Aunque no subimos a la cima del Matagalls en ningún momento del recorrido, la idea era recorrernos rincones y lugares, a la vez que enlazar otras rutas y recorridos realizados, en las laderas del Montseny que miran a Viladrau, y éstas son las que bajan del Matagalls hacía dicha localidad.
Aparte el recorrido pasaría por lugares nuevos, emblemáticos, curiosos y preciosos como el Castanyer de Nou Branques o la Font de Les 3 Roses por los que aún no había pasado ni visitado. Sería salir del Coll de Bordoriol hasta el Coll de Les Tres Creus en Sant Miquel dels Barretons, y vuelta. Toda la umbría, hayedo, castañares, masías, templos y rincones de la misma umbría del Montseny bajo el Matagalls, casi de punta a punta. Prometía ser una ruta entrañable, fantástica y hermosa, a la vez que larguilla e interesante.
Entonces el pasado sábado 31 de enero, después de las pasadas nevadas de días pasados, Txell, Pilu, Nuri y yo quedamos en Coll de Bordoriol sobre las nueve de la mañana para comenzar la marcha. El día amanece no demasiado claro, despejado, el Matagalls aparece tapado y nublado en su cima, invisible de momento a nuestros ojos, pero no hay muchas nubes y todas altas, finas y delgadas en lo alto del cielo. Eso sí, el frío es notable, se puede soportar eso sí, rondan los 0º. No hay mucha más gente en el Coll de Bordoriol, dos coches más y no nos topamos con nadie más. Y pasadas las 09’20 de la mañana y cogiendo el viejo mapa de Alpina encontrado aquella vez en la cima del Turó de l’Home, que casi lo tengo deshecho pero aún servible, salimos con las vistas de las altas laderas boscosas, grises pero vivas y únicas del Matagalls hacía Viladrau. Hayedos grises por sus ejemplares pelados de hojas, limpios después de la caída de éstas el pasado otoño, ahora pintadas algo por la blanquecina nieve.
Salimos del Coll de Bordoriol como si fuésemos a subir el Matagalls, el camino hacía el suroeste que comienza a subir, y enfrente, lo dicho, las laderas del Matagalls. La carretera queda a nuestra izquierda y oculta por los mismos perfiles de la montaña. Queda algo de nieve helada incrustada en el caminillo. El blanco meteoro siempre queda tan fotogénico y bello en cualquier paisaje montañero. Al poco de pasar el cartel de madera que a la derecha te acerca a la Font dels Pastors, encontramos un claro camino que sale a la derecha y casi hacía abajo en medio de una cerrada curva. Seguimos este nuevo camino. Ya comenzamos a internarnos en el estupendo hayedo de esta parte de la montaña. Llega un momento que el camino gira hacía la derecha de nuevo y parece que vuelve al Coll de Bordoriol pero unos metros más abajo. Estamos en el buen camino. Debemos de seguir hacía el noroeste y norte justo debajo del nombrado Coll de Bordoriol. Una vez pasado y dejado a nuestra espalda el nombrado collado, el camino cruza un barranco con algo de agüilla (Sot de Canalís), en una curva o giro del mismo camino, y justo después sale un camino a la izquierda y abajo, como si se dirigiera al corazón del valle que teníamos a nuestra izquierda. Seguimos entonces por éste hacía abajo y en dirección noroeste. Parece que baja la ladera en diagonal en busca de las construcciones que quedan al sur de Viladrau: El Planell, El Martí, La Vila… (Que descubriremos a medida que bajamos por el camino). En esta parte el bosque ya no es tan claro de hayas, hay encinas, robles y otros ejemplares menos espesos y con mucha vegetación rastrera, inundan esta parte del recorrido. El sol intenta salir y calentarnos algo, por suerte el caminar ya hace que las participantes se vayan desabrigando. Da la impresión de que nos alejamos de las espesas y frondosas laderas del Montseny bajo el Matagalls, y es que para acercarnos al Castanyer de les Nou Branques tenemos que acercarnos a Viladrau y alejarnos del Montseny… pero ya volveremos, la ruta es larga.
El camino acaba casi en el fondo del valle y en una pista. Aquí ya vemos el típico pequeño poste indicativo de recorrido de P.R. “Sender del Castanyer de Nou Branques”. Giramos a la izquierda y a los pocos metros vemos como una familia que curiosea el lugar, sale de la pista por la derecha, y baja por un maltrecho falso sendero entre castaños hasta llegar, en una leve bajada, a la base de un curioso y grandioso ejemplar. Ahora que hemos girado hacía la izquierda tenemos enfrente las vistas, entre los hermosos ejemplares, del fondo de las laderas del Montseny, aun bajo las nubes cimeras. Pero ya hemos llegado al lugar donde está el enorme y hermoso Castanyer de les Nou Branques; eso sí, después de pasar por entre troncos huecos y viejos de otros castaños.
Realmente es un ejemplar impresionante. Nos hacemos fotos. Lo admiramos y observamos: su base es tan amplia que puede ser que entre tres personas abrazadas a él no abarquen todo el tronco, pero a pocos centímetros ya se divide en otros grandes troncos no tan anchos como el principal pero que se alargan y se elevan hacía el cielo unas cuantas decenas de metros. Increíble. Es un castaño increíblemente hermoso, enorme, alto y magnífico… pero no sé si realmente tiene esas nueve ramas altas y esbeltas. Precioso y grandioso.
