Fácil, corto y fascinante recorrido por los alrededores de Santa Fé del Montseny y su pantano. Pasando por extraordinarios hayedos y rocas antiguamente habitadas por pueblos prehistóricos,
Entre Kike, desde Barcelona, y David, desde Girona, han organizado un estupendo encuentro entre los antiguos miembros de Cúspidis; y que mejor lugar que un sitio hermoso, conocido y frontera entre las dos provincias: El Montseny. Actividad memorable con comida, reunión y charla en el lugar y un paseo por sus bellos rincones.
Salimos justo del aparcamiento junto a la carretera y a una verja. Más adelante está el Restaurante l’Avet Blau, donde hemos quedado. Una vez todos juntos, unas 34 personas, besos, abrazos y reencuentros después de tantos meses “desconectados”, y ya salimos hacía Can Lleonart, saliendo por la izquierda del restaurante, en dirección contraria a la carretera y rodeando, dejando entre la vegetación a la derecha, Santa Fe. Postes señalizadores, en un principio parece que seguimos las marcas azules (Font del Frare) por una especie de camino para sillas de ruedas, pero enseguida cambiaremos siguiendo las marcas naranjas (Pla de Mulladius, l’Empredat de Morou…)
Bordeamos una casa después de seguir por un camino. La casa la dejamos a la derecha y ya parece que nos adentramos en la selva del bosque. Hay dudas, Paco dice que se debe de seguir por un camino y el gps de Kike le dice que hay que ir por otro. Al final gana la opción de Paco. Yo no sé por donde hay que ir, no me he estudiado la ruta ni la conozco, me dejo llevar. Y ahora si que los 34 nos adentramos en la fabulosa selva y hayedos del Montseny.
Nos internamos por un camino hacía el Pla de Mulladius pasando junto al Morro del Vedell. Rocas sueltas graníticas abundan junto al camino, lleno en su lecho de hojarasca abundante y marrón. La exhuberancia hace que no llegue mucha luz del sol al suelo, en partes del camino, y la oscuridad parece cosas de brujas. Hermoso.
Hacemos algunas revueltas y subimos altura, pero el estupendo hayedo no deja de sorprenderme. Más adelante nos paramos en un cruce, después de atravesar hermoso lugares selváticos (como en casi todo el camino). Según paco en poco tiempo ya llevamos más de la mitad del recorrido…”vamos a hacerlo más interesante”, y nos desviamos, después de reagruparnos, a la izquierda y por un maltrecho camino o sendero, hacía el cercano Turó Morou.
Subiendo nos perdemos por la altura, y sin saberlo llegamos a un rincón del hayedo con formidables rocas. Esperamos al resto del grupo. No es aquí; ya que veo el perfil de las copas de los árboles más alto y redondeado hacía el lado contrario. Justamente muy cerca, otro promontorio indicaba la cima suave y roqueda del Turó Morou (1.308 mts.), como si de entre el suave perfil de la tierra llena de hojarasca marrón y ruidosa, surgieran pináculos y enormes rocas sin sentido. Razón de mas para que fuera lugares ocupados por antiguos hombres prehistóricos en su momento.
Nos hacemos la foto de grupo, todos encima de la sobresaliente roca cimera; y aprovechamos para almorzar. El lugar es mágico y hermoso. Los alrededores casi solitarios y casi alejados de los paseos de los domingueros, son de una belleza sin igual, como muchos puntos de este espléndido Montseny. Decidimos bajar y seguir por otra pista con vistas, entre las ramas de las hayas, hacía Les Agudes, para encontrarnos, dando una vuelta, con el camino que ya habíamos andado, en el Pla de Mulladius. Con lo que volvemos a atravesar la espléndida selva en dirección al cruce de subida al turó, en el que nos habíamos parado y seguido.
De nuevo siguiendo el recorrido naranja hacía l’Empredat de Morou. Aquí, un claro en el extraordinario hayedo (también aparecen sanos castaños), tapizado el suelo de roca suave y dura, hace de mirador hacía los perfiles al oeste del Turó de l’Home y de Les Agudes; envueltas por esas nubes y neblinas que les dan un aspecto tan especial, mágico y hermoso. Fotos en el lugar para el recuerdo. Una parada para admirar el paisaje.
Seguimos el camino, el recorrido hacía el Pantá de Santa Fé: bajando de l’Empredat de Morou perdemos altura a la vez que el camino hace algunas revueltas. En esta parte del recorrido, hermosas y grandes hayas salpican los alrededores del camino. Son viejas, de tronco grande y de ramaje extenso, hermosas, llamativas, excepcionales. Lo normal es hacerles fotografías, pues ejemplares de éstos no se ven todos los días. Lugares mágicos, donde habitarían aquellos duendes, gnomos y brujas de los que hablan los cuentos, sin duda.
El camino hace un giro y es como si quisiera volver a Santa Fé, a la vez que se horizontaliza. Nos encontramos con mucha más gente, lugar muy visitado por su belleza, encanto y fácil acceso. Abajo y a la derecha queda una casita: Baladrell o Figueroles, la espesura del bosque no me deja distinguir. Y en poco tiempo llegamos hasta los muros del pequeño embalse con formidables vistas al otro lado de sus orillas, de nuevo el turó de l’Home y sobre todo la elegante figura de Les Agudes. Nos arremolinamos junto al muro mirando hacía el interior del mismo, hacía la poco agua que tiene en estas fechas… una roca asoma en el centro del mismo. Pero el paisaje no deja de ser magnífico y bello.
Después de deleitarnos con su belleza, cruzamos por su presa hasta el camino al otro lado. Debemos estar cerca de Santa Fé, ya que por aquí hay más domingueros con su típica indumentaria nada apropiada para la montaña y sí para salir a una barbacoa de un vecino. Giramos a la derecha como rodeando el embalse, en dirección a Santa Fé por un original camino que cruza por una linda pasarela un riachuelo con restos de su curso de agua. Altos árboles que parecen robles (creo que podrían ser robles) se disponen a lo largo del camino de vuelta a Santa Fé y enseguida llegamos a la magnífica, original y simpática construcción del hotel y templo de Santa Fé. Bonito. Aquí acabamos el singular y fácil recorrido, ya que los coches están en al orilla de la carretera a la izquierda. Nos damos cuenta de unos enormes troncos que casi pasan inadvertidos en el interior del parque enverjado: ¡Son sequoyas! jóvenes, no demasiado altas, pero de tronco enorme con mucho diámetro… me recuerdan aquellas que habitan la parte norte de La Sagra, nostalgia de montañas lejanas.
Elegimos una fuente cercana (la Font del Frare) para sentarnos a comer, conversar y dar discursos de agradecimiento por la compañía, las experiencias y las vivencias Cuspidianas. Ya hay más gente que esta mañana; es un lugar muy visitado. Tomamos café en el interior del hotel, y su bella silueta con esos muros de sillería (como si de un estupendo castillo se tratara), sus balcones, e interior como una casa antigua… me embelesan con ganas de pasar más de una noche en este rincón del Montseny y en esta singular construcción.