Parece un título muy poético para el relato de una aventura, de un libro o de una película. Pero la realidad es que pude comprobar in situ y después a medida que observaba en los distintos días siguientes los mapas de radar de precipitación en los espacios del tiempo, como en un lugar del sur del Ripollés y al norte de Osona se formaban, se cernían y crecían las tormentas para desplazarse hacía otras partes del territorio, sobre todo hacía el sur, sureste y este. Este lugar es la Sierra de Santa Magdalena. Un lugar mágico de extensos y frondosos bosques, de laderas suaves pero con altura, con un nombre místico y curioso.
Pasamos unos días en el épico y fascinante Castell de Llaés. Después de que Anna contactara con las personas que llevan la explotación turística del mismo en la pasada actividad por la Sierra dels Bufadors en el restaurante de la Serra de Llaés, decidimos pasar unos días en el mismo encantador, solitario e histórico lugar en el pasado mes de junio.
Con lo que uno de los días decido realizar una bonita ruta en solitario por en medio de estos emblemáticos lugares, y el martes 17 de junio salgo de las puertas del Castell de Llaés en busca de las ruinas de otro castillo cercano, el de Milany, en la sierra del mismo nombre (dentro del sistema montañoso de la Sierra de Santa Magdalena). La historia nos dice que el Castell de Llaes, en origen fue una torre de vigilancia que formaba parte del entramado de torres y fortificaciones dependientes del Castell de Milany. Por ello el recorrido de comunicación entre ambos. Aunque luego el Castell de Llaés se amplió y se le fueron dando usos, el Castell de Milany, el castillo principal, quedó en desuso hasta llegar a las pocas ruinas que nos quedan ahora. Este castillo y punto culminante, cima, ya lo había visitado en la actividad con su respectivo relato con su mismo nombre: Castell de Milany.
Salgo del Castell de Llaés despidiéndome de Anna que se queda “guardando el fuerte”, y el único camino que llega al castillo parte de la construcción que llaman el Hostal de Llaés. Junto a esta casa o masía de labor habitada hay un cruce de caminos y un poste indicador de recorridos. Marcados con los colores amarillos como son típicos de muchos recorridos en Girona, tengo que seguir la dirección que pone Vidrá, Vallfogona de Ripollés… acordándome que al Castell de Milany llegué por otro recorrido, un G.R. que venía de Vidrá, y si voy en dirección a Vidrá desde aquí y viendo la dirección del recorrido, es muy probable que pasara por la cima del Castell de Milany.
El recorrido que escojo sale en dirección hacía el noreste, y es el camino con aspecto de ser el menos transitado de todos. Éste pasa por las laderas de la montaña sobre una altura algo mayor que el camino más transitado que también sale hacía el norte desde el cruce del Hostal de Llaés. Se siguen unas marcas amarillas por un camino que se convierte en senda al poco tiempo, por la ladera oeste de la Sierra de Milany en busca del norte, noreste. Esta es la parte más al oeste y comienzo de la misma sierra.
Esta ancha senda sin pérdida culmina en otro camino subiendo a éste. Y a partir de aquí seguimos dicho camino hacía la izquierda siguiendo la misma dirección de norte, noreste. En esta parte aún no abundan las frondosas, pinos, Quercus y algún roble aparecen entre los verdes ejemplares. Mirando hacía la izquierda ladera abajo, descubro, según la parte del camino en la que esté, diferentes vistas y perfiles del Castell de Llaés. Allá arriba de una boscosa ladera, privilegiada ubicación, hermosos paisajes culminados por la antigua construcción, con el campanario de la Iglesia de Sant Bertomeu de Llaés inhiesto al castillo, dentro de la misma construcción. Espectacular. A veces da la sensación de estar inmerso en otro tiempo, en el medievo, en Camelot lo menos…
El camino no es muy transitable. Al menos no para medios de transportes de más de 2 ruedas. El recorrido cambia de camino y se interna por una senda, siempre siguiendo las marcas amarillas, que sube en zigzag por una calurosa ladera donde abunda el matorral y el polvo. Acto seguido esta senda deriva en otro camino; dicho camino lo tenemos que seguir hacía la izquierda y siempre en dirección norte, noreste. Pero hace curvas según las diferentes laderas y formas de la montaña, pero en general estamos buscando la parte o cara norte de la misma sierra a la que queremos subir y por la que andamos.
