Me fascinaba la idea de hacer una actividad que saliera desde una playa hasta la cima de una montaña; me recordaba la actividad que hice con la Asociación Pasico a Pasico de Orihuela por los murcianos acantilados del Monte Cenizas y Bahía de Portman. Ya iba siendo hora de que volviéramos a las montañas del sur, al otro lado de la urbe de Barcelona, y dejáramos, por unos días, los húmedos y boscosos montes del norte.
Con lo que idee una interesante ruta por el pelado Macizo de El Garraf. A la vez quise aprovechar, como antaño (y que volveré a hacerlo para otras rutas) la ideal red de transporte público de la provincia de Barcelona; con lo que las condiciones y características se quedaron en las siguientes: El Garraf, población, tiene estación de tren (zona 2), mar y paso de rutas señalizadas del macizo (G.R.-92); Castelldefels tiene estación de tren (zona 1) y está en las faldas del macizo; La Morella, punto culminante, más alto, del macizo y que queda justo en la encrucijada de las rutas entre El Garraf y Castelldefels. Pues ya está. Sencillo.
El recorrido se quedó de la siguiente manera: salir de la estación de tren de El Garraf hacía su playa, de la playa coger el G.R.-92 de espaldas al mar hacía La Pleta, Pla de Querol, Campgràs hasta La Morella; la bajada a Campgràs, Puig de l’Olla, Pleta del Cervol, Turó del Fetjò, Cal Ganxo, Castelldefels… unas cuatro y media a cinco horas sin contar las paradas.
Unas trece personas nos encontramos en El Garraf el sábado 26 de noviembre para realizar la actividad. Gracias a la convocatoria de dicho evento publicado en Cúspidis. Después de las presentaciones de los que no nos conocíamos y los saludos con aquellos que repetíamos salida, y de esperar a aquellos que no vinieron, cruzábamos la vía del tren por un túnel desde la estación, en la parte contraría a las casas, para bajar unas escaleras y pasadizos hasta la playa de El Garraf.
Una pequeña y cuca playa flanqueada por esas casitas de madera salvadas de la Ley de Costas por su carácter histórico y cultural, símbolo de aquellos tiempos remotos de veraneo y bañadores de calzas largas. Una pareja de novios, recién casados, se hacían fotos entre las paredes blanqui-verdes de éstas. Encantadoras.
Cruzada la playa y al otro lado de un hotel que está en la misma orilla del mar (supongo que la misma Ley de Costa no perdonará a esta construcción por su ubicación), una rampa de cemento nos lleva hasta otro túnel que vuelve a cruzar la vía del tren. Hay dos. Pasaremos por el de la derecha, el más viejo e interesante. ¡Una llamada! Es Radka que llega tarde a la estación de tren. La recojo a ella y a su novio y proseguimos la ruta con algo de retraso. Pasamos por debajo de la carretera del Garraf, allá arriba queda el viaducto de la autopista, y seguimos hacía la derecha en busca de unos chalets que, como bien decía Eduard, están medio abandonados, fruto del incontrolado y especulativo boom inmobiliario. Pasamos por debajo de éstos buscando, hacía la derecha, un camino que se interna en la loma de la montaña junto a un garrofero. Guiados también por Eduard, que se ha recorrido este macizo muchas veces y por muchos rincones… Ya estamos en la ruta del G.R.-92. ¡No hay pérdida!
A nuestra espalda dejamos la pequeña bahía que forma El Garraf con su playa, puerto y un gran peñasco a modo de “Pá de sucre” que sobresale detrás de las casas, la Penya del Boc. Ahora enfilamos la ladera por un zigzagueante, pero no mareante, sendero, y enseguida comenzamos a coger altura. Atrás queda un mar plácido, tranquilo, quieto, como un espejo del sol, nos ofrece un espectáculo maravilloso, muy fotogénico. El paisaje se va ampliando, agrandando, y Eduard nos enseña los rincones del macizo entre cantera y cantera. En la parte más alta de la loma que hemos cogido, aparece la primera cantera, antes hemos visto otras en lomas cercanas, próximas. La senda se convierte en pista, camino que rodea la cantera de la empresa Áridos Calizos, en la cual, trabajan las máquinas extrayendo esa materia prima para negociarla: tierra y carne de El Garraf. En este recorrido nos daremos cuenta de que este macizo está siendo muy castigado por dichas empresas cantereras. Se podría decir que es “un nido de canteras”.
Pasados los empinados suelos del camino que rodea esta cantera, llegamos a una explanada, una pinada y una perrera. Muy cerca de un mirador, que Eduard nos invita a visitar, con bellas vistas a la sinuosa y suave costa de Castelldefels y del Baix Llobregat. Montaña arriba, descubrimos en el horizonte del paisaje una “pelota” sobre un soporte metálico y decenas de antenas a su alrededor: es la base militar con su radar… al otro lado está La Morella.
