La idea era hacer un recorrido que pasara por algunos lugares emblemáticos del Parque Natural de Sant LLorenç del Munt i l’Obac, reseñados en la guía de Rutes de Patrimoni Arquitectònic de la Xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona: el Castell de Pere y la casona del Marquet de Les Roques… y a la vez intentar subir el Montcau, como pico más alto del lugar.
En un principio, y viendo el mapa de Alpina, pensaba que la mejor ruta posible salía del Coll de La Casilla. Aunque queda lejos, por su ubicación y altura, la veía como la mejor opción para un recorrido circular. Desde Sant LLorenç Savall, que sería la población más próxima y desde donde salen todas las rutas hasta estas construcciones, quedaba demasiado lejos como para también subir el Montcau.
Pero Dani, que se conoce mejor el terreno, me decía que era mejor salir desde el conocido Coll d’Estenalles por su altura y ubicación. Lo único que yo veía es que, en un recorrido circular saliendo de dicho collado, finalizaríamos con una pronunciada subida para llegar de nuevo al punto de partida, desde el Marquet de Les Roques… pero viendo el resto de opciones, elegimos ésta última haciendo caso al aborigen de la comarca.
Así pues el pasado sábado 1 de junio salimos unas 7 personas en busca de las vertiginosas vertientes norte del Montcau: Desde Coll d’Estenalles (con muchos coches aparcados ya de parte mañana) seguimos el borde de la carretera en dirección a Mura, hacía el norte; y en una gran revuelta de la carretera, muy próxima al collado, en que la misma hace un giro de casi más de 180º, cogemos una senda algo oculta que sale desde el exterior de la misma, hacía el norte, en busca de las laderas oeste del Montcau y las inmediaciones de la enorme mole de Els Cortins.
En un principio la senda no está muy marcada, a pesar de que en el mapa de Alpina viene como un recorrido recomendado del parque. Nos damos cuenta, después de cruzar por alguna ladera descarnada y rocosa algo inclinada, que la verdadera senda queda algo más abajo y a nuestra derecha. Cruzamos las arboledas y 5 metros más abajo cogemos la ancha y buena senda hacía la izquierda y norte, que nos llevará sin pérdida a realizar el recorrido previsto.
Es día parece que será muy bueno, soleado y puede que hasta caluroso en las horas centrales del mismo. A la izquierda queda una llamativa roca, parecida a las de Montserrat, es La Falconera, al otro lado de la carretera. Y al fondo las montañas del Pirineo medio invisibles bajo numerosas nubes. La senda sigue entre el bosque de encinas y quercus, sale de él y atraviesa laderas rocosas de conglomerados… cruzamos un barranco con sorprendentemente algo de agua, es el Canal Sec. Las lluvias de esta fría primavera han calado en la vida de estas montañas. Seguimos la senda, entre laderas descarnadas y rocosas y con vegetación, hacía las inmediaciones de Els Cortins, una enorme roca al oeste del Montcau. Las laderas comienzan a ser más inclinadas mientras las atravesamos en diagonal, y descarnadas. Hacen unas especies de terracitas bajo las paredes de Els Cortins. Un poste señalizador nos indican que entramos en una zona donde la senda es delicada, pero no por la peligrosidad, si no por el desgaste de la misma incrustada en la ladera de conglomerado que se deshace con sus piedras romas.
Le vamos dando la vuelta a la mole de Els Cortins por su oeste, noroeste y norte. Al cabo de un momento vemos enfrente otra roca vertical y casi picuda al final de la vertical loma de la mole del Montcau. Junto a ella un colladito que la separa del mismo Montcau: son las Roques de La Coca. Ahora debemos girar y como internándonos de nuevo en el macizo para llegar a otro colladito que une la mole del Montcau con la de Els Cortins, como si volviéramos para adentro de la montaña. Atravesamos un espacio internados en un vallecillo cerrado por las verticales y onduladas paredes del Montcau y Els Cortins que cada vez se van cerrando más. Pasamos por en medio de una gran “balma” o nicho formado en la vertical Els Cortins para llegar a dicho colladito. Impresionante.