Dejamos el Castanyer de Nou Branques y buscamos de nuevo la pista girando por un camino pegado al castaño hacía el norte, en pocos metros llegamos a dicha pista. Nuestro primer objetivo cumplido, ahora seguiremos en busca de la Font de les Tres Roses, escondida en medio del fabuloso y frondoso hayedo ya en las faldas del Montseny. Justo aquí la pista pasa junto a campos de cultivo o de pastos que quedan a nuestra derecha, y por ello es un claro en la estupenda vegetación que nos deja ver la estupenda estampa de la montaña del Montseny. ¡Hacía su corazón vamos! Hermoso y frondoso hayedo gris, extenso, inmenso, de suaves formas abajo al comienzo de la ladera y escarpado, nevoso, cubierto e invisible a medida que subimos y llegamos a las cimas del mismo Montseny, hasta la cumbre del Matagalls. El sol lo ilumina con hermosos colores, bellas luces, y en estos oscuros días de invierno luce una bonita y atractiva imagen montañera, un espectacular paisaje montañero, selvático, atlántico… Precioso.
Esta pista va en dirección a la masía del Pujol de Muntanya, pero más adelante la debemos dejar. Llegamos a cruzar la riera o torrente que lleva un agua clara en un rincón estupendo y verde, y que luego valle abajo se convierte en la famosa Riera Major de Viladrau. A partir de aquí la pista comienza a subir y ha girar algo, y dejando a nuestra derecha la escondida construcción de l’Aremany cogemos un camino que casi nos pasamos y sale por la izquierda. Éste parece que sale girando 180º, está descuidado con mucha hierba en su base, pero transitable. Un cartel de madera en su comienzo, que casi aparece desapercibido, camuflado por su color gris-negro madera vieja en el cual pone escrito Font de Les Tres Roses, nos indica que vamos por el camino correcto.
El camino parece que gira para coger la otra vertiente de la loma en la que estamos. El camino ya comienza a coger altura poco a poco con más evidencia a la vez que atraviesa un precioso espacio de jóvenes ejemplares amontonados los cuales se nota que han sido plantados por la mano del hombre. Dejamos un camino que baja y se acerca a la riera. No tenía intención de acercarme a ella, a su cauce, si no encontrar una sendilla que nos lleve a un caminillo a más altura que, girando a la derecha, nos lleve a las inmediaciones del Pujol de Muntanya por otro lado. Pero al final no salió así, mi viejo mapa Alpina de nuevo me despista o más bien me lía. Este camino que llevamos al final baja o se acerca al cauce de la misma riera que antes hemos saltado con un puente en la pista, y parece que desaparece en ella. Con lo que debemos seguir riera arriba por una maltrecha senda (aunque nadie lo diría) sin traza ni diferenciación. Pero al final no hay pérdida, hay que seguir el camino del agua, corriente arriba.
Un riachuelo y alguna pequeña caída de agua en el torrente justo cuando en un hermoso, apartado y escondido rincón aparece un pequeño y musgoso canuto o teja cóncava con un chorrillo de agua y una losa que nos explica que estamos en la Font de Les Tres Roses. Hay algunas rocas, piedras grandes dispuestos alrededor de la fuente, un llanito y las laderas están llenas de las hojas secas anaranjadas de las hayas caídas en otoño. No vemos la tierra del suelo. Las magníficas hayas inundan las suaves laderas que rodean la riera, la fuente, y las formas del vallecillo son suaves pero profundas, es un hueco al reses de los vientos y del resto del Montseny. Fotos y una parada para admirar el lugar, enriquecernos con las imágenes, el bello paisaje, frondoso y encantador. Debemos seguir desde aquí. Según el viejo mapa Alpina debemos de coger una ancha senda o un camino que sube algo más arriba de la fuente en la misma ladera, pero debemos buscarlo ya que desde aquí no veo que siga camino o senda montaña arriba. Entonces seguimos de nuevo riera arriba y pronto observo una subida escondida entre la hojarasca que sale casi del fondo del vallecillo y oblicua o en dirección contraria al camino del agua; nos queda a la derecha y arriba como subiendo al cielo. Las hayas siguen siendo muy numerosas, frondosas y completan un paisaje, una imagen impresionante, encantadora y embelesadora. El lugar sigue siendo fascinante.
Este caminito o senda que bordea las empinadas laderas del vallecillo de la misma Font de Les Tres Roses, acaba en otro camino más ancho y con la frondosidad del bosque más alejado de su espaciada traza. De todas formas sigue siendo un lugar impresionante. Vamos ahora en la buena dirección (nunca la hemos dejado), el camino que atraviesa, dejando de subir altura ya, las laderas del Montseny sigue dirección oeste, noroeste hacia las inmediaciones de la construcción antes nombrada del Pujol de Muntanya. La pista que dejamos para subir a la fuente, era la que se dirigía directamente a la susodicha masía; ahora la abordaremos por un camino menos transitable, por su parte más alta.
Pero antes de llegar a las cercanías de esta masía, el hayedo comienza a compartir su espacio con hermosos y enormes, así como casi tétricos y retorcidos castaños. Bonitos en sus formas, en sus perfiles, asombrado por las formas de sus estrangulados troncos y ramas, pero siguen siendo extraordinarios, increíbles, grandes y únicos. Más adelante el hayedo deja paso a un espacio con solo castaños, extraños y desafiantes castaños, como si fuera un bancal, un pradecillo de castaños; alrededor quedan las hayas. El rincón es casi épico, místico, es como parte de un ejército de trasgos congelados, petrificados y convertidos en árboles… los castaños ¡Impresionante!
