…Otra por Collserola. La tenemos tan cerca de casa y es tan especial… Este fin de semana unos amigos de mi lejana tierra, la Vega Baja (sur de Alicante), Vicente Molina y Nuria, venían a Barcelona y no podía menos que prepararles una excursión por la bella Sierra de Collserola, entre otras actividades. Aprovechando también invité a los amigos de Cúspidis; que ya no sé salir al monte sin ellos.
Iba a ser una marcha fácil, tranquila pero representativa por el hecho, también, de acercarnos al Tibidabo, el cual no estaba prevista su visita en un principio pero que al final prevaleció la decisión de la mayoría y dedicamos un corto tiempo a la misma. Así pues el pasado sábado 18 de febrero, con un frío viento matinero de buena mañana, nos juntábamos unas 15 personas en la salida de metro de Montbau (hacía las residencias hospitalarias) y, los “gironins” que se acercaban en coche, por los aparcamientos de la Carrer de l’Harmonìa, salíamos por dicha calle arriba en busca de Collserola con el primer objetivo de subir al Turó de La Magarola (429 mts.), y su precioso mirador, pasando por la Font de La Meca y su escondido sendero. El mismo comienzo de ruta que se hace en Collserola. El pulmón de Barcelona.
Por algunos lados de la sierra la tierra seca de no haber llovido desde hace mucho tiempo en la cara sureste de la sierra, contrastaba con el susurro del agua cercana a las fuentes que cruzamos, como la de La Meca; pero de todas formas la exhuberancia de la vegetación sigue omnipresente y, a la vez, han limpiado la senda de hierbas que impedían el paso y el pisar la tierra removida. Desde el Turó de La Magarola (429 mts.) la neblina nos impidió admirar las magníficas vistas de Barcelona y las urbes inhiestas. Pero al otro lado La Mola, Montserrat y Sant Cugat son la respuesta a las preguntas sobre que estábamos viendo. De todas formas no miremos mucho y nos dediquemos al almuerzo con más devoción.
Ya desde aquí, la idea era seguir todo el trayecto que aparece en Collserola. Subida al Tibidabo, cuando se sube al Turó de Sant Cebrià desde el último y cercano collado, y por todo la cima de la sierra, hasta el destino final, la estación de ferrocatas de Baixador de Vallvidrera. Pero Eduard nos sugiere que, en lugar de retroceder hasta la subida al nombrado Turó de Sant Cebrià y Turó de Santa Maria, sigamos la pista de la cara oeste por el que discurren las indicaciones el G.R.-92 hasta el mismo Coll de l’Erola y Vista Rica donde volveríamos a coger las indicaciones de Collserola. Subida al Tibidabo. No me importaba salirme del recorrido planeado si con ello, entre otras cosas preferentes, voy a conocer otra parte de Collserola desconocida para mi; pero no me agradaba la idea de ir por una pista que se llenaba de ciclistas con un tráfico casi de hora punta, de domingueros y que la cual daba más vueltas que por la senda cimera.
Ya en Vista Rica seguimos de nuevo la ruta que es la misma que sigue el G.R.-92. De nuevo nos sorprende el bello bosque cercano a la Font de La Salamandra y que es nota predominante desde que hemos cruzado la carretera. Han limpiado también el entorno de la Font de La Salamandra y ya no me parece tan salvaje y viva como la última vez que la pase… seguramente también por lo secos que están siendo estos meses de invierno.
Llegamos al Coll de La Vinassa y pregunto, después de las sugerencias que me hace Kike y Eduard, quien quiere subir al Tibidabo. La respuesta es mayoritaria y comenzamos la subida por la senda a la izquierda, al Tibidabo; siguiendo los pasos, de nuevo de Collserola. Subida al Tibidabo. Fotos de grupo pedidas a un japonés en las escaleras del “Templo expiatorio”, mirador a Barcelona y visita a los baños. La marcha es tranquila, con tiempo para la charla, las risas y visitar y pararnos en cada rincón del recorrido. El día ha resultado bueno, con sol auque con algo de molesta neblina que te impide admirar con dedicación el paisaje; por ello aprovechamos cada minuto en esta espléndida sierra.
