David volvió a organizar la ruta de las 10 Ermitas de Santa Coloma de Farners, después de la actividad fallida y anulada por la abundante lluvia en noviembre del año pasado, en la que solo llegamos hasta el Castell de Farners. Ahora, volvíamos con el desafío y con un Barça-Madrid por la tarde el mismo día, para ese sábado 21 de abril.
Volvemos a reunirnos numerosos amigos Cuspidianos; nosotros casi hasta última hora no sabíamos si íbamos a ir. Y nos volvemos a reunir en el escampado junto al puente que cruza la Riera de Santa Coloma junto al Parque de Sant Salvador. Y desde aquí comenzamos a dar los mismos pasos, por las mismas sendas y caminos, que los que realizamos en la ruta del Castell de Farners; solo que ahora no la lluvia y sí el buen tiempo, era la nota predominante en este rincón de La Selva gironina.
Comemos algo en la Ermita de la Mare de Dèu de Farners, casi junto al Castillo de Farners. De nuevo hay una chiquillada sobresaliente con monitores que juegan y les enseñan a disfrutar de la montaña y a llevar una mochila de travesía. Por el camino nos hemos encontrado a grupitos de niños caminando con su mochila de travesía, como para pasar una noche, y con un distintivo que los hacía reconocible y diferenciado de otros grupos: una camiseta rosa, pañuelo verde…
En esta, la primera de las ermitas, esperamos más de la cuenta ya que se han despistado algunos participantes al irse por otro camino, pero en cuestión de minutos, David, los encuentra y los trae. Leyendo la información de la ruta nos asustamos al ver la distancia y tiempo para recorrernos esas 10 ermitas; pero David nos alivia con la aclaración de que hoy solo haremos 4 de esas 10 ermitas, con lo cual el recorrido es más corto. Aunque realmente no eran ermitas todo lo que veríamos, si no, conjuntos, construcciones religiosas: templos, ermitas, monasterios u hospederías religiosas… la actividad, como en su primer intento, prometía.
Salimos de la Ermita y Castillo de Farners hacía el lado contrarío de por donde salimos, en busca de la pista principal. Una vez en el cruce con ella, el gran cartel nos anuncia el seguimiento de la ruta: la siguiente ermita será la de Santa Victòria de Sauleda; con lo que, en vez de girar hacía la izquierda y abajo, como si volviéramos a Santa Coloma, giramos hacía la derecha y arriba. Como el guía es David no me entero muy bien del recorrido: que caminos cogemos y dejamos, que sendas cogemos y dejamos, si hacía la derecha, la izquierda… fui un poco perdido, y después, en casa, intenté plasmar la ruta en un mapa con la ayuda de internet y la grabación en gps de la misma de Kike. Así que pocas explicaciones daré de cómo llegar de un sitio a otro… más que eso daré descripciones que podrán ser utilizadas como pistas de los lugares recorridos.
Al poco tiempo de “virar” nos encontramos, subiendo poco a poco por la pista, con una casa con la fachada de color azul y el letrero de “La Casilla”. Por lo visto no seguíamos la ruta o dirección habitual de la de las 10 Ermitas, y en la gran mayoría de los trayectos nos teníamos que fijar en marcas blancas dibujadas o incrustadas en la roca o árboles. Así pues, dejamos la pista principal, más arriba de La Casilla, para dirigirnos en dirección a Can Planes Vell, por una salida a la derecha de la misma. Por aquí los bosques ya empiezan a ser de árboles y viveza impresionante. Rodeamos Can Planes Vell, con sus construcciones medio arruinadas y a la vez medio escondidas por la exuberante foresta, y seguimos el mismo camino que la rodea hacía el oeste y noroeste.
