Si había alguna, de tantas, montañas o picos en el Pirineo que más asombro, desafío, respeto, superación… me transmitía, esa era el Besiberri Norte. Desde hace mucho tiempo, desde que admiré y ví por primera vez su escarpado y soberbio perfil piramidal en mi libro “Los Tresmiles del Pirineo” de Juan Buyse allá por el año 1.993 cuando lo compré, me fascinó y ví como nacía un sueño lejano pero no imposible, el escalar, nunca mejor dicho, esta espectacular montaña.
Años después, en el puente del Pilar del 2.006, subiríamos el Besiberri Sur desde Conangles, y tuve mi primer contacto con el macizo y sus peculiaridades (perfiles, desniveles, crestas…). Allá, al final de una encrespada cresta quedaba la puntiaguda cumbre del Besiberri Norte con la tremenda visión de toda su pared este. Más tarde, en la semana santa del año siguiente, vimos su alpino perfil con la pared de la cara norte y su, más aún, puntiaguda cima desde el Plá de Beret en el Valle de Arán. Extraordinario. Y es cinco años más tarde cuando se abrían todas las posibilidades y por fin vi la oportunidad de abordarla y conquistarla.
Pasábamos unos días en Barruera, en el Valle de Boí, y aprovechamos el domingo 17 de junio para “llevarnos ben d’hora, ben d’hora” (levantarnos temprano) para atacar al Besiberri Norte desde la presa de Cavallers. 2 montañeros me acompañarían en tal hazaña: Pep de Mataró, con el cual ya había hecho otras actividades en el Pirineo como la salida al Pic de Peguera, y Francesc, nuevo y desconocido para mí, pero con muy buenas referencias de Pep… muy bien demostradas en la actividad sin duda.
El sol ya toca las altas cumbres que rodean el Embalse de Cavallers con destellos anaranjados como si se estuviera espabilando el día, pero aún no se pronuncia en sus laderas y mucho menos en sus aguas. Hemos dejado el coche en el último parking permisivo y más cercano al paso sobre la presa. Hay otros montañeros que también se han levantado temprano para coger nuestro mismo camino; y es que el camino que rodea el Embalse de Cavallers junto a su orilla derecha, según te topas con él de frente, es muy concurrido y visitado ya que es una de las principales vías de comunicación con los picos más altos del P. N. de Aigüestortes y Lago San Mauricio, con los refugios del parque en su banda norte (Ventosa i Calvell, sobretodo, Restanca, Colomers…), hacía las paredes de escalada a las Agujas de Travessani… en fín, muy transitado por turistas de paisajes, montañeros, escaladores… Atrás, el Valle de Boí, nos ofrece una bonita vista desde el mirador incomparable de la presa, una visión que me suena y rememora aquel viaje del 2.001 en el que subimos el Punta Alta de Comalesbienes desde Ventosa i Calvell. Paisaje bucólico, simpático, de laderas verdes, suaves y boscosas, y cimas marrones abruptas y rocosas. Bello valle.
El recorrido por la orilla del Embalse de Cavallers es el primer tramo de nuestra actividad, ascensión. No demasiado rápidos ya que me entretengo en fotografiar y filmar para dejar un estupendo testimonio de esta desafiante empresa. Allá al fondo vemos algún nevero bajo las paredes de una puntiaguda aguja; yo creía que ya era parte del Besiberri Norte, pero no: es la extraordinaria Punta Harlé de 2.883 mts., cresta y continuidad de los Besiberris hacía Tumeneia. En esta parte del valle los desniveles con respecto a las montañas que lo agobian y gobiernan a cada ladera, son impresionantes, ya que a la derecha, en la ladera que nos encontramos, tenemos, como cima más alta el Punta Alta de Comalesbienes de 3.019 mts., y al otro lado, muy cerca, las cumbres del Besiberri Sur (3.024 mts.) y Comaloformo (3.028 mts.). Entre las cumbres de estas dos laderas del valle hay menos de 4 Km. de distancia, y abajo, justo en medio, el Embalse de Cavallers con su presa, no llega a 1.800 mts., con lo que imaginaos el fuerte desnivel vertical de las laderas en esta parte del valle: impresionante.