En medio de la planicie y, sin dejar nunca las marcas del G.R., llegamos a La Pleta, una casa antigua rehabilitada que ahora es Centro de Información y de Visitantes del Parque Natural del Garraf. Al acercarnos vemos una especie de cono, torrecilla, chimenea: unos dicen que es un pozo, aljibe, otros una chimenea de un horno. Al final nos vamos sin descubrir el secreto de su extraña y puntiaguda forma. En La Pleta vamos al baño, descansamos un poco y tomamos el “1º desayuno”… hoy haremos como los Hobbits, tomar varios desayunos; que en mi tierra son almuerzos.
Ahora el G.R. sigue por la carretera que cruza la parte sur del macizo. Ésta es la parte más fea del recorrido, tener que seguir el asfalto. Después de las empinadas curvas de la carretera llegamos al Pla de Querol. Aquí hay un cruce. Dejamos la carretera para seguir a la derecha otra, menos transitada, en dirección a La Morella. Al poco tiempo una senda sale de la carreterilla a la derecha y se pierde en la planicie de las simas y “avencs” (en catalán). Hay marcas de recorrido lila pero el G.R. nos lo marca con una cruz y a la vez con una contradictoria flecha de buena dirección. Decidimos internarnos por esta senda para descubrir las decenas de “avencs” que hay en la planicie de Campgràs. Verdaderamente, como decía Eduard, la senda se nos pierde en ocasiones entre matorrales y rocas, pero es fácil de seguir, paralela a la carreterilla. Pasamos junto al Avenc de La Silvia, de l’Asensio y otros agujeros y cuevas verticales y hacía abajo de profundidad, a veces, desconocida, indicadores formidables de la fuerte erosión cárstica que tiene todo el macizo.
Me recuerda a mis montañas alicantinas: roca, mucho matorral, contado bosque… El Garraf puede ser la montaña de Barcelona que más se parezca a las del sur del Levante. También, trágicamente, castigada por innumerables incendios a lo largo de su historia reciente, que ha mermado considerablemente su supuesto bosque ancestral. A la vez terreno rocoso y erosionado que convierten al macizo en un laberinto de vallecillos cortados entre las planicies que dificulta la progresión por él si te pierdes y te sales de las rutas y sendas señalizadas, marcadas.
Volvemos a salir a la carreterilla justamente en un cruce con un camino, pero ésta prosigue en dirección a la zona militar vallada y restringida. Con lo que cogemos el otro camino a la derecha, esta vez sin asfaltar en dirección a La Morella. A nuestra izquierda y arriba queda la base militar y las antenas: la bola o pelota gigante me recuerda a las que hay en la cumbre de Aitana (Alicante), pero ésta es más pequeñita. En poco tiempo nos topamos con la puerta verjada del famoso “abocador del Garraf”: un inmenso basurero que hoy día está cerrado y que están intentando restaurar para integrar su dolida imagen en la del Parque Natural. Aquí nos encontramos con otro cruce: a la derecha bajamos a Cal Ganxo, Castelldefels y a la izquierda entonamos hacía La Morella. Seguimos hacía la izquierda para subir a la culminación más alta de El Garraf, pero después tendremos que volver al cruce para dirigirnos a Castelldefels.
Y por fin en pocos metros llegamos a la cruz ferrada y al pilón, eje geodésico en la cumbre de La Morella, a 596 mts. Por suerte, después de un mes y unos días muy lluviosos, hoy hace un día radiante de sol y casi de calor. Espectaculares las vistas. Mi segunda visita a La Morella en mi segunda visita a El Garraf: la primera fui solo, ahora acompañado de una decena de amigos… poco a poco voy dejando mi huella en este mundo montañero en Cataluña. Hacemos el 2º desayuno, hablamos, hacemos innumerables fotos… Paco, con su súper cámara, saca primeros planos de cada uno; le robaré algunas para el Relato y el Álbum. Nos hacen la foto de grupo bajo la reconocida cruz metálica, entre las sombras y la luz, y la bella y atractiva vista hacía la gran urbe de Barcelona. Hay buena vista: se ven las torres del Puerto Olímpico, Montjuïc, la Sagrada Familia… Raquel me pide que le indique que montañas estamos viendo desde la cumbre, girando 360º, después de que le contase cual era mi especialidad: la geografía, “geografía espacial” le digo. Collserola, Montseny, Serralada de Marina, La Mola, Montcau, la nieve en la Sierra del Cadí, Montserrat… ya me voy conociendo estas montañas.
Después de disfrutar de la cumbre, toca bajar. La retirada la hacemos desandando el camino hasta el cruce en la misma puerta del Abocador del Garraf. Como vimos en la subida, ahora doblamos, rodeando la verja, la valla, de sur a este, noreste, en dirección a Castelldefels a Cal Ganxo. Seguimos, pues, bordeando la valla del basurero, el cual está cerrado e intentan recuperar el terreno: dos excavadoras trabajan en la restauración del mismo, tapando, enterrando con tierra y grandes piedras, la basura… pero les queda trabajo por hacer y tiempo que pasar, ya que la olor sigue existiendo, nota inequívoca de lo que hay bajo esos montones de tierra y piedras nuevas.