Poco después, sin dejar de seguir el camino con las marcas amarillas, éste casi que se convierte en senda. Esta senda ya comienza a internarse en el frondoso hayedo, acompañados de robustos y sanos pinos, a la vez que ya voy tocando la parte norte y frondosa de la sierra, la Sierra de Milany. Entonces el paisaje comienza a sorprenderme, a maravillarme, los bosques y verdor comienzan a abundar, a ser exuberantes, magníficos, hermosos, espectaculares… como todo el hayedo, bosque y rincones que hay y recorreré en mi ruta por la parte norte de esta magnífica sierra.
De repente, la senda, los caminos que iban subiendo poco a poco en la ladera oeste de la sierra, acaban en una especie de collado. Este collado con apariencia de terreno allanado, tiene una marca amarilla como una escuadra muy visible en el tronco de un pino. Detrás de él sigue la senda como si bajara un poco, y hacía la derecha sigue otra senda que comienza a subir por la empinada y a veces algo escarpada ladera muy boscosa y cerrada. Sigo hacía donde me indica la marca, hacía la derecha y arriba, y más adelante, por en medio de este magnífico bosque, encuentro otras marcas amarillas que me dice que voy en buena dirección y por el buen camino. Da la sensación de que hago un importante giro, de seguir hacía el norte cambio hacía el este.
Sigo solo en toda la montaña, en todo el enorme y místico bosque. Eso no me asusta ya que el día es brillante, soleado y luminoso (de momento), aunque según las previsiones por la tarde podría cambiar el tiempo. Llevo el cortaviento y estoy preparado para la lluvia. La verdad es que ir solo en estos recorridos me deja tiempo para llevar mi ritmo, mi marcha, para pararme a hacer fotos, para encantarme con los lugares, bosques y sonidos o para correr senda abajo o camino arriba… lo único es que el tiempo parece que tiene prisa cuando realmente va muy lento. Sensaciones especiales. Vivencias únicas.
Esta senda, después de superar algunos pasos fáciles de casi trepada por rocas que aparecen en medio del bosque medio cerrado, acaba en otro camino. Un camino más ancho pero no transitado a excepción de los caminantes o cabalgantes de dos ruedas. Lo sigo hacía la izquierda, siguiendo las marcas amarillas siempre, y de nuevo parece que giro de este a noreste u norte. Pero este camino hará las delicias de mi cámara, de mis sentidos, pero sobre todo de mi vista: estoy en medio de un excepcional hayedo, a pesar de lo ancho del camino los ejemplares invaden el cielo del mismo con sus altas ramas y sus abundantes hojas verdes fosforitas; el suelo del camino se llena de hojarasca del mismo hayedo, hojas marrones muertas que todavía quedan del invierno, otoño pasado y abonan el bosque… increíble. Las sombras comienzan a cubrir el camino, el caminar, la frondosidad del mismo es espectacular, hermosa y exuberante. Fotos al bosque, a sus rincones, una “selfy” para inmortalizar mi cuerpo en el día de hoy en el lugar donde estoy… pero todas estas fotos, imágenes, texto y comentarios no llega a capturar, a explicar la maravilla que allí había y hay. Disfrutar con estos lugares, comulgar con la Naturaleza y la Vida, sentir emociones… solo hay que mirar cada árbol, cada hoja y cada escondido rincón para participar de su magia. Da la impresión que algún animalillo pasará por en medio del bosque y del camino haciendo su vida sin percatarse de mi presencia; tal es el sosiego, tranquilidad y calma que se respira en este mágico y encantador lugar.
