Quería comenzar la temporada haciendo una bonita y a la vez interesante ruta por la sierra más cercana a casa: Collserola. A la vez quería intentar la marcha de “La ruta de las ermitas” del libro de “Rutes del Patrimoni arquitectònic” de la Red de Parques Naturales de la Provincia de Barcelona; ya que en la última que hicimos en Collserola (Collserola. Subida al Tibidabo), su inicio, seguía ésta por las inmediaciones de Vall d’Hebrón y la Iglesia de Sant Genís dels Agudells, como la primera de las ermitas o templos. Pero esta vez nos saltaríamos Sant Genís dels Agudells para ir directamente hacía la segunda ermita, la de Sant Cebriá d’Horta, y seguir todo el recorrido hasta Sant Cugat del Vallès por la Vall de Gausac.
Recientemente me uní al grupo del portal montañero Cúspidis y decidí poner la actividad en la misma por si alguien se apuntaba. Después de varias conversaciones por la red, Yolanda junto con su hija Marina y su amiga Sandra se apuntaron compartiendo la marcha Anna y yo con ellas. Espero sea el principio de una nueva etapa en estas excursiones y pueda compartirlas, recorrérmelas con mucha más gente que se anime a acompañarnos.
Así pues, el pasado domingo 4 de septiembre quedamos en la salida de la estación de metro de Montbau a las 09:00 horas para comenzar esta bonita excursión. Seguimos (ahora mucho más directos) el recorrido de mi primera excursión por Collserola: Collserola. El pulmón de Barcelona. Pero esta vez nos desviaremos 20 metros para, en un cruce indicativo, subir al próximo templo de Sant Cebriá d’Horta. Una persona mayor nos grita el “salto y seña” y “¿ha donde vamos?”, “buscamos la ermita de Sant Cebriá”; y justo arrinconada al final del camino y entre unas construcciones rurales, quedaba la escondida y pequeña Ermita de Sant Cebriá d’Horta: “construïda al segle XII, però amb importants transformacions al llarg dels segles XIX i XX” nos dice la guía de Patrimoni Arquitectònic. No pude apreciar su pequeña silueta ni sus diferentes formas. Un pastor alemán nos franqueaba el camino. No parecía disgustado con nuestra invasión de su territorio, pero aún así no nos acercamos demasiado e hice las fotos del lugar desde una distancia prudente.
Volvemos al inhiesto cruce señalizado y sigo la ruta internándonos por una pista, que después se convierte en una angosta y frondosa senda, hacía la Font de La Meca y el Turó de Valldaura. Seguimos los pasos del anterior mencionado recorrido pasando junto a las ruinas de una antigua construcción metálica de una antigua e inutilizada mina, después comienza a empinarse la exuberante senda dejando el fondo del valle, pasando junto a casas medio en ruinas y medio perdidas entre la maleza, y una de ellas junto a la seca Font de La Meca, después en horizontal y por las frondosas pendientes y esquivando los troncos de aquellos árboles caídos que hacen disloques el cuerpo como un contorsionista, salimos a la pista del Camí de Les Aigües, muy cerca de otro cruce de pistas señalizado. Seguimos las señalizaciones hacía el Turó de La Magarola y en muy poco tiempo, entre la pista y una amplia senda cimera, llegamos a dicho pico. Antes hemos oído los numerosos ladridos de los perros que están en el Centre d’Acogiment d’Animals de Companyía, que quedaba justo sobre nuestro recorrido y a orillas del Camí de Les Aigües, subiendo la vista hacía la construcción de la misma. Hace mes y medio pasamos junto al establecimiento en la excursión Collserola. Subida al Tibidabo.
Poco a poco llegamos a la cima del Turó de La Magarola (432 mts.). La subida ha sido muy amena, aunque el sol nos ha acompañado en toda la subida, contrariamente a lo que nos decían las predicciones meteorológicas. Arriba nos encontramos con un grupo de ornitólogos que con sus catalejos y superprismáticos otean el horizonte en busca de esas aves migratorias o no que rondan los cielos de Collserola. Nos dan una hoja de información con las numerosas aves con las que nos podemos encontrar… es estupendo ver que alguien cuida “la salud del cielo”. Nos hacemos la foto de cumbre, salimos todos menos la tímida Marina, con las bonitas vistas, en un día con una visibilidad inmejorable, hacía Barcelona y el claro mar.
Salvándonos del calor y luz del sol buscamos un sitio en sombra para comernos el almuerzo. Por ello permanecemos poco rato en la cumbre del Turó de La Magarola y seguimos la senda, al otro lado por donde hemos llegado, pero en lugar de seguir la senda del G.R.-92 hacía el Turó de La Valldaura, seguimos la senda de la izquierda, sin marca de G.R. hacía la pista y el Turó de Sant Médir… o sea, aún seguimos el mismo recorrido ya hecho en la excursión hacía Cerdanyola… pero hasta llegar a la siguiente pista con la que nos cruzamos. A la orilla de la misma y con vistas al verde bosque que rodea al Tibidabo por este lado, paramos a almorzar.
Bajamos a la pista la cual se cruza con otras: a la derecha vamos a la carretera Cerdanyola-Barcelona, hacía la izquierda y casi hacía atrás, nos lleva a Coll de l’Erola, ahora decidimos seguir por terreno desconocido y seguir recto como si siguiéramos las señales de otro G.R., esta vez el 6, como si fuéramos en dirección a Sant Medir o Can Borrel. La recta pista dura poco. Antes de una curva pronunciada a la izquierda, se para ante un poste indicativo sin carteles (la última vez que pasamos equivocados por aquí, si habían carteles): a la derecha una cadena, una pista y las indicaciones del G.R.-6. Nosotros seguimos una senda sin señalizar a la izquierda del poste, que baja vertiginosa hacía el fondo del valle. Sé que es la senda y ruta idónea después de haberla vista en mi mapa alpina fotografiada y expuesta en la pantalla de mi cámara de fotos.
