Me llamaba la atención en el mapa una línea serpenteante y curiosa; a la vez habían varias rutas naturales dentro del parque natural que recorrían parte de este curioso dibujo en medio de la montaña. Es el cauce y valle que recorre la riera que lleva el nombre de la montaña: El Montnegre.
Y para recorrerse una riera, un arroyo, un río, lo ideal es hacerlo entero, desde su nacimiento hasta su muerte; en este caso desde que se une con la Tordera en el centro del valle del Vallès Oriental muy cerca de la frontera con La Selva, hasta las cercanías de su nacimiento en Sant Martí de Montnegre. Aprovechando para llegar hasta el templo y lugar para visitarlo, en vez de llegar hasta las verdaderas fuentes de la misma, que quedaran muy cerca. Así pues hay que acercarse en coche hasta la unión de la Riera del Montnegre y de La Tordera, justo bajo la autopista Barcelona-Girona ¿Cómo llegaremos? Habrá que inspeccionar antes el lugar.
Después del típico aviso de actividad en Montañas de La Luna unos pocos nos juntamos para realizar esta marcha montnegril. Entonces el pasado sábado 28 de febrero nos acercamos a La Batllòria. De nuevo como otras veces que nos hemos querido recorrer alguna ruta por el Montnegre, o perdernos por sus vallecillos y colinas, pero esta vez cruzamos el puente en coche y giramos por el camino paralelo a la autopista hacía la derecha y oeste, hasta donde un caminillo de agua cruza la autopista por debajo, por un puente con una extraña especie de barandilla que lo acompaña; no a mucha distancia después de girar y después de dejar otro cruce con otro camino perpendicular que atraviesa la autopista por debajo de ésta, sin hacer caso a este camino y cruce. La Riera del Montnegre pasa por debajo de la autopista junto a la barandilla y llega a La Tordera al otro lado corriendo paralela a la misma. Aquí, algo fuera del caminillo para que no estorbe, dejamos los coches.
Pero antes ya había venido con Anna para investigar y asegurarme del lugar de inicio y el camino a seguir. Explorar, descubrir… ¡Un juego de niños que nos hace Mayores! Ya preparados iniciamos la marcha: lo primero es pasar por debajo de la autopista mojándonos las botas con las aguas de la Riera del Montnegre, por que sí… es un riachuelo, una riera que lleva agua… la suficiente en ocasiones para mojarte por encima de los tobillos y para refrescar y llenar de vida sus orillas, rincones y vallecillos de esta amplia montaña.
Al otro lado de la autopista seguimos por un camino transitable que sube paralelo a la riera. Aquí ya nos introducimos en la montaña, en el primer vallecillo cuyas capitales puede ser Can Lloró o Can Cornel. El día es frío, invernal, pero soleado, aunque al sol parece que le cuesta despertar al calor en la tierra helada. El vallecillo es encantador aquí, observamos mientas nos internamos por él: hay muchas encinas, quercus sobretodo a la izquierda, bajo las laderas del Turó de Cal Perle y más adelante de Marfull. A la derecha el valle plano con tierra de cultivo o pasto, según, pero heladas, blancas por el hielo en estas primeras horas de la semana, y al otro lado otra boscosa y algo más alta pero suave loma. Encantador. El camino no tiene pérdida, montaña adentro, valle arriba.
En poco tiempo llegamos a Can Lloro y su simpático puente que cruza la bonita Riera del Montnegre a nuestra derecha algo más abajo del camino. No atravesamos este puente, ya que la riera marcha paralela a nosotros, es un pequeño puentecillo que más bien es un acueducto, ya que solamente un estrecho canalillo cruza su parte transitable y más alta. Encantador. El verdor, los árboles en sus orillas y la misma agua cristalina de la riera nos muestran una estampa, una postal hermosa, calmada y cautivadora. Pero debemos de seguir valle arriba. Los ejemplares y las hermosas encinas, árboles comienzan a ser excepcionales, el valle se cierra algo más, se estrecha, y sus bosques se acercan, se van haciendo mas frondosos y espectaculares. Pero el camino no lo dejamos ni apreciamos si sube o sigue llano… más bien coge altura muy poco a poco.
Y pasamos por debajo de Can Cornel que la dejamos a la izquierda a una altura por arriba del camino principal. Antes Can Lloro también la hemos rodeado dejándola pocos metros más alta del camino. Propiedades privadas, grandes casas, casas de “pagés”. Poco después el camino baja algo, gira a la derecha en busca de cruzar la Riera del Montnegre… dejando a otras casas, extrañas y casi escondidas construcciones a la derecha y más metidas en las espesuras de la montaña y su bosque.