Después de las fotos sigo el camino que comienza a subir con cierta inclinación. Llega un punto en que parece que desaparecen las trazas de camino y se convierte en una amplia senda con alta hierba en sus bordes. Y arriba del mismo se aprecia otro poste indicador con carteles que señalan las diferentes rutas a seguir. Me alegro por que de esta manera entiendo que voy por el buen camino, ya que en medio del hayedo en el camino, no he visto muchas marcas. Y en una especie de claro en el camino, me topo con el poste mirando a los diferentes lugares a los que me pueden llevar sus direcciones y señales. Está claro: debo seguir las mismas direcciones hacía Vidrá, Vallfogona del Ripollés, Santa María de Besora… Entonces aquí giro hacía la derecha y cojo una senda que en dirección sur cogerá altura para ir subiendo a lomos de la sierra.
La senda también pasa por lugares hermosos del magnífico hayedo que habita por estas laderas. Además es una senda más estrecha y más integrada con el lugar, con la Naturaleza y el bosque. Encuentro que a partir de aquí las marcas tiene los dos colores típicos: amarillo y blanco, y son mucho más recientes, llamativas, numerosas. No hay pérdida. El lugar, la senda y el recorrido son espectaculares.
Pero de repente la senda llega a su parte más alta y final. Aparece un gran espacio de verdor sin arboleda ni bosques, prados casi de altura en medio del bosque. Y antes una vieja y sencilla construcción, una especie de casa de planta rectangular sin más: es el templo de La Mare de Dèu de la Cau. Ya estoy encima del lomo cimero de la sierra, ahora solo hay que seguirlo hacía el este en dirección a la cima más alta: el Castell de Milany. Ya he subido a los 1.322 mts., después de salir de prácticamente los 1.000 metros del Castell de Llaés. Llevo más de la mitad en altura. Me acerco y rodeo la construcción hacía el lado contrario al que he aparecido, mirando a todo el hermoso prado. Y de repente una extraordinaria ave, un águila parece, reemprende el vuelo saliendo del tejado de la misma casa. Mimetizada con el color del mismo, parece que descansaba, hasta que he aparecido yo, y al verme comienza a mover sus enormes alas para salir “por patas” del lugar. Parece que he importunado su descanso, su contemplación en medio de un lugar exclusivo para la observación. Ha sido espectacular y asombroso ser testigo tan cercano, a pocos metros, del batir de alas, del ver la huida de la majestuosa y gran ave. Me quedo parado, asombrado y casi paralizado por el encuentro. Es un ave grande y casi atemorizante, pero fabulosa y majestuosa. La veo alejarse boquiabierto. No sube mucho en el cielo, parece que sigue volando rasa a las copas de los árboles en busca de otro idílico lugar donde posarse. Increíble… ¡¿no estaba esperando ver algún animalillo en este magnífico lugar?! Después giro la vista y descubro una cruz hacía el oeste bajando el mismo cordal cimero de la sierra. Una cruz de hierro pequeña sobre un gran pedestal.
El lugar es idílico, magnífico entre la construcción, la ermita que no parece templo o iglesia, el prado de verde y viva hierba fresca y el sol del día tan magnífico que hace. La imagen es sacada de alguna parte del subconsciente, de algún sueño, donde la tranquilidad y la calma invitan a quedarse, descansar, echarse y estirarse en la saludable hierba mirando hacía el cielo azul… pero debo seguir; a la hora de comer debo de estar de nuevo en el Castell de Llaés. Solo hay que seguir las marcas amarillas y blancas, dejamos los caminos y nos internamos en frondosas y marcadas sendas, para subir por la loma cimera de la sierra, hacía el este y arriba por la columna vertebral de la misma, hasta las ruinas de su punto más alto: el Castell de Milany.
