Como cada otoño, aprovecho para realizar alguna excursión y visitar la verde, boscosa y espectacular comarca de La Garrotxa: sus robledales, hayedos, castañares, volcanes, montañas y escondidos rincones siempre hacen las delicias de cualquier amante de la Naturaleza y la Montaña.
Esta vez me acerco al sonado pueblo de Castellfollit de La Roca. Sonado y nombrado por la peculiaridad de su ubicación sobre una enorme roca plana en su parte alta pero rodeada de paredes adornadas por perfectas, numerosas y hermosas columnas de basalto, prueba de los orígenes volcánicos de esta tierra. Población de casco medieval muy cercano a Olot.
Y al sur de esta curiosa localidad aparece una loma muy boscosa y con pendiente suave y continuada que culmina en su parte más alta, en el Puig de Lliurella; 2 sendos templos de orígenes medievales se yerguen a cada punta del macizo, y los perdidos rincones de la Riera de Santaló, frondosos, plácidos y verdes, son algunas de las características de este hermoso lugar. Nos podemos acercar desde Begudá, de hecho hay varias rutas que salen desde esta aldea, o como en esta ocasión, desde las mismas orillas del Río Fluviá y su pasarela bajo los basaltos de Castellfollit de La Roca.
Nos acercamos hasta la curiosa construcción que llama el ICC Can Medilló. En su parte de arriba la antigua carretera principal que cruzaba la población muy cercano al kilómetro 76, y al otro lado el Río Fluviá y una simpática pasarela de madera que lo cruza, muy cerca de una represa en el mismo río bajo las perpendiculares paredes basálticas. Es por esta pasarela o desde este punto, donde comenzamos nuestra excusión que nos llevará a realizar un bonito recorrido por esta viva montaña. Patricia de Girona y Fran de Barcelona me acompañan esta vez. Yo les advierto (como muchas veces hago medio en broma y medio en serio) del peligro de perder el camino o recorrido planeado entre estos exuberantes bosques. Pero para ellos, esta característica de la excursión, la improvisación, la aventura, con sus descubrimientos y exploraciones, es lo que les atrae y hace interesante.
Pasadas las 9 de la mañana atravesamos la cuca pasarela que cruza el Fluviá hacía la parte este de Castellfollit de La Roca, de sus paredes basálticas, acercándonos a las laderas de este macizo del Puig de Lliurella. El día es algo nublado, no demasiado frío y nada húmedo. Hace muchos días que no llueve como lo debería hacer en otoño, y eso lo notaremos en la sequedad de los bosques del recorrido que haremos.
Al otro lado de la pasarela nos encontramos con el primer cartel. Seguiremos hacía el “Mirador Plaça de l’Ajuntament” siguiendo la senda hacía el sur y junto al cauce seco pero verde del Río Toronell. Pasamos junto a algunos huertos, bancalillos, y dejamos el alto baluarte de las paredes basálticas rodeando Castellfollit de La Roca a la derecha. Llegamos a otro crucecillo: a la derecha un puentecillo sobre el Río Toronell, que se dirige al nombrado Mirador y a la alta población, y a la izquierda unas reseñas que me son familiares y conocidas como puntos de parada en los recorridos descubiertos en el Wikiloc, y que también queremos visitar: La Devesa y las Baumes d’En Caxurma. A partir de ahora siempre seguiremos las reseñas hacía estos dos lugares. ¡Menos mal que está marcado! Por suerte el recorrido hacía estos lugares están marcados y señalados con marcas verdes, amarillas y pequeños y simpáticos cartelitos de madera colgados de troncos de árboles. Y menos mal por que la senda es irreconocible en muchos o casi todos los lugares por los que pasamos en esta parte del recorrido, al estar llena de hojarasca que hace imperceptible las huellas de que pase gente por aquí… era uno de los “miedos” que tenía y por el que nos podíamos “perder”.