El camino se acerca a la frondosidad y hermoso verdor del bosque. Dejamos a la izquierda un verde bancal que acaba en el mismo bosque, y justo pegados a la Riera del Montnegre, sigue el camino entre la bonita fronda. Bonitos rincones con el agua y la vida como protagonistas. Dejamos un desastrado y olvidado camino que aparece a nuestra derecha y parece que sube por la loma que invade, y seguimos por el mismo camino que poco después cruza la riera y parece que quiere subir y coger altura. Esta parte del vallecillo de la riera es curioso, deshabitado, frondoso, verde y exuberante. Olvidado, soleado y vivo.
Al poco de comenzar a subir por este camino giramos a la izquierda por otro camino que comienza a bajar buscando de nuevo el fondo del vallecillo y de la, ahora, escondida riera. Pero este camino a pesar de estar identificado en los mapas, acaba en medio del bosque. No hay senda, no se puede seguir, la espesura de los bosques y su inclinación, sin seguimiento ni forma de encontrar un camino o enlace que nos lleven al otro lado de la riera, que no la vemos pero que presumiblemente está allá abajo, entre la fronda de matorrales, encinas y pinos, al otro lado de esta ladera. No hay manera. Debemos volver por lo andado ahora hacía arriba y en busca del camino principal. De nuevo, en el camino principal, éste se empina bastante a la vez que la espesura del bosque y de la montaña se aclara, se queda a los lados, parece que vamos subiendo, caminando por en medio de la parte más alta de una ladera, de un cordal de la montaña. Más arriba, cuando el camino deja de empinarse tanto aparece otro camino igual de ancho que el que llevábamos y que gira a la derecha. Ahora sí, seguimos por éste.
Ya no dejamos este camino hasta llegar a un colladito cerca de la urbanización y las casas cerca de Roques Blanques (Les Partions). Estamos en los Boscos del Montnegre y los encinares, pinares y exuberante vegetación abunda por esta parte de la montaña. El camino no tiene pérdida: sube, cruza la Riera del Montnegre, gira con muchas curvas, cruza otros barrancos y sube poco a poco en busca de este colladito. El sol ya calienta más, pero el día sigue siendo espléndido.
Ya en el colladito aparece un cruce y otro camino, pero nosotros seguimos la ruta por otro camino casi paralelo que sube de nuevo enfrente a donde salimos. Es fácil: encontramos un cartel que nos informa muy bien de la dirección a tomar hacía Sant Martí de Montnegre, pues no seguimos dicha indicación y seguimos por el mismo camino que sale a la derecha del mismo cartel. Enseguida llegamos a un lugar habitado con un gran depósito de agua, redondo y habitual en los lugares con bosque para poder recoger agua en caso de incendio. Pero no llegamos a pasar junto el depósito, comienzo de nuevo de la civilización, seguimos el caminillo y nos internamos de nuevo en el bosque hacía la izquierda. Es como si no nos hubiéramos salido del camino, ni hubiéramos seguido por otros más “civilizados”, transitados y pegados a las pocas casas que aparecen por aquí. Pero no se trata de ir entre casas, sino entre árboles, bosques. Este camino parece sigue la parte más alta de la loma por la que andamos ahora, en dirección sur y luego este, con curvas y subibajas. Pero es en esta parte cuando de nuevo “pierdo el norte”: nos cruzamos con otros caminos maltrechos y descuidados, pero seguimos por el mismo que sigue la misma loma, a veces por la ladera izquierda, hacía el este. A la izquierda dejamos el fondo del vallecillo que surca la Riera del Montnegre, debemos volver a él de nuevo… y de repente, entre encinares y exuberante vegetación el camino se acaba… de nuevo acaba en medio del bosque, justo cuando la loma se acaba y por todo alrededor (menos por el lugar que veníamos) la ladera pierde altura, en medio del frondoso bosque, encinar con algunas sureras… ¿por dónde seguir? Menos mal que más o menos conozco la orientación a seguir y la dirección por en medio del bosque sin senda, monte a través, hacía abajo… una típica salida y actividad de las mías… pero no durará mucho. En el mapa del relato he señalado este recorrido con puntos discontinuos… para saber por donde “perderse”.
