Ya tenía ganas de visitar el boscoso y oscuro Valle de Sau dentro del Parque Natural de Les Guilleries i Savassona. Recorrerme las orillas del Pantano de Sau sobre el río Ter y perderme por sus rincones selváticos de robles en las suaves y lluviosas lomas del lugar.
Entre el Wikiloc, mapas, recorridos de webs y en libros sacados de la biblioteca y la muchas veces utilizada guía del Patrimoni Arquitectònic de la Xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona, me organizo una larga ruta circular que sale de la población de Tavèrnoles, pasa por sus rincones históricos, arquitectónicos e incluso prehistóricos cercanos a dicha población, y nos lleva hasta el famoso monasterio de Sant Pere de Casserres, Parador de Sau… y vuelta a Tavèrnoles. Unas 9 horas y más de 20 kilómetros de recorrido. Una ruta larga pero nada dificultosa, salvo por su propia longitud.
Acercándose el día, el tiempo predecía fuertes tormentas por la tarde en el día de la actividad, con lo que decidí acortarlo si así fuera… según transcurriera el día. Por si acaso comuniqué a los participantes que se trajeran el almuerzo y la comida. Y así, el pasado sábado 5 de octubre salíamos de Barcelona y Girona hacía el parking junto al cementerio de Tavèrnoles, antes de llegar a la iglesia del pueblo, lugar donde habíamos quedado.
Comenzamos la ruta. 9 aventureros se han atrevido a desafiar al mal tiempo, entre éstos dos compañeras de trabajo, Yolanda y Miriam, se han convencido para acompañarme en esta actividad. Nada más empezar: el lío (¡que raro en mis recorridos!). Me empeñé que por detrás de la iglesia salía un camino, un sendero que nos llevaría hasta el lugar donde teníamos la primera parada: el Castell de Savassona. El hacerlo por este lado sencillamente era por que era un recorrido más natural para la ruta que se pretendía. Pero después de preguntar en el bar del pueblo, después de meternos por senderos y caminos intransitables, y de despertar con nuestro escándalo a un vecino que sale a la puerta para decirnos que por ese lado no hay camino… decido seguir las indicaciones del P.R.-C 40, que sigue el mismo recorrido del G.R.-210 hacía Sant Feliuet y Sant Pere de Casserres. Muy bien indicados en carteles junto a la carretera en la entrada del pueblo.
Después de un tiempo perdido y perdidos por las intransitables laderas por detrás de la iglesia de Tavèrnoles, giramos hacía el norte y hacía abajo por una pista en dirección a las cercanas casas de Casavones o Can Mon. Antes de entrar por la calle principal a las casas, realizamos un giro de casi 180º a la derecha, bajando por una especie de camino empedrado bajo el muro de una casa que, a la vez, nos saca de la pequeña urbe. Seguiremos el camino muy bien marcado ahora hacía el este (sureste, noreste), no dejaremos las marcas amarillas y blancas; las rojas y blancas no siempre estarán en nuestro recorrido.
El día ha amanecido con nubes y alguna niebla, pero no parece que amenace, de momento, lluvia. En muchos cruces y apartados del camino (en ocasiones senda) seguiremos siempre hacía la indicación de Sant Feliuet. Uno de los templos y objetivo a visitar. Pasamos por la parte sur de una granja con olor a cochinos e indignados perros ladradores. Aparentemente no hay peligro. Incluso vamos con la perrita de Yolanda, Lorca, y no pasa nada al final, a pesar de la insistencia del perro que se acerca agresivo. Nos internamos por lugares boscosos por un camino horizontal, no demasiados frondosos pero bonito, hasta que llegados a un punto, subimos en dirección al noreste por una senda más empinada hasta acabar en las inmediaciones de la carretera que va de Tavèrnoles al Parador de Sau.
