Me despierto súbitamente, los tapones han funcionado muy bien. Ya han comenzado a vestirse. Bajamos a desayunar a eso de las 4 de la mañana. El comedor está lleno. Todo el mundo ha pensado lo mismo, salir antes para no encontrar cola en la subida ni en el acceso a la Madonna, punto culminante del Gran Paradiso. Ya tenemos las mochilas hechas. Estreno botas, a ver como se portan.
Salimos a las 5 de la mañana. Entre la oscuridad de la noche seguimos una hilera de lucecillas. Voy el primero, sigo a un grupo de alemanes. Senderillo, rocas y piedras (típico caos morrénico de alta montaña). Llegamos al riachuelo que baja del Glaciar del Gran Paradiso, la era la antigua ruta normal al pico: hacía el glaciar por su vallecillo. En el mismo refugio hay un cartelito que te dice hacía donde ir “Partenza Gran Paradiso”. Antes nos hemos hecho las típicas fotos de salida.
Cruzamos el nombrado riachuelo, cuelo la bota en el agua, y seguimos en busca de una alta morrena que queda a la izquierda del mismo valle. Miro hacía atrás y tengo la visión de una culebrilla de lucecillas y las del refugio. Hacía arriba también la visión de las luces te hace preconcebir la dirección y recorrido de la ruta a seguir.
No hace el frío de ayer, ni viento, y en el cielo están todas las estrellas, se presenta un día magnífico. Poco a poco empieza a clarear, en el horizonte se vislumbra un hilo de cielo azul claro. Llegamos al final de la morrena y debemos de subir un paso de trepada. No ha salido el sol. El paso de IIº o IIº+ como mucho no tiene dificultad, pero con el peso de las mochilas puede complicarse. Quique le dice a su hermano Luis que guarde los bastones para hacer la trepada, y todos lo hacemos.
Salimos sin más dificultad a la cima lomera del cordal que separa las vertientes de ambos refugios, el Vittorio Emanuele II y el CHabod. Es un caos de rocas y piedras graníticas con algunos rastros de roca lisa, pero pocos. Señalizados con hitos, que en alguna parte del recorrido, parecían lápidas de algún antiguo cementerio prehistórico. El día va cogiendo luz y ya vemos enfrente la magnífica mole de hielo y roca del Gran Paradiso. Otro sendero viene de más abajo, no sabemos de donde, pero sube alguna gente por allí.
Comienza a amanecer y el día a llenarse de luz y comenzamos a intuir esas altas montañas que aparecen en el horizonte, hacía le norte: el macizo del Mont Blanc con su helada, puntiaguda y muy escarpada cima vista desde aquí, es la primera en recibir esos rayos de sol matutinos. Al principio aparecía entre las montañas cercanas, y a medida que íbamos cogiendo altura aparecía altiva e impresionante. Más arriba íbamos distinguiendo al resto del macizo: Grandes Jorasses, Dent Blanche, Arista de Roquefort… a pesar de la lejanía, impresionantes y bellos al amanecer. Que recuerdos el ver esa insuperable punta; es como ver a un viejo y muy buen amigo después de 10 años: la ilusión y nostalgia se mezclan con el regocijo y la admiración por lo visto y conseguido.
Llegamos a un punto en el cual la ruta llega al espolón roquero que separa el desgastado Glaciar del Gran Paradiso y el Glaciar de Laveciao. Desde este punto ya debemos equiparnos. Hace más frío, estamos ya a más de 3.000 mts. y está a punto de amanecer. Pero las montañas tapan la salida del sol. Hay que ponerse arnés, polainas, casco, crampones, sacar el piolet… comer algo… y repartirse las cintas, clavos de hielo, ochos, mosquetones, y lo más importante: encordarse. Le doy unas pocas clases de cómo ir encordado en un glaciar a Paco y pronto nos ordenamos con la cuerda: Toni delante, Paco en medio y yo detrás, el último. La cordada de Quique, Jesús y Luis ya está en el glaciar, nosotros les seguimos a cierta distancia. Nos hemos retrasado mucho. Otras cordadas nos han adelantado y vamos de los últimos.
Saltamos al espolón y al otro lado aparece el espléndido Glaciar de Laveciao. Encajado en un vallecillo entre el espolón sobre el que estamos, ancho y horizontal, y las paredes y otros glaciares colgantes del macizo-cima del Gran Paradiso. Es alucinante: las grietas y seracs lo recorren de arriba abajo, con un grosor considerable. Hace como pequeñas ondas, con plateaus casi horizontales y caídas más verticales. Es como una gigantesca cascada de hielo con varios saltos.
