Al final decidimos dormir en la tienda de campaña montada en los prados junto al aparcamiento del Plan d’Estan. Son cerca de las 12 de la noche cuando nos acostamos en una fría noche, en la que la temperatura bajará de los 6º C. Paso frio. Mi delgado saco de verano Coleman Bambusa no me calienta lo suficiente… y me he dejado la funda de vivaque en la mochila dentro del coche.
A las 6 de la mañana del sábado 21 de septiembre suena insistentemente el despertador de mi Blackberry ¡Que sueño! Desde las 4 de la mañana que no nos han dejado dormir las susurrantes y molestas charlas de unas tiendas que montaron cerca de las nuestras. He dormido muy poco y mal. Desayunamos (es demasiado pronto para que me entre nada), preparamos las mochilas, desmontamos las tiendas y antes de las 7 de la mañana Angels, Pep, Francesc, Jordi y yo ya nos ponemos en marcha, cuando comienza a clarear el amanecer por el este, en dirección al Refugio de La Renclusa… pero aún debemos utilizar los frontales.
El día amanece espectacular. Ni una nube y un frío algo más intenso de lo normal para ser finales del verano. La brillante luna llena (que comienza a menguar) ilumina el cielo como un fantástico faro, luminoso y magnífico. Llegamos a La Renclusa en una media hora. Mis compañeros dejan cosas ya que a la bajada nos quedaremos a pasar la noche allí, conjuntamente con el grupo Bufalá de Badalona. Yo no dejo nada. Podría haberme descargado algo de la mochila, aunque poco, hubiera sido un pequeño alivio para la empresa que pretendíamos… ¿y que pretendíamos? En un principio era subir al Pico Maldito. Pep ya lo había subido hace unos 10 años y no tenía excesiva dificultad… lo había subido trepando pero sin utilizar la cuerda, salvo para rappelar. Aprovechando que íbamos a subir al Pico Maldito, seguiríamos su cresta hacía la Punta d’Astorg, Pico de Enmedio… e incluso pensé en intentar enlazar la cresta Maldito-Enmedio con la subida a La Maladeta y Pico Abadías, empezando desde el Collado de La Rimaya o desde el Collado de Enmedio ¡Mi surrealista soberbia no tenía límites! Pero un sufrido y esforzado cuerpo sí. Al final, la noche del viernes en el Bar Aragüels de Benasque y consultado y asesorados por el alpinista Jordi, decidimos atacar directamente al Pico Maldito, ya que su escalada nos podría entretener y llevar más tiempo del esperado. La ruta por la pared no estaba muy clara: teníamos la experiencia de Pep de hace 10 años y la guía de un famoso libro de ascensiones a los tresmiles del Pirineo.
La subida de La Renclusa hasta el Portillón Superior ya la conocéis: cansada, larga, agotadora, excesiva… esas rocas puestas de forma caótica en una larga pendiente llega a machacarte el ánimo. Por suerte era de subida; pero la bajada se podría hacer eterna. Debemos de seguir la senda que sale del refugio hacía el sur y arriba mirando a las Maladetas allá arriba. Al tiempo comienza a ascender con pronunciada pendiente hacía el sureste mirando la cresta de los portillones, girando a la izquierda, en busca de una especie de vaguada que se forma delante de ésta que vemos arriba (hacía la que nos dirigimos), entre la parte cercana del Portillón Inferior y el Pico de La Renclusa. Al tiempo seguimos hacía el sur y arriba casi paralelos a la pared de la cresta de los portillones (que quedará a nuestra izquierda), girando algo a la derecha, dejando atrás el Portillón Inferior. No veremos el Portillón Superior hasta que giremos hacía la izquierda en un momento determinado entre la roca. Un extraño aparejo metálico medio antena medio plato en la parte alta de la cresta de los portillones, nos anuncia la cercanía de la magnífica brecha. Ésta queda justo bajo la supuesta estación meteorológica. La subida hasta aquí la podemos realizar siguiendo los numerosos y también caóticos hitos que se esconden o se montan sobre las enormes rocas graníticas.