Seguimos una senda muy bien marcada que comienza a subir y a dejar atrás los huertecillos y las vistas a la “fortalecida” Castellfollit de La Roca. Los numerosos y espléndidos helechos subidos a los murillos a cada lado de la sendilla en una parte de la misma, me llaman la atención. Más arriba derivamos en un camino, el cual seguimos a la derecha, y que éste pasa por arriba de los túneles de Mont-Ros de la autovía que se dirige a Olot y que atraviesa las entrañas de la parte norte del macizo. Poco más arriba de las vistas hacía los túneles y la autovía, desaparece el camino y ya nos adentramos en la marcada senda entre los comienzos del verdadero y salvaje paisaje boscoso al que nos adentramos. Ahora mismo seguimos las fáciles marcas amarillas; las cuales nos llevan a cruzar unas resbaladizas tablas sobre una especie de “regaera”.
Ya comienza a sorprenderme el bosque con árboles de rivera (al estar próximo la Riera de Santaló) mezclados con bosques frondosos de montaña atlántica, y comienzo a hacer fotos y a disfrutar con el lugar y la actividad, con una sonrisa de oreja a oreja. Me doy cuenta de que el bosque es de robles, un magnífico robledal, que nos sorprenderá con todo su esplendor y magnificencia en las cercanías y alrededores de las Baumes. Hablando de Baumes, nos encontramos un cruce de sendas: uno a la derecha sigue horizontal hacía el cauce de la Riera de Santaló, con las marcas amarillas, y el otro a la izquierda que sube poco a poco por un bonito pasillo, siguiendo las señas de un cartelito en el que pone “Baumes” y bajo el cual hay una cruz amarilla. Seguimos en dirección a las Baumes. “A la vuelta saldremos por aquí” digo señalando la otra senda con marcas amarillas.
El lugar se asalvaja un poco más. El bosque aparece más espléndido y extraordinario, y la senda más retorcida e interesante bordeando grandes rocas graníticas (o eso parece) que de repente aparecen en medio de un seco pero frondoso y vivo bosque. Por suerte, las numerosas marcas (ahora verdes) nos guían de tronco en tronco por este simpático y épico terreno. Nos topamos con unas paredes en medio de la frondosa vegetación. Nos preguntamos si son las Baumes. Pero parece que no. Nos hacemos fotos ya que la combinación del paisaje con su verdor es hermoso y extraordinario. Fran nos hace de modelo y referencia entre tan precioso lugar.
Seguimos por encima de estas paredes y nos paramos y acercamos a unos huecos entre grandes bloques de roca que a primera vista no representa lo que realmente es, si no te acercas y te adentras entre estos huecos. A la izquierda de la senda queda este sitio, al que nos internamos sorprendiéndonos por el lugar encontrado: los bloques forman unas especies de cuevas, y la caída caótica de los mismos hacen un laberinto de mini y grandes galerías, de pasillos y estancias curiosas con techos rocosos o salidas por huecos hacía el cielo y a la fronda que se asoma por ellos allá arriba. Extraordinarios. Nos hacemos fotos y disfrutamos perdiéndonos entre las oscuridades de sus profundidades y sus ventanas y puertas al bosque, durante un buen rato. Fotos y exploración como si fuéramos niños en un parque infantil. Fantástico. Éstas creo que son las Baumes; las Baumes d’En Caxurma.
Salimos de las extrañas cuevas formadas por el amontonamiento de bloques graníticos, algunos casi de formas geométricas perfectas, y seguimos por la senda dejada hacía La Devesa. Aquí el robledal se magnifica: algunos de los ejemplares con los que nos encontramos son extraordinarios, grandes y hermosos. Me acuerdo de una frase de una peli épica de fantasía, “alejaos de los robles viejos” como si éstos, por su edad, albergaran una especie de magia que les podía embaucar. Ahora el recorrido es más horizontal aunque seguimos subiendo levemente. El día, a pesar de que no vemos abiertamente el cielo, sigue encapotado, pero sin caer una gota; pero de vez en cuando un rayo de sol dibuja con una pincelada de belleza dentro de un lienzo ya hermoso. También está subiendo poco a poco la temperatura, haciendo que ello, junto con la sequedad de un terreno, no dé muestra de que estemos en otoño… menos por las hojas de algunos árboles que sí están cambiando su color.