Bajamos entre la espesura como podemos cuando allá abajo por fin descubrimos la pista que sabía recorría la parte de abajo de este vallecillo, sigue siendo el vallecillo de la Riera del Montnegre. Un salto y ya estamos en la ancha y transitable pista. La seguimos hacía la derecha. Atrás hemos dejado los espesos encinares con esos hermosos ejemplares, altos, gruesos y sanos, tanto encinas como estos pinos piñoneros que tanto abundan por este y al otro lado de la Sierra del Montnegre. Muy cerca un puentecillo: la pista cruza la Riera de Montnegre. Y otro cartel indicador: de nuevo una flecha para ir por la ancha pista a Sant Martí de Montnegre, y otra flecha señalando la dirección contraria que nos llevará hasta Can Riera de Vilardell. De nuevo optamos por seguir el camino del agua pero al revés, corriente arriba, vallecillo arriba, y no hacer caso de la dirección por la pista hacía el Santuario. Un G.R. pasa por aquí (o pasaba) por las inmediaciones de Can Riera de Vilardell.
Al final no cruzamos el puente y seguimos valle arriba en busca de la magnífica construcción de Can Riera de Vilardell. El valle es increíble, hermoso, bello, un rinconcito en esta montaña del Montnegre, la rierita que pasa ahora por aquí es pequeña pero rodeada de numerosos árboles de rivera en fila, uno tras otro ordenaditos, como guardianes de la pequeña mota del riachuelo… sigue siendo la Riera del Montnegre. A la vez rodeado al vallecillo de laderas verdes y boscosas, con el fondo casi plano y llano con prados y tierras de cultivos también verdes… pero… no somos bienvenidos…
En los antiguos mapas sale que el G.R.-5 pasaba justamente por el fondo de este bonito valle junto al caserón de Vilardell. Pero actualmente ya no pasa por aquí, lo desvían por la derecha y arriba, por otras sendas y caminos, y torrente arriba lo vuelven a meter junto al curso de la Riera del Montnegre… ¿Por qué lo cambiarían? Fran nos cuenta una historia de cuando pasó por aquí en bicicleta… en resumen casi le echan a los perros. Y más adelante nos damos cuenta de la hospitalidad o advertencia de las gentes que habitan este lugar… El camino sigue por el fondo del vallecillo en dirección a un caserón hermoso, grande y curioso: Can Riera de Vilardell.
Unos arcos enmarcan sus fachadas, sus perfiles, bonitos y simpáticos. Lo rodeamos por la izquierda y vemos que el camino sigue vallecillo arriba. Los perros ladran. No se ve a nadie. El sol intenta calentar los magníficos árboles de rivera que hay en las cercanías, pegados a la Riera del Montnegre y alguna preciosa surera. En medio del camino y antes de llegar a una especie de cuadra alejada de la casa principal, nos para un coche que viene expresamente a curiosearnos. Las conversaciones sobran. La finalidad de la “entrevista” ha sido: “por aquí ya no pasa ningún recorrido, hay perros que pueden estar sueltos, el G.R. pasa por otro sitio…”, o sea: “no me gusta que estéis por aquí, estas son mis tierras y la montaña es mía, la próxima vez os echaré a los perros…” (Más o menos) ¡Increíble! La montaña no debería tener fronteras ni vallas… el que quiera privatizar la libertad que se vaya a la ciudad o que se esconda bajo tierra… ¡Los caminos son de todos!
Después de este desafortunado encuentro seguimos camino arriba por el vallecillo que ahora se va cerrando sin rastro del toque humano. Éste se estrecha y la vegetación se acerca a la Riera del Montnegre… valle arriba, en busca de sus fuentes, del corazón de la montaña. Rincones bonitos, boscosos de vegetación muy viva.
El camino gira siguiendo la riera. Cruza otro camino que viene desde la derecha, y casualmente con él llega el G.R.-5, y es ahora cuando de nuevo seguimos el mismo camino de Sant Martí de Montnegre. El camino es estrecho, no es transitable para vehículos, casi es una ancha senda. Llega un momento en que aparece un camino a la izquierda que comienza a subir por la ladera de la montaña dejando atrás el fondo de la Rivera del Montnegre. Subimos en busca de La Creu y Coll d’en Ginestar. De nuevo el esfuerzo de subir y coger altura. Las vistas comienzan agrandarse y comenzamos a darnos cuenta del lugar en el que estamos. Más arriba dejamos una casa y bancales a la derecha: Can Cases. Ya estamos casi en el collado descrito. Desde aquí el paisaje, el bosque es increíble, espléndido, precioso… cerrado, espeso y de diferentes colores según el tipo de árbol, mezclados de forma magistral en el lienzo que la naturaleza pinta sobre sus creaciones vivas y hermosas: una postal impresionante… y más arriba las cimas del Montnegre. Realmente un macizo muy boscoso, enorme, impresionante y magnífico… y aquí es una de las partes de la sierra donde más se acentúa y magnifica la selva del Montnegre.
