Desde hace poco tiempo que vivo en Cataluña, tuve conocimiento de la existencia, devoción y fama del Puigsacalm. Y desde entonces que mi intención había sido visitarlo, recorrérmelo y conquistarlo.
Por ello este otoño Kike tenía pensado ir a esta emblemática montaña, y me apunté y dejé que me llevará y me guiara por los parajes y bellezas del Puigsacalm. Kike había pensado en subirlo por su cara norte, desde Sant Privat d’en Bas, en la encantadora Vall d’en Bas, antes de llegar a Olot desde Vic; y pasar por el famoso Salt de Sallent, una famosa cascada que cae de un magnífico balcón por las faldas norte del Puigsacalm, rodeadas de impresionantes hayedos y lindos espacios naturales.
Así pues, el pasado domingo 11 de noviembre del presente, nos dirigimos 29 personas (Cuspidianos) por el camino que, más allá de Sant Privat d’en Bas, se adentra en el boscoso valle de la parte norte del macizo. Y cerca de una zona de pic nic (Els Pins) y una barrera que impide el paso a los coches, aparcamos los automóviles, en la misma orilla del camino, rodeados ya por la bella naturaleza del lugar.
Seguimos el camino recto, pasando la barrera, hacía el oeste como internándonos en lo profundo del valle. El Gurn queda a la derecha mientras el frondoso hayedo comienza a mostrarnos sus cientos de distintos colores de otoño: amarillos, naranjas, marrones… hermoso. Debemos girar a la izquierda en un cruce y seguir, ganando algo de altura, por una estupenda senda en medio del hayedo. Más adelante, otro cruce de sendas; esta vez seguimos por la derecha, acercándonos al riachuelo. A veces nos asomamos a El Gurn: bonitos rincones, verdes con tonos cálidos otoñales, entre los quiebros de las aguas del riachuelo mientras esquiva las redondeadas piedras llenas de líquenes. Una postal.
Al tiempo la senda cruza El Gurn. Risas y saltos entre las piedras del riachuelo. Y rápidamente la senda comienza a subir empinadas vertientes, laderas con un zigzag repentino. Por las ventanas que la fronda nos deja, admiramos la pared y balcón del Salt de Sallent. Lo veo por primera vez: es parecido a un circo calizo, pared casi desplomada, de la que cae un visible chorro de agua desde una altura considerable; rodeado de la vegetación otoñal de hayas, robles y demás árboles de diferentes y encantadores colores. La forma del circo, con el río cayendo, me recuerda al nacimiento de Río Mundo en el Calar de Río Mundo en Albacete, pero de dimensiones más pequeñas. Recuerdos, dulces y nostálgicos recuerdos de añoradas montañas. Precioso.
El día está encapotado. Nieblas y nubes nos invaden en las alturas, pero por suerte no precipita. Le da un aspecto emocionante, místico, hermoso a la imagen que estamos viendo; con la niebla abordando el colorido bosque otoñal.
Después de la empinada subida y el mareante zigzag, la senda gira hacía la izquierda y llega hasta a un claro en el bosque junto a unos carteles indicadores ¡¿Desde aquí se llega a Vidrá?! Aquí pararemos a desayunar, almorzar, después de la fuertecilla subida que parece ha vaciado nuestros estómagos. Enfrente nuestro y hacía el sur queda la boscosa montaña del Puigsacalm, cubierta por las nubes y adornada por una formidable y espectacular masa boscosa; un hayedo con variopintos, cálidos y hermosos colores pastel, típicos del otoño. Hermoso.
Después de almorzar, tenemos muy cerca el Salt de Sallent. Seguimos ahora hacía el sur bajando algo de altura entre prados libres de bosque. Ahora un camino hacía la izquierda, para acercarnos la borde del “precipicio”, y enseguida llegamos a la parte más alta, caída y balcón del Salt de Sallent; donde El Gurn cae por una amplia pared en forma de circo, unas cuantas decenas de metros. Espectacular.
Hacemos fotos y nos asombramos con el paisaje. No solo con el salto, con la caída del agua, si no con las vistas hacía el tupido y colorido hayedo del valle. Precioso. Extraordinario mirador en estas bellas montañas del Puigsacalm.
