La verdadera intención de esta salida era hacer el Pic de l’Infern (2.851 mts.) por el corredor de su cara norte, y al final terminamos realizando la subida al inhiesto Pic de Freser.
Pocos éramos, esta vez, los que participábamos, ya que una salida de alta montaña y con la dificultad adquirida, no era santo de devoción de muchos cuspidianos. Paco, Toni, Radka, Alex y yo saldríamos pasadas las 10 de la mañana en dirección al Refugio de Ulldeter, las pistas de Vallter 2.000 y el Coll de a Marrana. Una ruta muy habitual y transitada por los montañeros que visitan estos lugares pirenaicos. Le razón de salir tan tarde fue que Alex tuvo un pequeño problema doméstico y retrasó la salida de Barcelona; pero de todas formas, una vez en el sitio, nos dimos cuenta que para realizar esta actividad ya había que levantarse muy, muy temprano; ya iba haciendo calor y la nieve estaba muy sopa a partir del mediodía.
Cogiendo la senda que rápidamente te lleva al Refugio de Ulldeter nos deleitábamos con la impresionante vista del Gra de Fajol Petit: escarpado, puntiagudo y muy nevado, nos ofrecía un espectáculo contando sus numerosos corredores y hendiduras en la fisionomía de su perfil. Bello. Toni impone un paso ligero, rápido pero necesario y formidable, y enseguida, por la pista de esquí de Vallter 2000, doblando después hacía la izquierda en dirección al amplio valle entre el Gra de Fajol y el Bastiments, llegamos al Coll de La Marrana. Antes también nos hemos deleitado con las vistas de diferentes ángulos (a medida que subíamos) del Gra de Fajol: puntiagudo y alpino pico que se convierte en suave ladera empinada desde el Coll de La Marrana.
Nos sorprendemos: hay mucha nieve, creemos que en todo el invierno no ha habido tanta nieve como ahora, el último día de marzo; pero el día es genial de sol (demasiado) y el paisaje nevado es espectacular, hermoso. Muchos han aprovechado para salir y recorrerse estas montañas a pié o en esquís, sobretodo en esquís. En el Coll de La Marrana nos encontramos con otro cuspidiano que, como decíamos, ha aprovechado el día para hacer una pequeña escapada en esquí por estos altos valles suaves y alpinos. Su visión nos asombra y contrasta al verlo casi en bañador y con manga corta, los esquís y la nieve; parecía más vestido para ir a la playa que a la nieve. Pero el sol es implacable, hace calor y agobia con su doble reflejo con la nieve. Aún así el día es perfecto, y la nieve hasta ahora excelente.
Pero es tarde para hacer la norte del Pic de l’Infern. Al final decidimos acercarnos por otro collado y olvidar el corredor norte: pasaríamos por debajo de los perfiles del Pic de Freser e Infern hacía el Portell, como si siguiéramos el G.R.-11 hacía el Coll de La Vaca y Vall de Nuria, y en las proximidades de la Cabaña de Tirapits, subir a dicho colladito y de aquí, hacía el este, por toda la magnífica cresta, al Infern. Parecía buena idea la ruta de Toni; así que decidimos salir del Coll de La Marrana en dirección a les Fonts del Freser bajo el pico del mismo nombre: eran las laderas sur de nuestros objetivos. Equivocados, desde el Coll de La Marrana mirábamos en dirección al Pic de l’Infern, creyendo que lo que teníamos delante era dicho pico. Parecía altivo y abrupto como él. Pero la sorpresa sería notable más adelante.
La nieve, bajando al vallecillo del Freser, ya comienza a estar más blanda; y delante nuestro un magnífico manto blanco, suave y espléndido, se interponía a nuestro paso. Elegimos unas huellas que parece van más altas que el G.R. y se acercan más a las rocas y laderas de nuestros objetivos. Y es cuando en el transcurso de nuestro caminar, junto al observar este paisaje totalmente nevado, nos damos cuenta de la cantidad de nieve que hay. Solo Paco lleva raquetas, nosotros nos hundimos hasta más arriba de la rodilla en muchas ocasiones, y otras, cuando nos colamos en agujeros, hasta la cintura. Sufrimos al hundirnos, la nieve ahora está muy, muy blanda. Entre Toni y yo hacemos la huella (más Toni que yo) y el esfuerzo y cansancio de acentúan por momentos. ¡Se me había olvidado lo que era abrir huella con nieve blanda!
