Desde las playas y alrededores de Ampuriabrava veíamos las montañas y formas que Maribel llamaba “La Geganta” mirando hacía el sur. La fisionomía de la misma resultaba que las montañas y laderas que rodeaban, por el norte, Torroella de Montgrí hasta l’Estartit, daban forma a este ser de fantasía, con cierta gracia e imaginación. La cabeza con los cabellos, fosas de los ojos y nariz, lo forma el Puig Rodó; uno o los pechos con su pezón, el Castell de Montgrí; la barriga, la pancha hasta la cintura, el Montplà; y las piernas hasta los pies con sus dedos mirando hacía el cielo, Torre Moratxa y Roca Maura ya en l’Estartit. Curioso.
Sin embargo los “gironins” lo llamaban “El Bisbe” (el obispo), ya que, mirando desde el otro lado de las montañas, parecía un obispo, con su birrete y todo, tumbado como muerto. Cuestión de imaginación.
Pero lo importante es que, después de hacer numerosas excursiones por las zonas de siempre, cercanas y habituales a nuestras visitas, igual que decidí hacer alguna montaña algo más al sur, como con la Sierra de Miralles, ahora la decido hacer alguna más al norte, como este caso con Montgrí.
Es una excursión fácil y entretenida protagonizada por los muros y torres del Castell de Montgrí. Así pues, el pasado sábado 8 de junio más de 25 compañeros de Cuspidianos me acompañaron en esta tranquila y curiosa actividad. Casualmente las predicciones alertaban de fuertes tormentas en casi toda Cataluña, pero nosotros nos arriesgamos a salir e intentar el recorrido. Por suerte la montaña tenía vías de escapada o gran cercanía al punto de partida en las primeras partes de la misma, por si veíamos que las inclemencias del tiempo nos impedía la marcha.
El Carrer del Camí de Les Dunes o el Carrer del Montgrí son puntos de partida en la misma localidad de Torroella de Montgrí. En la parte de arriba y cerca de la montaña, unos carteles nos indican “Castell de Montgrí”, “Ermita de Santa Caterina”… es fácil seguirlos y salir de la localidad en dirección a la montaña por un ancho camino. No hay pérdida.
El camino sube por la ladera de la montaña que alberga el castillo en su cima y se acerca hacía un collado a la izquierda que queda justo entre ésta y otra montaña a la izquierda. Es el Coll de Santa Caterina. En poco tiempo llegamos a dicho collado fácilmente, después de una rocosa subida final y de pasar por unas pequeñas construcciones que parecen ser pequeñas “capillas”. Paredes calizas, ginebres a millares de espléndidas y llamativas flores amarillas por todas las laderas, y un tormentoso y espectacular amenazante cielo encapotado. Pero al llegar toda la trupe al Coll de Santa Caterina un viento huracanado hace acto de presencia como avanzadilla de lo que se podía avecinar.
El cielo no quiere estar estable, nubes amenazadoras por aquí y por allá dan su pincelada fría e interesante a la actividad y al paisaje. Comenzamos a subir las rocosas laderas, libres de arboleda pero llena de matorrales entre sus grietas, que sube hacía el Puig Rodó. También me comentan que otro pavoroso incendio hace no demasiados años, asolo estas montañas dejándolas libres de bosque y arboledas en muchas o casi todas de sus rocosas laderas. Solo se salvaron algunas islas y rincones como en las inmediaciones de la Ermita de Santa Caterina. Interesante subida al Puig Rodó. Terreno muy rocoso, de piedra caliza erosionada que me recuerda al macizo del Garraf y otras montañas de mi tierra alicantina. Una sendilla sigue todo el recorrido por la parte más alta de la misma, a pesar del fuerte viento, la veintena de personas que formamos la actividad, seguimos con gracia y alegría haciendo frente a las inclemencias mencionadas. El compañerismo y la amistad son condiciones esenciales para una experiencia emotiva en la montaña, a pesar de las condiciones.
Fotos. Tras nuestro va quedando “el faro” del Castell de Montgrí sobre esa rocosa montaña roma; y a la derecha y más al este, va surgiendo la tercera montaña que no se ve enteramente desde Torroella de Montgrí: Montplà. Las vistas son limpias y plácidas. A medida que nos acercamos a la cima del Puig Rodó, mirando atrás y sureste vemos la amplia llanura de la desembocadura del Ter, junto con su gola. Al otro lado, internándose en el mar en espectaculares acantilados y recortadas vertientes, las Montañas de Begur.
Después de una antecima, llegamos al pilón, eje geodésico, que nos dice cual es el punto culminante del Puig Rodó. Llego con los últimos cuando todo el grupo ya se abriga o se protege del fuerte viento. Estamos en la modesta altitud de 308 metros. Todas estas 3 montañas rondan la misma altura. Espléndida y cómica foto de grupo (el viento tira la cámara) y reemprendemos la marcha hacía nuestro segundo objetivo de la actividad: la Ermita de Santa Caterina.