Las paredes, rocas y superficies tienen formas originales y peculiares; la roca conglomerada hace que sea de esta manera. A veces parecen bocas y labios cerrados gigantes desprovistos de cara. Fantástico. Llegamos al colladito. Debemos seguir recto pero girando a la izquierda como queriendo salir de la montaña de nuevo, pero esta vez por la rocosa ladera de enfrente (ahora ya bajo la mole del Montcau) y sin perder altura. La senda que llevábamos, que había girando hacía el sur para encontrar este colladito, sigue hacía su sur en busca del camino que sube al Montcau desde el Coll d’Estenalles. Pero nosotros giramos hacía el noreste de nuevo en busca de las vertiginosas paredes norte del Montcau y de las Roques de La Coca.
La senda pasa ahora por un vertiginoso lugar: arriba y debajo de la misma, paredes verticales romas y casi lisas si no fuera por los bultitos de las piedras que forman el conglomerado. Atrás dejamos la mole de Els Cortins, la cual apreciamos mejor desde la distancia mientras nos acercamos al colladito junto a las Roques de La Coca. Ya llegamos al curioso colladito y un nuevo paisaje se nos abre ante nuestras curiosa mirada: vemos toda la loma, cordal de la Carena dels Emprius, por la que tenemos que pasar. Está rodeada por cortadas paredes en sus laderas, cosa que le dan un aspecto casi inexpugnable. A la derecha de la misma, unas rocas en forma de muelas o gigantes dados algo separados del resto de la cima dels Emprius por otro colladito: son las Agulles de Finestrelles. Precioso.
Una parada para deslumbrarnos, filmar y fotografiar junto a las Roques de La Coca. A nuestra derecha y sur se queda la enorme mole del Montcau por su lado norte vertical e inconquistable; con pasillos de abultada vegetación entre pared y pared, y pequeños o grandecillos huecos, nichos, salpicados por dichas paredes. Hermoso. Debemos seguir: cogemos la senda que sigue al otro lado del colladito y sin perder altura, rodeando las paredes de la mole del Montcau. Atrás va quedando las Roques de La Coca, sobre laderas rocosas y sana vegetación. Delante al fondo, la visión de otras llamativas rocas: las Agulles de Finestrelles al final de la Carena dels Emprius.
Algún paso de poner las manos y el culo, siguiendo el entretenido sendero entre las laderas rocosas en ocasiones, inclinadas. El recorrido hace un giro y nos encaminamos hacía el Collet del Llor, en dirección sureste. Al otro lado de un barranco, después de cruzarlo, vemos un hito casi invisible, que nos avisa de un cruce de senderos y el nuevo que baja hacía el nombrado collado. Dicho collado une la mole del Montcau con la Carena dels Emprius. Después de dejar a nuestra espalda un enorme y magnífico nicho o “balma” en la enorme mole y vertical cara noreste del Montcau, bajamos con la referencia del Cavall Bernat de la Vall: una empinada y larguirucha roca que sobresale entre la exuberante vegetación, como una aguja de punta roma, algo más abajo de la senda por la que venimos, y que debemos dejar a nuestra izquierda mientras bajamos por el medio marcado recorrido que nos lleva al Collet de Llor. Antes de internarnos en la frondosa vegetación, tenemos la espectacular visión de las Agulles de Finestrelles. Pasaremos muy cerca de ellas cuando comencemos a cabalgar por el lomo de la Carena dels Emprius.
Entre la exuberancia del bosque, encontramos árboles marcados con pintura roja: ese es el camino. Otra senda viene desde la izquierda y se une a la que llevamos. Al poco tiempo salimos a un claro rocoso entre el bosque. Ya estamos en el Collet de Llor. Derivamos con la senda del G.R.-5 que viene del Marquet de Les Roques y sube al Coll d’Eres. Cogemos el mismo G.R. en dirección este, dando la espalda al Montcau y con la vista sobre las vertientes de las Agulles de Finestrelles, con paredes verticales y escarpadas.
