Aunque la montaña y Sierra de Bellmunt están ya dentro de los Pirineos, más concretamente en el prepirineo, tenía que diferenciar las montañas catalanas que saldrían en esta Sección (Resto de Barcelona), de las del Pirineo. Sencillamente llegaría un momento que ocurriría esto: subir una montaña catalana y no saber si ponerla en una u otra sección… ¿Como las puedo diferenciar?… Con lo que he llegado a una o la primera de las normas de diferenciación: la altitud.
Pondré la cota de mil seiscientos metros como punto diferenciador entre las montañas que deben pertenecer a una sección y a otra. En Cataluña las montañas que sobrepasan dicha cota están todas en los Pirineos (menos el Montseny); el resto de cordilleras y sistemas montañosos no superan dicha cota, con lo cual aquellas montañas de altitud inferior a esos mil seiscientos metros de Barcelona, estarán incluidas en esta sección. Salvo contadas excepciones probables.
Teníamos un compromiso y se nos anuló el fin de semana a mitad de septiembre, con lo cual decidí buscar en Cúspidis una bonita excursión para salir con Anna y nuevos amigos cuspidianos. Más fácil que, en poco tiempo, idear y programas yo mismo una marcha por estas montañas. Además me dejo guiar por los conocimientos de mis nuevos amigos cuspidianos que me enseñaran más lugares y montañas para recorrer y subir.
Bellmunt. Ya el nombre parece como épico, como nombre de época, y parece que con pronunciar su solo nombre, pareces decirlo todo. Contacté con Enrique que era el organizador y nos apuntamos a la excursión a las puertas de los Pirineos de Barcelona. Otro amigo del Pedraforca volvía a coincidir con nosotros: Víctor; todos los demás eran nuevos, nueva gente, nuevos montañeros, nuevos amigos…
Después de quedar con Laura y Víctor nos acercamos al bonito pueblo de Sant Pere del Torelló dentro de la provincia de la ciudad condal, aunque Bellmunt ya está en la misma frontera entre Barcelona y Girona, entre las comarcas de Osona y el lluvioso Ripollés.
Somos unas 14 personas que salimos del cementerio de Sant Pere del Torelló para enfilar, justo por la cuerda de atrás y hacía la nublada y boscosa montaña, el camino hacía su cima más alta. Por lo que llaman el Serrat de La Perdiu, vamos subiendo y bajando por la parte más alta en busca del Coll de l’Hostal de Malgovern. El día ha salido nublado y amenaza lluvia; no obstante anoche calló un diluvio en las vecinas comarcas, y la excursión pendía de un hilo por las nefastas previsiones meteorológicas… pero por suerte el día fue mejorando sin caernos ni una gota.
Las boscosas montañas tienen su cima nublada, cubierta por estas nubes, y junto con la vegetación que las rodea, le dan un aspecto frondoso, tropical, junto con las diferentes alturas y subibajas de la misma. En ese momento me viene un recuerdo de la selva amazónica de Ecuador. Encantador.
Yo no conozco nada de este lugar, montaña, paraje, y eso me convierte en un aventurero guiado por la incertidumbre de lo desconocido, por la fascinación de los descubrimientos, de lo nuevo. El grupo está muy animado, Laura, Anna, Víctor y yo nos vamos quedando atrás inmersos en una calida charla sobre la belleza de lugares como éste.
Llegamos al Coll de l’Hostal de Malgovern y nos topamos con una carreterilla, única, que también sube a Bellmunt. En nuestro recorrido atravesaremos varias veces dicha carretera. Ahora empieza la parte más sería y empinada. Hay marcas de G.R. que seguimos por una senda muy bien marcada y no tanto señalada.
Hay una parte en que el recorrido que sigue la dirección de la carretera hacía la izquierda y arriba, hacía el simpático mirador del Pedronet de Montserrat. Ya estamos a una altura considerable y podemos ver toda la plana de Torelló y Manlleu, pero aún queda otro rato para llegar a la cima. Nos adentramos en una especie de paso entre dos montañas, aún por la carretera, y al llegar a otra curva cerrada, nosotros seguimos una senda que se adentra montaña arriba siguiendo el fondo del vallecillo que lo cierra. Esta senda nos queda a la izquierda y casi oculta por la vegetación. En poco tiempo vuelve a desembocar en la misma carretera, más arriba, y en la Font Vidranesa.