Hago una foto a los neveros y glaciar bajo los picos occidentales de La Maladeta desde las cercanías del Portillón Superior. Magníficas y legendarias visiones pirenaicas. El grupo me espera. Tomamos algo y descansamos en el Portillón Superior. Admiramos las vistas desde este punto: se abre ante nosotros los picos, crestas y montañas más altas de los Montes Malditos: Aneto, Coronas, Pico de Enmedio, Maldito… y el extenso y agonizante Glaciar del Aneto. Grandioso. Hermoso.
Saltamos de un lado de la cresta de los portillones al otro por la espectacular brecha del Portillón Superior, y ahora caminamos por la única senda en dirección a la orilla del Glaciar del Aneto, con la magnífica visión de los gigantes del Pirineo enfrente nuestro. El día sigue siendo magnífico y brillante, ni una nube, con una visibilidad excepcional.
Cuando yo comienzo a recuperarme de la fuerte subida con mi “pesada” mochila, Francesc comienza a dar señales de agotamiento, cansancio, bajón, y más arriba a Pep, mientras nos acercamos al Glaciar del Aneto. No llegamos a su orilla por la que suben todos aquellos que quieren subir el Aneto (una cantidad de personas importante en el día de hoy); hay incluso quien me pregunta “¿Cuál es el Aneto?”… me parece desconcertante que un montañero vaya a subir una montaña y no sepa reconocerla cuando la tiene ante sus ojos. Es como jugar un partido de fútbol y no reconocer la vestimenta del equipo contrario ¡Nos podemos imaginar la preparación de algunos de estos llamados “montañeros”! Realizamos un giro por entre las enormes rocas de la morrena que baja de La Maladeta (ahora a nuestra derecha) hacía la derecha, para de esta manera acercarnos al Collado Maldito tocando en lo mínimo el hielo del glaciar… pero casi vamos paralelos al camino que sigue hacía el Glaciar del Aneto. Llega un momento que debemos bajar al mismo justo en lo que parece el hueco de una pequeña balsa. Más a la derecha, oeste y a más altura que la entrada al mismo para ir al Aneto.
Estamos cerca del Collado Maldito. Vemos la subida a La Maladeta a nuestra derecha y la magnífica, insólita y espectacular imagen del murallón y recortada cresta del Pico Maldito, Punta d’Astorg, Pico de Enmedio arriba nuestro. Espectacular. Bordeamos la “balsilla” por la derecha y giramos hacía el sur y arriba por un glaciar no muy inclinado, en el que no hace falta ponerse los crampones para cruzarlo. Justo entre La Maladeta a la derecha (precedida por el Pico Abadías lo más al este y cercano a nosotros) y el Pico Maldito (precedido por el vertical y agudo Gendarme Schmidt-Endell) a la izquierda, queda el sorprendente Collado Maldito. Un magnífico y estratégico mirador. Las vistas son soberbias, alucinantes: abajo tenemos el enorme Ibón de Cregüeña, la vertical y lisa pared sur de La Maladeta (realmente del Pico Abadías) y unas vistas hacía el infinito de toda la bella cordillera pirenaica hacía el oeste: Posets, Perdiguero, Bachimala, Vignemale… Espectacular. Justo a nuestra derecha quedaba la famosa Maladeta, más de una vez admirada y observada en nuestro camino de vuelta al Aneto, desde su glaciar o desde la bajada del mismo; con su puntiaguda cima y su recortada cresta cimera, que baja hacía el Collado Maldito y sur, alzándose una antecima más recortada y vertical que la misma Maladeta. Le sigue el Pico Abadías, más alejado de la cima de La Maladeta y más cerca del Collado Maldito. Extraordinario, hermoso. Además el día acompaña con su total visibilidad, con su magnífica luz.