Mientras seguíamos por el camino, veíamos en la otra ladera la construcción del Pujol de Muntanya entre la vegetación arbórea. Ahora estamos más cerca y la dejaremos a nuestra espalda, casi invisible, cuando llegamos a un cruce de caminos. Giramos hacía la izquierda y arriba con dirección suroeste. Este camino hará giros hacía la derecha y luego izquierda intentando subir por la ladera de la montaña. Idéntico al mapa Alpina. Y justo igual que en el mapa y después de una cerrada curva y una leve subida, una ancha senda aparece a la derecha acortando camino, subiendo y comenzando a internarse de nuevo en otro hayedo genial, con todas las hojas secas caídas invadiendo todo el camino… hasta un punto se acumulaba que te llegaban hasta la mitad de la espinilla si caminabas y hundías los pies en el camino bajo las hojas ¡Genial! Subimos en busca del Corral del Pujol y del Plá de Malataup, hemos dejado atrás un punto de intersección en la ruta, que es la masía del Pujol de Muntanya (sin necesidad de tocar o llegar hasta sus muros), y el siguiente punto importante de intersección, inflexión en el recorrido, es el Plá de Malataup. Seguimos recorriendo lugares nuevos para mi en estas inmensas laderas frondosas, hermosas y boscosas del Montseny. Caminos y sendas nuevas, y no nos hemos topado con nadie desde el Castanyer de Les Nou Branques. Los rincones y escondites del recorrido son hermosos, impresionantes. El cielo no se aclara aún, es más, parece que las nubes van y vienen y se acumulan y deshacen en las alturas del Montseny… eso le dá un toque místico, “guerrero”, romántico al recorrido.
Este camino o más bien senda ancha acaba en otro camino… bueno, es el mismo que seguíamos lo único es que esta ancha senda acortaba el recorrido hacía el Corral del Pujol, hay que seguir hacía la derecha y arriba, ya que a la izquierda baja. Antes hemos pasado por otro cruce de caminos que no aparecía en el mapa de Alpina, aquí hemos seguido hacía arriba e izquierda. De nuevo en el camino seguimos ladera arriba y al cabo de poco tiempo nos topamos con unos altos árboles como muertos, secos, tétricos quedan arriba a la izquierda, y detrás de ellos en una especie de llano, en un rincón sin árboles como si fuera un colladito, la vieja y larga casa del Corral del Pujol. Es un espacio abierto entre la vegetación. Paramos y buscamos la siguiente senda hacía el Plá de Malataup. Buscamos justo detrás de la casa entre el terreno terroso descarnado, la senda que debe girar hacía la derecha, oeste y subiendo algo, internándose de nuevo en el bosquecillo. Y así es, después de caminar y explorar la ladera, intuyo una sendilla que sigue hacía la derecha tal y como he descrito. Caminando algo por la misma senda, nos damos cuenta que se une a otra senda algo más trazada que viene de la punta del camino que acaba en el Corral del Pujol. Esta es la senda que en pocos metros nos dejará en el llano pradecillo del Plá de Malataup.
Y así es, a los pocos pasos subimos por la senda hasta dicho prado. Es un llano bajo la boscosa ladera del Montseny. Hemos subido a un altura que supera los 1.150 mts., y parece un claro entre el bosque que lo rodea. Observo mientras espero a mis compañeras como una senda sale a la derecha y hacía arriba, ladera arriba, adentrándose en el estupendo hayedo. En ese momento no lo sabía, pero ese rincón del comienzo del hayedo por donde sube esa senda, será otro paso en nuestro recorrido, casi y a pocos metros de repetir senda, recorrido. Pero ahora no seguiremos por esa senda que sube, si no que seguiremos la senda que llevamos recta, atravesando el pradecillo, para comenzar a bajar por la misma senda al otro lado del mismo, por el lado contrario al que hemos llegado. Unos pequeños hitos nos dan fe de que estamos por el buen camino, y a partir de aquí bajaremos en busca del templo de la Mare de Dèu de l’Erola… este sitio si que me suena de haberlo visitado en Santos y bandoleros en el Montseny. Encantador.
La ruta entera que realizaremos en el día de hoy por toda la umbría del Montseny, del Matagalls, es un subibaja tremendo, y ahora toca bajar. Pero no me hubiera imaginado el atravesar una parte tan especial, hermosa, increíble y fascinante como la que ahora íbamos a cruzar: la senda comienza a bajar algo en zigzag hacía el fondo del barranco y barranco abajo, desechamos otras sendas que aparecen y que giran hacía la derecha, nosotros debemos seguir la bajada paralela a la riera, por que poco más abajo el barranco se convierte en un torrente de agua viva, rica, de rincones idílicos, vivos, de agua, roca, exuberante vegetación, abundante hojarasca y ejemplares vívidos, altivos y magníficos alimentados por la humedad y los rincones del barranco. Precioso. Al principio atravesamos un hayedo estupendo y vivo de ejemplares delgados, altos y con el terreno también repleto de hojarasca. Más abajo la senda sigue bajando pero se suaviza algo y se ensancha al pasar por en medio de unos increíbles, tétricos, grandes y curiosos ejemplares de castaños. Las hayas dejan paso a estos retorcidos troncos, alguno verdaderamente enorme, curioso y hasta casi macabro, como salidos de escenas de películas de terror, de miedo, donde la noche y la luna llena son protagonistas en una grave escena, y el cárabo ulula en silencio y ataca al perdido personaje al introducirse en su territorio… fascinante, emocionante, increíble. Las fotos inmortalizan el lugar. Mis compañeras expresan su admiración por esta parte de la ruta. El lugar es fascinante. Magnífico, sorprendente. Precioso dentro de su propia imagen de cuento, con un especial encanto gótico, oscuro, único.