Bajamos al glaciar y enseguida la nieve se convierte en hielo. Delante nuestro, una gran serpiente de oscuras figuras humanas suben por el glaciar. Es casi dantesco. Pero aún queda un grupo de rusos que llevan una marcha más pachorra que la nuestra; van muy retrasados. A medida que ascendemos por el glaciar pillamos al grupo de Alicante y comenzamos a saltar grietas a medida que ascendemos: 2, 3… 4. Una de ellas es especialmente ancha y el salto requiere de más atención, de un seguro con el piolet y de la cámara de fotos.
Más arriba a Toni y a mí nos dá un bajón total: la altura, el cansancio… paramos a beber y a comer algo. Nos reponemos. Más arriba los alicantinos hacen lo mismo. Detrás las vistas son extraordinarias, sorprendentes: amanece en las cimas del macizo del Mont Blanc. Fantástico. Antes nos hemos encontrado con la pareja de Molins de Rei en el espolón, decididos y apresurados a llegar a la cumbre.
Más arriba, donde el glaciar nace y se confunde con el del Gran Paradiso que baja de la cima desde los 4.000 mts. forma un plateau y un suave espolón de hielo y nieve al que subimos para dirigirnos a la cima. Ahora ya hemos salido del vallecillo helado y recorremos la subida habitual que hemos enlazado. Vemos los bonitos gendarmes del “Montcorvé” y un blanco, suave y helado glaciar, todo seguido, que forma suaves pendientes y onduladas. Hermoso.
Haremos un giro total de 90º desde que ascendíamos por el Glaciar Laveciao hasta que llegamos o nos aproximamos a la cumbre. Aquí hay más gente y el viento empieza a soplar fuerte. Descansamos. Fotos. Seguimos por la cresta de nieve hasta otro plateau; a la derecha quedan las rocas de Montcorvé. Otra empinada subida por el ondulado glaciar y ya estamos en el plateau cimero. La cordada alicantina va delante y nosotros justo detrás. Estamos cerca de 4.000 mts. Las vistas son impresionantes, el día magnífico, ninguna nube. Las cordadas más tempraneras ya han bajado y nos hemos cruzado hace tiempo; pero ahora nos cruzamos con más cordadas que bajan. Fotos sin parar.
A partir del giro y de subir al cimero espolón de hielo, el paisaje comienza a emocionarnos y a magnificarse. Aunque la subida por el Glaciar Laveciao ha sido espectacular: grietas no excesivamente profundas pero suficientemente anchas como para tener que saltar con el peligro de caerte dentro de ellas (ya que sí cabías justo en ellas), dentro de un valle helado con pendientes emocionantes y llanos reconfortantes… todos en la fría sombra del amanecer, de los primeros rayos del sol matinales que no llegaban a hendir en estos gruesos y magníficos hielos. Más arriba, con el frío viento que comienza a soplar y los numeroso alpinistas, que en su mayoría bajan ya, la visión del resto del macizo y del horizonte abierto en una loma helada, blanca pero fácil junto con esas dos puntas de Montcorvé, tantas veces vistas en esos pocos libros y revistas guías que hay y hablan del Gran Paradiso, espectaculares, llamativas, impresionantes, me pareció estar ya dentro de esas guías y libros de fotos, dentro de la montaña infinita, dentro del paraíso helado que lleva el mismo nombre. La subida comenzaba a ser, aparte de emocionante, conmovedora, increíble.
Ya vemos enfrente la cresta rocosa y cimera de la cumbre, con montañeros en ella y en una punta la estatua de la Madonna. El plateau se horizontaliza. A la derecha quedan dos puntas rocosas empinadas con rimayas perfectamente definidas. Fotos.
Por fin llegamos a las rocas cimeras. Hay más gente, overbooking, al otro lado la caída perfectamente vertical es de cientos de metros, y abajo un enorme glaciar, el Della Tribolazione. Paramos demasiado tiempo, Quique se lía al guardar el piolet y la mochila. Al tiempo trepamos por las rocas nevadas para llegar a la cresta cimera. Todo el camino con una huella magnífica. Y al llegar al punto clave para cruzar y llegar a la Madonna, nos para la gran cantidad de gente que hay en un espacio al aire tan pequeño y casi peligroso. No cabemos todos en estas rocas. Nos sentamos mi cordada sobre las verticales rocas cimeras. La caída a la derecha es exagerada. Los alicantinos se quedan en una repisa casi sin agarres y las cordadas suben y bajan topándose con nosotros.