Así pues, después de cruzar un trozo del Glaciar del Aneto (la parte más occidental del mismo), que parecía más pequeña de lo que realmente fue, llegamos a las lisas y colgadas rocas sobre el abismo, al sur del Collado Maldito. Paramos a reponer fuerzas, a tomar algo y descansar. Arriba nuestro a la izquierda se alza el desafiante puntiagudo, vertical e inexpugnable Gendarme Schmidt-Endell “¡¿por ahí tenemos que subir?!” Según la guía y Pep debemos rodear la cresta y pared algo por la izquierda, mirando al glaciar, y una entrada en la roca en forma de pequeño o especie de corredor, canal, nos subiría por pasos de IIº hasta la cima de la cresta. También, por el mismo camino, nos encontramos pasos de IIIº para salvar al Gendarme Schmidt-Endell. Con lo que muy decidimos emprendemos la marcha, después de equiparnos (casco cordinos, cuerda, arnés, cintas, mosquetones, descensores…) por las rocas del Collado Maldito en busca de la pared noroeste del Maldito a la izquierda de la cresta según te diriges a ella. Son cerca de las 12’30 del mediodía. Algo tarde para realizar esta entretenida actividad.
Pero Pep, ante nuestra sorpresa, nos dice que está muy cansado y que irremediablemente se baja a La Renclusa. No recuerda con exactitud por donde subió el al Maldito sin usar la cuerda, pero de seguro que no es el camino que elegimos para escalarlo. Tampoco estamos muy seguros de que sea la reseña que venía en aquel libro de Jordi. Ya solo quedamos nosotros 4 para montar 2 cordadas: Jordi y yo, Angels y Francesc. Mientras observamos como Pep baja el no muy inclinado glaciar, desandando el camino, nosotros 4 nos disponíamos a abrir una vía de subida por la desconocida pared.
Elegimos una parte fácil de subir (IIº) pero con una rara exposición y extraña peligrosidad (arenilla sobre la lisa roca, nieve congelada, helada, impisable…). Jordi decide abrir la vía y nos damos cuenta de que se ha formado un sombrío sentimiento de inseguridad entre el resto de los compañeros: será por las extrañas condiciones de la vía (a pesar de ser fácil), del cansancio, del desconocimiento de la misma (ninguno de nosotros se ha internado en esta pared, salvo Pep que se ha bajado), o porque no es lo mismo una escalada de IIº en una pared, que un paso de IIº en una cresta… El caso es que estuvimos mucho tiempo atascados nada más comenzar la escalada. Yo le pedí a Jordi que equipara la fácil vía, al verme sorprendido por el importante peso de mi mochila, la cual hacía que peligrosamente perdiera mi centro de gravedad con la eventual caída que ello podría conllevar ¡Que susto!
Al final por precaución y miedo decidí no subir, no seguir la escalada. Poco después Angels decidió lo mismo y nos bajamos hacía el Collado Maldito. Jordi, que sí quería subir, seguido por Francesc después de pasar más tiempo en la pared acabaron por desequiparla y bajarse, ya que a Francesc también le comprometía el no saber que hay después de esta primera parte de la escalada. La vía era fácil, pero el recorrido posterior desconocido.
Al cabo de un tiempo tomando el sol y recuperando energías y calor en el Collado Maldito, se reúnen con nosotros Francesc y Jordi. Convenzo a Angels para subir al cercano Maladeta y Pico Abadías, gracias a que ha descansado y recuperado mientras esperábamos a éstos. Pero Francesc está tocado y Jordi quiere echarse una buena siesta en La Renclusa por si mañana vuelve con otros compañeros, por ello bajan desandando el camino, mientras que Angels y yo comenzamos el nuevo desafío de subir por la descarnada pared suroeste del Pico Abadías, a éste y a La Maladeta para, al menos, traernos una cima a casa.