La marcha es espectacular y fácil. Subo poco a poco siguiendo una senda y las marcas que me llevan sin pérdida por la cima de la sierra cogiendo altura. Rincones maravillosos, ejemplares espectaculares, enormes y grandiosos, vistas increíbles y un caminar tranquilo no apresurado ni esforzado… pero el cielo poco a poco va cambiando. Mirando hacía el sur en un determinado momento de la senda, en un claro de la montaña, del bosque y maleza que me deja ver el espacio y paisaje, descubro el impresionante valle de las Baumes de Teixidor, del Torrent del Burbau y de la Riera de Milany. Parece una selva inexpugnable, increíble, fabulosa, no da lugar a espacios abiertos, casi que da temor el pensar en perderse en ella; todas las laderas y cercanos o lejanos rincones están pobladas por estos frondosos bosques, hayedos, robledales… Impresionante.
La senda cruza una parte de la montaña en la que la loma cimera se hace estrecha y la guardan como efigies sendos ejemplares monumentales que dan una sombra intensa sobre el lugar. Parece una especie de fácil “Puente de Mahoma” vigilado por gigantescas hayas. Hermoso. Más adelante la senda sale del impresionante hayedo cimero y cruza zonas de verdes prados casi llanos en la parte sur, desde los cuales ya puedo admirar el paisaje. Descubro mirando hacía el oeste, siguiendo con la vista la loma cimera de la sierra, las montañas del Prepirineo al sur del Cadí: Sierra d’Ensijà, por ejemplo, y el fabuloso Pedraforca, que desde aquí presenta, aunque lejano, su perfil más agreste y espectacular. Dejando de mirar atrás y siguiendo hacía adelante entre prados y bosquecillos, paso por una parte de la misma donde las vacas pastan plácidamente, y ya al fondo descubro una extraña forma arriba de un peñasco: son las ruinas del Castell de Milany. Ya estoy muy cerca. Mientras las nubes ya son más amenazadoras, abundantes, oscuras, en muy poco tiempo se ha estado formando una nube de tormenta justo arriba mio, arriba del Castell de Milany, arriba de la Sierra de Santa Magdalena… y es aquí donde se forman las tormentas, donde nacen, donde se gestan… Lo curioso es que el cielo de alrededor de nuestra zona, está casi despejado con un azul intenso.
Más cerca del Castell de Milany que voy teniendo de referencia y casi bajo él, veo un poste indicador de recorridos en medio de un prado. Parece que queda un poco alejado del recorrido que llevo pero giro unos pasos a la derecha para acercarme a él: vengo de Llaés, si sigo recto llevo dirección a Vidrá (Castell de Milany) y si giro hacía el sur, derecha bajo a Santa María de Besora. La idea entonces será volver a este punto para bajar hacía el sur, siguiendo el recorrido marcado hacía Santa María de Besora. Bajar al caserío de Milany justo abajo y coger el mismo recorrido o camino que me lleve de vuelta a la pista que sube al Castell de Llaés girando a la derecha y en dirección oeste. Espero que sea fácil seguir el recorrido marcado… aún a malas puedo desandar el camino ya realizado de la cima del Castell de Milany hasta el Castell de Llaés.
Vuelvo al recorrido en dirección al promontorio y media pared ruinosa que se alza encima de él. La senda entre frondosos pasillos y despejados praderíos, rodeo el promontorio rocoso por el sur para desembocar en una especie de camino que viene de la parte este, yo vengo de la parte oeste, y así, rodeando la roca por el sur giro al otro lado para coger la subida señalada y normal a las ruinas del castillo y cima de la sierra. La sendilla a base de escalerilla rocosa sube hasta las ruinas del Castell de Milany a 1.529 mts.