A los pocos pasos caminando por el G.R. Dani nos desvía la dirección para coger una senda que sube y se acerca a la Carena dels Emprius, y sale a la izquierda del G.R. Ésta sube por una ladera rocosa descarnada de vegetación, pero más arriba se interna entre espesa vegetación. Las vistas, mientras subimos hasta el collado que hay entre las Agulles de Finestrelles y el resto de la cima de la Carena dels Emprius, son impresionantes: detrás nuestro la mole del Montcau, que siempre nos observará en cada punto del recorrido. Combinación de laderas peladas, conglomeradas y verticales en ocasiones, con pasillos e islas de vegetación frondosa, verde y sana, nos dá una visión excepcional, bella. A la derecha una magnífica torre natural, casi sacado de Monument Valley pero con hermosa y frondosa vegetación alrededor: es la Roca Mur. No dejaremos de sorprendernos con su visión a lo largo del recorrido en nuestra marcha. Excepcional.
Llegamos al colladito entre hermosos pinos y vegetación. Ya hace algún tiempo que las bocas tienen hambre y aprovechamos la sombra y simpatía del lugar para parar a almorzar. Según hemos subido, a nuestra derecha han quedado las paredes de las Agulles de Finestrelles. No nos dá la tentación de subirlas ya que nos queda mucho recorrido que realizar aún.
Reemprendemos la marcha. Seguimos una escondida senda hacia la izquierda y norte para subirnos entre la vegetación y algunos pasos algo más verticales entre las rocas, a la cima de la Carena dels Emprius. Las vistas son magníficas hacía el Montcau y sus abruptas y bellas vertientes; a nuestra espalda las cercanas Agulles de Finestrelles se presentan como una meseta de cima plana y paredes verticales sin posibilidad de abordarla. Espectacular. Ahora y mientras caminamos por la, también plana, cima de la Carena dels Emprius, encontramos mirando hacia la derecha y este los lugares y zonas del recorrido que pisaremos: al fondo y centro el monolito donde se encuentra el Castell de Pere, más al noreste e izquierda la Roca Sereny y entre ellos y nosotros los valles Pregona, Romeu y Brossa (nombre de sus torrentes), todos castigados y arrasados por el embravecido incendio del año 2.003. Nos presentan ahora un paisaje con la vegetación arbórea casi nula, y un aspecto y terreno algo más árido a causa de la bravura del incendio, que acabó con todo. No obstante un paisaje más, en un bello conjunto montañoso, con su originalidad y particularidad única.
Seguimos caminando por la cima de la Carena dels Emprius hacía el norte. Las nubes siguen tapando el Pirineo y sus tierras cercanas, pero el sol va ganando terreno aquí. Sin darnos cuenta hemos dejado atrás la parte más alta de la plana y suave loma cimera: el Queixal Corcat (837 mts.); y vemos como cae la pared de la roca hacía el este, por la loma este de la Carena dels Emprius. Verdaderamente forma un “queixal”, una muela; entre “montañas de muelas”. Atrás a la derecha y oeste se va alejando la mole del Montcau y sus diferentes perfiles. Bellas montañas con curiosas rocas y formaciones. Seguimos caminando. Campos de hierba alta y vida inherente. Más adelante nos internamos entre alta vegetación en la parte más al norte de la Carena dels Emprius, la senda no tiene pérdida. Antes de que la loma comience a bajar altura debemos fijarnos en alguna senda o recorrido sin marcar exageradamente. Mirando hacia la derecha y este vemos como el cordal sigue por este lado hacía la Roca Sereny, y más allá el Castell de Pere. Pero antes debemos pasar y bajar a Coll Pregona.
La senda baja entre troncos muertos heridos por el fuego y entre nueva y alta vegetación que intenta volver a darle vida a la montaña. Saltamos algún tronco muerto y caído en mitad de la senda rocosa; y después bajamos por una invadida senda hasta que deja de bajar y se allana en lo que se llama Coll Pregona. Dejamos atrás la Carena dels Emprius y nos encaminamos a las inmediaciones de la Roca Sereny.
Una pareja que viene detrás nuestro nos alcanza. Preguntan por una cueva, un lugar, que pensamos la han dejado más atrás, en las inmediaciones de Els Emprius. La vegetación intenta rehacerse, veo curioso y sorprendido bajo un sol implacable, brotes de robles, nuevos nacidos con la intención de reconquistar la vida perdida en la montaña.