Desde el Collado Maldito Angels ve una especie de corte en diagonal bajo la cima del Pico Abadías. Por ella han intentado bajar un grupo de personas. Desde el Collado Maldito nos hemos dedicado a observar a los montañeros que suben y bajan de La Maladeta. Seguimos hacía la diagonal casi sin bajar a la nieve del glaciar entre las rocas del Collado Maldito. Una vez en la Diagonal observamos las rocas colgantes que pueblan la cima del Pico Abadías. Llegamos a la cresta al otro lado de dicho pico, y giramos a la izquierda hacía la encrespada cima del Pico Abadías (3.279 mts.). No hay hitos ni marcas ni rastros que nos digan por donde caminar.
De aquí bajamos al collado que forma la misma cresta entre La Maladeta y el mismo Pico Abadías. Éste es un collado utilizado para bajar al Ibón de Cregüeña (valle al sur de La Maladeta); aunque el camino y bajada es vertiginoso. Desde aquí las vistas hacía el Pico Maldito y su recortada cresta son impresionantes, magníficas, y más aún adornadas por la blancura del hermoso Glaciar del Aneto bajo sus oscuras, cortadas y verticales paredes. Espectacular.
Desde este último collado reemprendemos la marcha hacía la cima de La Maladeta. No hay nadie ya en la montaña; es algo tarde para andar a estas horas por estos terrenos escabrosos. Y ni Angels ni yo hemos subido nunca La Maladeta, de manera que seguimos intentándonos guiar por los numerosos hitos que van apareciendo: al principio por el lado este mirando al Aneto, pero a los pocos metros vuelca al otro lado, a la otra vertiente, más vertical, escarpada y peligrosa si cabe, mirando al Ibón de Cregüeña y a las altas montañas hacía el este. “¿Por donde es? ¿Es por aquí?” Seguimos como perdidos entre el laberinto caótico de rocas, resaltes, cornisas, terrazas que asolan la descastada vertiente suroeste de La Maladeta. Pasos aéreos, trepadas fáciles pero con el patio, el vacio, bajo nuestros pies. Seguimos los hitos o intentamos seguirlos. Pero a veces no es fácil y debemos seguir nuestra intuición montañera, a la vez que a los mismos hitos.
Ángels creía que había otro camino por la cresta de La Maladeta, mirando al este, más fácil. Yo no vi hitos que siguieran por ahí y por ello cruzamos a la vertiente suroeste de La Maladeta. Estos pasos son entretenidos. No hay ni un respiro. Ángels se queda atascada en un paso. Es fácil pero delicado si das un traspié o se va una piedra, como ya le había pasado. Entonces agarro el cordino y se lo lanzo para que se lo ate a la cintura. Yo desde una terraza algo más alta, me paso la cuerda por el cuerpo para asegurar su progresión en la trepada. Solo son 2 o 3 pasos, y los da sin más problema. Se reúne conmigo y seguimos la trepada, los hitos, hasta que comienzan a ascender en lugar de atravesar la pared en horizontal, hasta que salen a la parte más alta de la antecima sur de La Maladeta. Ya llegamos a la fácil cima de la misma, pero el caos de rocas y bloques no desaparece, es más, sorprende como algunos de estos gigantescos bloques que deben de pesar toneladas, se sostienen casi en el vacio por la presión o peso de otros, y en algunos casos sobrevuelan nuestras cabezas. Espectacular.
El recorrido gira hacía el norte por la cima de la montaña hasta llegar a la picuda cumbre de La Maladeta (3.308 mts.) Es un mirador excepcional, único y soberbio. Las vistas son impresionantes, sorprendentes y el día sigue siendo excepcional, único en visibilidad y luminosidad. Angels y yo llegamos casi a la vez. Fotos de cumbre y enseguida para abajo. Hemos salido del Collado Maldito sobre las 15:00 horas y llegamos a la cima de La Maladeta sobre las 17:00 horas. Es tarde y hay que bajar a La Renclusa. Vistazos hacía el Aneto, el Pico Maldito, Glaciar del Aneto… magníficos; hacía el seguimiento de la cresta de La Maladeta hacía el oeste, hacía los Picos de La Maladeta Occidentales; recortada, agreste, impresionante.