Debemos seguir. Cruzamos las aguas de El Gurn (que aquí y antes de la caída por el salto, se llama Riera de Sallent) saltando hacía la otra orilla en dirección sur y para adentrarnos en las faldas del macizo del Puigsacalm. Seguimos la senda hacía la izquierda y aparece un mirador hacía el Salt de Sallent que hace las delicias de nuestros fotógrafos y fotógrafas. Excelentes vistas de la cascada de frente y del hermoso vallecillo al que cae. Después se puede seguir esta senda, girando hacía el norte-noreste o coger el cercano camino. Si no seguimos la senda, nos encontraremos un cartelito señalizador justo al entrar en el camino siguiendo éste hacía la izquierda. Si sigues la senda, ésta también acabará, algo más adelante, en el mismo camino.
Kike quiere atajar por una empinada y directa escondida senda que, en una parte del camino, sube por la derecha. Pero por un descuido seguimos el camino sin variar el sentido hasta que Kike se da cuenta y debemos recular, desandar el camino hasta un punto.
¿Dónde se encuentra esa senda escondida? Digamos que debemos seguir el camino en dirección a Santa Magdalena del Mont, y después de dos curvas y antes de doblar el Torrent dels Xerrics, una senda señalada con una cruz amarilla y blanca (señal de que no es la dirección de un P.R. señalizado) y otra marca roja en el tronco de un haya, hacía la derecha y monte arriba, nos indicará el comienzo de dicha senda. También podemos reconocer su proximidad por que en el mismo camino existe, en el tronco de otra haya, las marcas paralelas amarillas y blancas del P.R. de la zona.
La senda es increíble, estrecha y muy empinada; se interna en el formidable hayedo disfrutando de sus rincones, colores y frondosidades. Hermoso. Xavi y Teresa me siguen cuando me dispongo de emprender una fuerte subida sin parar (solo para hacer fotos) por la espesura y vertiginosas pendientes del hermoso hayedo. Y al final del mismo, más arriba, el desnivel franqueado es fuerte, desembocamos en un camino; justo topándonos con un grupo de adultos y niños que suben chillando y hablando a gritos a veces, ahuyentando a las pocas bestias que nos podían observar y con las que nos podíamos encontrar. El terreno, por la abundante hojarasca seca, la verticalidad del mismo, la humedad y barro, hace que resbale llevando mucho cuidado al pisar sobre la desdibujada y tapada senda para no caerte; pero la imagen del bosque al llegar al final de la misma senda es extraordinaria, de postal, precioso.
Saliendo a éste camino, pierdo un poco la orientación, pero me dejo guiar por el Xavi y Teresa, y seguimos, sin esperar a la gente, hacía la izquierda. Vamos los primeros del grupo, dejamos atrás al grupo de los niños y seguimos éste camino hacía el sur, girando con algunas curvas, hacía la izquierda y hacía arriba. El escenario es espectacular, mágico, bellísimo… al subir más altura el hayedo ya se presenta con sus hayas más peladas de hojas, con ramas esqueléticas, raquíticas, con un aspecto lúgubre pero hermoso a la vez; y todo el suelo lleno de hojas marrones, secas que acolchan y pierden tus pasos.
A más altura, llegamos a otro cruce de caminos, desde aquí ya se advierte el horizonte del terreno, los límites de las alturas de la montaña, como si ya estuviéramos cerca de la cima de la misma. Pero aquí, Xavi se conoce bien el lugar, y en vez de seguir el camino ni a derecha ni a izquierda, sigue, monte a través y hacía arriba la loma cimera entre las gigantescas hayas que nos iremos encontrando. Siempre por la pare más alta o controlando la parte más alta de la misma loma que sube hacía el sur. Xavi dice que ya tenemos ahí arriba, y cerca, la cima del Puigsacalm. Xavi y Teresa se adelantan, y yo me encuentro en una media soledad entre el maravilloso y viejo hayedo: como había dicho, gigantescas hayas de retorcidos e intrincados troncos se reparten sobre la suave loma invadida por la abundante hojarasca. Aquí ya no les queda ni una sola hoja en las ramas y el espectáculo es increíble, casi dantesco, como sacado de un cuento de terror, pero hermoso e inquietante. Paradas admiradoras y numerosas fotos, donde, aparte de las viejas y grandes hayas, Teresa sale como protagonista cada vez más alejada y arriba.