Poco más arriba no debemos equivocarnos y ver otro cartelito que nos sale al paso en otro tronquito de otro roble: a la izquierda seguimos la senda, con sus marcas verdes, hacía La Devesa. Por que si seguimos la senda sin desviarnos, nos llevará hasta la masía de Santaló. Esta senda bordea dicha masía, la cual vemos algo las paredes de sus construcciones arriba a nuestra derecha entre los árboles mientras seguimos y la vamos dejando atrás. Después de una subida algo empinada pero corta entre el magnífico bosque de Quercus, salimos a un camino transitable para vehículos. Seguimos hacía el norte e izquierda. Después de una curva con su giro hacía el este, vemos entre los árboles la construcción del sencillo templo de la Mare de Déu de La Devesa.
Sencillo y simpático el templo que nos ofrece un murito para sentarnos y pararnos a almorzar. Fran saca una “enorme” barra de pan convertida en bocadillo que hace las risas del grupo en general. Conversaciones y la amistosa complicidad con el lugar y la actividad, impera en el grupo, mientras contentamos a nuestro hambre. Desde aquí ya solo cabe subir al principal objetivo: el Puig Lliurella. Vemos unos carteles indicadores: Begudá, Els Angles, Castellfollit de La Roca. En un principio me equivoco y seguimos camino abajo en dirección este (Els Angles según el cartel), pero enseguida me doy cuenta de que no es por aquí. Volvemos al pié de los carteles indicadores y, después de examinar la zona comprobando que sí existe senda o camino que coger, seguimos en dirección oeste senda arriba (dirección Begudá). Ahora nos internamos por otra simpática senda entre encinas, Quercus, que más arriba se convertirán en pinada. Ahora comenzamos a subir levemente. Realmente la dirección tenía que ser clara ya que el punto culminante del macizo, lugar al que queríamos subir, estaba hacía la derecha y oeste, hacía arriba, subiendo; y el otro camino comenzaba una bajada alejándose del corazón y parte más alta del macizo.
Atrás y algo abajo dejábamos el solitario templo de la Mare de Déu de La Devesa. No nos hemos encontrado a nadie por el momento; estos fabulosos bosques están deshabitados y están poco visitados… a pesar de que un olorcillo a brasas para cocinar venía de Santaló justo cuando lo circundamos antes de llegar a La Devesa. La senda que llevamos desemboca en una pista. Y de repente volvemos a ver las señales de marcas amarillas a un lado del camino, bajando a la derecha y norte. Nosotros seguiremos el camino hacía la izquierda y sur, casi subiendo poco a poco y sin marcas.
Conversaciones mágicas, temas fuera de lo común pero entretenidos y animados, mientras caminamos por el camino buscando uno que parta por la derecha y arriba. Parece que hemos dejado, a medida que andamos, el camino que baja a Els Cellers. Pero no estoy seguro. Aparecen campos abiertos de antiguos bancales pero no veo ruina ni vieja construcción que lo delaten. Más adelante, después de algunas curvas y giros, admirando, cuando la floresta nos deja, la vecina y esplendida montaña al sur del Puig de Lliurella (Sant Julià del Mont), encontramos un camino más maltrecho que el que llevamos con subida inmediata y algo empinada, que sale a nuestra derecha haciéndonos realizar un giro de casi 180º.
Seguimos este camino que también girará recorriéndose la parte sur de la cima del Puig de Lliurella. El camino coge altura y al tiempo de observar como parece dejamos la parte alta a nuestra espalda derecha, aparece otro camino (o mejor dicho lo que fue un camino), maltrecho, lleno de hierbas y malezas pero transitable para el caminante, a la derecha y arriba que nos acercará hasta la cima del Puig de Lliurella. Aquí la vegetación ha cambiado: a la solana de la montaña aparece solamente los encinares, otros Quercus y algunos otros altos pinos, sin la magnificencia boscosa encontrada entre las Baumes y La Devesa, del robledal. El camino llega un momento que deja de subir, se allana y sigue adelante en bajada siguiendo el perfil de la montaña. Estamos en la parte más alta del Puig de Lliurella (734 mts.); aunque dicha cima queda a muy pocos metros a nuestra derecha, por la enmarañada vegetación del sotobosque, decidimos no acercarnos y tomar esta parte del camino como la cima de la montaña… entre otras cosas el bosque la inunda por completo y no tendríamos vistas ni paisaje que disfrutar desde la cima de la montaña, característica importante en muchas ocasiones y en este tipo de recorridos como aliciente a la hora de subir los picos y puntos culminantes más altos.