Después del Coll Pregona pasamos a l’Era Ventosa, siguiendo la senda sin perder altura y en dirección a la picuda y piramidal Roca Sereny. Un especie de prado, despejado entre la vegetación que intenta rehacerse, algunos pinos que comienzan a crecer y un verde majestuoso que inunda la montaña. Atrás dejamos los arbustos que renacen y los esqueletos de los árboles calcinados hace años. Desde l’Era Ventosa hay un camino que sigue hacía la parte norte de la Roca Sereny que es la que tenía planeado seguir, pero una senda no demasiado marcada, sigue por su soleada cara sur, bajo sus paredes, y me decido por seguir la senda. Enfrente de donde sale la senda que llevábamos, sale otra por en medio de la hierba que sigue ligeramente a la derecha en busca de la loma sur de la misma montaña. En parte seguimos por una senda rocosa que sigue caprichosa entre los arbustos de la picuda Roca Sereny, que por cierto tiene una planta e imagen hermosa y abrupta desde aquí.
Atrás dejamos con mejor visión toda la hermosa Carena dels Emprius, sobresaliendo el Montcau, y más al sur las escarpadas Agulles de Finestrelles y Roca Mur; e incluso al fondo del macizo, la lejana y alta La Mola. Extraordinario. Llegamos ya a la parte más llana de la loma sur de la Roca Sereny, y cuál es nuestra sorpresa que nos encontramos con un yacimiento megalítico: curiosamente el gran fuego del 2.003 calcinó la vegetación e hizo “brotar” las piedras, tumbas megalíticas. ¡Que cosas! Escrudiñamos el lugar pero enseguida nos ponemos en marcha en busca del viejo camino que se dirige al Castell de Pera desde la Roca Sereny. Giramos y cogemos dirección noreste por otra especie de senda, muy desgastada y maltrecha… seguramente un camino de cabras. Buscamos otro camino en un collado entre la Roca Sereny y el alto que llaman Serra del Castell de Pera, y seguimos por dicha senda que llega a desaparecer entre los matorrales y los terrenos pedregosos. A nuestra derecha y abajo veo rastros de lo que fue un camino. Monte a través, esquivando matorrales y escalones terrosos, bajamos por una loma más fácil hasta dicho camino invadido por la hierba y con señales de no haberse usado en mucho tiempo. Al resto del grupo le cuesta algo más bajar y atravesar el salvaje monte… no están hechos tan cabras como yo.
Seguimos el caminillo deshecho hacía el norte e izquierda en busca del colladito. En poco tiempo llegamos al camino hecho y derecho, y a un poste señalizador para dirigirse al Castell de Pere. La Roca Sereny la hemos dejado a nuestra izquierda y casi espalda, la hemos rodeado por su sur para llegar a la loma que nos llevará al Castell de Pere. Abajo y sur admiramos el verde y descarnado valle del Torrent del Romeu, con el fondo de la Carena dels Emprius, Montcau, Agulles de Finestrelles, Roca Mur y La Mola. Magnífico. Un enorme caserón: Agramunt.
En lugar de seguir el camino, me arriesgo a atajar por la loma cimera hacía el este. Una senda maltrecha que vuelve a desaparecer entre pinos, matorrales y escarpadas laderas terrosas. Hace que el caminar se relentice y sea torpe; pero enseguida a la izquierda aparece un marcado y amplio sendero, el original que seguiremos hacía el Castell de Pere. Dicho castillo lo encontramos en la cima de un promontorio rocoso, al final de una loma. El recorrido sigue en dirección sureste por toda la loma cimera, con el objetivo marcado en ese punto elevado y medio puntiagudo. Subimos sin saberlo, la Serra del Castell de Pera y bajamos al Coll de La Costa, girando y subiendo a la vez hacía el sur. La senda no tiene pérdida y está muy bien marcada. Nos encontramos con otro poste señalizador, de nuevo “Castell de Pera”. Las vistas, a pesar de lo descarnado de la montaña por las señales inequívocas de aquel pavoroso incendio, son verdes y bonitas, llegan a recordarme las montañas mediterráneas semiáridas de Alicante, desprovistas de vegetación arbórea. De hecho, nos encontramos con gran cantidad de Jara y Romero, planta típica mediterránea de lugares soleados, cálidos y áridos. De nuevo las vistas, a medida que vamos girando y buscando el Castell de Pera: aparte de las montañas antes nombradas y que ahora van cambiado su perfil a medida que caminamos; los valles y sus casonas que los habitan: Agramunt, El Romeu. Predilectos lugares donde “plantar” una masía donde vivir. Extraordinario.