Este recorrido ya me sonaba, recordando aquel viaje de hace 11 años. El día ha despertado magnífico, a pesar del dulce juego de luces y sombras del amanecer, más acentuado si cabe en la montaña, el buen tiempo reinará durante toda la jornada. Entre fotos y reflejos a las aguas temblorosas del embalse, y a las altas cotas de perfiles escarpados y paredes lisas del Comaloformo, llegamos al otro lado del embalse, donde la caída alegre y sonora en cascadas del Riuet de Estany Negre, nos da la bienvenida. Después de circundar grandes rocas y plataformas graníticas, llegamos a un llano encabezado por un cartel señalizador y unos puentes de madera sobre los ríos turbulentos: es el Pletiu de Riumalo.
Aquí descansamos algo y nos preparamos para seguir dicho cartel señalizador, en dirección al Besiberri Norte. Giramos hacía la izquierda, cruzando los 2 puentes para internarnos en un estrecho, vertical (sobradamente vertical en algunas zonas), abrupto en ocasiones y directo vallecillo hacía el triángulo de roca, que se veía soleado y sobre un vertical nevero allá arriba en un hueco entre sus vertientes, como “princesa que se asoma por ventana de castillo”… pequeño y alejado, pero asombroso y llamativo: el Besiberri Norte. A partir de aquí viene lo serio, en lo que se refiere al esfuerzo; una vertical subida por el Barranc de Riumalo y después Malavesina en dirección a la Brecha de Peyta.
Ahora la senda o camino a seguir cruza torrentes de agua fría en el que es imposible no mojarte, desgastadas pendientes y empinadas laderas, siempre junto al ruidoso y gozoso torrente de agua que baja muy fotogénico en ocasiones. Aquí ya empieza a endurecerse la actividad y comenzamos a coger altura a pasos agigantados; detrás nuestro siempre la firme y vigilante figura del Punta Alta de Comalesbienes, parte protagonista de un paisaje alpino e imponente que siempre nos acompañará en la subida.
Más arriba, en una “falsa pradera” de laderas verdes pero con su verticalidad intacta, el torrente se divide en otros dos: nosotros seguiremos el de la derecha, donde la senda no nos engaña si la seguimos; a la izquierda se queda el Bony de l’Orri (2.368 mts.), torreón vigilante en esta subida. Enseguida la verticalidad se agudiza a partir de la “falsa pradera”. Cruzamos el torrente y seguimos por su lado izquierdo (según subimos) entre piedras, laderas rocosas… y seguimos ganado altura. Un pequeño descanso, hay que comer algo, esta subida comprende mucho desgaste físico. Miramos hacía el valle: su fondo queda muy abajo, verdaderamente es una subida tremenda la de esta aproximación. Entre las sombras de las oscuras montañas, empieza a reflejarse un trozo del espejo del Estany Negre, y a apuntarse las Agujas de Travessani… el paisaje desde allá arriba será glorioso y extraordinario.
El barranco suaviza su verticalidad y aparecen numerosos neveros entre los huecos más horizontales del mismo. Acercándonos nos topamos, por el lado izquierdo y equivocado, con el Estanyet de Malavesina: un circular y pequeño ibón afincado a 2.500 mts. de altura. Bonito lugar. Aquí la nieve, que desde abajo no se ve, es más abundante. Paramos a hacer fotos. Allá arriba intuimos el camino a seguir por una escarpada ladera, casi arriba-derecha del laguito, hacía la Brecha de Peyta, que parece la vemos allá arriba entre moles y paredes rocosas, rectangulares, en la misma cresta Besiberri-Tumeneia. Seguimos casi directos en esta dirección. Resaltes y abrupta ladera de tierra sin nieve, piedras sueltas y escaso pasto nos deja en un balcón más horizontal, completamente nevado y que ya toca las paredes de estas escarpadas moles. Allá abajo ha quedado la plácida lagunilla; con su cascadita de aguas que bajan de la espectacular cresta de los Besiberris. Aquí el paisaje se agranda, y el macizo comienza a dejarnos ver sus preciosas y temerosas caras: agujas, gendarmes, paredes verticales, brechas, crestas puntiagudas… espectacular… y la punta más alta y sobresaliente apoyada en un vertical nevero, a la derecha, el Besiberri Norte. Asombroso.