En l’Heura, un promontorio que a penas se hace ver, notar, volvemos a doblar dejando la valla del basurero y siguiendo por la loma cimera pelada de árboles del macizo, hacía el sureste, hacía el Puig de l’Olla. La senda está muy bien pisada, contrariamente a lo que pensaba y se encontró Eduard hace poco tiempo, y bien marcada. Ya no es el G.R., pero es la subida a La Morella desde Castelldefels, desde Cal Ganxo, y los postes señalizadores así te lo indican.
Dejando a la derecha la redondeada y amplia cumbre del Puig de l’Olla, Eduard nos explica la planicie hundida del Pla de Les Basses, donde la dolina formada hace que se filtre el agua de lluvia o se estanque en sus suaves balsas, charcas.
Atrás vamos dejando las suaves lomas cimeras de La Morella y donde están las antenas; con la imagen de ese radar con forma de pelota de futbito gigante.
Dejamos las laderas que bajan a la Vall de Joan, a la izquierda, para acercarnos a las cúspides limítrofes entre la montaña y la llanura del Baix Llobregat, donde se encuentra Castelldefels, sin dejar la loma que baja del Puig de l’Olla. Siguiendo el pisado y marcado sendero, vemos como se va abriendo el paisaje hacía el mar, la playa y la planicie del Baix Llobregat; a la vez nos acercamos a la Pleta del Cervol y al Turó del Fetjò, montes diferenciados en la loma limítrofe.
El día es excelente. Incluso el sol pega demasiado para la época en la que estamos. No se ve ni una nube. Y entre charlas y caminar, ahora siempre hacía bajo, incesante, llegamos a la Pleta del Cervol, 311 mts. Paramos para descansar, ver el paisaje y hacernos la foto de cumbre, aunque solo sea un sencillo monte, desde su cima comienza a vislumbrarse completa, sin los obstáculos de los perfiles que el propio macizo nos impedía ver hasta ahora, la planicie y las ciudades del Baix Llobregat. Descubrimos otra cantera a la izquierda, mirando hacía el centro del macizo, de Uniland Cementera. Los estragos, destrozos y daño que hacen estas canteras le dan una forma miserable, hiriente y macabra, con esos escalones gigantes que se profundizan en la rojiza roca como si de yagas se tratara producidas por un látigo gigante, a estos lugares del Garraf… deprimente.
Después de esas risas y fotos seguimos por la parte más alta del cordal que nos llevará a Castelldefels. Bajamos de la Pleta del Cervol y comenzamos la suave subida al Peu de Santa Maria y Turó del Fetjò. En este colladito Eduard, que asume la responsabilidad de guiarnos por sus conocimientos del lugar, duda en bajar por aquí a Castelldefels o subir al Turó del Fetjò. Antes de alcanzarle y decirle que hay que salir al otro lado de dicho turó, pero subiéndolo, decide encaminarse ladera arriba.
Sin parar en la cima del Turó del Fetjò, 278 mts., bajamos al Coll de Santa Maria. Mirando hacía el norte del macizo reconozco los lugares que visite en mi primera internada en El Garraf: el Castell d’Eramprunyà y el Puig de Les Agulles… casi un año hace que estuve entre sus muros y sus riscos. Interesante recorrido. Ahora, vamos bajando al collado con la perfecta visión, sin niebla, a la derecha de las casas de Castelldefels hasta la misma orilla de su playa. Precioso. El pobre Ulig, pareja de Radka, debe de pararse y sentarse. Tiene las piernas hechas polvo, los músculos muy cargados. La poca costumbre de andar por las montañas, de hacer un ejercicio como éste, le produce dolor en las piernas. Al final puede descansar sentado en una piedra en la parada que hacemos en el mismo Coll de Santa Maria.
Desde el mismo Coll de Santa María cogemos la senda que se dirige a Cal Ganxo, hacía la derecha, oeste, suroeste, hacía Castelldefels, que ya queda muy cerca y vemos sus primeras casas muy cercanas. Vamos bajando poco a poco a la vez que bordeamos la ladera, con restos de las cenizas de un antiguo incendio, del Puig del Gall. Derivamos en una pista que nos llevaría, recto, hasta Cal Ganxo, pero Eduard nos sugiere bajar, casi desde el mismo cruce con la pista, a la derecha, por una senda que se convierte en unas amplias escaleras. Ésta, nos dice Eduard, nos dejan en las calles que nos llevarán directamente a la estación de tren. Seguimos a Eduard, y después de un simpático “puentecillo de madera”, llegamos al Carrer de l’Om, ya en la entrada de Castelldefels. No pasamos junto al castillo de Castelldefels, el cual me hubiera gustado acercarme, que quedaba a la izquierda, pero, por las calles de l’Om, del Xiprer, y pasando junto al Parc de La Muntanyeta, llegamos a la estación de tren.
Con la visión perdida entre las calles del gracioso Castillo de Castelldefels, y con las charlas, risas y comentarios en un bar junto a la estación del grupo, terminamos esta interesante actividad y ruta. Ya conocemos otro trocito del Garraf, de este macizo pelado y erosionado con esa roca caliza tan apreciada por las devoradoras canteras que la inundan, la maltratan e intentan, en vano, afearla.