Saliendo del hayedo, llego a un campo de helechos y matorrales secos, horizontal y cimero. Ya veo el horizonte y la próxima loma cimera. Xavi y Teresa se han adelantado y me encuentro solo entre la salida del hayedo y el sendero cimero que sigue hasta las cumbres del Puigsacalm. Estamos en medio de la Rasa Alta. Aprovecho para hacer “un riuet”.
Fácilmente, siguiendo hacía el sur y loma cimera de la montaña, me encuentro con una senda muy marcada, en la misma loma cimera. La cumbre del Puigsacalm está muy cerca, solo hay que seguir ésta senda hacía la derecha. Hay excelentes vistas hacía la vertiente sur, ahora la loma cimera, por unos momentos, está libre de vegetación y te deja admirar y quedarte perplejo con las vistas y lugares, desde las alturas, de la Vall d’en Bas. Verdor, vida, belleza… y las nubes que no quieren irse, para dar su toque de hermosura al lugar.
Siguiendo esta senda hacía la derecha, como ya he dicho, nos internamos en los lindes de otro magnífico hayedo, el cual hace un bello contraste con el azul del cielo del precipicio en uno de sus lados, en la misma loma cimera. Al final del mismo, una leve subida por una loma pelada de árboles y arriba un gran tumulto de gente, mucha gente, con muchos niños, que me dicen es la cumbre del Puigsacalm (1.514 mts.)
La numerosa gente invade la cima, ocupan su vértice geodésico, y Xavi y Teresa se han quedado en un rincón, como desplazados por la numerosa gente, en la misma cima. Ya los pillo sacando el bocadillo y comenzando a comer. El resto de la gente aún están lejos y tardaran casi media hora en alcanzar la cima. Mientras, comienzo a hacer fotos a diestro y siniestro, “como si fuera la primer vez que subo este pico”. Magníficas y bellas imágenes y paisaje: adivino la Sierra de Les Finestres, visitada la semana pasada, los volcanes de Santa Margarida y Croscat, e incluso al fondo al propio mar con el Cabo de Creus. Detrás, al norte, el Pirineo todo cubierto e invisible, hacía el oeste adivino Bellmunt, mientras que las nubes se van disipando dejando paso al calor y luz del sol. Incluso, entre los hayedos y robledales, un lindo arco iris se ha formado al noreste. Al sur se adivina poco a poco, mientras se despeja la atmósfera, la original Sierra de Cabrera, muy reconocible por su montaña en forma de dos mesetas cortadas por sendas paredes alrededor de la planicie cimera. Estupendo mirador, excepcional y único, la cima del Puigsacalm. Más cercano: la bella Vall d’en Bas abajo al noreste, y siguiendo la cima de la sierra hacía el suroeste, hacía el Coll de Bracons, el Puig Tossell Gros, y en el lado contrario de la sierra, hacía el noreste el algo picudo y pelado Puig dels Llops. Veo una población con un casco urbano grande hacía el noreste, es Olot… solo percibimos belleza en estas increíbles vistas a caballo entre La Garrotxa, El Ripollés y l’Osona. Lástima por esas nubes que cubren al Pedraforca y el nevado Pirineo hacía el oeste, noroeste y norte.
No aguanto más al hambre y saco el bocadillo para comenzar a comer, ya es mediodía, y me siento junto a Teresa y Xavi. El resto de compañeros aún no llegan. Pero a medio bocadillo de pan duro, me asomo por la loma del Puigsacalm y veo como van llegando el resto del grupo, poco a poco y unos detrás de otros.
Comemos (termino de comer), nos hacemos la foto de cumbre y dejamos que la gente disfrute de la cumbre y sus vistas. Un buitre ronda los hayedos hacía el noreste; está cerca y lo vemos espléndido y grande desde la cima.
El siguiente objetivo es visitar la cercana cumbre del Puig del Llops. Así que después de hacernos y hacer fotos, a nosotros, el paisaje y a la numerosos grupos de la cima. Desandamos la senda hacía el mismo pico que queda, siguiendo la loma cimera, hacía el noreste. No hay pérdida.
En poco tiempo ya estamos subiendo la rocosa loma del Puig dels Llops hacía la cima (1.486 mts.). No estamos mucho tiempo. Pero admiramos desde aquí, aparte de las vistas que ya hemos disfrutado desde la cima del Puigsacalm, la espectacular imagen del mismo pico Puigsacalm: picudo y escarpado desde el Puig dels Llops. Espectacular.