En la nieve de estos extensos neveros hay huellas, Francesc y Pep deciden seguirlas. Pero al rato unas se desvían, directamente en dirección al objetivo, y las otras parecen siguen hacía arriba y noroeste en busca de la cercana Brecha de Peyta. Giramos hacía la izquierda y cambiamos la dirección hacía el oeste, hacía el coloso de roca del Besiberri Norte, cada vez más cercano y cada vez más impresionante. Pep intenta recordar por donde anduvo en su última visita a esta montaña. Seguimos los neveros pero poco a poco nos vamos subiendo a la crestecilla, blindando las paredes de las moles rocosas que rodean la Brecha de Peyta, hacía nuestra cumbre. El paisaje se va convirtiendo en alpino y espectacular, con esas agujas, escarpes y moles rocosas que rodean al pico. Ya estamos muy altos; muy cerca de la cresta ya estamos a más de 2.800 metros.
Atrás nuestro aparece una pareja de jóvenes y fuertes “chavales” equipados regularmente pero con una decisión y bravura encomiables. Van a hacer la cresta de los Besiberris. Nos adelantan y aprovechamos para seguir sus huellas, ya que nuestro guía no parece tan seguro cuando nos acercamos a la escarpada y desafiante pared del Besiberri Norte.
Montamos en la fácil cresta entre el Besiberri Norte y el cordal que va a Tumeneia, antes de llegar a los resaltes de las paredes del Besiberri Norte. Nos asomamos lo que podemos al lado norte… espectacular y emocionante: montañas y altitudes del Valle de Arán, grandes lagos azules sobre clara y gris roca granítica; pero aún queda subida, aún queda la parte más emocionante, peligrosa, excitante y desafiante de la ascensión: la subida por la pared hasta la cima. Nevero, roca, más nevero… y al final del pronunciado nevero que queda justo bajo la pared este del pico, comienza una subida ya por la vertical y firme roca granítica. Hay que llegar hasta donde se encuentra la pareja antes mencionada, que a la vez, se les ha unido, pero no en su grupo y si en la subida, otro montañero francés de edad más avanzada pero de un intrépido valor y una agilidad increíbles. Es un pequeño colladito en un falso llano en las cercanías y dirección del resto de la cresta hacía los demás Besiberris, o sea, debíamos cruzar toda la base de la pared del Besiberri Norte de noreste a suroeste para llegar al punto de subida.
El nevero está muy inclinado, y bajo él más paredes rocosas y verticales que destrozarían tu cuerpo si cayera. Llego el último, los demás montañeros ya han subido por la pared y han desaparecido de nuestra vista. A la izquierda, según admiramos el resto de la espectacular cresta hacía los Besiberris, está la Brecha Jaume Oliveras, como si fuera un gigantesco bocado entre gigantescas agujas de oscuras y puntiagudas paredes. Asombroso.
Nos equipamos: me pongo el casco, arnés, mosquetones… la cuerda decidimos no sacarla, somos ya “expertos” para subir por una pared de IIº+/IIIº. Mis compañeros comienzan a inspeccionar y adentrarse en la pared. Ven hitos colocados casi en el aire en medio de la misma, e intentamos seguirlos. Yo dejo que Francesc y Pep comiencen a trepar por las primeras rocas verticales, mientras los filmo, después los sigo y comienzo a preguntarme mientras nos adentramos en la laberíntica y aireada pared este-sur del Besiberri: “después ¿Cómo bajaremos de aquí?” pregunta que creo me hago siempre que subo a un lugar que, a primera vista, parece imposible su acceso, su bajada.