Ya estoy junto a las ruinas de lo que fue el Castell de Milany. Fotos a las ruinas, al lugar, a las increíbles vistas, al inmenso y magnífico bosque, selva, un hayedo que está por todos lados, por todas las montañas y laderas de alrededor; mirando hacía el norte, noroeste y oeste las altas montañas del Prepirineo sorprende con su espectacularidad de desniveles y escarpados perfiles, y en un rincón al fondo el alto Puigmal con neveros colgados aún en sus altas laderas ¡Impresionante! Hacía el este y sureste el seguimiento del bosque, de la sierra, increíblemente frondoso y hermoso, como los alrededores del cercano Puig de l’Obiol. Y hacía el sur siguen los espectaculares y fenomenales hayedos y bosques en los valles de la Riera de Milany y sus laderas; con el fondo de la reconocida y elegante Sierra de Bellmunt ¡Impresionante! Pero las nubes comienzan a acumularse justo arriba mio, asombrosamente. Se sigue formando la tormenta pero aún no parece que haya peligro de descarga o precipitación. Me parece estar inmerso en una creación de la Naturaleza, en un fenómeno excepcional y extraordinario, y aquí me veo en esta solitud, en la cima del Castell de Milany recordando la antigua historia del lugar entre los arruinados muros del viejo castillo. Trepidantemente emocionante.
Cruzo al otro lado de las ruinas del castillo para descansar y sentarme a tomar algo para comer. Pero el tiempo comienza a despertar en mí una inquietud, temo que el primer trueno esté a punto de resonar cerca de donde estoy, y estoy alto como para ser blanco de su rayo. Pero me sorprendo al ver como el grueso de la nube, de la tormenta ya formada, se desplaza hacía el sur, sureste, comenzando a tronar y a precipitar con notables cortinas de lluvias reconocibles desde la distancia en las montañas y lugares de más al sur de donde estoy, increíble, exagerado, me quedo perplejo al descubrir la mecánica del lugar, del cielo y la tierra en estos parajes. La Naturaleza como siempre me sorprende.
Se marcha la tormenta, se despeja el cielo, y a la vez comienza a nublarse de nuevo, se vuelve a gestar la tempestad ayudada de la energía de estas montañas, de estos bosques frondosos e inmensos. Decido bajar ya, no quiero que me caiga agua o algún rayo, aunque los truenos se oyen lejos a medida que se desplaza y se aleja la primera tormenta formada. Miro por la vertiente oeste del promontorio roquedo pero no tiene bajada, escape, tengo que volver a bajar por el mismo lugar que he subido, y desandar de este modo toda la senda hasta el poste indicador de recorridos y cruce de rutas.
Desde el cruce de recorridos y junto al poste indicador ahora giro hacía el sur dejando la cima del cordal de la montaña, bajando la montaña por unos prados sin casi arbolado, poblado de vacas y terneros que pastan con la placidez del despreocupamiento y la tranquilidad de la soledad en la montaña. Abajo queda la masía o construcción de Milany, que son varias casas y es a donde me dirijo. Pero el intentar seguir las marcas amarillas y blancas es a veces difícil, ya que la senda no está marcada por culpa de la alta y reciente verde hierba. Pero se intuye más o menos hacía donde debo ir. Más o menos sigo el menor desnivel de la ladera y cordal que baja hacía el sur, y después giro hacía la izquierda y abajo en dirección a las únicas casas cercanas que hay: Milany. La senda o recorrido marcado a veces lo cojo, otras lo pierdo, pero al final me deja junto a la solitaria masía de Milany.