Un guía de CHamonix con sus clientes encordados pasa rápido sin importarle la gente que espera y colándose entre todos. Toni y Paco se desesperan y al cabo de más de 20 minutos piensan en no cruzar hasta la Madonna. Yo estoy indignado, quiero desencordarme y cruzar aunque sea solo. Después de liarme y enfadarme con una cordada con guía que baja, me acerco hasta los alicantinos y planeo cruzar el paso. Hay montañeros asustados, acojonados con vaqueros, que lo cruzan con el miedo en el cuerpo, estirados por el guía…
Bajaban del pico una cordada con guía, y una señora mayor que nosotros no pudo más que intentar avisarme en inglés del peligroso lugar en el cual estaba sentado al verme… solo pillé “a little stone…” El precipicio al otro lado era impresionante, pero más lo eran las vistas y paisaje ¿Qué clase de alpinista sería si sintiera miedo por sentarme en una roca al borde de un precipicio? Es lo habitual. Ello me hizo pensar (también por los equipos y atuendos de algunos personajes) que mucha de ésta gente no habían recorrido muchas montañas en su vida, y mucho menos cuatro miles en los Alpes. También es indignante comprobar la actuación de ésta gente que se hace llamar guías. En lugar de dar un buen ejemplo en la montaña de compañerismo, respeto y amistad, arramblaban contra aquellos que se les pusiera por delante dejando a un lado esa ética y moralidad. Supongo que por otro lado son “empresarios”, trabajadores que hacen un trabajo que es llevar a sus clientes a la cima de la montaña… han perdido el afán emocional que rodea a la montaña; se convierten en albañiles, encofradores, que alzan las vigas en la cima de un rascacielos gigantescos ¡¿Qué tiene eso que ver con el espíritu de la montaña?! Ya sabéis, si un guía de éstos os pone el codo para quitaros del camino, quitarle el codo y si hace falta defender lustra posición con empujones ¿Qué derecho se creen que tienen al hacer esto? No es consejo solo mío, si no de gente de la Federación también…
Al final nos quedamos solos y decidimos equipar el paso (hay 2 chapas) y cruzarlo. Es más peligroso de cómo me había explicado Javi: en la cresta, el 1º paso es una roca mampuesta sobre la que tienes que cabalgar (me recordaba a la 1º roca del Paso de Mahoma). Después bordeamos la pared de un gendarme por la derecha con gran caída de cientos de metros. Hay un paso de 1 metro hasta llegar a una repisa de 40 cmts. de ancho. Buenos cazos de posición inversa para las manos, pero si miras hacía abajo el vacío te puede asustar. Soy el último en pasar y voy quitando al cuerda. En el paso clave les pido que me hagan una foto, no sé si me la hacen. Me paro en el vacío y el peso de la mochila hace que la gravedad me tire hacía atrás. Un pequeño susto. Enseguida salto a la repisa, subo a caballo y de y de barriga otra alta y plana roca, y llego hasta donde están mis compañeros junto a la blanca estatua de la Madonna. Toni, para mayor seguridad, nos asegura en una reunión hecha con los hierros que sustentan la virgen, y ya todos juntos nos hacemos las fotos de cumbre. Las vistas y el día magníficos, espectaculares.
Ya estamos en la cima del Gran Paradiso, a 4.061 mts. Al final ha valido la pena esa paciencia impaciente y esas ganas de esperar el mejor momento. Como describo después, las vistas son formidables, con un día muy claro y soleado. Estamos contentos. Éste último paso le ha dado mucha emoción a una aventura tranquila y entretenida, en que la única escapada de adrenalina ha sido en el momento de saltar esas grietas y de cramponear por el azul hielo del glaciar. Nos hacemos fotos: yo en una punta y Quique en la otra arriba junto a la Madonna, por ello o salgo yo o él, pero no los dos en la misma foto. Magnífico, sublime.
Una pareja cruza el paso hacía la Madonna. Son los murcianos. Nos reunimos y les hacemos fotos.
Decidimos volver. Cruzamos el paso, yo el primero, y hago fotos a Toni en el lugar clave. Hemos dejado el piolet y bastones escondidos entre las rocas de la cresta. A medida que bajamos los recuperamos. Ya no hay casi nadie, solo dos cordadas de dos, y al fondo el grupo de 3 rusos llegan a la base de la cresta.
Bajamos al glaciar no sin antes hacer muchas fotos al paisaje: Monte Rosa, Cervino, Grand Combin, Mont Blanc… e incluso el Barre des Écrins al sur espléndido. Las vistas son muy claras y excelentes. También se ve el Weisshorn, hermoso, y pienso en el como el próximo objetivo.
Desde que vi al Weisshorn en la guía de montañas de los Alpes y en le libro que me regaló Jesús, me ha impactado y llegado a la médula del desafío y la aventura, esa espinita que se crea cuando pones los ojos en la belleza y en la conquista a la vez. Es una montaña muy bella, miro las fotos de la Vall d’Anniviers y lo veo desafiante, altivo, esplendoroso y magnífico.
Los alicantinos se adelantan. Bajamos el glaciar encordados por el mismo orden. No hay nadie en el glaciar y disfrutamos como críos. Bajamos al plateau de Montcorvé. Seguimos por la blanca arista hacía la bajada al Glaciar Laveciao. Fotos y más calor. El macizo del Mont Blanc aparece enfrente y siempre nos acompaña en la bajada. Sigue sin aparecer una nube.