Hablo con Alex y Joan que son los corremontañas que se ponen en cabeza en la marcha, y les digo que quiero volver al Coll de Santa Caterina por otra senda que recorta la antecima y la montaña por su parte sur, mirando a Torroella de Montgrí y a toda la plana que llega hasta Les Gavarres al sur. De esta manera nos quitaríamos al molesto viento que impera en la cima y collados de la montaña. Ahora mejor vemos el paisaje hacía el noreste e izquierda: una pista acaba en la construcción y arboledas de la ermita de Santa Caterina, al noroeste del Montplà. Podemos observar que casi toda la montaña está pelada de árboles, de bosque; presuntamente a causa de aquel incendio que apuntaba antes. Justo cuando están en la cumbre de la antecima, hago que la gente gire hacía la derecha por una senda casi inapreciable pero verdadera que baja algo a un lado de un barranco y por debajo de las peñas y rocas cimeras de esta antecima.
Esta senda gira de nuevo hacia la izquierda siguiendo la forma de la montaña, dejando nuestra dirección sur, sureste y cogiendo la dirección este. Pasamos junto a una cueva. Es el Cau del Duc (d’Ullà). Un perfecto agujero redondeado pero que enseguida pierde profundidad y se estrecha por grietas casi imposible de adentrarse. Seguimos la senda por laderas rocosas, casi escarpadas, pero fáciles de seguir. Giramos de nuevo para volver a la senda de la cima de la montaña para llegar al Coll de Santa Caterina. Arriba nuestro la impresionante visión del perfecto cuadrado del Castell de Montgrí. Será nuestro protagonista en la excursión, cualquier foto o mirada buscaran o se referenciaran con su imagen.
Ya estamos en de nuevo en el Coll de Santa Caterina. No hace tanto viento. 2 caminos nos pueden llevar a la Ermita de Santa Caterina: uno baja hasta la pista de la izquierda, la cual acaba en la misma ermita, y el otro es una simpática senda que gira hacía la derecha y baja lentamente mientras se interna en un verde vallecillo dejando a la derecha las vertientes de las montañas del Castell de Montgrí y Montplà. Seguiremos ésta última. Bonito recorrido éste. Invaden la montaña y cruzan la senda unos simpáticos habitantes de la misma: caracoles con su casa de color amarilla. Curiosos, interesantes. Parece una especie única de caracol… pero no creo. Irene intenta salvarlos a todos sacándolos de la senda para no pisarlos, y Pep, Xavi, intentan cogerlos para un buen arroz. Llegamos fácilmente al lugar donde unos altos árboles (salvados de la quema) nos dan la bienvenida mientras rodean el templo de Santa Caterina. Siguiendo el corto caminito subimos unas escaleritas que nos dejan ante la fachada de la ermita y junto a un murito que hará las veces de banco donde nos sentaremos a almorzar.
No es un templo especialmente interesante. Tiene su historia, que se puede leer en los carteles informativos de la pista, y su fachada principal más bien es fea. Risas y hambre se entremezclan en el almuerzo. Descansamos y “charramos” animadamente. Tenemos que seguir: ahora debemos dirigirnos a la parte de atrás del templo y entre los hermosos pinos por el fondo del vado, sale una senda, un caminito que nos subirá, hacía el noreste, al fácil colladito entre la montaña que llaman Puig Roig, Puig de Carroig justo al norte de la ermita, y el Montplà a la derecha, al este. Bonita subida sin pérdida por una senda muy marcada. Salimos de la arboleda y cruzamos una parte de vegetación arbustiva muy abundante y frondosa, pero que normalmente no pasa de las rodillas. Te deja la amplia visión del paisaje que el bosque impide que tengas. Magnífico. Bonita imagen queda atrás mientras subimos, del fotogénico Castell de Montgrí a la izquierda y el iluminado ahora por el sol, Puig Rodó. Cercano en el centro, entre la verdísima vegetación arbustiva, la isla de altos árboles que rodea y oculta la ermita. Bello. Con imaginación ahora vemos la cara y cabeza de la “geganta” (Puig Rodó) y su pecho con el pezón (Castell de Montgrí), desde al colladito. Encantador. Hacía el norte, entre las amenazadoras nubes de tormenta, el excepcional Golfo de Rosas. Una gris y terrorífica cortina de lluvia invade la comarca del Alt Empurdà. Soberbias imágenes.
En el colladito giramos a la derecha y este en busca de las laderas del Montplà. Mientras subimos al mismo descubrimos la magnífica vista de la costa alrededor de l’Estartit: entre la negror de las nubes en el cielo y el tranquilo azul del mar, aparecen las imperiosas Illes Medes, bonitas, enérgicas, y el tremendo bosque que queda entre Montplà y el mar. Asombroso y magnífico. Realmente este tiempo tempestuoso le da un toque de aventura y fascinación al recorrido.