Ha comenzado a chispear, a granizar después mientras llego al centro de las casas de Milany, pero por suerte no dura mucho. El cielo está muy encapotado. El siguiente poste indicador de recorridos esta justo arriba de la casa a más altura del conjunto de construcciones: Santa María de Besora hacía el este y Montesquiu hacía el oeste. Esta vez el recorrido es de vuelta a Llaés y debo ir hacía el oeste como si desandara la dirección recorrida. Aunque en los mapas que había visto lo mejor hubiera sido encontrar un recorrido que me llevara más al sur de Milany hasta las orillas de la Riera de Milany, y seguir un camino que casi nace poco más abajo en ella, y que me llevaría en dirección a El Burbau y de aquí a las Baumes de Teixidor, y de aquí ya el camino conocido hasta el Castell de Llaés. No estaba mal pensado, y haría una buena circular. Lo malo era enlazar Milany con las orillas de la Riera de Milany, una vez aquí ya solo sería seguirla corriente abajo hasta el nombrado camino. Viendo el tiempo que me caía encima, no solo el atmosférico con las tormentas, si no las horas que ya llevaba en la montaña, decido no arriesgar y seguir, improvisadamente, las marcas blancas y amarillas en dirección a Montesquiu, camino que pasaría por las inmediaciones de Llaés y de su castillo.
Pero es aquí donde me vuelvo a despistar, vuelvo a perder el recorrido marcado y ya no lo encontraré. Seguramente éste bajaba por el fondo del valle hacía el sur, pero no llegué a ver su marca que me indicaba el giro, y seguí pasado el torrente hacía la orilla y ladera contraria pensando que seguía alguna supuesta senda entre prados y bonitos ejemplares de robles y hayas, esta vez más espaciadas pero sin dejar de ser espectaculares y fabulosas.
Monte a través me interno en un bosque muy cerrado de Quercus. Me encaramo a la crestada loma que baja de la loma cimera y separa las cuencas de los torrentes de Les Fleus y el del Burbau. El bosque es muy cerrado y encuentro una senda justo en la misma punta de la loma, la sigo hacía al izquierda y abajo. Pero poco a poco ésta se encrespa, se escarpa y se hace casi imposible el bajar por ella. Parece que se verticalizar con ocultas paredes de roca, no puedo seguir por aquí. Son las llamadas Cingles de Milany. Hay una alambrada que separa las dos vertientes y se hace difícil cruzar al otro lado, a parte no sé lo que me puedo encontrar en medio de un espeso bosque. Se hace tarde. Decido entonces seguir la misma senda que sigue paralela a la alambrada y a la misma encrespada loma hacía arriba. Poco a poco el camino se hace fácil hasta que de repente desemboco en un camino transitable. La idea de ir ladera abajo era para intentar conectar con el recorrido marcado que se dirige a Montesquiu, pero al no poder bajar más entonces la idea cambia para subir ladera arriba para conectar con el otro recorrido ya pisado por la loma cimera que me llevó hasta el Castell de Milany… pero todo cambió cuando me topo con este camino. Supongo que si lo sigo hacía la izquierda y oeste me acercará al recorrido conocido de la loma cimera. Y así hago.
El camino es fácil y en lugar de bajar, tiende a subir cruzando la loma sur de la sierra. Más adelante en un recoveco del camino veo unas cintas atadas a unos troncos y una flecha que indican hacía fuera del camino y abajo. Pero no veo senda ni camino transitable que se abra entre el bosque inclinado. Lo intento pero no lo veo claro. Creo que es la bajada hacía la Baumassa y más abajo la Bauma de Teixidor. Ya que esta es la bajada o ladera del valle al Torrent del Burbau, donde se encuentran dichos impresionantes huecos de roca en la montaña. Pero decido seguir el camino en la dirección que llevaba.
De las hayas pasamos a los robles, Quercus y otros bosques con ejemplares menos densos. Y de repente veo una construcción en medio de un prado y como el camino se aproxima a la parte más alta de la loma cimera de la sierra, hacía donde quería ir. Resulta que es el atípico templo de La Mare de Dèu de la Cau. Sitio por el que ya pasé a la subida y en la que me topé con aquella increíble ave rapaz. Éste es el camino que pasaba cerca del lugar. A partir de aquí deshago el camino realizado, la senda que me llevó desde el Castell de Llaés hasta el supuesto templo.
