Me atraía la idea de volver al Matagalls, al Montseny y sobre todo a sus magníficos hayedos. Y cuando Kike organizó una nueva excusión Cuspidiana, no pudimos menos que resistirnos ante tan buena oportunidad. La idea era salir de Coll Bordoriol, en la carretera Santa Fé-Viladrau, más cerca de ésta última localidad, y acercarnos a la boscosa y exuberante cara norte del Matagalls por todo su imponente hayedo, hasta su cumbre.
Entonces Kike me pidió consejo y opinión sobre si enlazar dicha ruta con la visita a Sant Segimon y Sant Miquel dels Barretons. Lugares que ya había visitado y que plasmo en El Montseny. Matagalls y Sant Segimon. La ida o bajada desde el Matagalls hasta dichos lugares estaba claro… pero, como volver luego a Coll Bordoriol iba a ser todo un reto. Dos posibles caminos veía: uno bajaba hasta la ermita o iglesia de la Mare de Déu de l’Erola, para volver a subir en dirección a Font Rupitosa; el otro, una senda encajada entre las verticales pendientes de Rocs Cremats, y las norte del Turó del Mig y Turó Gros del Pujol, nos enseñaba la otra parte salvaje, escondida, esforzada y temeraria, que en muchos lugares de este macizo del Montseny falta… pero eso no lo supimos hasta que no nos adentramos en ella.
Hay un buen parking para dejar los coches en Coll Bordoriol y tirarse por la montaña todo el día. Así pues salimos del mismo lugar el pasado sábado 19 de mayo, siguiendo las señas de postes verdes y blancos, siguiendo el fácil camino hacía sur-suroeste, casi paralelo a la carretera y en dirección al boscoso macizo. Salimos casi lloviendo y con espesa niebla, una niebla que nos acompañaría en casi toda la subida hasta Coll Pregón. Ya que Coll Pregón era nuestro objetivo, antecesor del Matagalls. Seguimos por la pista y dejamos atrás un cruce en lo que llaman el Coll de Joan (muy próximo a Coll Bordoriol), donde una imagen religiosa y una cadena nos salen al paso en nuestra marcha. A la derecha queda un camino que lleva a Font de Llops, que será por donde volvamos. Mientras seguimos recto, a la izquierda y hacía arriba.
Seguimos toda la pista, todo el camino por los Colls de Sabènia, mientras subía y cogía altura poco a poco. Somos alrededor de 25 Cuspidianos y en la subida por este camino nos desmembramos al imponer una marcha muy forzosa Alex y yo, al ir en cabeza y sin darnos cuenta mientras charrábamos. Justo al meternos en las frondosidades del hayedo, me paro a esperar al resto del grupo y a Anna que se ha quedado atrás. Y justo entonces descubro la maravilla del hayedo en la cara norte del Matagalls. Me maravillo con sus formas, características, peculiaridades… es una selva, es una hermosura de bosque. Me recuerda a la increíble Selva de Iraty en Navarra. Tan verde, tan bien conservada, ese bosque intacto, primigenio, lleno de fábulas, misterios, historia, vida y sapiencia. Es soberbio. Pero más nos quedamos impresionados cuando la niebla comenzó a abrazar, a oscurecer con un negror especial, sucio y escalofriante, el, ya de por sí, oscuro corazón del hayedo. Impresionante. Lugares únicos con momentos y condiciones únicas. Al sol le costaba abrirse paso entre la tenebrosa niebla y las cerradas ramas de las viejas y frondosas hayas; solo más arriba, en las proximidades de Coll Pregón, se hizo un hueco como si se rompiera el cristal opaco de una ventana en pequeños y diferentes trocitos, más numerosos cuanto más altura cogíamos y menos niebla había. Y un verde extraterrestre, como radiactivo y fluorescente de las hojas vivas inunda el hayedo y la propia oscuridad de la niebla es invadida por este extraño, intenso y hermoso color. Es fantástico. Y en el suelo un colchón de marrones hojas secas hacen las delicias de nuestros almohadillados pasos y se nos presenta la pregunta de “¿Cómo es posible que queden aún tantas hojas secas caídas del otoño?” Es un bosque excepcional, un frondoso hayedo de insólitos rincones y antiguas historias. Una maravilla de la naturaleza… Por ello es el “bosque animado”, porque tiene ánima, Alma.
Llegamos a una curva donde se ven varios caminos: el que seguíamos, uno que baja señalizado hacía Font de Llops, y otros que suben mientras se suaviza la pendiente hacía una especie de claro, de collada entre la selva de hayedos. Kike dice de seguir el camino, pero al final, viendo mapas, brújulas y GPS (toda tecnología es poca), decidimos seguir por el camino que sube hacía el claro. Curiosamente, en 5 minutos, llegamos al Coll Pregón.