La senda casi que se aplana mientras las hayas dejan huecos para estos preciosos, enormes y terroríficos ejemplares de castaños. La combinación con éstos y el terreno es idílico, encantador. Paramos poco más abajo. Busco el camino o senda que cruza el torrente a la izquierda para dirigirse al nombrado templo. Pero no es por esta zona. Cascaditas y hermosos rincones sigue formando el Torrent de l’Erola, el barranco que seguimos hacía abajo desde el Plá de Malataup. Sigo con el intento de hacer buenas y magníficas fotos, el lugar así lo merece. No hay nadie en toda la montaña, casi ni rastro de vida a parte del hermoso y tétrico bosque, y el ruido de la corriente del torrente. El sol intenta calentar, iluminar, pero entre las numerosas ramas, árboles y las nubes altas blanquecinas, dan un lugar casi medio sombrío para estar en la mitad de la mañana, y la soledad y solemnidad, aumentan su encanto, su esencia. Paisaje de cuento gótico de los Grimm… cualquier descripción se queda corta.
La senda pasa por lugares estrechos entre bellas hayas, entre sombríos y retorcidos grandes troncos de castaños, otros más anchos y bien delimitados; siempre paralelos al torrente que juega con el terreno con cascaditas y remansos. No hay que desviarse hacía la derecha, si no que llegará un momento en que la misma senda ancha que seguimos cruce ella sola el Torrent de l’Erola a la izquierda y se introduzca entre grandes hierbas, arbustos y otros bosquecillos hasta desembocar en un camino mejor definido en el que veremos el postecillo indicador de recorridos: “l’Erola, Matagalls”. Dejamos atrás uno de los rincones más fotogénicos, preciosos, sombríos y a la vez encantadores del recorrido, y creo que de esta parte del Montseny. La verdad no conocía este rincón, este escondite de vida, belleza y encanto. Ha sido casi una casualidad cruzarlo… pero a partir del “postecillo” ya estamos en terreno conocido y descrito en Santos y bandoleros en el Montseny justo poco antes de la llegada al templo y refugio de la Mare de Dèu de l’Erola; al que nos distan pocos pasos girando hacía la izquierda, arriba y suroeste. Dejamos la dirección noroeste que es la que llevábamos después de cruzar el Torrent de l’Erola, y ahora hacemos un giro de 90º para subir al refugio y templo… el viejo mapa de Alpina no nos engaña.
Y ya estamos junto a las paredes del refugio, del templo de la Mare de Dèu de l’Erola. Nos paramos y adentramos en su entrada porchada. Paredes de bloques, muros y puertas de maderas antiguas, restauradas, que quieren seguir con el medieval estilo románico. Su techo de madera también sorprende. Curioso e interesante construcción. Pero no estamos mucho tiempo; lo justo para hacer cuatro fotos y seguir… ahora toca otra subida… la subida con más desnivel de todo el recorrido. El punto más bajo del recorrido no fué junto al Castanyer de Nou Branques como puede parecer, si no justo al cruzar poco después por el puentecillo la Riera Major (840 mts. aprox. de altitud). Pues justo en el cruce de la senda que viene del Torrent de l’Erola con el camino que sube a la Mare de Dèu de l’Erola estábamos a unos 860 mts. aprox. (la misma altura que el Castanyer de Nou Branques), pues bien, de aquí debíamos subir por Sant Segimon, Sant Miquel de Barretons (donde paramos a comer), Coll de Saprunera, hasta otro colladito, el Coll d’Ordials a 1.471 mts. el lugar a más altura del recorrido. Por ello la subida ahora sería empinada y vertical… al menos hasta Sant Miquel de Barretons, desde aquí ya no sería tan empinado y sí más llevadero y horizontal.
No hay pérdida. Todo este recorrido, hasta la llegada a la solitaria y colgante ermitilla de Sant Miquel de Barretons, está descrito en Santos y bandoleros en el Montseny primera de las dos rutas que seguiremos y repetiremos enlazándolas y creando otra nueva, entretenida y encantadora travesía por la Umbría del Matagalls.