Dejamos atrás los bancales de almendros y la casa con sus magníficas vistas al vallecillo de la Riera del Montnegre y a los bosques de la sierra, Can Cases; seguimos la pista ahora más ancha, aburridamente ancha, hasta que nos deja junto a un cartel informativo de lugares y direcciones cercanas: Sant Martí de Montnegre, Can Ginestà. La pista se allana un poco, ya estamos en la cima de la loma por la que subíamos. Arriba dejamos una casa en la cima de esta loma, es Can Ginestar (Ginestà), mientras llegamos al collado de la Creu d’en Ginestar. Es un gran cruce de pistas. Seguimos por la pista que nos lleva a Sant Martí de Montnegre, la pista que sigue enfrente al otro lado de la loma, por la otra vertiente justo hacía el este en lugar de seguir hacia arriba y a la derecha, que nos llevaría hacía otra parte de la montaña, de la sierra. Hemos dejado atrás y abajo la Riera del Montnegre y su vallecillo, ahora seguimos acercándonos al santuario y caserío de Sant Martí de Montnegre.
Y ahora por la amplia pista haciendo unos giros y curvas pero sin subir ni bajar apreciablemente, llegamos al Santuario y restaurante de Sant Martí de Montnegre, nuestro destino y objetivo más alejado del coche. Aquí comeremos y descansaremos después de visitar el templo, alrededores y el bar. Fotos desde el mirador en el patio delantero de la entrada del templo; el día soleado y espléndido hace que tengamos unas magníficas vistas hacía el Montseny, los verdes rincones en las faldas de dicha montaña… y acerco el zoom de mi Canon al Castillo de Montsoriu ¡Espléndido! Fotos de grupo, de actividad y volvemos al aparcamiento delante del bar para almorzar.
Ya es hora de volver al coche. La idea es deshacer el camino hasta La Creu d’en Ginestar y desde aquí coger toda la loma hacía el norte, toda la cima de la loma hasta la bajada en un punto del vallecillo de la Riera del Montnegre. En esta parte de la ruta volveremos a coger parte del recorrido de ida en Perdidos en el Montnegre. Y nuestro primer objetivo es llegar a Can Ginestar, justo arriba y al norte del collado y cruce de pistas de La Creu d’en Ginestar. No podemos llegar a la casa. Hay una valla que nos impide seguir por el camino que pasa junto a ella y que se supone sigue por detrás de ella por toda la cima de la loma. Entonces decidimos seguir por la pista que pasa por debajo de ella y sigue hacia el norte por la ladera izquierda de la loma. La casa tiene una curiosa fachada con unos arcos blancos, un lugar privilegiado con buenas vistas.
La pista rodea por el oeste el Turó d’en Ginestar. Intento mirar para buscar una senda o caminillo que suba hasta la Collada de Bassots. Según el Alpina parece haber alguno, pero la vegetación se lo ha comido, no existe ya. Desisto y decido que no hay tiempo para explorar ni averiguar si hay algún otro lugar en el que pudiéramos subir a la loma para cabalgarla, con lo que seguimos la pista hacía el norte bajando algo de altura por esta ladera hasta encontrar otro caminillo que nos suba a la Carena del Solà. Las vistas por esta pista del vallecillo de la Riera del Montnegre son impresionantes y hermosas: más abajo la casa de Can Cases, los bosques al lado del valle, en cada ladera y al fondo el llamativo y también boscoso Montllorer. El bosque es extenso y precioso, inundando e invadiendo todas las laberínticas laderas de la montaña.
Seguimos la pista. Más adelante otro caminillo nos ayudará a coger la cima de la loma por la que transcurre esta pista. Pero la pista ya comienza a perder altura. Por suerte a los pocos metros sale otro camino a la derecha que sube, maltrecho y en zigzag, intentando llegar a la cima de la loma. Lo cogemos. Otra vez subidas algo empinadas, el zigzag y arriba el camino se allana algo. Pero llegados a un punto y en una curva dejamos el camino para seguir monte a través o por una corta sendilla mal dibujada hasta otro camino algo más arriba. El camino que llevábamos giraba alejándonos de nuestro recorrido, y al que llegamos ahora sigue recto y llano por toda la cima de la loma de la Carena del Solà. En el mapa Alpina se ve claro, debemos coger el camino que queda justo arriba en el filo de la carena, de la loma, y es el que viene de la Collada de Bassots pasando por las altitudes superiores a los 500 metros.