Vistas hacía el sur. El vallecillo del Freser y el imponente Balandrau con su impetuosa vertiente norte. Ahora doy cuenta de la fama y renombre de esta magnífica montaña, a pesar de su modesta altitud: el Balandrau. Detrás nuestro va quedando el Coll de La Marrana, la puntita sobre una suave loma aguda, que es el Gra de Fajol desde aquí, y les Cims de La Coma de l’Orri, Puig de Pastuira. Todo blanco, blanco. El sol comienza a calentar de lo lindo, hace calor y sudamos en esta lucha por hacernos hueco en la nieve. Hasta Paco se hunde con las raquetas. Pero al tiempo paramos en una calva de nieve, por donde vemos bajar a montañeros. Son las dos del mediodía. Aquí será donde comeremos; justo en lo que llaman la Coma de l’Infern.
Hemos tardado mucho en llegar. El mal estado de la nieve nos ha hecho retrasarnos mucho y esforzarnos demasiado. Decidimos descartar también el llegar al Portell y, después de comer tomar un poco de vino de la bota de Paco, comenzamos a subir por la susodicha coma en busca del collado entre el Pic de Freser y el Pic dels Gorgs. La subida es a veces empinada pero llevadera. Impresionantes fotos se hacen entre tanta majestuosidad.
En no mucho tiempo llegamos al collado: el camino al Infierno es interesante, la senda en la nieve se acerca a paredones cimeros del Pic dels Gorgs, por un vertiginoso embudo. No está muy lejos ya. Al otro lado, la cresta fácil al Pic de Freser; y enfrente el nevado y suave valle francés de las caras norte del Pic de l’Infern, Bastiments, Pic de Freser… y detrás la tierra hosca, oscura y casi tenebrosa francesa. Descansamos un poco. Pesamos en decidir si seguir hasta el cercano Pic de l’Infern o volver en dirección al coche subiendo al Freser. Vemos el reloj; en el cielo comienza a aparecer algunas nubecillas “para hacer bonito”, sobre todo hacía la parte oriental, y decidimos dejar, pese a nuestra desilusión, el Pic de l’Infern para otra aventura y subir al cercano Pic de Freser.
En muy poco tiempo y sin pérdida giramos hacía el este por, al principio debajo de la cresta en la cara sur, y después por la misma cima de la cresta, donde las cornisas y la temperatura del día te hacía suponer una fragilidad de las mismas importante. “Hay que ponerse crampones”. Parece que debemos pasar una placa de hielo, pero que al final es el color o mancha de la propia nieve, no es hielo. Sin problemas llegamos a la cima del Pic de Freser (2.835 mts.). Pensábamos en la modestia del pico abrumado por la fama del Pic de l’Infern, pero nos dimos cuenta que era una montaña que bien merecía una visita o una jornada solo para ella también, a pesar de la cercanía del Infern. Una cumbre casi puntiaguda y una cara norte alucinante. Lo que parecía un Pirineo de suaves lomas y fáciles pendientes, nos descubre ahora esos desconocidos o menos visibles rincones abruptos, escarpados y hermosos, de la alta montaña pirenaica gironina. Fotos, celebraciones y enhorabuenas. Al final el Freser se convierte en un pico que nos ha sorprendido y no nos ha decepcionado. Hermano pequeño (no demasiado, pensábamos que medía menos altura) del Infern, le hace sombra y quita visión y protagonismo desde el mismo Coll de La Marrana. Las vistas al Pirineo son excelentes: desde el mismo Canigó hasta las montañas andorranas al otro lado de La Cerdanya francesa.