La senda sube ahora entre aquellos petrificados castaños de Can Gat y va cogiendo altura. Más arriba saludamos al formidable roble que vigila la Font de l’Or a la vez que cruzamos una rierita en un rincón precioso del camino. Nos internamos en otro hermoso hayedo. Escuchamos tiros de escopetas, los cazadores parecen que están en la loma al otro lado del vallecillo, a nuestra derecha, mientras observo justo por debajo de mi, a unos cuantos metros, como una familia de jabalíes huyen despavoridos de la muerte injusta y antinatural del rifle de estos mismos cazadores. Solo los veo yo que como siempre me quedo rezagado en el grupo haciendo fotos y alertado por el ruido de roce de vegetación y movimiento de piedrecillas. Igual que aparecieron, desaparecen entre la vegetación y frondosidad del lugar. Pasamos junto al Oratori, aquel pequeño altar con forma de aljibe de mi tierra. Mientras ya le hago fotos a la construcción que queda justo allá arriba a nuestra derecha: Sant Segimon; que queda como suspendida en el cielo entre la exuberante vegetación y los perfiles abruptos, empinados de la ladera de la montaña. Detrás y más arriba en la misma ladera de Sant Segimon, grandes peñascos, rocas, nos dicen que son las inmediaciones del escondido y aireado Sant Miquel de Barretons. Mirando hacía atrás, hacía el fondo del valle, verde y muy boscoso, apreciamos la formidable construcción de Can Gat con su puntiaguda torre de “brujas” y La Sala escondida entre la vegetación de variopintos colores teñidos entre la muerte del otoño gris y el perenne verde oscuro. Precioso.
Aquí la senda parece empinarse más, se verticaliza más y realizamos mayor desnivel, entre un frondoso y hermoso hayedo bajo las puertas de Sant Segimon el cual ya vemos su puntiagudo tejado de la torre y los muros de sus edificaciones allá arriba entre los troncos de estas hayas. Antes hemos cruzado el vivo, lleno de hermosos rincones, Torrent de l’Oratori, con su cascadita de algunos metros más arriba y rodeado de fabulosos y fascinantes ejemplares de hayas. Rincones épicos y ahora hermosos entre la arboleda desprovista de hojas con un aspecto más tétrico pero aún así fabuloso… para mi gusto el paisaje gana más en primavera cuando ya les han salido las verdes y nuevas hojas, o en otoño cuando aún no se han caído todas y sus colores pastel varían en un tabla de luminosidad y colorido. En invierno los paisajes, hayedos, castañares, parecen más solitarios, más inertes, son como muertos pálidos que resucitan con la llegada del calor primaveral.
Ya hemos llegado hasta el camino de Sant Segimon, aquel que viene de Coll Formic hasta esta construcción (la única manera de llegar motorizado). Dejamos atrás a nuestra espalda y abajo el fabuloso hayedo antes nombrado, y yo me dispongo a llegar hasta la puerta de la construcción y ver como van las obras de rehabilitación, estado de las construcciones y a la vez para admirarlas en mi observación, cogiendo el ancho camino a la izquierda. Mis compañeras deciden seguir el camino a la derecha en dirección al Coll de Les Tres Creus que queda justo al otro lado de la cerrada curva, saliendo del hayedo y el exuberante bosque. Después me reúno con ellas en la subida a Sant Miquel de Barretons la cual se coge desde el mismo Coll de Les Tres Creus (quedando la cruz con tres cruces a la derecha) y una subida con escalones al principio a la izquierda en el limite del camino y ladera de la montaña, que nos llevan en pocos metros hasta dicho lugar y construcción. Un gran cartel nos explica mejor por donde ir justo al pie de dichas escaleritas de losas de piedra. Poco ha durado el caminito. Aquí ya comenzamos a encontrar con más visitantes y excursionistas del Montseny: una pareja con su perro que bajan por la senda la cual nosotros habíamos subido bajo Sant Segimon, y grupos de personas, montañeros que bajan de la parte del Matagalls hasta Sant Miquel dels Barretons u otros que desde Coll Formic se acercan a este Coll de Les Tres Creus. Ya hay más movimiento. Ya era raro en el Montseny no encontrarse con más gente que disfrute de esta gran montaña y sus numerosos hermosos parajes. El sol también nos quiere saludar, ya es casi mediodía (13’30 horas aprox.) cuando llegamos al lugar, pero las nubes ahora se hacen más abundantes y observamos como algunas tormentas se han formado en el horizonte pirenaico al noroeste de nuestra vista, otras más al suroeste por la plana del Bages ¿¡Nos cogerán estas tormentas!? Es indudable que si nos cogen aquí nos nevaría por el frío que está haciendo.
Después de la subida descarnada por la roca de la montaña hasta el excepcional mirador y encantador rincón entre despeñaderos y abismos alrededor, llegamos a la sencilla y antigua construcción de Sant Miquel de Barretons. Aquí les digo a las compañeras de pararnos a comer, y en la puerta de la pequeña construcción lo hacemos. De momento nos da algo el sol ¡A ver lo que dura! Estos lugares ya los he descrito en anteriores visitas y recorridos realizados por esta parte del Montseny, pero no me canso de admirar los paisajes, vistas y lugares que se divisan desde este colgado mirador, enfilado en un peñasco y cercado por escarpes, paretillas y abruptos perfiles. Allá abajo justo queda todo el conjunto de Sant Segimon, y en el horizonte esas nubes de tormentas magníficas, amenazadoras y oscuras, mucha oscuridad bajo ellas. De tanto en tanto parecemos escuchar algún trueno en la lejanía, pero que no nos parecen tan alejados.
Comemos casi rápidos y enseguida nos ponemos en marcha. El sudor en la ropa interior térmica te hiela por el frío en cuanto estás unos minutos parado, si no te cambias. Yo aún puedo hacer mis streptease y cambiármela para no pasar frío mientras como. A partir de aquí dejamos el recorrido descrito en Santos y bandoleros en el Montseny y seguiremos por la de Matagalls. El bosque animado, justo desde la llegada a Sant Miquel de Barretons y hacia el Coll de Bordoriol.