No lo vemos, pero al otro lado de la carretera, sobre la loma envuelta en la niebla, está el conjunto histórico del Castell de Savassona y la Ermita de Sant Pere de Savassona. Pasamos al otro lado de la carretera, y por un senderillo que desemboca rápidamente en un camino, nos deja dichas construcciones a la derecha. Unas casas antiguas y un caserón alto de recios muros pero sin mucho aspecto de castillo. Uno de los primeros edificios es la iglesia de Sant Pere de Savassona, románica y romántica. Nos quedamos un ratillo viendo como la niebla pasa y rodea las construcciones como si estuviéramos metidos en una peli de Boris Karloff. “Fundat al segle X sota la jurisdicció dels vescomtes d’Osona, va pertànyer als barons de Savassona… i es va transformar en una de les masies fortificades que tan bé evoquen el fenomen del bandolerisme” nos dice la guía de tapas verdes número 7 “dels parcs”.
Desandamos algo pero seguimos el camino hacía la carretera, hacía el este. En la carretera doblamos hacía el norte y enseguida cruzamos hacía un camino que sale a la derecha y hacía abajo. No hay que seguir el camino. Justo al comenzar un cartelito de madera nos indica la senda a seguir hacía el siguiente monumento a visitar: la Ermita de Sant Feliuet. El paisaje es encantador, muy verde y casi misterioso en estos lares. La niebla le da toque místico y casi terrorífico… ¡Fantástico!
Ésta senda, bordeando algún bancal, se acerca a un alto peñasco, roquedo, rodeado de vegetación. Arriba, una pequeña construcción y una Senyera: Sant Feliuet. Pero justo al comenzar la subida internados en las frondosas laderas del alargado peñasco, nos encontramos con unas enormes rocas graníticas y desordenadas, sin una razón natural de estar aquí, como si una fuerza sobrenatural las hubiera dejado allí, caóticas y sin sentido… ¡Increíble! Entre todas, la Pedra dels Sacrificis: una enorme roca con excavaciones en uno de sus lados y unas inscripciones y tallas… “es diu que les tribus neolítiques que habitaven aquest lloc feien sacrificis i que aquests canals (tallas horizontales en la parte inferior de la roca) a la pedra servien per recollir la sang dels immolats. També hi ha històries de bruixes i sacrificis d’animals”. Asombroso y extraordinario lugar si tienes toda esta información, el misticismo y la magia inunda el ambiente entre los rincones de las rocas y las ramas de los árboles. Nos quedamos admirando u observando dicha roca y aprendiendo su historia, su significado.
Según miras la roca y sus hendiduras desde la valla y cartel informativo, seguimos a la izquierda y arriba en busca de la cima de este promontorio rocoso, boscoso, terroso y protegido por los poderes de las brujas que lo habitaban. Bordeando una pared, roquedos, por una linda escalerilla de piedras, de losas, entre la frondosidad, como en una escena épica, llegamos a la cima del roquedo donde una pequeña ermita casi en el precipicio de esos mismos roquedos, corona la cumbre del mismo: es Sant Feliuet. Al sur del río Ter y al norte del Castell de Savassona. Bellísimas vistas, aunque las nubes no nos permiten admirar el paisaje completo. “La noticía mes antiga és del 1.037, i encara al segle XIV era coneguda amb el nom de Sant Feliu de la Roca”
Sobre los precipicios y entre los ondulados y suaves suelos rocosos graníticos paramos a almorzar. Hemos empleado mucho tiempo entre el lío al comienzo de la marcha y las visitas a los monumentos, y el hambre ya nos obliga a sentarnos junto a los antiguos y finos muros de Sant Feliuet.
Debemos seguir ya que aún queda mucho. No hemos andado casi nada de lo que hay que andar. Desandamos el camino de subida por la bucólica escalera de losas junto a la pared; pero en lugar de volver a la Pedra dels Sacrificis, bajamos siguiendo el sendero un poco a la izquierda para salir a una pinada en una planicie presidida por otra gigantesca roca. Esto queda al oeste del peñasco donde se ubica Sant Feliuet. El lugar es bonito y encantador: un verde llano con altos pinos en un lado, que rodean la gigantesca mole rocosa. Parece como si un gigante haya rodado esta enorme roca desde un lejano lugar en tiempos primitivos, y la haya dejado allí. La Pedra del Dau. Tan grande y pesada que es imposible moverla, pero a la vez te da la impresión de que éste no es su lugar… ¡Curioso!