Aún hay montañeros solitarios que se atreven a estas horas y sin compañía, a recorrerse estas montañas blancas, solitarias, excepcionales. Mientras, nosotros comenzamos el descenso hacía el lado contrario, hacía Les Collades de Les Comes de Malinfern, por la vertical pero fácil pendiente sureste del Pic de Freser. Admiramos el alto valle francés que forma el circo del Infern, Pic de Freser, Bastiments, Pic de Bacivers… y que coronan en su centro los Estanys de Comamitjana completamente nevados. Detrás nuestro va quedando el perfil bicéfalo del Pic de l’Infern y Pic dels Gorgs, con sus suaves laderas empinadas, blancas, de abundante nieve, bajo los escarpes cercanos a sus cumbres. Pero oculta la cara norte del Infern no nos deja admirar lo que en un principio fue nuestro objetivo. Bellas y hermosas imágenes pirenaicas.
Llegamos al collado principal de Malinfern ¡¿Subimos el Bastiments?! Creo que ya está hecho todo el esfuerzo, la nieve sigue blanda, hay que abrir huella, hay que volver al coche, al Coll de La Marrana y ya es tarde. Con lo que decidimos dejarlo para otro espléndido día montañero y volver ya de retirada, de vuelta. Intento coger una altura equitativa desde el collado de Malinfern y el de La Marrana para no perder altura. Voy abriendo huella en nieve virgen, a veces profunda a veces superficial. Pero lo mejor es la luz que ahora, al atardecer, deja un paisaje bucólico, blanquecino y muy claro ¡Hermoso! Abajo el alto Valle de Freser con sus centinelas blancos y omnipresentes: Gra de Fajol, Pastuira y Balandrau, nos presentan un espectáculo soberbio, sosegado e inquieto a la vez, con el silencio de las montañas y el respeto de la altura. Me fijo en el perfil norte del Balandrau, y me atrae su figura agreste y bella… ¡Huumm! “Éste no se escapará”. Ya imagino ascensiones trepidantes por su agreste cara norte.
Al tiempo los compañeros se adelantan, y su imagen en medio de la abundante y blanca nieve en medio de la grandeza del lugar de suaves pendientes y escarpadas cimas, le dan un toque antártico, polar, extraordinario. Aprovecho para hacer mil fotos y espero a Paco que poco a poco avanza entre la blanda nieve. El sol se impone con menor fuerza con el ímpetu de acompañarnos hasta su mismo ocaso; y mientras, nos muestra paisajes bellos, solitarios y grandiosos.
Nos esperan sentados en el Coll de La Marrana. De nuevo al lugar de partida. Observamos a un grupo de jóvenes que, con precario equipamiento y una precaria tienda del Decathlón, se disponen a pasar una noche en la alta montaña… Esperemos que no se levante el Torb o mañana volveremos a tener titulares de “montañeros “expertos” han tenido que ser rescatados…”
Caminando por fin por la pista de esquí que nos mejora el paso sobre su dura nieve, hacía el Refugio de Ulldeter, nos ofrece la visión de los últimos rayos de sol tocando la cima del escapado Gra de Fajol Petit ¡Hermoso! El Pirineo nos muestra diferentes tonalidades, bellezas e imágenes, como si fueran muchas cordilleras en una, según vaya el paso del sol sobre el cielo azul y claro. Bello.
Los últimos rayos del sol tocan el tejado del refugio y ya desaparecen cuando llegamos a él. Ahora el camino es rápido hacia la carretera, siguiendo la marcada senda y las indicaciones del G.R.-11, no hay pérdida. Y antes de que se ponga el sol definitivamente, llegamos a los solitarios coches y a la solitaria carretera. Son más o menos las 18’30 horas. Ahora toca cambiarse, reponerse y refrescarse en el bar de Setcases. El día ha sido increíble, la montaña espléndida, hermosa y sorprendente, y la actividad muy provechosa y productiva. No nos ha defraudado el Pic de Freser; y nos ha mostrado un Pirineo alpino, desconocido para mí en esta parte: al otro lado de las suaves lomas, están las escarpadas paredes de rutas escondidas y grandiosas.