Por fin llegamos a lo alto de la loma y a las ruinas del Castell de Pera. Un corredor de montaña que nos había adelantado por la senda, se había subido a lo alto del promontorio. Es por eso que cuando llego y después de admirar las pocas ruinas y el cartel informador de cómo era el castillo, trepo por la corta pared, donde buenas presas te ayudan fácilmente por el vertical roquedo, hasta llegar a lo más alto del lugar (736 mts.).
Hago subir al resto de los compañeros para hacernos la foto de grupo y de cima. “La fortalesa data del S. X i es pot distingir l’antiga forma, així com el mur de ponent amb dues filades d’espitlleres” nos dice el libro de Rutes del Patrimoni Arquitectònic, Xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona. “El Castell constituïa el bastió mes septentrional del Comtat de Barcelona…” El promontorio rocoso hace de magnífico mirador. Las vistas hacía el macizo Emprius-Montcau-La Mola es excepcional. Y el día acompaña mucho con el calorcillo y el solecillo, con solamente pocas nubes altas que no llegan a ensombrecer la marcha.
Pero debemos bajar para seguir la excursión. Tenemos que bajar al Coll del Castell o Coll d’Agramunt, que queda al este del Castell de Pere. Una senda entre la pared del monolito que hace de cumbre y el cartel-mapa del castillo, baja, bordeando la mole, hacía dicho collado. Según bajas de la enorme roca, te la encuentras a la derecha, y ésta te lleva hasta el cruce con un camino en el mismo collado. Estamos en la parte más alejada, en línea recta, del lugar donde hemos dejado el coche, en el Coll d’Estenalles, en la parte más al este del recorrido. Un cartel con varias direcciones; muy bien indicado. Hay varios caminos: podemos seguir la pista hacía el oeste internándonos en el valle del Torrent del Romeu, o girar enseguida por otro camino menos marcado que sigue hacía el suroeste y desembocar en la misma pista del Torrent de Pregona, o (que es la que finalmente seguimos) seguir una senda hacia el sur y por la parte más alta de la loma de la Carena de La Muntada, después de descubrir un poste indicador que ponía: “La Muntada SL-C 56”. Atrás dejábamos la magnífica visión de la enorme roca que corona el Castell de Pere, que tiene la apariencia de un casco de gladiador romano.
Seguimos en dirección totalmente sur por la parte más alta de la Carena de La Muntada. La vegetación de matorral leñoso de un clima mediterráneo semiárido es abundante, típica después de un incendio. Al poco tiempo comenzamos a observar a nuestra derecha y bajo las moles, bosques y pendientes del Montcau, una extraña y rojiza construcción: es el Marquet de Les Roques. Excepcional vista bajo las cuadradas Agulles de Finestrelles y las formas romas de las paredes del Montcau. Esta parte del recorrido me hace recordar algunas de las montañas de mi tierra Alicante: laderas regidas por el implacable calor del sol, semidesnudas, con la única sombra para aquellos que se arrastran a ras de suelo, y con un terreno en ocasiones árido, de polvo y piedras sueltas… ¡Que recuerdos!
Un último vistazo a la magnífica imagen del Marquet de Les Roques con ese vívido color arcilla, y ese tetris de tejados cada mirando para una agua… bajo abruptas y bellas construcciones y pilares de la naturaleza que son las montañas que lo rodea… Impresionante… Y enseguida la senda deja la loma cimera de la Carena de La Muntada (que entre otras cosas, llegaba ya a su fin) y baja girando un poco hacía la izquierda en busca de una construcción cerca del camino que recorre el fondo del valle, al que ahora bajamos: la Vall d’Horta. Es La Muntada.
Un bello roble nos saluda justo cuando la senda topa con la casa. Álex se resbala y cae al doblar el hermoso roble: se le ha salido el hombro de su sitio, pero enseguida se lo coloca de nuevo. ¡Vaya susto! Ahora bajamos a un lugar al cual se puede llegar en coche desde Sant Llorenç Savall que queda muy cerca… lo digo por si alguno no pudiera seguir, como escape… Entre hermosos quercus en la salida de la masía de La Muntada, doblamos y giramos hacía la derecha, el oeste-noroeste, en busca del fondo del valle, en busca de las señalizaciones del G.R.-5, que de nuevo cogeremos, y que nos llevaran hasta el Marquet de Les Roques.