Desde la llamativa roca hacía el norte sale por fin un sendero con las marcas del P.R. Dudas si es el que se perfila hacía la derecha o la de la izquierda. La buena es la de la izquierda que baja hacía el noroeste. De nuevo, nada más internarnos en el bosquecillo, nos encontramos con otra roca a ras de suelo. Protegida por una valla también tiene inscripciones talladas y petroglifos, antiguos, medievales y más modernos: un hombre y una jirafa, con cruces en otros lados, se pueden ver a simple vista. Fabuloso. Seguimos la senda que parece lleve una dirección contraría a la que pretendemos para dirigirnos a Sant Pere de Casserres, pero vamos bien bajando hacía el noroeste para enlazar con el G.R.-210 (con postes y carteles informativos) que gira hacía el este y luego noroeste, norte, en busca de Fucimanya y Sant Pere de Casserres.
Mientras andamos por la senda, camino, tenemos el Ter en el comienzo del Pantano de Sau a nuestra izquierda. De entre la maleza, de tanto en tanto nos deja ver el cauce encajado entre las escarpadas lomas, serpenteante y fabuloso, con sus aguas azules y abundantes. Al cabo de un tiempo la senda nos saca del abundante bosque en el que Anna encuentra algunos camagrocs, y nos sube hasta un pequeño colladito despejado de vegetación junto al Puig de Ter. Aquí seguimos la senda girando y metiéndonos en un vallecillo en el lado contrario al Ter. Bajamos algo pero enseguida subimos hasta las cercanías de un transformador y un camino. Cruzamos una zona algo pelada de vegetación pero invadida por retoños de Quercus como si fueran carrascas; me dá que pensar que esta ladera sufrió un incendio hace años.
“Fucimanya Transformador”, “Fucimanya Sud”. Nos vamos encontrando cartelitos en los postes informativos por el camino que seguimos, girando ahora hacía el norte dejando el hueco del cauce del Ter a nuestra izquierda, como antes. Nos vamos a internar ahora por entre las casas y laderas que forman parte de la urbanización de Fucimanya. Pasamos junto a una casa cuyo terreno lo delimita una valla larga, con una pinada y un césped cuidado. Pasamos bajo ella y paralela a ella. No dejamos de seguir la ruta del P.R. que nos internará en Fucimanya, después de cruzar un verde prado.
Ya llegamos hasta una calle asfaltada y un cartel señalizador. Es el corazón de la urbanización donde hay casas mas juntas. “Fucimanya Centre” pone en los carteles. Seguimos hacía la derecha calle arriba, y enseguida giramos a la izquierda paralelo a la vertiente y siempre siguiendo las marcas. Pasamos junto a un parque para jugar niños muy cuco que dejamos a la derecha, entre una simpática arboleda y un verde césped. Me quedo asombrado y giro la cabeza para ver algunas de las casas de esta parte… la verdad son envidiables, el poder vivir por aquí. Seguimos las marcas y llega un momento que volvemos a girar hacía la derecha y este, para llegar al final de una calle asfaltada que es tragada por la foresta. Los compañeros se han parado. Aparecen otros montañeros que parece vienen del sendero que nosotros debemos coger. Éstos aparecen por nuestra izquierda desde la selvática montaña.
Las marcas de P.R. y G.R. junto al sendero que aparece son perceptibles y son las que nos internaran en el frondoso y bonito Torrent de l’Infern. Una bajada y una advertencia de aquellos que salían de él por que el comienzo de la bajada es algo vertical, pero el recorrido que hace es encantador y exuberante de vegetación. Hermoso. Bajamos por el sendero y llegamos al fondo del barranco. Aquí me maravillo ante la bella y verde vegetación. Es un rincón hermoso e idílico: las rocas del fondo seco del torrente están envueltas en un musgo verde y brillante, y los árboles y vegetación se empeñan en ser los más vivos y atractivos del lugar. Encantador.