Coll Pregón está en un claro entre los hayedos. Con prados de verde hierba y un memorial en el cruce de caminos. Por aquí pasa el G.R.-5, y aquí es donde paramos a almorzar, que ya los estómagos nos rugían. Algunas vacas y curiosos deambulan por el lugar. Es un rincón encantador que invita a tumbarte bajo el sol en la fresca hierba… que por cierto, ya dejamos las nieblas y las oscuridades más abajo en el corazón del hayedo, y aquí arriba nos alumbraba el sol con algunas trazas nebulosas.
Desde aquí ya coincidimos con más gente que aprovecha el G.R. que viene de Sant Marçal para subir al Matagalls. Giramos, ahora hacía el oeste, indicado por los cartelillos y postes, en dirección a otra masa boscosa de hayas y hacía arriba. Pronto dejamos el bosque para seguir por la loma cimera descubierta de arboleda hasta el mismo pico. Mientras las nubes saltaban de un lado a otro e invadían las faldas boscosas del Montseny, mostrando unas imágenes y paisajes espectaculares.
Ya estamos a 1.697 mts. de altura junto a la cruz del Matagalls y, ahora, mirando hacía el norte, aquellas nieblas y oscuras nubosidades que nos atemorizaban y sorprendían en mitad de la selva, forman ahora un espectacular y sinuoso blanco y algodonoso mar de nubes. Precioso. No paramos de hacer fotos, mientras todos los compañeros van llegando. Yo hacía mucho que no veía un mar de nubes como éste, y siempre me viene a la memoria aquel primero que ví la primera vez que subí a la Sierra del Carche. Fantástico. Foto de grupo y fotos al mar de nubes. Miramos al horizonte como ensimismados y cautivados por la belleza del momento, de la misma naturaleza.
Pero debemos seguir la marcha. Kike decide bajar a visitar el curioso conjunto medieval de Sant Segimon y San Miquel dels Barretons, lugar que ya visité la vez anterior que subí al Matagalls. Por ello la descripción de la ruta hasta el lugar también está descrita en El Montseny. Matagalls y Sant Segimon. Animados y risueños charlábamos y celebrábamos el día mientras bajábamos en dirección al Pla de Les Saleres Velles, Collet de La Font y Pla dels Ginebres, y hacía los límites de las nubes y de los verdes hayedos. Entre nubes que vienen y nubes que van llegamos hasta el Coll Saprunera, donde intento averiguar, descubrir el descuidado camino que deberemos seguir desde aquí, para volver y enlazar con Coll Bordoriol. Y justo al llegar a la parte más baja del collado veo el camino que baja a la izquierda hacía la pista Sant Segimon-Collformic y las trazas de la senda que sigue rodeando el Turó de Saprunera, pero no llego a ver el escondido y esperado camino hacía la derecha, hacía el fondo del valle del Torrent de l’Oratori; en lugar de ello, unas fuertes vertientes boscosas y salvajes asolan la cara este de Coll Saprunera… pero el mapa no debe de engañarnos.
Seguimos recto hacía el noroeste en dirección de Sant Miquel dels Barretons y su Turó de Sant Miquel que ya no quedan muy lejos, después de subir al Turó de Saprunera (1.407 mts.) y dejar atrás el collado del mismo nombre; aunque después de la visita a Sant Miquel dels Barretons debamos volver a él. Enseguida, una senda a la derecha nos baja hasta la descuidada construcción. Más abajo, Sant Segimon, nos muestra ese antiguo convento o construcción medieval religiosa, aún con sus techos desprovistos de tejados, en una reconstrucción y rehabilitación eterna. Pero admiramos su férreo lugar, idóneo para refugiarse de la frenética vida cotidiana, y estar más acerca de la naturaleza… o de Dios como quería estos monjes. Algo más abajo y alejado vemos, entre claros de la estupenda masa boscosa, el templo de la Mare de Déu de l’Erola; vértice propuesto en una de las rutas de vuelta a Coll Bordoriol. Como siempre el lugar encantador; y más aún con estas nubes que cubren o se desvanecen a su antojo alrededor de la pequeña ermita. Dentro, la caca de ganado ovino nos convida a no estar mucho tiempo en su interior: refugio de animales en una casa sin puertas. Pero en la pared contraría al hueco de la puerta, persiste un crucifijo, muestra del carácter religioso de la construcción. Algunos participantes no se atreven a bajar por la angosta senda que baja al encaramado y olvidado templo. Y se contentan con ver los lugares desde la distancia, desde ese balcón privilegiado. No es camino peligroso, pero sus vistas hacía abajo pueden impresionar al menos acostumbrado. Decidimos de no bajar a Sant Segimon, y después de una corta visita al lugar, nido de águilas, volvemos desandando nuestros pasos hasta el colladito anterior al Turó de Sant Miquel.