Ahora, por este perdido rincón de bosques a caballo entre Santa Coloma de Farners y Sant Hilari Sacalm, los árboles son pinos altos y espléndidos, y los caminos se convierten en laberintos hasta llegar a una zona de campo abierto, de verdes bancales libres de bosque, y a un lado de dicho camino, allá al fondo, en mitad del mismo, la pequeña pero cuca construcción de Santa Victòria de Sauleda; como parada en el tiempo.
Tiempo para descansar y tomar este sol insistente y pegajoso, más propio de la playa que del monte, en los verdes prados y en la fresca hierva en la puerta de la ermita. La próxima vez ya habrá que ponerse de corto. Las vistas del paisaje con sus bosques y suaves laderas pobladas de vida, me impresiona. Bonita y sencilla la ermita de Santa Victòria de Sauleda; pero parece estar en medio de la nada, sin casas ni núcleos urbanos cerca de ella… o al menos eso pensamos. Muy común en las cientos de ermitas desperdigadas por el espacio catalán. Enigmáticas ubicaciones para lugares tan apartados o solitarios, pero que hacen sobresalga la identidad del lugar sobre el resto: de algo innombrable o sin nombre a un peculiar y simpático apartado en el mundo.
De aquí y siguiendo el mismo camino, nos dirigimos hacía el suroeste en busca de la pista principal: aquella que dejamos para ir a Can Planes Vell y que cogimos al salir de la Ermita de Farners, la misma que sale de Santa Coloma de Farners. Antes hemos visto los carteles de la Ruta de las 10 Ermitas, pero que ahora no seguimos. Muy cerca quedan las casas de Bellveì Vell o Sauleda, pero no pasaremos por ellas, para desembocar en la pisa anteriormente citada. Al llegar a ella la seguimos hacía la derecha, hacía el sur, suroeste; y en poco tiempo, en un cruce del camino, giramos hacía la izquierda y abajo. En el cruce hay un cartelito de madera muy simpático: pone Can Formiga. Las marcas blancas también nos señalan su giro, y debemos de llamar a la cabeza del pelotón que han seguido recto por la pista sin ver la señalización.
Dejamos Can Formiga a la derecha (sin pasar por sus construcciones) y seguimos el camino que, por la derecha, baja recto entre hermosos y altivos pinares. Un trozo de la marcha que se hizo muy amena y distinguida por esos enormes árboles. Y sin pérdida llegamos al final del camino, abajo, donde, entre los troncos de los árboles, se distinguen otras construcciones: es Sant Pere Cercada, nuestro tercer objetivo.
Un arco entre las formidables casas te invita a cruzar hacía el solar donde se encuentra el templo. Leemos la información que habla de su historia y utilidad. Nos habla de que fue o es un pequeño monasterio perdido entre “La Selva” de estos bosques. El lugar es curioso, maco, entrañable, encantador. Parece tener una magia recogida en el emplazamiento de su templo, y en la peculiaridad de sus construcciones; incluso una pequeña fuente, cuando atraviesas el arco, te muestra la simpatía del lugar, y pocos pasos más, la puerta del templo, de la iglesia, de la ermita. Es de recios muros y sencilla construcción pero, como ocurría en la de Sauleda, cerrada a calicanto.
Junto al templo y sobre el sobrenatural verdor de la hierba, nos sentamos a comer. Después, charlas, risas y algunos se tumban bajo el calorcillo del mediodía. Las nubes han aparecido en un cielo azul para darle un toque coqueto y simpático al raso. Y, formando un círculo, forjamos o entablamos amistades.
Debemos seguir, continuar; aún queda la cuarta ermita, templo por el que pasar antes de volver a Santa Coloma. Y a la izquierda de la puerta principal del templo y casi rodeando sus antiguos muros, bajamos por una senda, justo detrás de dicha construcción. Un amarillo cartel nos indica el camino, y que debemos seguir las marcas blancas. Ahora la ruta dará vueltas y revueltas por los caminos, en las cercanías de la Font de l’Avellaneda (casi bajo Sant Pere Cercada), entre el Sot de La Pedrosa, y el Torrent de Can Badia, ambos con su curso de agua, que atravesaremos; entre las laderas visibles a un paisaje de vallecillos y bosques abundantes y suaves, y entre los caminos y sus rincones hasta que cojamos la ladera sur de El Far. Hemos bajado altura hasta los fondos de los cursos de agua, y hemos pasado por las proximidades de Can Badia, pero sin verla, y ahora volvemos a subir, a coger altura por la ladera de El Far, dejando atrás esos bosques de rivera y rincones de rumores de agua, verdor y vida.
