Habíamos quedado el sábado 21 en ir a Canadà Park, y a mi se me ocurrió que podía hacer una ruta lineal con final en la puerta de casa de Canadá Park. Aparte buscar otra bajada o enlace entre Canadà Park y El Corredor, que no fuera por la Masía del Tuy o Tull.
Observé en los mapas los G.R. que atraviesan las montañas cercanas a Canadà Park y a aquellos que me pillaran de camino, si fuera en coche. Al final decidí salir de Santa Agnès de Malanyanes por su G.R.-97 (que se coge casi en la misma carretera BV-5105, sin entrar a la población), enlazarlo con el G.R.-92 que recorre en toda sus largarías las sierras costeras de Cataluña, y seguirla hacía el norte, noreste, y bajar por Ca l’Arenes a Canadà Park, justo antes de llegar a las inmediaciones de la máxima altura de El Corredor.
Siguiendo los G.R.s bien señalizados no iba a ver problemas de perderme, pensaba yo; únicamente tenía dudas en enlazar el Dolmen de Ca l’Arenes (que hasta ahí estaría señalizado el camino) hasta Canadà Park. Había un trozo, nada más salir del dolmen, que no había senda ni camino señalizado en ningún mapa, pero que yo encontraría una ruta para enlazarlo con Ca l’Illa y la Esglèsia Vella o de Santa María, en las puertas de Canadà Park.
A falta de mapas físicos, tuve que hacer como con el recorrido de Sant Llorenç del Munt: hacer fotos a los mapas en la pantalla del ordenador e ir viéndolos a medida que me hacían falta. En este caso 4 fotografías ocupaban la parte cartográfica de mi cámara; ya que el recorrido era lineal y largo.
Así pues, Anna (que no me acompañaría en esta esforzada travesía) me dejó al principio del Carrer de Pau Casals advirtiéndome que no siguiera hacía atrás por la carretera para no encontrarme con una de esas casas de luces rojas, verdes y amarillas (como dice Joaquín Sabina) en las que unas sonrientes (o no) señoritas te invitan a pasar y se ponen muy cariñosas contigo, mientras descubres que les falta dinero para ropa. Sigo por el Carrer del Migdia, y en cuanto me encuentro enfrente al fondo la bella torre del campanario de la iglesia de Santa Agnès de Malanyanes, giro hacía arriba y derecha, dejando un parquecito a la derecha.
Ya veo marcas del G.R., ahora solo hay que seguirlo calle arriba y enseguida, a las afueras de la población, las típicas indicaciones de rutas y recorridos junto a Can Lladó, una bonita masía con un hermoso árbol junto a los cruces de caminos y rutas. La ruta está muy bien señalizada, y pronto llegamos a un conjunto de casas, en alto, y una escondida y pequeña ermita, que parece es privada como la de Sant Bertomeu de Cabanyes en la Serralada Litoral. Ca l’Alzina y Santa Maria de Malanyanes. Rústica, sencilla y coqueta. El recorrido del G.R.-97 la rodea por su derecha y se interna por el lecho del Torrent de Les Teixoneres. Un lugar con rincones bellísimos de viva floresta.
Después el G.R.-97 sube y rodea el vallado Serrat de Can Mates. Por caminos y sendas de tierra blanda y erosionada por las fuertes lluvias, bajamos a la Plana de l’Espinal. Un verde y bello lugar de praderíos, suaves lomas rodeadas de sanos y altivos árboles y bosques. El recorrido de allana al acercarnos a una enorme pista, por la que pasa el esperado G.R.-92, y a otro enorme pino reconocido desde la lejanía: el Pí de l’Espinal. Este recorrido lo podéis encontrar en los itinerarios del Parc Natural de la Serralada Litoral.
En un oxidado poste frente a este inequívoco pino aparece una marca del G.R.-92, puesta muy chapuceramente como si se tratara de una pintura ilegal. Hay que seguir hacía la izquierda y Norte por esta anchísima y monótona pista. Enseguida se interna en la urbanización de Sant Carles, a la vez que dejamos el Parque Natural de La Serralada Litoral. El G.R. sigue por una de las calles principales de la urbanización, donde me llamaran la atención algunas construcciones, casas de extravagante, llamativa y original construcción; como una casa suiza y una especie de castillo de estilo gaudiano. Chulos. En cuanto salgo de la urbanización por una pista asfaltada, enseguida el G.R. gira por una senda-camino de herradura, hacía la derecha y abajo. Enseguida, entre verdes bancales de amapolas y vistas a las boscosas laderas cercanas a La Torrassa del Moro, llegamos hasta la parte más alta de la carretera BV-5103. Ahora, entre otras indicaciones y recorridos, el G.R.-92 se dirige a La Torrassa del Moro, o simplemente La Torrassa. Así que cruzo la carretera al lado opuesto hacía Can Collet y la Casanova.