Eduard me decía que podíamos acortar la bajada: en lugar de coger el camino de vuelta al Coll de La Vinassa, y seguir, más adelante, las marcas del G.R.-92 en dirección a Baixador de Vallvidrera (como hice en Collserola. Subida al Tibidabo), desde las mismas casas que están algo más abajo del Tibidabo ya sale una senda que baja a la Font del Cannet, y sale desde la misma curva del Camí de Sant Cugat, justo abajo del cruce con el Camí de Cal Totxo. Tampoco quería repetir la vuelta “tonta” que dimos en Collserola. Subida al Tibidabo: pasando el aparcamiento, cogiendo el Camí de Sant Cugat, seguir por el Camí de Cal Totxo… Además que para más tranquilidad, esta nueva senda está señalada en el mapa de Alpina. Así pues, después de pasar por los arcos que nos despiden del Tibidabo, y bajar dos tramos de escaleras, encontramos a la derecha una calle señalizada como “sin salida” y de cuyo nombre no me acuerdo, en la que los pilares metálicos del singular “funicular por raíles” de paseo del parque de atracciones, quedan a su derecha. Nos internamos en dicha calle pensando que íbamos por el camino correcto. Admiramos las construcciones modernistas, de época, de esos edificios de 2º residencia de la Barcelona de principios o mediados del siglo pasado, con toques de “casita de chocolate” de los Hermanos Grima. Preciosas. Algunas servían como residencia para la 3º edad… negocio muy extendido aquí arriba en el Tibidabo.
Llegamos al final del mismo y una construcción original de un edificio amarillo de varias viviendas con escaleras arcadas sobre el vacío… que a mi me pareció encantadora aunque algo tosca comparada con las demás casas, nos impedía el paso. La sendilla o más bien pasillo pasaba por detrás del edificio y lo rodeaba para bajar por otro pasillo con escaleras, al otro lado del mismo, al Camí Cal Totxo, el cual era el correcto para seguir nuestra ruta. Al salir a la calle vimos justo en el arco de salida “camino particular”. Realizamos una fugaz, encantadora y clandestina visita por este pequeño rincón de esta urbanización centenaria. Teniendo la misma sensación que aquel que se mete por callejones y escondites del casco viejo de alguna ciudad antigua y medieval.
Seguimos la calle del Camí de Cal Totxo a la derecha, hasta que justo en la curva, bajamos a la izquierda por el Camí de Sant Cugat pocos metros hasta la siguiente curva. Aquí, a la derecha y entre el estupendo bosque y las cercanías del muro de una de las casas, nos encontramos la senda (que nombraba Eduard anteriormente) que sin perdida nos irá bajando por en medio, de nuevo, de la exuberante y celosa vegetación de Collserola, hasta la Font del Cannet. Otro rincón breve de la viva Collserola, otros árboles, otros matorrales, pero la misma magia y el mismo verdor. Una ventana al bosque salpicado de pocas casitas: esto es Collserola en las inmediaciones de Vallvidrera, Les Planes… convivencia entre el hombre y la naturaleza. Eduard en cabeza nos guía y la senda cruza una riera de fango húmedo sin agua, y al poco se convierte en camino de herradura que, después de una curva casi de 180º, nos deja en la reconocida Font del Cannet.
Desde aquí ya es terreno conocido por mí. Ahora sí seguimos el recorrido de Collserola. Subida al Tibidabo desde la Font del Cannet hasta la misma estación de “ferrocatas” de Baixador de Vallvidrera. Sin pérdida seguimos el G.R.-92 hasta las casas próximas a la estación, sin desviarnos en ninguna otra pista o senda que nos sale al paso. La humeante chimenea de una casita en medio de la foresta contrasta con el enorme mamotreto de la antena de comunicaciones que queda allá arriba… tradición y tecnología. El Centro de Información del parque y el edificio de Vil•la Joana (Quinta Juana pone en su fachada) nos dice que ya hemos terminado la ruta. El reloj de éste último y peculiar edificio nos dice que hemos llegado antes de las 13:00 horas, con lo que el recorrido en sí ha sido mucho más corto de lo previsto, a pesar de la marcha tranquila, las paradas y visitas. Por ello decidimos celebrarlo en un bar cercano, al otro lado de la estación, con unas cervezas y aperitivos hasta que diera la hora de despedirnos y volver.
Y así culminamos otra excursión especial por Collserola; con amigos nuevos de Cúspidis y viejos amigos de mi tierra que vienen de visita. Espectacularidad y amistad, dulce mezcla.