A partir de aquí viene el lío. Después de las fotos del lugar tratándolo como si fueran las fotos de cumbre. Tendríamos que seguir en dirección noroeste en busca del Collet de l’Aulina, pero por un intransitable y frondoso monte a través. No existe senda ni camino que desde la cima del Puig de Lliurella baje al Collet de l’Aulina. Para mi hubiera sido de lógica el que existiera dicha conexión… pero por lo que se ve, no hay manera posible. De forma que seguimos durante un tiempo el mismo camino que habíamos seguido para llegar a la cima del Puig de Lliurella pero esta vez hacía abajo, al otro lado, por la parte norte de umbría. A pesar de lo dejado y abandonado así como lo cubierto e invadido de vegetación del camino, seguimos por él como si de una senda ancha y olvidada se tratara. Sigue hacía el noreste, después un giro hacía el oeste y seguidamente se llega a un punto en el que parece gira a la derecha, muy maltrecho y en bajada. Aquí me dispongo a coger mi brújula y averiguar cual es la dirección que deberíamos llevar (la noroeste). Pero me hace un extraño: en un punto el norte me señala hacía el sur, y tres pasos más adelante, la aguja da un giro de 180º señalando como sería debido, el norte hacía el norte y sur hacía el sur. No debemos de olvidar que nos encontramos en terreno volcánico y la magentita que puede haber oculta entre los minerales de las rocas volcánicas pueden volver loca a la aguja de una brújula y por consiguiente a su propietario también, ya que las sombras, el sol y los perfiles de la montaña (conociéndola por un mapa) no engañan. Al final decido seguir el maltrecho camino (cada vez peor) hacía abajo y luego a la derecha y este.
La vegetación se cierra sobre el mismo. No es una senda o camino lo que seguimos, si no el rastro de lo que un día fue, comido ahora por la montaña. Debemos apartar la maleza para poder avanzar. Nos falta el “machete” que se lleva en la selva para abrirnos paso. Se nota que volvemos a la parte norte y de umbría de la montaña, ya que la vegetación es más abundante, selectiva y frondosa. Cruzamos lo que parece el antiguo cauce de un torrente o riera y al tiempo se aclara de vegetación el camino y ya es más transitable… ¡Menos mal! Creía que al final sí nos habíamos perdido. Pero me doy cuenta de que el camino gira y se dirige hacía el este, hacía la parte contraría a la que deberíamos ir (oeste, Collet de l’Aulina) y al final, el camino se aclara y ya podemos decir que estamos en un camino, tiempo antes de desembocar en otro camino. Justamente desemboca en el camino que habíamos cogido hacía el norte después de dejar la senda que venía de La Devesa. Hemos dado una vuelta completa para parar otra vez en un punto del camino ya recorrido. Bueno… solo debemos seguir éste hacía abajo (desandándolo) en dirección contraria a la que íbamos antes en el mismo sitio, buscando el norte y las aquellas marcas amarillas que vimos cuando salimos de la senda que venía de La Devesa… ya lo tenía solucionado para dirigirnos hacía el Collet de l’Aulina y de aquí a Mont-ros. Aunque el recorrido sería algo más largo y enrevesado.
Llegamos al punto donde a la izquierda sale la senda que nos llevaría de nuevo a La Devesa, y pocos metros más adelante vemos a la izquierda del camino una marca amarilla marcada que se introduce en los espléndidos bosques en dirección noreste-este. Ahora seguiremos dichas marcas amarillas hacía la izquierda, y ahora si que no hay pérdida. En una de las rutas subidas al Wikiloc pude ver que un excursionista seguía por este camino para dirigirse de La Devesa a Mont-ros… ¡Ya estamos en el buen camino!