Algunas fotos y para abajo. Ahora el siguiente objetivo es pasar por el Santuario o iglesia (que también es refugio, el de Emili Triadú) de Santa Magdalena del Mont. Por ello reculamos por la rocosa cima del Puig dels Llops hasta su colladito adyacente, donde un poste señalizador nos indica que debemos seguir hacía la derecha (según bajamos del pico) y norte. Y enseguida nos volveremos a introducir en una senda que surca el estupendo y frondoso hayedo, hacía abajo, muy hacía abajo con pasos algo entretenidos y a veces vertiginosos sobre los toboganes y vertientes que miran hacía el valle con un desnivel y pendiente fehaciente. Es lo que llaman el Pas dels Burros. Pero me extraña mucho que dicho animal pudiera pasar por estos pasajes en los que, en ocasiones, han llegado a clavar hierros para facilitar el paso entre las húmedas y resbaladizas rocas.
Salimos de la senda y del hayedo justo en un claro que forma un colladito: es el Coll de Santa Magdalena o de Joanetes. Al llegar a dicho collado, unos cartelitos señalizadores nos indican que el Pas dels Burros es otro más “entretenido” que por el que hemos bajado, y que viene directamente del Puigsacalm… no siempre los mapas son perfectos; ya que el ICC indica el Pas del Burros por donde hemos bajado nosotros, bajando del Puig dels Llops.
Un pequeño descanso y reagrupamiento. Ahora debemos seguir justo por la loma de en frente a la que hemos bajado. Por una senda a la derecha que rodeará la vertiente sur escarpada del Puig de Corneli. El sol aparece por detrás del Puig del Llops que se queda atrás, alto y casi puntiagudo por su vertiente sureste, donde una pared casi triangular nos muestra su aspecto más inexpugnable e imponente.
Rodeando el Puig de Corneli, giramos hacía el noreste-norte en dirección hacía unas antenas repetidores. A la izquierda aparece una gran estrella de Navidad en la suave loma pelada de árboles del lado este del Puig de Corneli, repleta de grandes bombillas. Ésta es la que sale en El Temps de Tv3 cuando es Navidad y salen imágenes de las cercanías de Olot. Más abajo y hacía el norte, el camino acaba en una vieja y simpática construcción, en un principio, religiosa: Santa Magdalena del Mont.
El cielo a la vez que se va despejando y deja pasar los rayos del sol sin ningún obstáculo, va camino del ocaso, del atardecer con su suave y dulce luz. Bajamos poco a poco hasta la construcción. Paramos entre sus vallas y entramos a la estancia del refugio abierta donde en una chimenea, aún rezuma el humo de unas cenizas aún candentes. Como si un fantasma habitara el lugar, y hubiera dejado el fuego sin apagar, ya que por allí no vimos a nadie. El lugar está como reconstruido y bien cuidado en parte, con su pequeño campanario, porche y escaleritas de entrada. Pero otra parte está derruida y medio en el suelo. En una de las paredes sale un chorrillo de agua que cae a una vieja pila; y con paciencia intento llenar mi cantimplora… rápido, que ya reemprendemos el camino.
A la izquierda de la construcción y en perpendicular de por donde bajábamos, sale el camino que seguimos. Hacía el oeste suroeste. Las sombras comienzan a hacerse más grandes y el sol se queda tras la montaña. Después de dejar a la derecha una gran haya a la vera del camino, aparece un cruce con un poste señalizador, con el fondo del Puig dels Llops y su majestuosa figura de roca y bosques. Debemos girar hacía abajo, izquierda, hacía el norte, por otra estupenda y señalizada senda, que se interna en otro hermoso y oscuro hayedo. En dirección a Sant Privat d’en Bas y Les Olletes.
Hay pasos algo escarpados, entretenidos, pero la senda acaba siendo zigzagueante por el fuerte desnivel que tiene que salvar. Un rompe piernas. Pero el hayedo y bosque es sorprendente, no me canso de admirarlos, será por que en la tierra donde nací no se encuentran estas maravillas de la naturaleza. No me canso de hacer fotos. Pasamos junto a una hermosa, enorme y fantástica haya. Le hago mil fotos. Son tan fotogénicas éstas con sus cientos de ramas, formas retorcidas y difíciles, pero bella y espectacular. Me quedo con el grupo de los últimos. Los primeros van demasiado deprisa para que pueda pararme a inmortalizar la belleza del oscuro y colorido lugar.