Se nota que es ladera sur, más seca y calurosa. Seguimos cogiendo altura bordeando El Far, y parándonos cuando los compañeros quieren visitar una fuente que los que vamos en cabeza no hemos visto. El guía se había quedado más atrás, con el grupo más lento. Charlas sobre la montaña, sobre material de aventura y sobre las actividades venideras: la alta montaña y todo lo que la rodea, es un tema imprescindible ante la curiosidad de sus iniciados.
El camino, a medida que coge altura, cambia de dirección de sureste a noreste. Anna está cansada ya, no le gusta subir después de comer. De repente a la revuelta de la pista, vemos sobre un peñasco boscoso, el campanario y construcción de la cuarta ermita. La visión es increíble. Es la ubicación ideal para un castillo, pero en este caso es un templo el que ocupa la cúspide del peñón, y en lugar de la vigía torre de homenaje, es el campanario el que otea la grandiosidad del paisaje. Seguimos, pues, el caminillo convertido en senda a medida que sube, se empina y desgasta; hasta llegar al colladito que une El Far con l’Argimon. El siguiente y último templo a visitar en esta ruta de las 4 ermitas, es La Mare de Dèu d’Argimon.
Unas flechas y nombres de lugares escritos simpáticamente en el tronco de un surer, nos indica, desde dicho colladito, la dirección hacía l’Argimon. Y ahora por una estrecha y enmarañada senda, llegamos hasta las escalinatas del curioso y solemne templo de La Mare de Dèu d’Argimon. Es un lugar encantador que te ofrece unas vistas privilegiadas hacía el sur, sureste y este, entre las frontera de Girona y Barcelona, y el valle de La Tordera. Otra escalinata te sube hasta el terrado de las casas, habilitado de una barandilla de forja haciendo, indudablemente, de mirador principal d’Argimon. Otra escalinata recta y solemne de piedra te lleva hasta la puerta de reja del templo y del conjunto arquitectónico. Unos niños con unos perros juegan a la pelota en el interior del recinto, al otro lado de la reja; y desde el terrado, ves hacía abajo el patio interior cerrado de las construcciones, del templo. Curioso. Da la impresión de que los niños estén como encerrados en una prisión del arte románico, o que estén tras las rejas para que, extraños como nosotros, no se les acerquen y peligren… como reflejando los acontecimientos en un marco medieval. Extraordinario.
Los compañeros no se lo piensan y se tumban, de cuerpo entero, sobre la rojiza piedra del terrado-mirador que mira hacía el sur. Un breve cerrar de ojos y el sueño y la calma invade tu cuerpo en este lugar apartado de la tierra y más cerca del cielo. Curioseamos por el lugar. No paramos de hacer fotos y de intentar reconocer lugares en lontananza: se ve justo en frente un trozo de costa y ciudades muy próximas: Lloret de Mar y Blanes pensamos podrían ser; a su izquierda y norte las montañas de Les Gavarres, sobre Cassà de La Selva, y más arriba casi medio escondida, la propia Girona. A la derecha del mar y sur, las montañas del Montnegre, y más al sur los bosques de, aunque parece que lejanas, laderas del Montseny, con su formidable y espectacular Les Agudes omnipresente y señorial dominando su feudo de verdor y frondosidad. Hermoso.
Aunque no he puesto la altura de los demás lugares, debo poner la de l’Argimon, ya que su perfil montero es más apreciable que la de las otras ermitas y templos (quitando la altura del Castillo de Farners que esta vez no subí). 465 mts. de modesta altura pero de considerable figura.