Bajamos, ahora soleado, por el Glaciar Laveciao. Saltamos mucho mejor las grietas. Ya que saltamos hacía abajo. A pesar de ello, el glaciar está muy bien, muy sano y compuesto.
Salimos del glaciar. No he parado de hacer fotos y cada vez que paro, se estira la cuerda. Nos recreamos en el espolón en llano ahora para desequiparnos: Paco se hecha una siesta y nos quedamos en mayas del calor, relativo, que hace. Un helicóptero pasa y se detiene sobre nosotros 2 veces, parece que busca a alguien. Habrá habido algún accidente. Comemos algo, bebemos agua y disfrutamos del sitio y momento. Nos recreamos, nos hacemos fotos.
Estamos solos en la montaña y decidimos bajar por fin al refugio. Seguimos desandando el camino, y al poco tiempo llegamos al paso del destrepe. Los rusos nos han cogido, llevan un paso mucho más minso. Es destrepe con la mochila se resiste (IIº a IIº+) pero sin problemas. Hablamos con los rusos en inglés sobre la mejor vía de bajada. Después la bajada por la “arista” de la morrena, y llegado a un punto bajamos a la izquierda en busca del riachuelo que baja del Glaciar del Gran Paradiso (antigua vía normal) y del exclusivo refugio ya visible a nuestros ojos en medio de una gran pradera rocosa.
El helicóptero sigue dando vueltas mientras cruzamos de un salto el riachuelo y nos aproximamos, entre grandes rocas, al refugio. Nos paramos muy cerca de él, a Quique se le ha despegado la suela de sus Asolo. Por suerte le ponemos Cinta Americana “especial montañeros” comprada en la tienda El Refugio de Alicante, que les vino muy bien. Tomamos nota.
Le he hecho una foto en que saliera la cima rocosa y a la vez suave, blanca y helada del Gran Paradiso, junto al fondo el picudo y llamativo Mont Blanc. Como intentando hermanar montañas, viajes, recuerdos, experiencias inolvidables… hace 10 años estábamos en lo más alto de aquella lejana y alta montaña…
A las 5 de la tarde llegamos al refugio. Mientras descansamos y merodeamos, a la vez que nos cambiamos, suceden varias escenas: al llegar al refugio,
Jesús descubre que sus chanclas han desaparecido, son muy parecidas a las azules del refugio y probablemente alguien se las ha puesto. Subiendo la escalera hacía la habitación (ya que la tenemos en la 2º planta) Quique señala y exclama unas chanclas que llevaba un francés “Jesús ¿no son esas tus chanclas?” Yo iba detrás y Jesús delante. El francés se disculpó diciendo que eran del refugio y se las dio a Jesús, a la vez que éste le daba la explicación de por que eran suyas y le daba las que ahora llevaba puestas; casi dejan sin habitación a los murcianos y a Toni y Paco, el Guarda le asignó su habitación a otros, y éstos al ver que habían cosas de nuestra gente al entrar, se quejaron al Guarda; mientras tomábamos el sol vimos como aterrizaba el helicóptero y se llevaba a un hombre alto que cojeaba y le dolía el codo; la ventolera formada fue espectacular y tomamos fotos. Decidimos cenar a la 2º tanda, a las 8, y levantarnos tarde y desayunar de los últimos a las 7’30. Hay mucha más gente: montañeros, alpinistas, turistas, curiosos… incluso un grupo de “boys couts” que se pasaban la tarde en el lugar donde aterrizó el helicóptero rezando o meditando. Eran de un grupo religioso. Otro se quedo en bañador slip y se bañó en las frías aguas de la lagunilla pegada al refugio.
Una fuente, un banco y un singular caño de agua hacen la delicia de nuestros cansados pero no extenuados cuerpos. Toni sigue sorprendido por el tamaño y precio de la cerveza aquí; se pide unos cuantos botellines al día, y realmente sienta muy bien (como dicen los médicos) esos tragos de cebada fresca dentro del estómago. Hay ambiente fuera del refugio, el día invita a quedarse en la calle viendo como se pone el sol tras esas bellas montañas y hace cambiar de color los escarpes rocosos o helados de los picudos Ciarforon y Tresenta, mientras, después de calentar nuestros cuerpos, el frió del atardecer los va enfriando y adormeciendo. Otro atardecer espléndido y bello, como cualquiera en las altas montañas alpinas… de fábula.
Pensamos en bajarnos mañana, a pesar de que tenemos otro día en el refugio reservado, pero prefiero decírselo al Guarda mañana mismo después del desayuno. Después de un magnífico día, un espléndido atardecer; fotos. Merodeamos después de la cena y nos vamos a dormir. Sueños y la satisfacción del objetivo cumplido, del éxito de la ascensión.