Ya estamos en la Vall de Gausac en busca de la siguiente ermita, la de Sant Medir. Por en medio del bosque y perdiendo rápidamente altura, bajamos alegremente entre saltos y risas, mías y de Marina, hasta un claro y llano del bosque en donde hay unas mesas y unos bancos. Me acerco al lugar y veo el bonito y puntiagudo tejado de la casa junto a la Ermita de Sant Medir… ya hemos llegado a la siguiente ermita.
Antes de verlas, el bullicio y griterío, anteceden a la numerosa gente que, de turismo, paseo, o con la bici, visitan la Ermita de Sant Medir, la Font de Can Gener y el bello entorno. Llama más la atención la casa con ese tejado colorido y puntiagudo, típico de época, que el propio templo, a pesar de su pareja de campanas colgadas sobre la puerta principal que la hacen muy original. “Ès una de las esglèsies mes conegudes de Collserola… Està documentada des de el segle X…” nos dice el olvidado libro (en casa) de las Rutes del Patrimoni Arquitectònic.
Seguimos ahora fácil por la pista, muy transitada, que queda al fondo de la Vall de Gausac en dirección Sant Cugat y a la siguiente ermita, la del Sant Adjutori. Hay muchos ciclistas que suben y bajan por la pista y en más de una ocasión debemos apartarnos para no ser atropellados por ellos. La riqueza natural del valle sigue siendo una nota predominante en Collserola. De vez en cuando también cruzamos la Riera de Sant Medir que lleva un poco de agua y le dá un toque selvático al lugar. Entre charlas y el discurrir del tiempo llegamos a un cruce señalado, a la derecha se va a la Ermita de Sant Adjuntori y a un Forn Ibèric.
Casi como escondida del bullicio de la pista principal pero muy cerca de ella, se encuentra la cilíndrica y curiosa construcción de Sant Adjutori. Le doy la vuelta para observar toda su planta y paredes cilíndricas y después me acerco al cercano y poco atractivo Forn Ibèric. Maltrecho y descuidado este horno de los íberos se encuentra tapado y resguardado por un plástico quedando sus restos invisibles a nuestros ojos. Pero lo interesante y curioso era el templo de Sant Adjutori, que como dice la guía de Rutes del Patrimoni Arquitectònic: “Es una de las escasses esglèsias de planta rodona de tot Catalunya, en un estil d’inspiració bizantina molt poc comú al nostre país…” Y dentro de su propia sencillez, una belleza única.
Muy cerca queda Can Borrel y su restaurante, siguiendo la misma pista principal en la misma dirección, valle abajo hacía Sant Cugat. Nos encontramos un cruce: a la derecha vamos a Cerdanyola, a la izquierda al Tibidabo y al Pantá de Can Borrel (que queda en otro vallecillo) y recto hacía Sant Cugat. La montaña en esta parte parece haber desaparecido con sus pendientes y ahora recorremos terrenos horizontales monótonos pero boscosos con algunos bancales de explotación agrícola. La cercanía con Sant Cugat hace que aparezcan más gente y visitantes por la ancha pista.
Bajando por la pista vamos al encuentro del “último monumento” que esta vez no será artificial si no natural: el Pí d’en Xandri. Al fondo comenzamos a vislumbrar las construcciones de una ciudad, presididas por una alta torre de aspecto viejo y medieval: es Sant Cugat del Vallès y su Monasterio. Al poco rato un enorme pino apuntalado con otros enormes maderos, nos llama la atención. Hemos llegado al Pí d’en Xandri. Es enorme este árbol. Sandra y Yolanda nos cuentan que intentaron talarlo para construir un campo de golf, y que, evidentemente, los vecinos de Sant Cugat se opusieron defendiéndolo. Bajo, en su tronco, se aprecia la herida de ese intento de tala; por ello está apuntalado e intentan salvarlo. “Un arbre que fa 23 metres d’alçada i té mes de 230 anys d’edat…” nos dice la guía de Rutes del Patrimoni Arquitectònic. Es un ejemplar magnífico y asombroso.
De aquí a Sant Cugat ya no queda nada. Siguiendo la misma pista desemboca en el casco urbano en una redonda de la Avinguda Plá del Vinyet. A la izquierda hemos dejado la edificación medieval de la Torre Negra que no hemos visto, ni nos hemos dado cuenta de su cercanía; ya que el camino éste es el llamado Camí de La Torre Negra. Seguimos la avenida sin desviarnos, hacia el oeste y suroeste, después se convierte en Avinguda Rambla Ribatallada y desde aquí por la calle Ángel Guimará, que sale a la derecha después de unas isletas, llegamos a la Estación de Tren del centro. Antes habremos visto indicaciones de direcciones hacía el Monasterio de Sant Cugat; si no lo habéis visto es aconsejable su visita por la historia, arquitectura y lo que representa… es un edificio medio castillo, medio templo religioso. Interesante y fascinante. Nosotros nos fuimos directamente a la estación para coger el tren y que Anna no se perdiera las carreras de motos.
Pensando que la marcha sería igual de larga o más que la de Barcelona a Cerdanyola, ha resultado ser más corta y amena; en menos tiempo del previsto hemos llegado a nuestros destino.
Como cualquiera de los recorridos por Collserola, ha sido precioso, curioso y lleno de historias. Espero que este sea el comienzo para que en las siguientes salidas, se venga más gente con nosotros. Un saludo a las participantes y nos vemos en las siguientes.