Salimos de Sant Miquel de Barretons subiendo la senda hacía la izquierda para no tener que volver a terreno ya pisado. Esta sendilla nos sube hasta el colladito que hay entre el Turó de Sant Miquel y el resto de la loma que viene del mismo Matagalls. Una vez arriba de la loma la seguimos hacía arriba por la parte más alta de la misma en busca del Coll Saprunera. Una ancha y bien marcada senda nos guía a través de la loma sin casi árboles e invadida de matorrales de altura. Al otro lado o mejor dicho, después de bordear el Turó de Saprunera por la derecha, llegamos al mencionado Coll Saprunera. Los restos de nieve ya comienzan a aparecer de nuevo y a extenderse por los rincones más umbríos del lugar. El hecho es que estamos ya a casi mil cuatrocientos metros de altitud. Desde aquí observamos montaña arriba, por en medio del vallecillo que nos queda a la izquierda, y que no es otro que el mismo vallecillo del Torrent de l’Oratori (aquí arriba llamado “de la Font del Matagalls”), una loma alta, suave, cubierta de nieve entre blanca y oscura por los numerosos matorrales rastreros, una lejana y casi invisible cruz: es el Matagalls. Lejos pero cerca tenemos la cima de este singular pico. Es la segunda vez que la vemos en el día de hoy y con nuestro recorrido; ha habido un momento al principio del recorrido que la hemos visto en la parte más alta de su abrupta y casi cortada ladera noreste del mismo, las nubes en ese momento han dejado que viéramos su cima como si nos hiciera un favor para mostrarnos tal punto importante de esta montaña, referencia y fama dentro de un recorrido que lleva su nombre. Un ancho camino blanco de nieve llega por la suave loma hasta dicha cima… pero esta vez no subiremos al pico. Si hubiera caído nieve reciente sí que la hubiéramos incluido en nuestra actividad del día, aprovechando la emoción que proporciona caminar sobre el blanco meteoro en la montaña.
Desde Coll Saprunera también observamos el punto más alto de nuestro recorrido: si miramos hacía la izquierda y este, al otro lado del vallecillo, un hueco, un colladito casi al final de la loma, otra loma, que baja también del Matagalls, es el Coll d’Ordials. Así pues cogemos el camino ya descrito en Matagalls. El bosque animado desde el Coll Saprunera hacia Coll d’Ordials que se introduce en el exuberante pero más de altura, roquedo y escarpado vallecillo del Torrent de l’Oratori o de la Font del Matagalls que llaman en esta parte. La nieve en la umbría de este antiguo camino excavado en la roca de la ladera y abandonado, en desuso si no fuera por los pocos montañeros que nos internamos de tanto en tanto por él, es más abundante. Las imágenes y paisajes se convierten en totalmente invernales, entre la nieve más numerosa y acumulada en rincones, la altura, el frío y ahora el sol que se va ocultando entre las blanquecinas nubes… y algún trueno que de vez en cuando seguimos oyendo. Entre escondites de hermosas hayas llegamos al fondo del vallecillo, ya sin subir más, al contrario, con leve bajada. Cruzamos el riachuelo del Torrent de La Font del Matagalls (más debajo de l’Oratori), y seguimos por la, por momentos, escondida y poco o mal trazada en otros tramos, senda que nos llevará, por la ladera contraria, hasta el Coll d’Ordials.
Por esta senda con más nieve y salvaje, peor trazada, observamos como ha ido quedando el camino que hemos cogido en Coll Saprunera al otro lado del vallecillo: una raya blanca casi perfecta. Siguiendo con la mirada esa loma hacía la derecha en descenso, admiramos como han ido quedando las construcciones de Sant Miquel de Barretons y Sant Segimon como postales de casitas, tejaditos, muritos en medio de la escarpada ladera, entre paredes rocosas y bosques frondosos en las laderas menos empinadas… Hermosas vistas, encantadores paisajes. Siguiendo la senda bajo el ya nublado y amenazador cielo del Montseny, atravesamos un rincón poco pisado ni visitado por los curiosos montañeros, es un hayedo en la umbría ladera dels Salaverds, fría, nevada, y con sus pequeños rincones de agua helada, congelada por el frío del lugar y el momento. Hermosos ejemplares, de nuevo el hayedo me vuelve a sorprender a emocionar. La senda no se ve muy clara, pero sí la dirección que hay que llevar sin subir ni bajar, por la ladera que poco a poco gira de noreste a norte en busca de un lejano y casi invisible claro entre tanta exuberancia y hermosura del hayedo, es el Coll d’Ordials. Si no hubiéramos pasado por aquí ya en Matagalls. El bosque animado, tendríamos una sensación de estar perdidos en un precioso hayedo, sin camino, sin rastro bajo la hojarasca y la nieve, y entre preciosos, numerosos y viejos ejemplares que hacen invisible el resto del mundo; solo existe este rincón apartado de todo, como en otro mundo, como estar metido en otro cuento de los Grimm con lobo feroz o sin él… Hermoso y emocionante.
