Al domingo siguiente, 7 de octubre, Paco decide intentar de nuevo la actividad original de Agulles i Frares. Esta vez crea dos eventos, en sábado 6 y domingo 7, para que no tener una aglomeración de gente como el domingo pasado; ya que cruzaremos lugares y pasos interesantes con cuerdas fijas, cadenas y mini ferratas. Por ello la gran mayoría de la gente salió el sábado y este domingo solo éramos 5 personas en total: Paco, Yolanda y dos amigas de ella, y yo.
Poco después de las 9’15 salimos por el mismo camino y senda del domingo anterior en busca de la impresionante sierra. Hoy no hay nubes y hace, ya de buena mañana, un calorcillo inhabitual para la fecha; pero un día claro y alentador. Al fondo vemos clara y espectacularmente el murallón de Les Agulles con La Foradada y La Cadira a la izquierda. La posición del sol esta vez hace que las veamos ensombrecidas como si ocultaran un secreto, un misterio, su magia.
Antes de postrarnos ante el murallón de la sierra, giramos en un cruce señalizado por un poste, hacía la derecha y sur. Estamos en el Collet de Guirló, e iremos como si fuera al Refugio Vicenç Barbé.
Paco me explica que pasaremos junto a una de las agujas que se ven más a la derecha: La Portella. Es una senda que va ganando altura poco a poco en dirección a las agujas de la derecha, y hacía un paso entre ellas.
Llegamos a La Portella y hay que subir por una estrechez de la sierra casi medio trepando por las piedras conglomeradas de la montaña. Esto será solo el aperitivo y predecesora de lo que nos íbamos a encontrar. Arriba, en La Portella, hay mucha gente. Una excursión con niños y todo. Una de las chicas no se encuentra cómoda en la actividad. Le habían informado mal. No se trataba de un “paseo por Montserrat”, todo lo contrarío. Con lo cual quería volverse al coche, y las otras dos la acompañaron. Quizás, una de las normas más evidentes en la montaña es “saber a donde voy”. Es importante conocer la actividad que se va a realizar, y no llevarte sorpresas desagradables después, tanto para el que participa como para el que la organiza.
Paco y yo decidimos seguir. Desde La Portella subimos ahora en dirección norte como si fuéramos a conquistar todas Les Agulles. Hay pasos escabrosos, escalones, “trepaditas”… no es pasear por Montserrat. Y sobre todo seguiremos las marcas de color rojo; a veces casi invisibles, escondidas como los propios giros del recorrido y de los intrincados perfiles del mismo.
A partir de aquí, saber a ciencia cierta, ahora, hoy, por donde hemos ido en un mapa, puede ser más que inexacto, un prodigio. Es un laberinto de agujas, collados, torrentes, laderas empinadas… y la senda, el recorrido, pasa entre ellas como si de una verdadera prueba se tratara, una prueba de orientación, destreza, fuerza, paciencia, entereza.
La descripción de la ruta puede ser tan monótona como indescriptible como espectacular: subir, bajar, subir, bajar, abrirnos paso entre la exuberante vegetación que existe de aguja a aguja, asomarnos a los abismos entre las agujas, admirándolas con sus perfiles altivos, inexpugnables, desafiantes, desplomados… espectaculares. Muchas fotos pero pocas paradas; vamos los dos solos y no tenemos que hacer las paradas de rigor. Vemos a algunos escaladores; las agujas están habitadas. Espectaculares imágenes de aquellos que intentan conquistar lo que parece inconquistable.
Tenemos que llegar al Portell Estret o Coll de Les Agulles, y aquí se acabaran las marcas rojas y la zona de Les Agulles. Cruce de recorridos en un poste señalizador: Coll de La Portella, Can Maçana, Refugio Vicenç Barbé. Veo los cartelitos de las rutas: la 8 de color rojo (supongo que por la que veníamos) y la 7 de color azul (supongo que la que debíamos coger ahora); Les Agulles y Els Frares Encantats.
En general la dirección que llevamos es la de oeste, entre vueltas, revueltas y giros; por la escabrosa y laberíntica columna vertebral de la sierra. Cabe resaltar los bosquecillos frondosos y asombrosos que sujetan la vertical y poca tierra que hay entre las conglomeradas agujas con sus raíces; las cuales te ayudan en muchas ocasiones a poder pasar por ese terreno resbaladizo por el liso conglomerado y las abundantes hojas secas. Impresionante. Seguimos pues las marcas de color azul, y de nuevo vemos grupos de escaladores abriendo vías, iniciando a otros compañeros, disfrutando de un magnífico día de escalada, de un espléndido y soleado día.
Dejamos atrás Les Agulles. Y en un mirador las observamos y admiramos como un conjunto independiente de agujas y torreones del resto de la sierra; separadas del conjunto de Els Frares Encantats por La Canal Ampla. Ahora nos recorremos Els Frares Encantats, nombre que señala la inconfundible obsesión religiosa que provocaba las formas mágicas de Montserrat… ¿Quizás para esconder, manipular y aplacar el simbolismo mágico, espiritual y terrenal (pagano) de la misma?