Unos ciclistas recorren la carretera de un lado a otro; en la pista anterior también algunos de ellos me han pasado llegando a Sant Carles… soy el único que camina bajo este sol y estos lugares. Sigo por una pista medio cementada que termina en un camino que se vuelve a empinar pasando por la derruida Can Puigverd. En frente, entre el exuberante y formidable bosque, sobresale la casa cercana a Can Jordi y a la Roca de La Mostela. Una “torre” en medio del paraíso boscoso. Veo que el G.R. se interna por una senda a la izquierda y deja el camino. Esta senda me llevará ante la sombra de la sorpresiva Torre de la Torrassa del Moro. En medio de una altiplanicie, restaurada y remodelada, la torre se alza galante y altiva entre el paisaje boscoso y verde. Una encargada me invita a entrar, y una familia y yo decidimos entrar y subir a su terraza, la parte más alta de la torre. Es una antigua torre vigía romana y después árabe. Unas banderas catalanas, la Senyera y la municipal o comarcal, flanquean su base norte. Las vistas son extraordinarias: todo el valle de la comarca del Vallès, y sobre todo toda la magnífica masa boscosa y verde de, lo que ahora comienza, sierra de El Corredor. Muy bello.
Dejo la torre e intento seguir el G.R.; pero pierdo las señales y decido seguir por la pista indicada en mis mapas de la cámara que, ahora si, ahora no, sigue la misma dirección y camino del G.R. hasta las inmediaciones de la bonita y magnífica construcción de Can Bordoi. Convertida casi en un reclamo de turistas y curiosos, Can Bordoi, con su torre, mirador o palomar que simula el arte gótico, aparece entre la frondosidad del bosque, como si de un castillo de hadas se tratase. Magnífico.
Can Bordoi está pegado a la carretera BV-510 que comunica Llinars del Vallès con Dosrius en el Coll del mismo nombre, y precisamente aquí están los límites del Parc Natural del Montnegre i Corredor que ahora empezaré a recorrer. Hay muchas señalizaciones de rutas: El Corredor, Can Bordoi, Dosrius… perderse es casi imposible si sabes andar por estos sitios tan bien señalados.
Al otro lado de la carretera nos dan la bienvenida al parque natural, y siguiendo la dirección de El Corredor, el G.R. va ahora por la pista que sube y se adentra en el parque natural. Indicaciones no faltaran. En este tramo del recorrido y hasta llegar a Ca l’Arenes, se convertirá en monótono y aburrido al seguir la pista amplia que sube a El Corredor. Dejo atrás la torre de Can Bordoi, que sobresale esplendorosa entre el verdor de los bosques y de las praderas cercanas. Ahora seguimos la ruta del G.R.-92 también indicada en los itinerarios del Parc Natural de Montnegre i El Corredor. Al poco tiempo de iniciar la marcha por esta dura pista aparece un cartel hacía el Castell de Llinars que dejo a un lado al ver que sigue por un camino privado hacía una zona de colonias. Quizás volveré a visitarlo en otro recorrido de estos lugares.
En algún momento del recorrido vuelvo a perder el G.R. y sigo por la inequívoca pista. Pero al poco tiempo, el G.R. vuelve al camino; justo en un cruce de pistas: a la derecha baja a la urbanización de Can Massuet del Far, sigo la de la izquierda y arriba en dirección a El Corredor y Sant Andreu del Far. Las marcas de G.R. son claras. Según el mapa que cojas, el G.R. seguía por la pista, haciendo el recorrido que yo había hecho, o seguía más a la izquierda ahorrándose una recurva y recorrido de la pista hasta el cruce a la anteriormente nombrada urbanización. Dicha urbanización ya la veía en las laderas de enfrente de la pista entre los frondosos árboles del bosque del parque, como si se tratara de un poblado escondido y secreto.