Llegamos al espacio abierto sin vegetación arbórea de Coll d’Ordials. Es un pradillo con la típica forma de collado (paso en el punto más bajo de una loma, cordal o cordillera, para cruzar al otro lado de la misma) suave y ondulada que nos lleva del vallecillo del Torrent de La Font del Matagalls a otro vallecillo más estrecho y encrespado, el del Torrent de l’Erola (de nuevo) aquí llamado Sot de Les Cordes. Es curioso. Cruzaremos dos veces rieras y torrentes importantes en esta parte del Montseny, en esta umbría del Matagalls, señal de que nuestro recorrido es de ida y vuelta de una punta a otra de la misma ancha y enorme ladera del Montseny que baja desde las cimas del Matagalls hasta Viladrau… solo nos dejaremos la Riera de La Sala (afluente de la Riera Major) que quedaba más a la derecha de Sant Segimon, bajo el Coll de Les Tres Creus. Aunque ésta sí que la cruzamos y recorremos casi de arriba abajo en Santos y bandoleros en el Montseny justo cuando comenzamos a bajar de Sant Miquel de Barretons en la marcha de vuelta.
Estamos, repito, en el punto más alto del recorrido, cerca de los mil quinientos metros, y aquí el frío se hace algo más intenso. Es un impresionante mirador hacía el norte y noreste, que desde puntos atrás del recorrido era esta precisa loma la que nos quitaba las vistas hacía estos puntos cardinales, y es entonces cuando descubrimos el nublado y tenebroso Pirineo cubierto por esas tormentas que expulsaban sus energías con esos truenos como salidos del inframundo. La cortina que cae de las nubes no es gris como la de lluvia, si no blanquecina, es nieve lo que cae y el rastro que deja. Y esta visión nos impresiona, la tormenta tiene virulencia, y parece que en su recorrido se acerca al Montseny ¡¿nos cogerá de lleno?! Otra tormenta aparece menos expresiva por el este, la que venía del Bagés, parece que estamos rodeados, no tenemos escapatoria, solo queda esperar a que nos cojan y sufrir sus inclemencias… y no me he traído el “cortavientos” North Face… bueno, mientras, decidimos seguir bajando por la senda que toca, seguir la ruta. Eso sí. El paisaje es casi monstruoso con estas manchas negras enormes, gigantescas en el horizonte, de las que en su parte superior surgen esos hongos blancos ondulados y suaves, y les cae, entre la intensa y asustadiza oscuridad, esa blanquecina nieve. Emocionante, hermoso.
Seguimos por la senda de bajada al otro lado de por donde hemos llegado al Coll d’Ordials. Al principio una fría, nevada ladera invadida por otro hermoso hayedo y su habitual numerosa hojarasca en el suelo, y después nos deja salir por una bajada en zigzag, empinada, del hayedo al monte abierto, en busca de cruzar el torrente. Aquí ya observábamos y ya temíamos que la tormenta se nos echara encima, pero al final la del noroeste no nos cogerá, aunque sí nos rozará la que viene del oeste, del Bages, y en un momento de esta marcha nos comenzará a caer el blanco meteoro sin más incidencia que dejarnos una hermosa e invernal estampa mientras seguimos los caminos y sendas de la umbría del Montseny, del Matagalls. Cruzamos el torrente, nacimiento del Torrent de l’Erola, que aquí forma alucinantes cascadas de hielo, congeladas por el frío con un aspecto escultural y fotogénico como siempre ocurre con las formas del hielo cuando se congelan los riachuelos, rieras y torrentes. Justo aquí giramos siguiendo la senda hacía abajo casi paralelos al valle, al barranco, dejando las heladas formas, cascadas congeladas, detrás nuestro. Igual que hemos subido con rapidez hasta Sant Miquel de Barretons, bajamos ahora verticales y rápidos en busca de nuestro siguiente punto de referencia: La Font Rupitosa… todo esto siempre haciendo el mismo recorrido que en Matagalls. El bosque animado.
Pronto dejamos la pelada loma empinada y pedregosa, y volvemos a entrar en el magnífico hayedo. La senda baja mucho entre este otro fabuloso bosque. Recuerdo que en la ruta Matagalls. El bosque animado tuvimos que salirnos de la senda y girar algo a la derecha y monte a través de bajada por en medio del fácil hayedo, hasta encontrar otra senda que nos llevaría por el camino correcto, hacía la Font de Rupitosa, sin necesidad de bajar demasiado… pero esta vez no lo hago así. Al estar el hayedo tan limpio por el aspecto invernal, la senda es muy fácil de seguir y decido no variar la marcha. Y la senda baja y baja en zigzag perdiendo considerable altura.
Y más abajo la senda parece horizontalizarse, dejamos de bajar a saco. Pasamos junto a ejemplares grandes, altos y hermosos, y justo el hayedo y la senda acaban en un llano despejado, pero no llegamos a tocarlo. Me resulta familiar el lugar. Sabia que esta senda bajaba hasta el Plá de Malataup (por el que ya habíamos pasado saliendo del Corral del Pujol), pero pensaba que encontraríamos el enlace de sendas y aquella que se dirige a Font Rupitosa antes… pues no, la senda acababa justo en el Plá de Malataup y justo pocos metros antes de salir del hayedo, otra amplia senda sale por la derecha y comienza a subir de nuevo la ladera, pero girando más hacía el sureste con menos subida, menos empinada. Seguimos por ésta y nos internamos de nuevo en el hayedo. Han faltado pocos metros para volver a pisar la senda ya recorrida, curioso; y con la vista ya veíamos dicha senda ya recorrida a la ida en medio del pradillo del Plá de Malataup.