Esta magnífica y bien marcada senda nos introducirá por un hermoso y sano bosque de hayas, un hayedo aquí arriba. En la misma ladera pero más abajo, es un hermoso robledal. Bonito y mágico. Excepcionales paisajes y rincones salen a nuestro encuentro en esta excepcional senda. Recorremos ahora otro de los lugares más boscosos y bellos del recorrido. Un hayedo excepcional, sano y vivo, a pesar de todo el tiempo que hace no llueve en este extraño otoño anormalmente cálido y seco. Fotos, sonrisas y emoción al sentir la vida y hermosura del lugar. Increíble.
Al cabo de un tiempo y sin darnos cuenta salimos a un pequeño claro con alta hierba amarilla, y un cartelito indicador. Estamos en el Collet de l’Aulina. La senda y recorrido ha sido más o menos horizontal sin bajadas o subidas destacables, cruzando la parte algo más baja y norte de la ladera del Puig de Lliurella. Ahora en el colladito ya no estábamos bajo el alcance del nombrado pico que lo habíamos dejado como a nuestra espalda.
Según el cartel del Collet de l’Aulina debemos seguir en dirección a Castellfollit de La Roca. No por que salga los nombres de los lugares que queremos visitar, si no por que lleva la misma dirección en la que se encuentran: Noroeste. Un camino sale a nuestra izquierda en bajada. Nosotros seguiremos recto sin bajar, por casi lo que será la parte más alta de la loma, de la carena, que llaman Serra de Mont-ros, pero más tirando por la parte sur de la misma. Ahora es un plácido camino que sigue todo lo largo que es la misma carena. Sin pedida… pero ya no seguimos las marcas, es más, ya ni las busco.
El camino también cruza lugares con hermosos ejemplares de robles y Quercus. Seguimos el camino sin pérdida. Pasamos sin darnos cuenta por el Coll Sesfages, y seguimos el camino hasta encontrarnos con un descampado libre de arboleda pero con abundante y alta hierba amarilla. Me figuro que es el Collet del Castell. Aquí en lugar de seguir el monótono camino, nos desviamos a la derecha por una especie de sendero pisado en la alta hierba; y éste se introduce en el bosque de nuevo girando a la izquierda, por una senda que nos llevará, entre extraordinarios rincones del robledal, oscuros, frondosos, místicos y hasta singulares, hasta de nuevo el camino, más arriba, ya muy cerca del templo de la Mare de Déu de Mont-ros, donde acaba el camino.
El templo parece que lo están restaurando o intentando arreglar. No tiene techo. Nos adentramos y curioseamos entre sus muros. Fotos y charlas. Y seguimos sin ver a nadie por los alrededores. Desandamos el camino por la misma senda hasta la hierba alta del Collet del Castell. Aquí, y según la guía del Wikiloc que había visto, debe de haber una bajada al otro lado del prado, junto al bosque de la parte izquierda (según bajas del templo), y camino entre la alta hierba pisada hacía el lugar. Mi alegría surge cuando encuentro un postecito con la marca amarilla que nos indica por donde ir. De nuevo nos internamos en el magnífico bosque y seguiremos esta senda bajo las marcas amarillas, en dirección al cauce de la Riera de Santaló, hacía el este. Estaremos volviendo al interior del mismo hayedo por el que pasamos, pero unos metros más abajo, para acercarnos a la nombrada riera.
Ahora cruzamos por otro extraordinario rincón de este macizo: robles, hayas e incluso algunos altos pinos se entremezclan según la parte por la que pases de esta fabulosa y boscosa ladera. Hay una planta que nos llama mucho la atención por su extraordinario color, viveza y salud: es el acebo. Por su forma creíamos que era muérdago, pero éste es un parásito que cuelga de los árboles y el acebo es un matorral que sale de la tierra. Espléndido.