Me acerco al mediodía, el sol aprieta en este día caluroso y no paro a descansar para no llegar tarde a la sabrosa comida que me espera en Canadà Park. Comienzo a ver gente arreglada que pasea a paso lento por la pista, y por fin llego a Sant Andreu del Far. Hay un restaurante de esos de montaña de cartas caras y comidas exquisitas; con clientes de los que se arreglan de domingo aunque hoy sea sábado. La ermita está rodeada de altos árboles en un alto de la orilla derecha del camino; y a la vez de coches de clientes del restaurante aparcados. Ya se olía la deliciosa carne asada que despertaba mi ansiedad de llegar pronto a mi destino. Mientras Anna me llamaba para preguntarme por donde iba, lo que me quedaba y que ya comenzaría a encender el fugo para asar la carne ¡Uufff…!
Sigo la pista y me vuelvo a topar con gente paseando por ella mientras espera la hora de comer en el curioso restaurante. Me encuentro con un cruce muy indicado como tal, pero me lío y no encuentro las marcas de G.R.; hay coches aparcados y un prado verde muy hermoso. Me paro y pienso hacía donde seguir: a la izquierda veo carteles del parque como que por ese lado llego al Corredor. Decido seguir por éste a pesar de que el camino de la derecha parecía el más idóneo, por el recorrido que hacía. La pista elegida era la principal, aburrida y monótona. Al poco tiempo llego a una enorme construcción en medio del camino: es Can Bosc. Un Pozo de Nieve está en las inmediaciones del lugar, pero al no acordarme de ello, sigo por la pista en busca de Ca l‘Arenas. Sin saberlo o no acordarme me internaba ahora en una de las rutas del libro sobre itinerarios del Patrimoni Arquitectònic de Barcelona: “Dolmen de Ca l’Arenes” en el Parc del Corredor. Que a la vez es otro recorrido descrito en los itinerarios del Parc Natural de Montnegre i El Corredor.
Cerca del cruce hacía Can Miloca descubro al fondo y arriba de la selva del bosque, la torre de vigilancia de incendios y el edificio del Santuario del Corredor. Magníficos lugares que hoy no visitaré. Poco antes veo como el G.R. vuelve a la pista, y es así como descubro la equivocación en el cruce anterior a Can Bosc. Enseguida la señalización de Ca l’Arenes y hacía la izquierda, bajo por un camino a la cercana masía. Justo en las puertas de la misma un cartelito simpático y sincero, nos indica el camino hacía el Dolmen de Ca l’Arenes. ¡¡Por fin dejo la pista machacante, fatigosa y polvorienta!! para seguir por sendas y caminos de herradura que recorren, ahora, bosques de encinares, quejigos, sureres… frondosos, de fresca sombra y húmedo terreno, verdes, vivos y magníficos. Muy reconfortante a estas horas del día en que el sol y al calor son más insistentes.
Solo hay que seguir el camino-senda entre el fabuloso y espeso bosque de esta parte de la montaña. En un cruce justo en el fondo del cauce del Torrent de Sot del Fangar, húmedo, en la umbría de sus magníficos ejemplares arbóreos, hay que seguir hacía el otro lado del cauce, la senda que sigue hacía la izquierda. Subidas y bajadas por las laderas de esta boscosa montaña, sin dejar la amplia y, ahora señalizada senda, cuando pensamos que nos hemos perdido o no llegamos nunca al dichoso dolmen, un claro en la montaña a nuestra izquierda nos presenta el conjunto prehistórico en un lugar y mirador excepcional a la maravilla de la naturaleza que lo rodea.
El Dolmen de Ca l’Arenes es interesante, atrayente y mágico. Pero no solo por lo que representa y como está construido, si no, por el lugar en el que está ubicado. En conjunto es el mejor que hasta ahora he visitado, no por su estado de conservación, si no por el conjunto en sí.
Justo a la entrada del conjunto prehistórico hay otra senda paralela sin señalizar ni marcar, que se dirige hacía la izquierda según sales del mismo sitio por el que has entrado. Esta senda casi si señalizar en los mapas, o perdiéndose en los mismos, hace que te internes en la parte más cerrada y frondosa de la montaña por este lado. Casi debo agacharme para evitar las ramas y los matorrales que te cierran el paso de lo poco transitada que está. En ocasiones debo pararme y seguir con la mirada el recorrido de la senda, por que creo perderla. Estoy en las inmediaciones del Turó de La Pera. No sé si llego a subirlo, rodearlo o superarlo; la exuberante y cerrada vegetación impide que me oriente como es debido. Después de vueltas caracoleadas esta senda termina en otra más evidente y marcada pero desconocida y sin señalizar, casi igual de cerrada que la anterior. Hay que seguirla hacía la derecha y hacía arriba; pero no es una subida real ya que enseguida varía la dirección de la misma.