Llega un punto en que no sabemos por donde ir. La pared nos cierra el camino, los pasos son muy expuestos, aunque de presas fáciles y agarres excelentes. Pep se piensa el bajar, casi que nos dice que no quiere seguir. Pero entre Francesc y yo (más Francesc que yo) lo convencemos para seguir adelante. Parece no ser el camino por el que subió Pep su primera vez, no lo recuerda, por ello el miedo, el desconocimiento de meternos en un sitio que pudiera no tener salida. Pero Francesc encuentra hitos por la parte izquierda de la pared según subimos; algún paso aireado pero fácil para montañeros sin miedo a las alturas. Convencemos a Pep y pronto llegamos a la cima de la cresta que viene de los Besiberris, es como si hubiéramos rodeado el pico, y nos deslizamos por su cara oeste. Los pasos aquí so cómodos y fáciles, aunque la caída es mortal. Ya veremos a la bajada. Vemos a la pareja de amigos y nos cruzamos con ellos. Ellos ya van de vuelta de la cumbre. No he podido hacer muchas fotos en la pared, pero ya imaginaréis el por qué. Trepamos por fáciles chimeneas con vacíos inconmensurables para llegar a la cumbre, después de girar nuestra dirección hacía el norte por la vertiente de la pared oeste. Antes hemos trepado por pasos de IIIº mínimo, pero más que por su técnica, por su exposición al vacío. Y por fin, después de trepadas entretenidas, nada difíciles pero expuestas en ocasiones y muy aireadas en otras, llegamos a la rocosa y curiosa cumbre del Besiberri Norte, a 3.009 mts. de altura según los nuevos mapas de Alpina.
Increíbles vistas, excelente lugar, privilegiado apéndice del Pirineo, no solamente por su ubicación a caballo entre los Montes Malditos y los macizos de Aigüestortes, si no por la verdadera aventura que es el conseguir llegar a lo más alto de tan encrespado, vertical y formidable pico: el Besiberri Norte. Alegría y felicitaciones. El tiempo sigue excelente y nos merecemos, sin prisas, una prologada estancia en la cima. Fotos, videos… El francés sigue en la cumbre; habla con alguien en su idioma por teléfono. Le pedimos nos haga la foto de grupo en la cumbre. Nosotros nos acomodamos y disfrutamos contentos de esta increíble cima. Las vistas y paisaje imponentes: hacía el oeste el magnífico, espectacular y bello macizo de los Montes Malditos, con el Russell, Tempestades, Tuc de Mulleres, Aneto… entre neveros y delicados glaciares en primera fila. Hermoso. Abajo el Valle de Besiberri con su formidable perfil en U y sus lagunas. Hacía el norte los lagos que quedan ya en el Valle de Aran: los enormes Estany de Mar y el Tort de Rius, magníficos, rodeados de pequeños y limpios neveros. Hacía el oeste las formidables montañas del P. N. de Aigüestortes y Lago San Mauricio, destacando la imperiosa Punta Alta de Comalesbienes, siempre visible y vigilante en la subida y después en la bajada, y otros como el Contraix o las llamativas Agujas de Travessani, impresionantes… un espejo encajado entre paredes de roca, entre las montañas nombradas, es el Estany Negre, reflejando el limpio y luminoso cielo… extraordinario.
No puedo olvidarme de la cresta que sigue del Besiberri hacía Tumeneia: la Punta Harlé, Pa de Sucre, el mismo Tumeneia… con perfiles muy alpinos y temerarios, puntiagudos e inescrutables, tan cercanos y hermosos… Como tampoco puedo dejar de lado el resto del macizo que se abre hacía el sur siguiendo la desafiante cresta de los Besiberris: entre algunos neveros paredes grises, destacaban la cúpula del Besiberri Sur y el murallón del Comaloformo, extraordinarios.
Estamos suficiente tiempo para disfrutar, por una vez, con relajada sonrisa, de la estancia prolongada en una cumbre de más de 3.000 metros. Francesc casi se hecha una siesta. Pep descubre unos hitos que llegan directamente a la cumbre desde la misma pared este, “¡per aquí es per on vam pujar!”. Y efectivamente otro camino de trepada señalado llega directamente a la cúspide del pico, muy diferente de aquel por el que hemos llegado a la misma. Así descubrimos que habían dos trepadas: una al otro lado de la base de la montaña, que voltea a la cara oeste, y ésta que baja, casi directa, hasta el centro del famoso nevero bajo la pared; para llegar a la primera subida hay que cruzar todo el nevero, y en la segunda subida se queda a mitad de nevero.
Una vez descubierto “el secreto de la montaña”, nos volvemos a equipar para comenzar la delicada bajada, esta vez por la nueva ruta descubierta. Ya llevábamos casi una hora en la cumbre y, a pesar del buen tiempo y buen estar en la misma, debíamos bajar, era casi mediodía.