El tiempo parece que mejora o al menos me dá un respiro. Pero no sé lo que durara esta mejoría, seguro que por la tarde las tormentas llenaran todo el cielo. Pero la actividad está siendo interesante, bonita y encantadora, a pesar de que no estoy haciendo el recorrido planeado, los lugares encontrados, visitados en toda la soledad del camino realizado son fascinantes, espectaculares, únicos. Dejo atrás el templo y sigo la senda marcada que se esconde entre la espesura del hayedo al norte de la misma construcción hasta el cruce con el poste indicador de las diferentes rutas. Después sigo el camino ahora hacía la izquierda y abajo. Esta parte es increíble: el hayedo por el que cruza este camino poco transitado es fantástico, frondoso, vivo y precioso. Debo acordarme de seguir las marcas y bajar hasta aquel collado dejando el camino y cogiendo aquella empinada e intrincada senda. Justo en una parte del mismo, otro tronco de otro gran pino sobre un reconocible hito de piedra, tiene dibujada la marca en forma de escuadra que nos indica el giro del recorrido por la senda esperada hacía la derecha, abajo y norte. No debe de haber pérdida; estoy desandando lo caminado. Pero a veces el paisaje y las señales cambian según la perspectiva, punto de vista de cómo se mire.
Y después solo hay que seguir hacía el mismo camino recorrido pero con dirección contraria. Como ya tengo fotos no me paro demasiado e incluso aprovecho para correr por entre estos bosques casi salvajes, hermosos, exuberante de vida, encanto y entretenimiento. Las marcas amarillas no las dejo de seguir, y enseguida llego al penúltimo camino ya andando en dirección sur por la ladera oeste de la sierra e interno en el vallecillo del Torrent de La Cau (ya que parece que baja de la misma pradera herbosa junto al santuario), miro a mi derecha y vuelvo a descubrir la bonita y medieval estampa del impertérrito Castell de Llaés arriba de aquel empinado y muy boscoso monte. Una imagen que me recordaba trozos de película o quizás trozos de otra vida en la que los caballeros y las doncellas, los feudos y los castillos, las espadas y las armaduras, la seda y la pasión llenaban esta tierra; con sus andanzas, aventuras, fechorías y bondades. Me imagino a aquellos Señores del castillo que guardaban la tierra, el bosque y protegían a su pueblo, con los fornidos y rectos caballeros que galopaban sobre sus guerreros corceles… la imaginación vuela ¡Es un lugar fantástico! ¡Mágico! ¡Sorprendente y Precioso!… donde nacen las tormentas…
Ya llego rápido hasta las cercanías del Castell de Llaés. Voy por el último camino de espesura y misticismo entre el hayedo justo antes de llegar a la masía Hostal de Llaés. Entonces lo veo: un zorro de marrón, anaranjado pomposo pelaje me descubre mientras sigo apresurado por el centro de la senda y se escapa, desaparece al percatarse de mi inmediata presencia, hacía la espesura, escondido entre el bosque protector, entre las mágicas hayas y los verdes matorrales que las acompañan. Increíble, fabuloso, extraordinario. Ha sido el colofón a este hermoso recorrido, a esta solitaria aventura entre parajes legendarios, místicos llenos de vida y belleza… ya estoy llegando a las puertas del Castell de Llaes.
Y como viajero en el tiempo que viene de otra dimensión, de otro tiempo, con mi bolsa de viaje y mis botas de mil batallas, traqueo en las puertas del castillo, antes de que la tormenta me paralice entre sus rayos, truenos y granizo, para guarecerme y contarles historias a sus moradores, Señores, sirvientes, huéspedes y visitantes. “Vengo de un lugar especial, en un viaje místico, entre bosques sagrados y caminos escondidos para contaros mil historias y cien consejos. Aquí. En el lugar donde nacen las tormentas”