Ahora el camino que seguimos y que nos lleva en dirección, de nuevo, a la montaña, para en un puente sobre una riera sobrada de agua: el Torrent de la Font del Llor, que a partir de aquí y aguas abajo ya llaman de La Vall d’Horta. Hacía la derecha la pista se encamina hacia el interior de los valles de Can Brossa, El Romeu y Agramunt. Valles que hemos rodeado desde las alturas de nuestro recorrido. Junto al mismo puente por fin las agraciadas y aclaratorias señales y postes señalizadores del G.R.-5. Sin pérdida alguna seguimos las señales del G.R. hacía el Marquet de Les Roques (dirección Coll d’Estenalles), hacía la montaña, entre rincones muy hermosos de viva vegetación junto al amplio y lleno de bonitos rincones, el Torrent de La Font del Llor, entre prados y árboles de rivera…Precioso. Antes hemos saltado la desembocadura del Torrent de Pregona, que también lleva agua clara y corredora.
De entre la vegetación aparece la original construcción del Marquet de Les Roques. A medida que nos acercamos a ella la vamos admirando y fotografiando, con todos sus perfiles y bellezas. El camino pasa justo por debajo de la misma, y cruza al otro lado donde tiene la puerta de entrada al patio. Es bonita y original. Es como un bello intento de casa de hadas que salen en los imaginativos y fantásticos cuentos: tejados a varias aguas, ladrillo rojo oscuro arcilloso a cara vista, balcones con planta redonda, palomar o mirador alto y esbelto… “espectacular casa neoromàntica, obra de l’arquitecte Juli Batllevell (deixeble de Domènech i Montaner i ajudant de Gaudí en diversos edificis)… aixecat a partir de 1.895 sobre les bases d’una masía del segle XIII… avui es patrimoni de la Diputació de Barcelona, es punt d’informació del parc…” nos dice el libro de Rutes del Patrimoni Arquitectònic, Xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona.
La puerta-verja está cerrada, y nos paramos bajo la sombra de las encinas a la vera del camino para comer. Hace tiempo que mis compañeros ya me preguntaban dónde íbamos a comer. ¡Que buena siesta después de la comida nos hubiéramos echado! Pero después de risas e hinchar la pancha, debemos seguir que aún queda la parte menos cómoda del recorrido: subir al Coll d’Eres y al Montcau.
Seguimos las señalizaciones del G.R.-5 hacía el oeste, suroeste, en dirección a la montaña y al valle boscoso bajo las vertientes del Montcau. Atrás dejamos la casona del Marquet de Les Roques y sus mágicas formas. Delante el macizo del Montcau y todo su desnivel que salvar hasta el Coll d’Eres. El camino gira cruzando el Torrent de la Font del Llor hacía la izquierda por un puente, cuando a la derecha y junto a una caseta, sube una ancha senda y las señales del G.R. nos indicaban que siguiéramos por ahí. La vegetación es exuberante y frondosa en la subida por la ancha senda, magnífico. Y poco a poco la marcha va dejando las planicies del fondo del valle para comenzar a subir poco a poco por la marcada senda. El lugar comienza a ser hermoso por la sana vegetación. Seguramente el pavoroso incendio de hace 10 años no llegó a pasar más allá del Marquet de Les Roques.
Poco más arriba nos encontramos con el cruce de sendas que nos lleva a la fuente que dá nombre al torrente que baja por el Marquet de Les Roques hacía Sant LLorenç Savall. A la izquierda y cruzando el arroyo con dulce y ruidosa agua, unas escalerillas de piedra bajo un túnel de frondosa vegetación, nos lleva hasta la pequeña explanada y chorrito de agua de la Font del Llor. Los alrededores del lugar son sumamente frondosos y selváticos y el sonido de la caída del agua le hacía ser un sitio idílico para la contemplación. Recargamos agua. Volvemos a la senda marcada con el G.R. y seguimos el camino de subida al Coll d’Eres, pero antes pasaríamos por el Collet del Llor, por el que ya habíamos pasado esta mañana.