Parece que ya estoy en la ladera del vallecillo en el que se encuentra Ca l’Illa, y la senda comienza a bajar y a perder altitud casi vertiginosamente. ¡¡Si os encontráis unas gafas de sol de montaña en esta perdida zona!! son mías; alguna rama me las quitó sin enterarme, o algún salto en la rápida bajada.
Me están esperando para comer. Les digo que coman sin mí, que no sé si llegaré a tiempo. A la vez la senda termina en un camino, y el sentido de la orientación o mi propia intuición montañera, hace que siga el camino hasta las puertas de salida (o entrada, con su cartel) del Parque Natural del Montnegre y El Corredor, y enseguida a Ca l’Illa. Si me preguntáis que cruces he escogido o como he llegado a Ca l’Illa, seguramente me perdería en las explicaciones, así que mejor no preguntéis. A pesar de lo perdida que puede ser la zona, salí de ella muy bien y sin pérdida; ahora bien, si lo tuviera que hacer al revés, desde Ca l’Illa, no tendría ni idea.
Ca l’Illa es una medio ruina medio “chavola” de construcción nueva de bloque a cara vista. Pero el arroyo con agua que pasa a su lado es una delicia: la Riera de Ca l’Illa, que nace en las inmediaciones de El Tuy. Ahora cojo un camino de salida quedando Ca l’Illa a la derecha. Sigo recto sin desviarme por ninguno de los desbaratados caminos que salen de éste, principal. Y poco a poco voy bajando altura. En un cruce sigo a la derecha ya que es la dirección natural para ir a Canadà Park. En este camino veo al fondo, sobresaliendo de entre las verdes copas de los frondosos árboles de este precioso bosque, la torre de la Esglèsia Vella o de Santa María. Punto casi final pegado a la urbanización de Canadà Park.
He cogido un camino a una altura algo más baja que la propia iglesia, y después de una caminata larguilla, calculo que ya estoy muy cerca de la misma e intento encontrar un camino o senda que se dirija y suba hacía ella. En una curva algo bastante cerrada de la pista encuentro una senda, casi oculta entre la sobresaliente floresta y bosque, que, a la derecha y arriba, sigue el cauce seco de una boscosa vaguada, y dá a parar, exactamente, a un camino y casi a las mismas puertas de la Iglesia de Santa Maria, que queda hacía la izquierda.
De nuevo, oculta desde el camino por los numerosos árboles del bosque, hay que subir levemente y andar unos 20 metros para encontrarla, o seguir camino abajo hasta ver un cartel que pone “cementerio” y seguirlo. Junto al cementerio vuelvo a visitar la Esglèsia Vella o de Santa Maria. Me gusta como se recorta su osco campanario contra el cielo azul. Le doy la vuelta y paso por debajo de su arco, entre los enormes pinos y exuberantes encinas sureras, para coger un camino-senda a la izquierda que baja, ya por la ladera de umbría hacía Canadà Park. No equivocarse (como me pasó a mí) y en cuanto encontréis otra senda que se dirija hacía la derecha en perpendicular a la que lleváis, seguirla, y enseguida bajaréis a la Y de la urbanización entre la calle Xampinyò y Moixermó.
Al final llegué a las 16’30 a casa de Canadà Park y me comí la deliciosa espatlle de cabrit que me habían dejado, deliciosa a pesar de que se me había enfriado algo. El recorrido fue interesante, aunque el calor excesivo. A pesar de la cansina pista de El Corredor, me encantó y sorprendió descubrir en una sola ruta lugares como el Dolmen de Ca l’Arenes, La Torrassa del Moro, el Torrent de Les Teixoneres, Can Bordoi, la Plana de l’Espinal… y los bosques y verdes rincones de estas esplendidas montañas, a camino entre la Serralada Litoral y El Corredor, y enlazándolas ambas. Rincones para disfrutar y no perdérselos.