Nos topamos con el G.R.-92 que viene del bosque y de la recortada costa brava gerundense, y la seguimos hacía la cima del Montplà. Pero de nuevo nos encontramos con el fuerte viento en la cima, y las negras nubes justo arriba nuestro intentan dejar caer algunas gotitas, sin llegar más allá. Se escuchan truenos lejanos. La tormenta comienza a oscurecer y hacer invisible entre la negra cortina de lluvia, las inmediaciones de justo detrás del Puig Rodó. La senda es fácil. Al llegar a la llana, plana y extensa cima del Montplà (hace honor a su nombre) giramos hacía el sur-suroeste siguiendo la senda y la misma dirección de la cima. La floja lluvia acompañada por ese viento fuerte hace que los compañeros se olviden de esta cima y pasen de largo en busca del Castell de Montgrí que aparece enfrente nuestro. Yo me desvío unos metros y subo a la piedra que parece ser lo más alto del Montplà (311 mts.). Me protejo de la lluvia y juego con el fuerte viento. Hay una plaquita y una barra oxidada de hierro. Bonitas vistas entre las Illes Medes y la Gola del Ter.
Admiramos mientras nos acercamos a nuestro último y más singular objetivo, el Castell de Montgrí, bajando del Montplà, como la tormenta se come la atmosfera y terreno del Puig Rodó. Impresionante imagen y temerosa impresión. Parece que se acerca… a ver si nos da tiempo a refugiarnos entre los muros del castillo. La senda vuelve a girar hacia el oeste y luego suroeste, mientras delante nos maravillarnos con el espectáculo que rodea el cielo de Puig Rodó. Parece que el fuerte viento intenta llevarse superficialmente la tormenta tierra adentro, pero en las capas más altas avanza lentamente hacía nosotros.
Llegamos al punto más bajo entre el Castell de Montgrí y Montplà: el Coll d’en Garrigars. Nos encontramos con otro grupito de gente aborigen del lugar. Hasta aquí se llega fácilmente también desde Torroella de Montgrí por la pista del Camí del Xiprer d’en Navarro. Y era la ruta de bajada que en un principio había planeado para la marcha. Mientras llego al nombrado collado, ya veo como la cabeza de la marcha comienza a subir por la tortuosa senda o recorrido que llega a la cima del Castell de Montgrí. Algunos se pierden por sus verticales pendientes. Hay que seguir las zigzagueantes marcas del G.R. rojas y blancas, y ellas te llevaran entre pasillos y laderas rocosas, hasta la misma redondeada y plácida cumbre del Montgrí donde se alza el cuadrado y singular Castell de Montgrí (308 mts.).
Casi desde los mismos muros del castillo se iba gestando y cerniendo la tormenta. Nubarrones negros y espesos daban un toque fantástico y embelesador, así como temido y amenazador al cielo sobre el Montplà, el Montgrí. Entramos al castillo. Por dentro está hueco; ha perdido sus antiguas construcciones y estancias interiores, pero los muros son recios y extraordinarios. Podemos subir por una de las redondeadas torres que hacen de esquina en el cuadrado castillo, y pasearnos entre sus almenas y camino de ronda. Ya llueve. Debemos protegernos. Nos quedamos en el interior de la torre o en el hueco de la puerta principal. Antes hemos fotografiado los perfiles del castillo y las magníficas vistas que ofrece a todo lo que ya veíamos en nuestro recorrido. Estamos rodeados de tormentas, cortinas de lluvia, nubes negras y grises… parece que el único sitio donde no se desataran con tanta violencia es aquí mismo y su recorrido al mar. Increíble la suerte, ya que los diluvios son perceptibles desde nuestra altura. Magnífico.
La lluvia va aflojando y algunos deciden sacar el bocadillo y otros bajar a Torroella de Montgrí ¡Se me dispersa el rebaño! Es difícil a veces llevar a tanta gente a la montaña con una sola dirección. Al final decido bajar con el resto de la gente que quedaba en el castillo y comer en Torroella de Montgrí. La nube que nos afectado se va y la lluvia va siendo cada vez más minsa. Pero en lugar de subir por donde hemos bajado y desde el Coll d’en Garrigars bajar al pueblo, decidimos bajar al Coll de Santa Caterina. Más rápido y casi más directo, y a la vez menos peligroso; ya que la roca está mojada y un resbalón por las vertientes que bajan al Coll d’en Garrigars nos puede dar más de un susto.
Voy de los últimos cerrando la marcha. Desde la entrada del castillo saliendo del mismo, a la derecha, por el lado contrario al que hemos subido, comienza la bajada al próximo Coll de Santa Caterina. Primero una ancha senda o antiguo camino, y después una senda fácil y zigzagueante que nos lleva al nombrado collado. Y ya desde aquí desandamos el camino hacía Torroella de Montgrí, sin quitarnos las capuchas y chubasqueros. Ya abajo decidimos acercarnos a l’Estartit y comer allí mientras las nubes se disuelven y desaparecen para dejarnos una tarde radiante junto al mar, mirando hacía las Illes Medes en la Costa Brava.
Nos hemos recorrido las curvas de “La Geganta” y hemos descubierto unas nuevas y simpáticas montañas entre las verdes y ventosas comarcas de l’Empordà, hemos caminado bajo la tormenta y visitado los restos de un fabuloso castillo… todo esto con la más numerosa y mejor compañía.