La Font de Vidranesa es un bonito rincón con su mesita y muro de piedra donde puedes rellenar tu cantimplora con agua fresca y montana. A la izquierda de la misma y bajo unos árboles primos hermanos de los abetos, sale la senda que ahora sí te adentra, siguiendo el fondo de la riera o barranco, zigzagueando, en el bello y ahora nuboso bosque. Pero volvemos a salir a la carretera, estamos atravesando su recorrido, en lugar de hacer sus curvas; y pegado a ésta un gigantesco tronco de una encima que parece como enferma pero bella y enorme: es l’Alzina Grossa. Su tronco se inclina sobre la senda a seguir, y bajo su sombra reiniciamos esta bella travesía a través de la Sierra de Bellmunt. A partir de aquí la inclinación de terreno, la espesura del bosque y el zigzag del sendero se acentúan más. La niebla nos envuelve, y nos hace malas o curiosas pasadas con las fotos que tomamos. La belleza y frondosidad del lugar se enaltecen y esa oscura niebla le dá su toque misterioso y enigmático. Hermoso.
Salimos de nuevo a la carretera. Esta vez han construido una especie de pasarela de madera (inservible) para cruzar la carretera y seguir el sendero, sin necesidad de pisar el asfalto. Bajan ciclistas peligrosamente a todo trapo… hoy se celebra una duathlón en esta montaña. El deporte siempre un hecho constante y vivo en las montañas catalanas. Por unas escalinatas vamos subiendo al, escondido entre las nubes, Santuario de Bellmunt: el punto más alto de la montaña. Antes una ferrada cruz que sale de entre las sombras y oscuridad de las nubes, nos anuncia la llegada a los 1.247 mts. de altitud de esta bella montaña.
¡Hay un bar! Siempre hemos engañado a los iniciados e invitados en plan broma de que en las cimas de las montañas hay bares, por eso las subimos; pues en esta ocasión si lo hay. Muy simpáticamente el dueño del recinto, Jordi, nos deja sacar nuestros bocatas para hacer un almuerzo-comida. Otros se piden un pantomaquet y bebidas gaseosas y azucaradas (refrescos) para acompañar. Nos sentamos en las mesas y dejamos pasar una hora relajados.
A la salida sentimos más el frío del día, del lugar. El día se va despejando poco a poco y un magnífico, verde y montañoso paisaje se va vislumbrando desde la cima. Hacemos fotos. Las montañas más altas siguen nubladas y no las podemos apreciar, pero desde aquí se vé el Montseny, el Puigsacalm, el Pedraforca, el Puigmal, la Sierra del Cadí… Es un magnífico mirador, puerta del Pirineo.
Reiniciamos la vuelta. Esta vez la haremos cumbreando por todo el boscoso y bello cordal cimero de la sierra en dirección oeste. De nuevo las marcas de G.R. Vamos pasando por puntos elevados a más de 1.200 metros, como el Termenal (1.221 mts.) Me asombran la vida de estos lugares boscosos: robles, hayas, encimares… y toda una retahíla de hermosos bosques de diferentes y atlánticas especies nos acompañan a lo largo de la cuerda ¡Hermoso! No paro de hacerles fotos. A la vez las vistas hacía el sur se amplían con la Plana de Vic.
Llega un momento que el G.R. gira a la derecha dejando el cordal cimero, nosotros seguiremos aún dicho cordal hasta llegar a un colladito que ya nos mande hacía la ladera sur y para abajo (Collet de La Bauma d’en Micó). Y a partir de aquí por otra zigzagueante senda, bajamos hasta la base de la sierra para dirigirnos hacía el este en busca de la carretera tantas veces cruzada en la subida. Una pequeña subida y llegamos al Coll de Duec, desde aquí seguiremos por una pista bien marcada hacía la carretera, entre prados verdes, encimas hermosas, caballos y como fondo la peculiar forma de la Sierra de Sant Miquel.
Charlas discernidas entre Víctor, Laura, Anna, Enrique y los demás participantes y muchas risas en la bajada. Este tipo de lugares y actividades son un chute de oxigeno y vida para tu alma y cuerpo, hace falta de tanto en tanto. Llegamos a la carretera y decidimos seguirla. Ésta baja a Sant Pere del Torelló, pasa por la puerta de su cementerio, lugar donde iniciamos la actividad. Antes, bonitos recuerdos de la energía y belleza de los grandes árboles. Sentarse junto a sus raíces y tronco para compartir dicha energía ¡¡Genial!!
Muy bonita y agradable actividad, en un lugar y gente especial, como son los amigos Cuspidianos, los Pirineos y el mágico Bellmunt.