Ahora bajamos por otro lugar. Seguimos la fácil loma, cresta de La Maladeta hacía el oeste, hacía el Collado de La Rimaya. En poco tiempo llegamos hasta un gran hito y una estrecha y vertical canal a la derecha, en la cortada pared de la cresta oeste de La Maladeta, que da hacía el norte, hacía el Glaciar de La Maladeta, que queda abajo extenso y blanco. Comenzamos la bajada por él. Hay rastros de nieve helada, congelada y, de nuevo impisable, en los huecos libres de la vertical senda o recorrido que baja hasta el glaciar. Se vuelve peligroso el terreno ya que es muy vertical y un resbalón podría ser fatal, además hay neverillos congelados abundantes en toda la escarpada bajada. Casi al principio de la bajada decidimos ponernos los crampones ya que el terreno se presentaba mixto (después nos enteramos que los guardas del refugio desaconsejaban pasar por el Collado de La Rimaya por el peligroso estado en el que se encontraba).
La bajada hasta el Collado de La Rimaya se hace penosa, lenta y casi angustiosa. Angels va delante y al cabo de un tiempo ya ha llegado al glaciar. La rimaya está perfecta para cruzarla (las abundantes nieves de este año han hecho que quedasen numerosos neveros y que el puente de la rimaya esté perfecto todo el verano). Hay momentos en la bajada que me crean una tensión por lo peligroso o precariedad de la canal. Llegando al glaciar la nieve de la canal es hielo puro. Paso por encima de la barrera rocosa de la izquierda (según bajo) y encuentro una cuerda fija que ayuda a pasar lo que queda de canal hasta el hielo blanco del glaciar.
Los primeros cramponazos en el glaciar, es sobre una muy helada pendiente muy vertical ¡Echo en falta otro piolet! Mirando hacía la pared y de espaldas al horizonte, me desplazo poco a poco por el glaciar vertical hacía la izquierda, hasta llegar a las huellas que vienen de la canal por la que hemos bajado. La cuerda fija te desvía algo hacía la izquierda según bajas. Angels se enfría en medio del glaciar esperándome mientras intento bajar a él, y decide seguir bajando por todo lo ancho del mismo. Yo le digo que la cogeré más abajo.
Ya estoy en la parte más horizontal del Glaciar de La Maladeta. Dejo atrás el extenso puente de la rimaya, la rimaya del glaciar que se abre más a mi derecha y la canal que nos sube del glaciar hasta el collado en la cresta oeste de La Maladeta. Arriba quedaba el escarpado Pico de La Rimaya, la escarpada, vertical y recortada cresta, y su vertical pared que caía hasta la rimaya del glaciar. Es tarde. Poco a poco va atardeciendo, y los colores de las montañas y el paisaje mientras me recorro el Glaciar de La Maladeta, son impresionantes. Estar inmerso en la soledad de esta grandiosidad es sublime, fantástico, inigualable. Seguimos en dirección norte bajando por en medio del glaciar, por casi el centro del glaciar. Nos desviamos hasta el límite del mismo glaciar donde hay un nevero que casi nos lleva hasta las proximidades del Portillón Superior. Claro está, estamos al otro lado del Portillón Superior, no hace falta cruzarlo. La idea es llegar hasta sus inmediaciones para desandar el camino que hemos seguido esta mañana.