La senda está muy marcada y fácil de seguir, pero en continua subida. Pasa por lugares frondosos de vegetación, bellos, y cuando la misma se despeja, nos ofrece unas vistas espectaculares de todo este circo de bosque, paredes y escarpes: arriba se observa la forma del Coll d’Eres al final de un frondoso valle selvático de exuberante vegetación, eso sí, vertical; detrás nuestro o mirando hacia el sureste, por el valle abierto, la Roca Mur nos ofrece otra espectacular imagen, ese pináculo casi sacado del famoso parque Monument Valley de Arizona, como ya he nombrado antes, pero en lugar de desierto y paredes lisas y verticales, paredes romas conglomeradas y bosques frondosos en sus laderas… hermoso. Pero las laderas del Montcau no se quedan cortas: hermosas paredes abruptas y conglomeradas, con pasillos de bosques, como ya pudimos recorrer al comienzo de la excursión.
Por fin, después de coger altura notable por la marcada senda, llegamos a la abierta semiplanicie del Collet del Llor. De nuevo se quedan a nuestra espalda las escarpadas y cuadradas paredes y formas de las Agulles de Finestrelles, seguida de la Carena dels Emprius. Delante, más vertientes espectaculares del Montcau y el marcado valle de frondoso bosque que desde la Font del Llor sube directo al Coll d’Eres. Realmente mi idea era subir directamente al Coll d’Eres justamente por una senda que salía a la izquierda en la Font de Llor y subía por este valle hasta el mismo Coll d’Eres, dejando de lado el Collet de Llor. Subiendo directamente por lo que llaman la Canal del Llor. Pero por la pesadez del camino que aún quedaba, decidí seguir por el G.R. ya que, aunque la subida es más larga, era menos empinada y más cómoda, menos vertical.
Seguimos la marcada senda del G.R. y desde el Collet del Llor giramos hacía esa parte más baja del macizo hacía el suroeste-sur, en busca de la Canal del Llor y el Coll d’Eres. Si hubiéramos cogido aquella senda que salía desde la Font del Llor, nos hubiéramos ahorrado esta vuelta. Ahora la senda es más suave, menos inclinada, pero aún debemos salvar un visible desnivel. Nos metemos por lugares cada vez más frondosos y de ejemplares más antiguos, más viejos, más asombrosos en un bosque de encinas, sureres y robles. De nuevo, una mirada atrás, allí dejamos las Agulles de Finestrelles, roca sobre roca, paredes y formas como de mandíbula gigante mellada. También, mirando hacía el fondo del valle, queda allá abajo la magnífica casa rojizarcillosa entre los verdes de la naturaleza que la rodea, la casona del Marquet de Les Roques.
Poco antes de llegar al Coll d’Eres, la senda nos lleva por un espectacular lugar de frondosos bosques y magníficos ejemplares. Hago fotos a cada ejemplar como si fuera la estrella y modelo de mis escenarios, mientras voy esperando a Anna que se retrasa algo, y vamos llegando al famoso Coll d’Eres… mágicos lugares. Después de rodear un magnífico ejemplar de roble, la senda nos deja en la transitada planicie del Coll d’Eres, con sus espectaculares robles rodeando y habitando el lugar.
El grupo se ha parado a esperarnos. Anna y yo vamos algo más retrasados, es algo paliza para Anna esta subida final de actividad después de estar toda la mañana y mediodía con sol y calor, de marcha. Descansamos y hablamos. ¿Qué toca ahora? Pues subir a otra de las “estrellas” y objetivos de la marcha: el Montcau. El punto más alto de los alrededores y recorridos en la excursión. Aconsejo a Anna, que sigue cansada, que en lugar de subir al Montcau que siga la pista, que después se asfalta, hasta directamente el Coll d’Estenalles que es donde tenemos el coche y comenzó esta curiosa marcha. Esta pista sigue justo al otro lado y enfrente desde donde hemos salido al Coll d’Eres, y bordea con numerosas curvas que sortean las laderas de la mole del Montcau por su vertiente sur. Aquí ya nos encontramos a gente: excursionistas, turistas, caminantes… que desde el camino de La Mola, pasan por el Coll d’Eres en dirección al Coll d’Estenalles. Ya nos sentimos un poco más abrigados o agobiados por el “tumulto” o la civilización.