De nuevo hacía arriba, con no mucho desnivel. La senda está bien trazada pero no es demasiado ancha, a veces la ladera es algo abrupta pero nosotros la atravesamos en diagonal sin problemas. Nos topamos con un hito llamativo y otra senda a la derecha y montaña arriba que sube. Ésta vuelve al cordal de Els Ginebrals que llega hasta la misma cima del Matagalls. Pero nosotros debemos seguir la que llevamos con leve subida y en diagonal por la ladera. La tormenta del Prepirineo ha pasado sin afectarnos, pero vemos como en las Cingles de Tavertet sobre el Valle y Pantá de Sau, la tormenta ha dejado nevado sus laderas y verdes perfiles. Y más hacía la Sierra de Cabrera también la blanca nieve aparece entre los oscuros terrenos y morfologías. De repente el Pirineo se despeja entre las negras, grises y blancas nubes tormentosas; el Puigmal aparece blanco, inmaculado y limpio ¡Hermosa imagen! El zoom de la Canon me acerca esta montaña nítida y preciosa.
La senda se convierte en camino, y ahora cruzamos todo el estupendo e inmenso hayedo que queda justo en la escarpada y empinada ladera noreste del Matagalls. Este es el camino que nos llevará por la Font Rupitosa y la Font de Llops. Recorre todo el gran circo que forma esta parte el Montseny y que es el nacimiento de fuentes, riachuelos, regatas, torrentes… que forman abajo en el fondo del valle, recogiendo como si fuera un embudo, la Riera Major justo en la zona del puentecillo cerca de l’Aremany; punto por el que pasamos por la pista justo antes de desviarnos hacía la Font de Les 3 Roses. El camino deja de subir con su leve elevación y llegamos, junto a una gran, gigantesca haya y cerca de una curva del camino, a la Font Rupitosa. Debo de recordar que estamos haciendo el mismo camino ya realizado, para llegar al Coll de Bordoriol, en Matagalls. El bosque animado. El siguiente objetivo es la Font de Llops. Ya se nota la dirección y acercamiento a Coll de Bordoriol, entre la espesura del hayedo, ya lo vemos al fondo ese collado en el cordal límite al otro lado del circo bajo el Matagalls… falta poco.
De nuevo algo de nieve en el camino, pero seguimos fácil por el raquítico, tétrico pero fabuloso, tremendo y extenso hayedo en las mismas laderas en las umbrías noreste del Matagalls… es lo que tiene el visitar un hayedo en invierno. Y de nuevo la soledad. Desde Sant Miquel de Barretons que no vemos a nadie, y solamente veremos a un solitario paseante pasado la Font de Llops. Nos nieva algo; los copos son grandes, preciosos y con sus estrellitas bien formadas a simple vista. Pero no dura mucho la nevada. La tormenta que viene del oeste nos roza, y la que venía del noroeste, del Prepirineo ya pasó sin rozarnos, y ya sus truenos se oirán por Girona. Pronto pasamos por Font de Llops.
Pasado y cruzado el magnífico y hermoso hayedo, llegamos a Font de Llops. Fotos a la solitaria fuente, igual que le hicimos a la Font Rupitosa. Aquí hay una subida directa al Matagalls por Coll Pregón por el bello y empinado hayedo… lo dejaremos para otra ocasión. De aquí al coche no queda nada, parece que ya quiere oscurecer y la luz hace de las suyas con las sombras del hayedo, hermoso contraste, bella estampa de atardecer en un hayedo magnífico, impresionante. Este camino nos deja, bajando casi inapreciablemente, hasta que desemboca en otro camino justo en un collado junto a una cruz, es el Coll de Joan. Seguimos por el nuevo camino hacía la izquierda y norte. Pasamos por la curva la cual nos desviamos para bajar al Castanyer de Nou Branques, por lo que ahora desandaremos los pocos pasos que nos quedan hasta Coll de Bordoriol. Como estamos cerca y no hay mucha luz, el caminar es rápido. Ya hemos dejado el magnífico hayedo y toda la umbría del Matagalls, del Montseny a Viladrau y pronto llegamos al coche. Hay curiosos abrigados hasta los ojos rondando por el collado, el parking de los coches. Uno incluso se ha subido al mirador que hay cercano y con un trípode y una supercámara no para de hacer fotos a la montaña, apuntando hacía las partes más boscosas y altas del Montseny. Les Agudes aparecen más al sur, como detrás de las laderas que bajan del Matagalls; es impresionante: todo nevado y con su perfil más agreste, Els Castellets, recortándose bajo el cielo oscurecido por el ocaso. Un paisaje verdaderamente digno de un rincón pirenaico. Precioso y espectacular.
Han pasado de ocho a ocho horas y media de recorrido, pero la marcha ha sido impresionante, magnífica, increíble. Siempre es estimulante, revitalizante cruzar, pasear, sudar entre estos impresionantes paisajes, lugares y rincones del Montseny, aunque algunos parezcan tétricos y casi tenebrosos bosques invernales con esos espectaculares y sombríos castaños. Espectacular. Volvemos a Barcelona y a Girona con el cuerpo cansado pero satisfecho por la actividad realizada, por el lugar visitado, por la auténtica experiencia vivida, como siempre, en los fantásticos hayedos en las umbrías del Matagalls, entre los escondites de cuento de los Grimm en el hermoso y místico Montseny.