Pillo a Angels cerca del límite del glaciar. Ella sigue mis indicaciones. Después de pisar y recorrernos el extraño hielo del glaciar, seguimos ahora por un nevero fácil, ondulado y medio horizontal, en dirección al Portillón Superior. Acaba la nieve y comienzan las piedras. El caótico y extenso campo de enormes, grandes y pequeñas rocas y piedras. Veo al final el aparato metálico arriba de la cresta de los portillones, la estación meteorológica, pero no llego a ver la enorme brecha del Portillón Superior. Pero es buena señal, vamos por buen camino. Intentamos seguir los hitos teniendo siempre próxima y a la vista a nuestra derecha las paredes y escarpes de la cresta de los portillones, acabada allá abajo por el picudo Pico de La Renclusa. La bajada ahora se va complicando por lo cansado, harto, perdido, penoso, malentretenido… de la bajada. Rocas y rocas, piedras y piedras. Se va haciendo de noche, va atardeciendo, cada vez vemos menos, y unas luces aparecen en el fondo del valle al que nos dirigimos: es el Refugio de La Renclusa.
Angels va por un lado y yo por otro. Pero los dos bajamos al mismo sitio. Ella se adelanta y baja más rápida mientras encuentro agua para llenar mi cantimplora y mi seca garganta y encender mi frontal. Al poco tiempo la oscuridad es total, y la luna llena no sale hasta muy bien entrada la madrugada. Solo las luces de La Renclusa aparecen abajo como punto de referencia a medida que caminamos entre los escarpes, piedras y oscuridad. Si ya es difícil moverse de día por entre estas rocas y escarpes, de noche es casi peligroso. El día acaba como amaneció: extraordinariamente brillante, limpio y soleado, sin una nube. Y el atardecer nos deslumbra por sus colores que poco a poco se van apagando y de su luz que se pierde entre los escarpes de las montañas más altas al oeste, ensombrecidas y coronadas por decenas de colores sobre ellas en un hermoso cielo ¡Extraordinario! Al final y casi milagrosamente, encuentro el viejo camino marcado pero sin hitos que salía por detrás del refugio y se dirigía a los portillones. Me acerco más hacía la parte de atrás del refugio, mientras Angels baja al fondo del valle más adelantada. Al final y en medio de la oscuridad nos encontramos a pocos minutos del refugio para llegar los dos a la puerta del mismo sobre las 21 horas; después de 14 horas de actividad.
Desde las inmediaciones del Portillón Inferior, franqueado más al sur y alejado por el mismo Pico de La Renclusa, ya debemos girar algo en diagonal hacía la izquierda afrontando la caída de las laderas escarpadas hacía el fondo del valle donde se encuentra el refugio. Casi todo el grupo Bufalá nos esperaba preocupados sin saber que había pasado ni cual era el motivo de nuestra tardanza. Pero todo se soluciona con las explicaciones de la dificultosa y lenta bajada por el Collado de La Rimaya, y sobre la entretenida subida a La Maladeta.
Dormimos en el refugio y al otro día solo queda bajar hasta el parking de Plan d’Estan para llegar al coche y pensar en volver a casa. Al final pudimos aprovechar el día con la subida y aventura por La Maladeta, ya que no pudimos conquistar el Pico Maldito… por ahora. Pero el increíble y fantástico día que nos ha hecho había que aprovecharlo subiendo la que en un principio se creía “la montaña más alta” de los Montes Malditos, del Pirineo: “La Maladeta” (de ahí su nombre). Balcón incomparable hacía sus fieros hermanos picudos, observados y admirados en la soledad de una cima, de un pico sublime que, como bien decía Juan Buyse, más vale una jornada para él solo. Fantástico.
P.D.: a los pocos días Pep me envía una foto de hace 10 años de cuando subieron el Pico Maldito, donde me muestra la presunta vía o parte de la pared por la que llegaron a la cresta. Se aprecia la diferencia del límite del nevero o glaciar, entre su foto y la actualidad. La subida la realizaron algo más a la izquierda de donde nosotros intentamos la escalada… una ventana de esperanza para el éxito de una próxima expedición a Los Malditos.