de sus casas y gallineros (como en nuestra comarca hace cincuenta años). Pero las casas parecen grandes, con altos muros y grandes puertas de entrada para guardar los carros, tractores o coches, con amplios patios y jardines.
Es interesante observar el recorrido del río y sus característicos campos de cantos rodados y vegetación ripacia. Las vacas se extienden por el paisaje tranquilamente.
Más allá de la frontera de la república aparecen mercados desordenados tipo zocos en los arrabales de las ciudades y campos de cereales y girasoles.
Mi intestino estaba algo, bastante revuelto. El fuerte vodka de anoche, aparte de achisparme, me limpió todo mi sistema digestivo de tal manera que durante todo el viaje de vuelta al aeropuerto de Mineralnye Vodi no paraba de expulsar con gran urgencia ciertos líquidos desagradables y malolientes en cada aseo de cada gasolinera cada vez que parábamos o en el propio aeropuerto… ¡Uf!, ¡Que mal lo pasé!
Llegamos sobre las 12 al aeropuerto de Mineralnye Vodi (= que significa agua mineral). La decadencia soviética se manifiesta en el contraste de la miseria de sus gentes con el deterioro de sus infraestructuras pretenciosas como el aeropuerto y los monumentos conmemorativos.
Parece ser que ha habido últimamente lío o algún atentado de los chechenios en Moscú, por lo que hay numerosos controles de carretera, sobre todo a los camiones y un ambiente extraño con los policías del aeropuerto. Parece que aquí y como en la mayor parte del gran país que es Rusia, impera el tráfico de influencias, los sobornos, la corrupción y “el bajo manga” con las autoridades competentes. Hay muchos policías, sí, pero casi todos corruptos. En cada parada, en cada control hay que abonar, parece ser, el “impuesto revolucionario” o algo así. Nosotros solamente a la entrada del aeropuerto, al igual que hicimos cuando llegamos a la salida del mismo. Pero todas estas “gestiones” ya van incluidas en el paquete que contratamos con la empresa rusa. Esperamos en él hasta las 15 h. (con 2 h. de retraso). El vuelo sin problemas pese a que es más movido que los anteriores, el avión es más nuevo.
Nos despedimos de Oleg y Helen que también ha venido con la anterior, y ya nombrada, pareja rusa. La despedida es algo fría y rápida aunque Oleg nos da unas tarjetas de visita como guía de montaña internacional. De Nadia si que nos dio lástima y hasta casi tristeza cuando nos despedimos de ella. Era la más simpática, amable y risueña de todo el Caucaso. Hasta incluso, de broma, pensábamos traérnosla a España, a Torrevieja. Quisimos recoger su dirección en internet para enviarle un regalo desde España por portarse tan amablemente y tan bien con nosotros. Era la “alegría de la huerta”; sin ella el viaje hubiera sido distinto y hubiéramos tenido una imagen peor de lo que son los rusos.
En el aeropuerto todo era muy rudimentario, como tercermundista, como la facturación del equipaje, el peso, el traslado, la subida, el visado… pero pese a los rusos y a sus exigentes y disciplinarias normas pudimos embarcar en el avión. Junto con nosotros algunos compañeros de refugio, hotel y subida de diferentes países (como los portugueses) embarcaron con nosotros. Jesús Andújar entabló una amigable conversación con el guía portugués, impresionado por sus innumerables andanzas como guía internacional e interesado también por la subida de algunas montañas de Sudamérica como el Aconcagua.
Llegamos a las 17:30. Recuperamos las maletas y montamos en la furgoneta con Mª Luz que ha venido a esperarnos. Después de negociarlo se vienen con nosotros en la furgoneta el guía portugués y la pareja de portugueses montañeros al mismo hotel, el Ismailovo (olímpico de 1.980) después de un largo traslado debido al tráfico, comenzamos a ducharnos a las 20:15. Aunque nosotros teníamos contratado ya los servicios del transporte de la furgoneta, si se venían alguien más de los previstos, había que pagar más por ellos (en el mejor de los casos, si la empresa accedía a la “negociación”).
En el mismo avión de Aeroflot M.N.V.-Moscú hemos coincidido varios grupos del Elbrus. Además de los portugueses y nosotros, el guía chino y sus 2 clientes y la georgiana pelirroja. Por ello Oleg y Elena han ido a despedirnos al aeropuerto de MNV.
En el hotel hab. 941 con buenas vistas a un enorme parque con un lago, una feria y bloques de edificios altos. TºC 17ºC. en la T.V. la M.T.V. en ruso. Salimos a ver Moscú…
Hemos dejado el Caucaso. El mítico e indómito como también desconocido y bello Caucaso. La cordillera no me decepcionó en absoluto: su clima, montañas, glaciares, picos, valles, naturaleza… todo se combinaba para dar lugar a una región tan desconocida y quizás rehuida por los montañeros y alpinistas de nuestro país. Vale la pena todas las demoras, penurias, trámites, esperas y un sin fin de inconvenientes que te pueden pasar en este lugar y en este país para disfrutar, vivir y descubrir el Caucaso, el Elbrus, el Donguzorum, Los Ushbá y un sin fin de bellos pináculos y pilares de la tierra que sostienen el cielo en esta parte tan remota del mundo. El lugar y paisajes son impresionantes. A pesar de todo vale la pena visitar y ascender el Caucaso.