Esta parte de la ruta es hermosa: el camino atraviesa casi llano una zona de altas y majestuosas encinas que encierran en las alturas las vistas desde el camino. Magnífico. Pero el camino llega al final de la loma y comienza a bajar con algunos giros hacía el norte, mirando al norte. Vamos camino de Vila-rasa, lugar por el que ya pasamos en Perdidos por el Montnegre. Así que bajamos por la fronda de la montaña entre sana y variada vegetación… incluso se escapa algún abeto perdido entre altos pinos piñoneros y altivas encinas, sureras, hermosos lugares. Entre árboles y selvas observamos una casa nueva, y me pregunto qué hace una casa de nueva construcción en un parque natural, en una zona protegida, aislada y sin aparente resto de actividad agraria de otros tiempos: es Can Ponet. Justo con las vistas de esta construcción a la derecha, seguimos el camino a la izquierda y hacía el norte. Ya estamos cerca de Vila-rasa. En esta parte de la montaña hay un fabuloso bosque de pinos. Altos, numerosos y casi frondosos, en una ladera algo inclinada y húmeda del Montnegre. Poco a poco bajamos a este lugar que hace de collado y de paso entre las vertientes de esta loma, y ya comenzamos a ver de nuevo el paisaje hacía el norte: las confluencias de El Vallés en Barcelona y La Selva en Girona, con las laderas del Montseny, y con el Castell de Montsoriu como principal curiosidad en medio de las vistas y subido en su perfecto y cónico monte.
Desde Vila-rasa seguimos el camino pero al revés, como si lo desandáramos, recorrido en Perdidos en el Montnegre. El camino sigue hacía el norte casi pisando el Turó de Vila-rasa y sigue por la ladera oeste con sus curvas, hasta que sigue por la cima de otra loma que mira al noroeste: la Carena de Les Gatelledes. Aquí la idea era seguir por la cima de la montaña hacía el norte y no hacía el noroeste, hacía el Plá del Cucut, el Suró de La Manilla… para encontrar el camino que baje directo por la izquierda hacia el valle en la misma dirección, que es el mismo vallecillo de la Riera del Montnegre, y las casas a las que llegaría sería Can Cornel o Can Lloro. Las primeras por las que ya pasamos al comienzo de la marcha.
Pero no ocurrió así. La pista o camino hace una extraña curva, cerrada, y la “orientación” me jugó una mala pasada: escogí seguir recto hacía el noroeste en lugar de girar hacia el este por la umbría de la montaña. Ésta última nos llevaría a los lugares antes citados. Pero seguiríamos por el camino que bajaría rápidamente, perdería altura rápido, en busca del fondo del vallecillo de la Riera del Montnegre. Al principio este equivocado camino sigue entre curiosas y gruesas sureras con una leva bajada o casi llano. Al tiempo baja con un notable desnivel buscando dicho fondo del valle. Mientras caminamos por él descubrimos y reconocemos algunas de las casas de la urbanización de Roques Blanques e incluso la prohibida y lustrosa casa de Can Riera de Vilardell en medio de su vallecillo, mirando entre la fronda de la montaña al suroeste. Hermoso.
Curiosamente bajamos a un cruce conocido. Aquí giramos esta mañana a la derecha y suroeste, oeste en busca del colladito cerca de Roques Blanques y la redonda balsa de agua. Entonces a partir de aquí desandaremos el camino, la ruta realizada esta mañana, bajamos en busca del riachuelo de la Riera del Montnegre y valle abajo de Can Lloro y Can Cornel, siguiendo el mismo camino pero en dirección contraria. El “riuet” forma aquí una postal entre sus aguas, orillas y arboleda de pequeños arbolitos y leñosos arbustos, bucólico y encantador.
Ahora todo lo que queda de recorrido es fácil. Ya que desandamos lo realizado esta mañana. Nos damos cuenta de aquellos paisajes de los que no nos hemos percatado subiendo, y de aquellos que sí, los disfrutamos de nuevo con otra perspectiva. Verdaderamente hay ejemplares fastuosos, hermosos junto al camino, el paisaje con el bosque, el encinar y los verdes, ahora sin hielo, bancales, siguen siendo bonitos y magníficos… y así, entre charla y risas vamos llegando al coche en la confluencia de La Tordera y la Riera del Montnegre bajo la autopista a Girona; después de pasar de nuevo los caserones de Can Cornel y Can Lloro. Estupendo y tranquilo recorrido por los rincones verdes y frondosos de una de las partes de esta amplia y laberíntica montaña del Montnegre, de la Sierra del Montnegre.