La bajada comenzaba casi con más facilidades que la subida: sendos pasillos en la roca menos expuestos y más horizontales te ayudaban a bajar más cómodamente (o a subir si fuera el caso). Solo algunas verticales, pequeñas y cortas chimeneas, con muy buenos agarres, hacían que te giraras de espalda al cielo y destreparas. En la mayor parte de esta bajada teníamos la visión de Tumeneia (Punta Harlé, Pa de Sucre…) y las excelentes vistas de la zona. Francesc iba primero, Pep en medio y yo el último. Verdaderamente si no hubiera sido por la destreza, habilidad y empuje de Francesc, no hubiéramos podido realizar tal hazaña. Gracias por tu ayuda y apoyo Francesc. Nos paramos en una paretilla algo vertical y suficientemente expuesta (IIº+ o IIIº): Francesc ya a ha bajado, Pep está en medio y no está predispuesto a bajar por la dificultad de la misma, por muchos consejos y ayuda que reciba de Francesc desde abajo. Al cabo de un tiempo descubro algo más arriba unas argollas y una reunión puesta para realizar un rapel. Se lo comento a Pep y sin demorarse supera la paretilla hasta un punto cómodo, saca la cuerda de su mochila, me la lanza y la cuelgo desde el gran mosquetón clavado en medio de una lisa placa de roca. Preparo la cuerda y Pep es el primero que comienza la bajada del rapel. Yo burlonamente le digo “baja tu primero por que así sabré si aguanta o no la reunión”. El rapel no es muy largo, 15 o 20 metros como mucho, y Pep lo realiza sin problemas hasta un punto fácil en la pared. Después me toca a mí y de nuevo bajo sin dificultades, verdaderamente la pared no era especialmente difícil pero entretenida y expuesta, hacemos bien en bajar en rapel. Desde abajo o mejor dicho, desde otro rincón de la pared, Francesc nos vigila y espera. Intento recoger la cuerda para guardarla y ésta se queda atascada, aprisionada entre piedras y grietas de la paretilla. Intento sacarla pero mis tirones son inútiles. Decido subir algo por la red y seguir dando fuertes tirones hasta que al cabo de unos interminables minutos, la cuerda se suelta, la recojo toda y la meto en mi mochila.
Seguimos la bajada, destrepada del Besiberri Norte: Francesc nos guía por encima de una fácil crestecilla algo aireada. Pep se adelanta y al cabo de poco tiempo termina la parte más difícil de la destrepada. Seguido baja Francesc y después yo. En otra parte algo difícil y expuesta del destrepe veo otra reunión, mosquetones y cintas para pasar la cuerda y hacer otro rapel, pero Francesc lo ignora y prefiere bajar destrepando. Llegamos al último franqueo del destrepe: una chimenea estrecha y con pocos agarres en medio de la misma; parece fácil de bajar a primera vista pero nos quedamos algo atrapados y atascados Francesc y luego yo al intentar superarla. Durante unos minutos sin saber como bajar sin agarres fiables… y ha sido eso “falta de confianza” en esos “resbaladizos” agarres. Al final bajamos bien. Pep había bajado por otro lado, por el camino habitual, y no le había hecho falta destrepar por este paso, por ello ya estaba abajo de nosotros… de eso me enteré cuando ya estaba bajo la chimenea con el paso ya superado.
Bajamos al famoso nevero bajo la pared del Besiberri. Antes lo cruzamos de una punta a otra y ahora bajaremos por él en su mitad hasta encontrar la huella y seguirla hacía la izquierda, hacía abajo. Nos desequipamos, nos quitamos casco y arnés, y seguimos la bajada desandando nuestras huellas de subida. Detrás queda la imponente mal formada pirámide de la pared este del Besiberri Norte. Hazaña conseguida, reto superado, desafío ganado. La satisfacción es más grande de lo normal que cuando conquistas una cumbre de esta altura, ya que la dificultad, mérito y persecución es también mayor. Muy contentos y alegres nos ponemos los crampones, por seguridad por la formidable pendiente del nevero, para dejar la pared del Besiberri e ir bajando camino del Estanyet de Malavesina.