Debemos volver ya a Santa Coloma. Hemos cumplido el propósito y objetivo de la actividad de recorrernos las 4 ermitas. Hay dos posibilidades: una señalada te baja directamente de l’Argimon por su ladera este hacía la nombrada localidad, pero nosotros volveremos al colladito entre esta montaña y El Far, para seguir, por en medio del Bosc del Far entre los caminos hacía la pista principal que, por tercera vez, volveríamos a ella. En el colladito podemos subir a El Far, ya que veo una senda que coge en dirección a la cima, aunque nosotros seguiremos hacía el norte, noroeste por la senda y luego camino en busca de la susodicha pista. De nuevo vueltas y revueltas, de nuevo debemos de coger altura y el seco camino en ocasiones se empina bajo nuestros cansados pies. Es difícil identificar de nuevo el laberinto de caminos a seguir y de cruces a cruzar, pero siempre siguiendo las marcas blancas que te llevaban sin pérdida hasta la pista. Hemos pasado por debajo y lado sureste del Turó d’en Canaleta, y algo más abajo del Turó de Sant Pere y Can Gorgals Vells, sin verlos. Pero hemos descubierto la Roca Abellera y otras peculiaridades que el magma y el granito han formado por estos lares hace millones de años; y es la que le da una forma original. Atrás quedaba el templo recio e imponente en la cima de l’Argimon. Nos alejábamos y lo dejábamos a nuestra espalda, pero las cámaras de vez en cuando se volvían y la fotografiaban con su modesta sobriedad y peculiar belleza.
Ya casi en la pista echamos la vista atrás y vemos perfectamente los perfiles de El Far y l’Argimon en su ladera este, boscosos, bellos, solemnes, sobre un mar de suaves laderas y verdes bosques. Esperamos a aquellos que ya no les queda tanta fuerza, y nos paramos los intrépidos corremontes. Con todo el grupo reunido, y sin perdernos en los cruces con las marcas blancas, llegamos a la pista algo cerca de aquel primer cruce en el que giramos a la derecha para dirigirnos a Can Planes Vell; dicho cruce nos lo encontraríamos más adelante. Seguimos hacía la derecha y este. La pista comienza a bajar y de nuevo pasamos por La Casilla, con el color azul de su fachada. Pero esta vez en dirección contraria. Aún perdido en mis orientaciones y ubicaciones, entiendo la vuelta que hemos dado… ahora solo cabe seguir la pista hacía abajo y sin cambiar de camino, para llegar a Santa Coloma de Farners.
Dejamos atrás el cruce hacía el Castillo y Ermita de Farners; ahora volvemos a la ruta que seguimos en el Castell de Farners para volver al coche… pero sin la incesante lluvia. En las curvas y recodos de la pista vemos puntos rojos, marcas rojas, son atajos, sendas que te ayudan a que la pista no sea tan aburrida y cansada, y sea más rápido y entretenido bajar. A la derecha y abajo ya vemos el pueblo, y en poco tiempo llegamos al espectacular Parque de Sant Salvador con sus gigantescos y altísimos árboles de bosque de rivera.
Hemos hecho más de 24 kilómetros de recorrido, según el gps de Kike, pero ha merecido la pena descubrir estos hermosos y escondidos lugares. Quizás una de las cosas que más me ha sorprendido es la enorme masa forestal, medio desconocida, casi sin nombre o como olvidada que aparenta esta zona; no digo que salvaje por que está muy marcada con caminos y a la vez seguro que explotada. Pero tenía unas condiciones especiales y a la vez temerosas como aquellas que te proporciona lo desconocido y grande… supongo que tuvo que ser el no controlar el recorrido o el no conocerlo especialmente… De todas formas son unos lugares encantadores que esconden pequeños (o grandes) monumentos del románico.