Volvemos a Coll Saprunera. Lidero la marcha para poder explorar y descubrir el camino a seguir… y efectivamente lo descubro: un camino medio deshecho pero reconocible por su horizontal suelo, que sale desde las verticales terrazas de la escarpada parte noreste de Coll Saprunera. Viniendo de Sant Miquel dels Barretons queda a la izquierda, casi invisible, algo más arriba del collado y entre dichas paredes. Pero bajando del Matagalls quedaría justo a la derecha, poco antes de llegar al punto más bajo del collado, y casi invisible a la vista si no te asomas por las paredillas. Confío y aseguro que es el camino a seguir, al comprobar en el mapa su posición que coincide, y al ver que contiene un muro hecho por el hombre en la parte del barranco, que lo sostiene.
Seguimos el camino, lugar muy poco transitado, alejado de las rutas normales del Matagalls y Montseny, pero que seguramente, en otros tiempos, era una vía de comunicación entre Sant Segimon, Collformic, Viladrau y las viejas y casi desaparecidas construcciones de los pozos de nieve situadas en el Amorriador del Pou y en las proximidades de la Font del Matagalls. Seguimos en dirección al lecho del Torrent de l’Oratori, que primero caía vertical y vertiginoso, y a medida que andábamos y cruzábamos fantásticos hayedos (como siempre en el Montseny) y hermosos y poco pisados lugares, se suavizaba y nos permitía cruzarlo fácil y plácidamente. Babosas inundaban las orillas del ruidoso torrente de aguas cristalinas. Síntoma inequívoco de buena salud de las aguas y el lugar, pero desagradable si piensas beber de ahí. Nadie cogió agua.
Desde aquí salía una desdibujada senda ayudada por sendos y numerosos hitos que nos llevaba hasta el Coll d’Ordials. Entre pendientes pedregosas y estupendos trozos de hayedos, la casi desaparecida senda se abría paso entre la espesura del matorral en unas ocasiones y los resbaladizos canchales en otras, con inequívocas señales de que no era muy andada. De hecho ya dejamos de ver gente en cuanto más nos alejábamos del Matagalls, y desde Coll Saprunera ni si quiera huellas recientes del hombre. Los compañeros se sentían un poco más incómodos ya que el recorrido era más escabroso… ¡¡Por fin nos alejábamos de las rutas por las que todos siguen!! pero aún así, el lugar era inquietante, bello. Mirando hacía atrás veíamos toda la loma desde Pla dels Ginebres hasta Sant Segimon y los lugares recorridos… incluso el escondido y perdido camino que sale de Coll Saprunera.
Después de un dulce y apacible hayedo, llegamos a la verde explanada de Coll d’Ordials, donde los adelantados esperaban a los que nos habíamos retrasado. De aquí ya era más fácil e inequívoco el recorrido, pero comenzaba una vertiginosa y empinada bajada. Justo a la derecha de por donde llegamos, sale la senda de bajada. En un principio se interna en otro, como no, bello y lleno de hojarasca, hayedo. Después, circundando perfiles rocosos de casi verticales paredes bajamos más desnivel aún y salimos del bosque para ya poder contemplar Viladrau en nuestro frente e izquierda, y las cascadas de una riera que desemboca en el Torrente de l’Erola, que esquivan las terrazas y paredes de la montaña. Por canchales de piedra suelta surca la senda bien marcada que también salta dicha riera; y ya de bajada, otra bajada vertiginosa, se vuelve a internar en el fabuloso hayedo. Antes nos hemos deleitado con la imagen de una montaña más abrupta, alpina y enérgica, recorridos que me recordaban algunos de Picos de Europa; pero que no era del gusto esforzado de todos los participantes, acostumbrados, quizás, a terrenos más horizontales y fáciles.
Una indecisión. Hemos bajado mucha altura ya, y en una parte del hayedo la senda se divide en dos: unos hitos y marcado recorrido sigue la bajada haciendo zig zags, y el otro sigue por la derecha como rodeando la loma sin bajar demasiada altura. Miramos mapas, GPS… de todo, de nuevo, y es cuando llega Kike que se decide seguir, con muy buen acierto, la senda de la derecha que no baja en exceso. Pronto desembocamos, volviendo a bajar otro poco, en un comienzo de un camino que sigue hacía nuestra derecha, bordeando también la loma boscosa de la ladera norte del Matagalls, y en dirección sur-sureste. Estamos en lo que llaman Rossoles del Pujol. Y descubrimos que no está muy bien definido este cambio de dirección y senda en el mapa de Alpina ni en el resto de la información del lugar. El camino se hace cómodo y cada vez más ancho, con una leve elevación y como siempre cruzando fantásticos hayedos, llegamos a Font Rupitosa. Anna ya comenzaba a quejarse por que comenzamos a subir de nuevo en el recorrido, pero a partir de Font Rupitosa, el camino comenzaría a bajar y a coger más envergadura.