Seguimos con la misma tónica: trepadas, chimeneas, bajadas vertiginosas, pasos estrechos… muy entretenido, bonito y espectacular. No nos hemos cruzado con muchos montañeros por estas intrincadas rutas, solo escaladores encaramados a las agujas. De repente vemos a uno solitario que hace la misma ruta pero al revés y pide consejo a Paco, y después a un numeroso grupo justo en otra chimenea (paso estrecho entre las agujas), donde hay una cuerda para poder superarla. Anteriormente hemos pasado por lugares muy similares, con sus cuerdas fijas, entre Les Agulles.
Esperamos. Es la primera parada larga que hacemos. Hacemos cola y aprovechamos para comer algo (salvo un pequeño plátano no tenía nada en el estómago en todo el día). Después de pasar todos, pasamos nosotros superando la chimenea. Poco más arriba, avanzando más en el recorrido, otro curioso paso: ayudados por otra cuerda fija, debemos superar una chimenea que está, en su parte más alta, interrumpida por una atorada roca que forma un pequeño túnel, una pequeña cueva, por la que hay que entrar para superarla.
La gente de delante se quitan las mochilas y las pasan subidas por un cordino que han traído, por encima de la roca. Después de que pasan todos, nosotros nos quitamos las mochilas y las pasamos por el agujero arrastrándolas delante nuestro. Al llegar a la entrada del agujero, parece que no sea posible colarse por él; pero pegando la espalda a la pared entras de lado sin problemas. Entretenido, curioso y divertido.
Poco más arriba la gente de delante se espera y nos deja pasar; después de superar otra chimenea con su correspondiente cuerda fija. Es un grupo numeroso y van más lentos. Lo siguiente es bajar al Coll del Port para acabar ya esta fascinante y espectacular travesía por Els Frares Encantats. Pero la bajada es la más “entretenida” de todas: bajamos por una vertical chimenea cogidos a una cadena gruesa y resbaladiza, franqueada por pasos y agarres en las rocas, corta pero que requiere atención; que casi termina en una pared lisa vertical equipada de barras de hierro que hacen de escalones, agarres de hierro y otra larga cadena. Éste último paso es el más largo, expuesto, entretenido y más equipado de todos.
Poco más abajo de esta última “vía equipada” llegamos al plácido Coll del Port. Ya terminamos y salimos del laberinto de agujas y torres de la parte este de Montserrat. Espectacular, impresionante, única, magnífica e irrepetible en cualquier otra montaña conocida. Nombrar o acordarte, sin mirar un mapa, los nombres y perfiles, como su propia personalidad, de cada aguja y pináculo, sería después de un trabajo de franca memoria y de espectacular obsesión montserratina. Desde El Loro, La Monja, Els Bessons… todos vistos y admirados sin conocerlos, sin presentaciones ni saludos, pero con una especial desconocida admiración, como cuando reconoces la belleza de aquello que no conoces. Hermoso. Es la Montaña Mágica.
Desde el Coll del Port salimos a la vertiente norte de la sierra; como si hubiéramos superado su murallón, su frontera natural, y bajamos, por la izquierda, en busca del G.R.-172. Las vistas de esas paredes y agujas son muy espectaculares desde esta senda de bajada. Estamos bajo sus paredes, casi en su misma base. La vegetación también es importante, bella, frondosa y exuberante en muchas partes que la recorre. Pero no podemos dejar de mirar hacía arriba, hacía las cúspides sobre las lisas y desplomadas paredes. Impresionante.
Ya vemos más gente, padres y niños, y domingueros que se recorren el G.R. sin rumbo fijo o de paseo. Pasamos bajo La Cadira y seguimos en dirección oeste, ya en el G.R., hacía donde aparcamos los coches, en Can Maçana. No paro de mirar hacía arriba y no paro de impresionarme. Hay escaladores en alguna larga pared. Paraíso de escaladores y aventureros.
Aún tenemos fuerzas para trotar unos minutos por la senda mientras salimos de la sierra, esquivamos algunos excursionistas y desgastamos nuestro aliento. Pasamos por el Collet de Guirló ya de vuelta, y vuelvo a hacer fotos hacía el mismo impresionante lugar del murallón de Les Agulles, pero esta vez con diferente y mejor luz; no me canso de admirar esta montaña y de hacer cientos de fotos. Llegamos a Can Maçana, terminando aquí la estupenda y excitante actividad montañera. Ahora, para celebrar el estupendo y caluroso día que hemos tenido de montaña, una cervecita y una clarita en el Bar Anna de El Bruc. Lugar de encuentro de montañeros, escaladores y lugareños.
Que puedo decir que no he descrito ya para concluir… ya no caben muchas palabras. Solo cabe repetir para intentar encontrar expresiones nuevas para elogiar y exaltar a esta maravillosa sierra. La Montaña Mágica. Montserrat.