Llegamos hasta el lecho seco de la Riera de Santaló, justo en lo que parece la Font de Santaló, por la poquilla agua que emanaba sin corriente del lugar. Un camino aparece a la izquierda y baja siguiendo paralelo la Riera de Santaló. Lo seguimos hacía abajo. De nuevo otro extraordinario pasaje con bosques de rivera, robledales… fantástico. El cielo sigue nublado, ahora parece que más. Y la luz no es tan intensa, pero las sombras hacen un papel especial en este bosque misterioso, grandioso y magnífico.
Seguimos el camino sin pérdida hacía abajo. Llega un momento en que el camino se separa del cauce de la riera siempre hacía abajo y norte, en dirección a El Bruguetar.
Pasamos del mediodía y nos paramos a comer algo en un espacio sin árboles junto al camino. El lugar sigue siendo extraordinario. Hago fotos, contamos historias… somos un gran grupo de 3. Después de comer seguimos el camino hacía abajo. Tiempo después el camino, en una curva, deja a la izquierda otro camino que nos acerca a la propia masía de El Bruguetar… allá al fondo vemos la casa. Justo en el cruce un enorme surer nos llama la atención con toda su corteza sin tocarla.
Giramos a la derecha y siempre seguimos las marcas amarillas. El camino está marcado por altos árboles de rivera cuyas hojas secas ya invaden parte del mismo. Precioso. Nos topamos con una casa en ruinas invadida por matorrales y enredaderas, es El Pinyolet. Justo aquí nos encontramos un cartelito que nos indica la dirección hacía las Baumes de nuevo, y una marca amarilla con giro. Debemos seguir esta dirección, a la derecha, girando de nuevo, hasta llegar a las ruinas de lo que fue la llamativa casa de Ca n’Oliveres. Aquí las marcas, casi sin parecerlo, están pegadas a los muros de sus ruinas, y casi que tenemos que esquivar sus contrafuertes para rodearla y bajar por el otro lado por un sendero que baja hasta, otra vez, el cauce de la Riera de Santaló. Admiramos las ruinas de la construcción: “que buena casa hubiera sido esta”.
Ahora en una sensible bajada por la senda llagamos hasta el lecho de la Riera de Santaló. El lugar aquí es especial: la arboleda y vegetación junto con la fosa en la que está metida, impiden que la luz del sol llegue con fulgor, y las sombras y formas de las mismas dan un aspecto enigmático, místico pero sano y vivo de los lares de la nombrada riera. Fantástico.
La cruzamos hacía el otro lado, la otra orilla, y remontamos otra senda que después se horizontaliza. Siempre siguiendo las marcas amarillas. Éstas nos dejan en el mismo cruce que estuvimos casi al principio de la marcha, en el que nos desviamos, bajo un letrerito, hacía las Baumes. Como ya dije cuando pasamos la primera vez: “A la vuelta saldremos por aquí”… y así ha sido.
Solo nos queda seguir la senda y luego camino y después senda, desandando todo lo realizado desde este punto, hasta las inmediaciones de Castellfollit de La Roca, llegando a la pasarela sobre el Río Fluviá. Pero ahora de bajada, caminando hacía el norte. Nos paramos en el puente que sube a Castellfollit de La Roca; admiramos el paisaje que observamos desde su parte más alta, mirando hacía las laderas del Puig de Lliurella y los Boscos de Santaló. Hermoso. Toda una selva de verde y frondosa vegetación se yergue entre las suaves lomas del macizo. Ya no me queda batería para poder hacer fotos y esta vez no puedo inmortalizar el lugar, pero intentaré que la foto que he realizado con mi retina, quede en mi memoria para siempre.
Al final ha salido una actividad digna de repetir y perfilar en su recorrido. Con diferentes aspectos de los bosques húmedos, atlánticos de La Garrotxa, y con una soledad en todo el recorrido inusitada. Increíble. Es como estar dentro de un cuento épico… solo nos faltaban los duendes y las hadas… quien sabe si ya las vimos. Una excursión muy recomendable y un lugar fantástico.