Más abajo la senda se suaviza un poco, se horizontaliza, y gira hacía la derecha y este, acabando en poco tiempo en una gran explanada delante de unas verticales paredes. Antes hemos estado oyendo el sonido de una campana muy cercana; como si alguien la tocara a propósito sin saber de donde venía entre la espesura y frondosidad del lugar. Curioso. Pues desvelamos al misterio del sonido de la campana al llegar a este rellano con valla, murete y todo. Estamos en Les Olletes o la Mare de Déu de Les Olletes. Una fantástica ermita excavada en la roca aprovechando (supongo) una oquedad de la roca, de la pared.
Descansamos un poco mientras observamos el lugar, rodeado de bellas y esbeltas hayas, paredes de roca lisa y azul y la verja metálica de la ermita incrustada en la roca, en la cueva. No sé por qué me viene el recuerdo de la Cueva de Lourdes, y eso que no la he visto. Parece un lugar mágico, místico, espiritual… un atrio de roca a la izquierda de la entrada a la ermita, serviría para dar ese sermón a los pocos feligreses que cupieran en la explanada. Curioso. Parece antiguo pero no demasiado. No me intereso por su interior y no me asomo a la verja; parece oscuro y tétrico… será por las sombras y la poca luz del momento.
La senda sigue hacía el noreste. Junto a la ermita-cueva queda otra vieja haya y las concavidades de la carcomida roca en las paredes. Parece un queso gruyere. La oscuridad se va apropiando del hayedo, y otros colores más fantasmagóricos salen a nuestro encuentro, como escondidos entre los troncos de las hayas. Al tiempo de andar encontramos otro cruce de sendas con su típico poste señalizador de direcciones. Hay numerosos carteles; amarillos y verdes. Seguimos hacía abajo, en dirección a Sant Privat d’en Bas, y hacemos un giro hacía la izquierda.
A partir de aquí bajamos por otro tremendo desnivel y zigzag de la hermosa senda. Aunque seguimos las marcas blancas y amarillas, es importante no salirse del camino y equivocarse, a estas horas del día podría ser una tragedia perderse y tener que buscar la buena dirección entre estas oscuras frondosidades. Una pequeña cruz incrustada en una roca, ¿señal de veneración cristiana o de mística espiritualidad en un mágico lugar?… pero el hayedo sigue siendo precioso y sorprendente: esbeltos troncos blanquecinos de hayas con sus hojas casi caídas, y las que no, amarillas y secas en sus altas ramas, luchan entre la oscuridad y la viveza de sus colores. Hermoso.
La senda o más bien la bajada se vuelve interminable y muy pesada. No hay espacio horizontal, todo es un zigzag en pendiente. De repente observas como vas llegando a los fondos del valle al observar, entre los pocos sitios que te dejan las ramas de las hayas, el horizonte de la vegetación y la ausencia de cielo, espacio abierto. Y entonces desaparece la vegetación de hayas, de hayedos y nos topamos con los muros, mesas, bancos y la barra de un bar, dentro del Restaurante de Can Turó. Una antigua casa convertida en restaurante, implementada en un paisaje boscoso, verde y frondoso. Sorprendente.
Algunas cervezas para celebrar el éxito y final de la actividad. A pesar de que no hemos llegado al coche, éste lo tenemos muy cerca ya. El lugar es idílico, a pesar de la oscuridad creciente. Y del restaurante Can Turó, siguiendo el camino de bajada que sale del mismo, llegamos hasta el camino principal que viene de Sant Privat d’en Bas y que, desde aquí, hacía la izquierda, nos deja justo junto a los coches. Lali y David Luis nos esperan algo sulfurados, ya que no han visto a los que encabezaban la marcha meterse en el bar a pedir la cerveza, y han pasado de largo del lugar hasta los coches; donde han esperado desesperanzados a que bajáramos todos.
Me ha encantado la mítica y famosa montaña del Puigsacalm, he disfrutado como un niño con un fabuloso juguete nuevo al internarme entre sus hayedos de diferentes colores, tonos y formas. Es un lugar muy bello y una cumbre muy visitada. Excepcional mirador de La Garrotxa y de mil y un puntos en el centro norte de Cataluña. Fabuloso y hermosos lugares. Bosques de cuento, de fábula, de vida y oscuridad… me encantan.