Mientras Anna coge el camino fácil, llano y sin pérdida hacía el Coll d’Estenalles, nosotros emprendemos la subida final hacía la cónica y conglomerada cima del Montcau. Salimos hacía el norte y derecha, desde el punto que salimos al Coll d’Eres, para coger la subida normal al Montcau. Pero no hay pérdida, los postes señalizadores no nos engañan. Al principio son unas fáciles escaleras de piedra construidas para facilitar a los turistas más que a los montañeros, la subida a la montaña. Después cogemos la loma cimera y caminando hacia el norte por unas laderas despejadas, pedregosas y terrosas. Pocos matorrales nos encontramos entre los suelos rocosos de conglomerados. El paisaje se amplía mientras vamos cogiendo altura y las vistas son impresionantes: detrás nuestro, al otro lado del genial y formidable bosque, está La Mola, y desde la lejanía, el minúsculo monasterio en su cima; mirando hacia el oeste e izquierda las hermosas vertientes del Coll d’Estenalles, La Mata con sus verdores de diferentes tonos, y la Sierra de l’Obac, y detrás de ellos, Montserrat con su sorprendente y muy reconocible perfil.
En la subida al Montcau observamos que han cercado con cuerdas la senda o camino que sube a su cima para proteger el terreno externo al mismo, no debemos salirnos de entre los cordeles, ya que el terreno conglomerado pedregoso es delicado y frágil al paso de cientos de curiosos. El Montcau es una montaña cónica con forma de pagoda casi perfecta. En ocasiones vertical, muy rocosa y excepcional. Después de una subida algo más vertical y rocosa en la que más de uno debe apoyar las manos, llegamos a la curiosa cima del Montcau (1.056 mts.). Detrás nuestro quedaba el magnífico manto de diferentes tonalidades verdosas muy vivas, enorme y magnífico, hasta un punto alejado al otro lado del mismo con una pequeña construcción en su cima: La Mola.
Ya estamos todos en la cima. Fotos a las vistas. Fotos de grupo… la marcha está siendo muy completa, el día perfecto y las vistas extraordinarias. Entre Montserrat al oeste y el Montseny al este, las vistas son magníficas. Una extraña silla con avispas o abejas alrededor, es objeto de nuestra curiosidad. Un especial asiento de madera y vigilancia con un pequeño techo y todo, “¡No te acerques! hay abejas”.
Debemos bajar. Anna casi que ya habrá llegado al plácido y concurrido Coll d’Estenalles. Esta vez no desandaremos el camino: bajaremos la ladera cimera y rocosa casi vertical y pedregosa hasta la base de la misma. Aquí en lugar de seguir la loma por la que habíamos subido desde el Coll d’Eres, en dirección sur, giraremos hacía el oeste y seguidamente suroeste, por la loma de arriba del Racó de la Cova del Bisbe. Loma que une directamente la cima del Montcau con el Coll d’Estenalles. Mientras bajamos volvemos la vista hacia la derecha y norte y nos volvemos a sorprender con la mole de Els Cortins, y detrás La Falconera más abajo… primeras montañas admiradas esta mañana al comienzo de la ruta. Al acercarnos al Coll d’Estella, lugar donde se une nuestro camino con el que viene del Coll d’Eres, miramos hacia atrás y nos sorprendemos con la magnífica y perfecta forma de pagoda del Montcau; con su punta casi esbelta pero roma… como uno de esos sombreros orientales de amplia ala. Hermoso.
Finalmente por el asfaltado camino que viene del Coll d’Eres llegamos hasta el puesto y casa de información del parque en el Coll d’Estenalles, donde tenemos los coches aparcados. Son las 6 de la tarde; hemos estado unas 9 horas con paradas y todo. Pero la marcha ha sido sensacional, muy completa y magnífica: historia, arquitectura, montaña y agua, de todo en un recorrido peculiar y asombroso. Una ruta excepcional. Conglomerados, robles, paredes, nichos y muelas… todo un conjunto extraño de palabras que dan a la actividad y lugares un aspecto mágico, extraordinario y hermoso.