Font Rupitosa es un bonito apartado del genial hayedo norte del Matagalls, del Montseny, donde un buen chorro de agua y un simpático cartel esculpido en una lápida donde un emocionante y sabio mensaje que nos enseña la sapiencia de la gente que habita la montaña, protagonizan las admiraciones de los compañeros. Una corta parada y llenamos las cantimploras. Ya se han acabado las sendas escabrosas y llegan los caminos cómodos y tranquilos… pero seguimos sin encontrarnos con nadie. El lugar es espectacular: con sendas hayas guardándolo como gendarmes en el Pirineo; y el agua es rica de verdad… agua de Viladrau, agua del Montseny.
Ahora siguen las risas, las animadas charlas como en el comienzo del recorrido, por que ya vamos por el camino acertado hacía el termino de la actividad, aunque nunca nos llegamos a equivocar ni a perder. De nuevo, fabuloso el hayedo, verde lleno de vida y fantásticos, asombrosos árboles, hayas; y entre ellas, de tanto en tanto, abetos, pinos alpinos, que se refugian pero no se camuflan y contrastan entre el verde claro agradable y fosforito de la hoja del haya, con el oscuro y recio verde de las agujas afiladas del enorme árbol, de los enormes y salpicados abetos. Hermoso. Al igual que en la subida a Coll Pregón, me vuelvo a dar cuenta, con esas señales de bosques sanos y exultantes de vida, del notable o más bien sobresaliente valor incalculable que alberga. Bello. No me canso de admirar cada rama u hoja del soberbio hayedo.
Desde la oscuridad y resplandeciente verdor extraterrestre del hayedo, salimos para cruzar otro riachuelo de agua calmada y chismosa: el Torrent de Coll Pregón. Entre la hojarasca que nunca desaparece, perenne en estos bosques, de las hojas secas caídas de las hayas, se apacigua y frena el agua clara y fresca del riachuelo, que baja del mismo lugar que lleva su nombre. Ya nos estábamos acercando a los primeros pasos del inicio del recorrido, o al menos ya estábamos casi en la misma parte del inmenso hayedo que cruzamos para subir a Coll Pregón; pero más hacía abajo y hacía el oeste. Ahora, cuando la fronda del hayedo nos dejaba, observábamos que habíamos dejado Viladrau a nuestra espalda, detrás, y allá abajo.
Llegamos a otra famosa fuente en este “recorrido de las fuentes…”. Desde Font Rupitosa hemos comenzado a bajar poco a poco por el camino, hasta aquí: Font de Llops. Curiosamente, justo unos metros más arriba, en esta ladera boscosa, transcurre el camino que nos llevó a Coll Pregón. Otro cuco caño con un chorro de agua clara y abundante, en medio de una paredilla de oscuras piedras, y un recordatorio al nacimiento de un poema a, como no, otra famosa montaña: el Canigó. No recargamos las cantimploras, ya que éstas están llenas de Font Rupitosa, con lo que nos contentamos con hacer fotos al encantador rincón.
Salimos de Font de Llops sin perder el camino, siguiéndolo recto, horizontal, cambiando su dirección a noreste, pero sin coger ni bajar altura que se considere. En poco tiempo llegamos a Coll de Joan; justamente por el camino que, en el mismo lugar, dejamos a la derecha y no tenía cadena. Al comienzo del mismo camino, del que nosotros ahora salíamos, un cartel nos anunciaba la dirección de Font de Llops, ya indicado al principio del relato. Por lo tanto ahora desandábamos el comienzo de la marcha para, en muy poco tiempo, llegar a Coll Bordoriol.
Ha sido una ruta fantástica y enriquecedora. Nos hemos recorrido verdaderos baluartes de gran valor ecológico del Montseny, y le hemos dado su toque de historia, cultura al visitar Sant Miquel dels Barretons y Sant Segimon, y su toque de emoción al cruzar por perdidas sendas en verticales pendientes. Una de las mejores rutas que se pueden hacer en el Montseny: con hayedos y bosques impresionantes, vistas e imágenes alucinantes y experiencias y vivencias inolvidables… cerca de Coll Bordoriol y antes de llegar a él, otro cartelito nos indicaba la ubicación de otra fuente; y es que te dan ganas de visitarlas todas y disfrutar de todos sus rincones. En el mismo Coll Bordoriol, al otro lado de la carretera y parking para coches, un mirador te muestra la grandeza y esplendor del Montseny. Me subo al lugar para inmortalizar con mi cámara las bellas imágenes y perfiles de Les Agudes a la izquierda y del mismo macizo del Matagalls (del cual bajábamos) a la derecha, ambos cubiertos por esas nubes que los hacen invisibles, espectaculares y saludables con su agua. Feliz recorrido.