Justamente desandamos el camino, poniéndonos, quitándonos, volviéndonos a poner y a quitar los crampones. Yo voy más despacio y con más precaución de lo normal, ya que mis crampones semiautomáticos Salewa no se ajustan como deberían o gustaría a mis Boreal; normal, están ajustados para las Asolo. Pero de todas formas aguantan como pueden y llegamos al Estanyet de Malavesina, después de una bajada vertical con mucho desnivel (…y lo que nos queda). Enfrente, con mejor luz, de nuevo la visión poderosa del Punta Alta de Comalesbienes, al otro lado del valle pero tan cerca… mientras se comienzan a ocultar las otras montañas del P. N. a medida que bajamos altura, solo aguantando el cristalino y reflejado Estany Negre con su riuet sobresaliente que baja del mismo en dirección a Cavallers, por su color brillante, espumoso de sus aguas rápidas y tumultuosas, y las radiantes, llamativas y puntiagudas Agujas y pico de Travessani. Hermoso paisaje pirenaico.
Tiempo para fotos y videos. Desde el Estanyet de Malavesina la bajada es pronunciada, rápida y lenta (las rodillas la sufren mucho) y muy directa. Seguimos desandando el camino siguiendo hitos, sendas, siempre junto o muy cerca del Barranc de Malavesina, más abajo llamado de Riumalo. Con el agradable y ensordecedor rumor de aguas bravas, aguas frías y saludables del Pirineo, agua vital y enérgica que crea caminos y dificulta pasos, vamos bajando por la vertical ladera rocosa, pedregosa. Detrás nuestro dejamos a los Besiberris, sus paredes, crestas, escarpes, agujas desafiantes… como si ya no nos importara su imagen real y magnífica una vez conquistado. Injustamente desagradecidos lo dejamos a nuestra espalda como si fuéramos superiores a sus dificultades, superiores a su fuerza y espíritu… pero no quitará mi admiración a la empresa realizada mientras lo escribo. También allá arriba la puntiaguda Punta Harlé y el vertical y a la vez redondeado Pa de Sucre, los dejamos con el recuerdo de una imagen fantástica, alpina de formidables y abruptos perfiles. Hermosos rostros de la montaña pirenaica.
Pep lleva un ritmo suave de bajada a causa de la tensión en las rodillas. Francesc baja sin detenerse, solamente vuelve la cabeza para esperarnos y ver por donde andamos; y yo paro aquí y allá esperando momentos, lugares, luces para que, como un Paparazzi de la montaña, fotografía y filme el transcurrir de esta alucinante aventura. Así, poco a poco, llegamos de nuevo al Pletiu de Riumalo cerca de la cola del Embalse de Cavallers. Paramos, descansamos y miramos hacía arriba observando el cuadro del Besiberri Norte que dejamos con sus trepadas y expuestos y desafiantes pasos. Hablamos, conversamos y se nos nota la alegría del éxito, del ambiente alpino, en la altura de la montaña. Pero no es temprano y Francesc y Pep deben volver a su casa en Barcelona y Mataró, así que bajado que es gerundio.
Circundamos el Embalse de Cavallers que de nuevo me traerá recuerdos de aquel recorrido interminable al bajar de Ventosa i Calvell aquella Semana Santa del 2.001. Pero a pesar de que sigue siendo una larga senda, se hace más ameno con buen tiempo, sol y la alegría del objetivo conseguido. Ahora sus estupendas aguas no están oscuras por las sombras del amanecer, si no de las nubes que aparecen sin más consecuencias esa tarde en el valle. Pero de todas formas es un “pequeño mar interior” en el Pirineo, que, a pesar de su artificialidad, forma un paisaje embelesador, simpático, tranquilizador. Cerca ya de la presa, un rebaño de vacas con sus pastores, pasan en fila, de una en una, por la estrecha senda (para ellas), y se paran y nos observan cuando nos paramos para que pase tan curiosa expedición.
Y por fin llegamos al parking donde dejamos el coche, bajo la vetusta presa de Cavallers. Son casi las 6 de la tarde; la actividad ha durado 11’30 horas, bien y tranquilamente llevadas. Cogemos el coche y nos dirigimos a la casa en Barruera, donde celebraremos la ascensión aseándonos e hidratándonos con fresca cerveza y caliente café. Enhorabuena a mis compañeros. Ha sido una actividad imponente y única en el Pirineo; pero no he perdido el respeto al Besiberri Norte, ni hay que perderlo, si no que ha aumentado mi admiración y simpatía por tan encantadoras montañas, tan hermosos escarpes y tan magnífica y esforzada actividad. Geniales Pirineos.