Seguimos la senda y cruzamos el lecho seco del Torrent de l’Infern. La senda ahora sube algo y gira, en subida, hacía la izquierda. Al poco rato salimos de la senda a un camino ancho y a un poste con muchos carteles señalizadores: G.R., P.R… Está claro, nosotros seguimos el PR.-C40 en dirección a Sant Pere de Casserres; hacía la izquierda y noroeste. El camino se acaba y nos internamos en otra senda que, a la derecha, se interna entre la fronda y comienza una subida sensiblemente más vertical, que a algunas participantes les pareció interminable. Entre algunos zigzags salimos a la parte más alta de la loma que estábamos subiendo. Y muy próximo al Serrat dels Moros, pero sin ser conscientes de nuestra proximidad, encontramos unos simpáticos cartelitos de piedra que nos indica si vamos a Sant Pere de Casserres o al Parador de Sau. Ya estamos en la cima de la loma la cual rodea el Ter con abundante agua, en su comienzo de entrada al Pantano de Sau, en un meandro gigantesco, en el que hace de vórtice el mismo Monasterio de Sant Pere de Casserres.
La senda ahora sigue por la parte noreste de la loma con vistas, en muchas ocasiones, hacía la bonita y espectacular imagen de un Pantano de Sau a rebosar de agua. Durante todo este recorrido hemos seguido las marcas de P.R. y G.R. (en ocasiones) pero siempre con la dirección o recorrido que nos deja en Sant Pere de Casserres. No hay pérdida. Ahora seguimos las indicaciones del G.R.-151 y del que nunca hemos dejado P.R.-C40. hacía el mismo monasterio, otro de los objetivos principales del recorrido.
La senda acaba, con vistas en ocasiones al espectacular Monasterio de Sant Pere de Casserres enclavado en ese balcón rodeado por el río Ter y sus aguas del Pantano de Sau, en el parking y centro de información, con su original restaurante, del monasterio. Aquí acaba una carretera y comienza la estrechez del terreno más amenazado por la estrangulación del Ter. Una curiosa senda (habilitada en tramos) nos lleva hasta el monasterio. Hay un camino más fácil a menor altura, pero lo bonito es caminar por la parte más alta de la cima y poder ver las dos ramas del Ter, una a cada lado de la loma. Llegamos, por fin, al Monasterio de Sant Pere de Casserres. Para entrar hay que pagar, con lo que decidimos merodearlo por sus muros externos. Lo están restaurando. “Explica la llegenda que el Monastir de Sant Pere de Casserres es va construir sobre les relíquies d’un infant dels vescomtes d’Osona i Cardona que es va conservar momificat. Resulta que el nen, quan només tenía 3 dies , va parlar i va dir que no viuria més de trenta dies. En morir, el seu petit cos havia de posar-se dins d’una arca tancada i després dalt d’una mula. En el lloc exacte on s’aturés l’animal, s’havia d’abastir un Monastir dedicat a Sant Pere…” nos dice la guía de Rutes de Patrimoni Arquitectònic en la Xarxa de Parcs Naturals de la Diputación de Barcelona.
Volvemos al centro de información, donde se había quedado parte del grupo, y nos echamos en el césped de la entrada a comer. Ya son las 2 del mediodía. Las chicas están cansadas. Hemos tardado más de lo programado al distraernos al comienzo de la marcha en Tavèrnoles y visitando el Castell de Savassona, Sant Feliuet y esas extraordinarias rocas. Por ello decidí, definitivamente, acortar el recorrido… también por la probabilidad de tormenta de esa tarde, que de momento no daba señal de mal tiempo, sí nublado o con nubes, pero nada amenazantes. Con lo que una vez habíamos comido, descansado, habiéndonos tirado en césped con animadas charlas, seguimos la marcha desandando el camino. Por la misma senda señalada que recorre casi la parta más alta del cordal, la carena, con bonitas vistas al Pantano de Sau. El siguiente objetivo ahora era el excelente mirador del Parador de Sau, también conocido como Parador de Vic.
Desandamos el camino por la senda justo hasta los simpáticos indicadores de piedra clavados en la tierra con los nombres de Parador de Sau, Sant Pere de Casserres, Sender a Tavèrnoles y Vic, ésta última indicación que es la senda por la que aparecimos a la ida, a la subida, aparece a la derecha. Seguimos recto siguiendo la indicación de Parador de Sau y nos internamos en una bonita y estrecha senda, también marcada por el P.R. C-40. Ésta baja algo por la ladera de la montaña dejando a nuestra izquierda el fondo del cauce del Ter, el Pantano de Sau. La senda se interna en ocasiones por un hermoso bosque de roures, exuberante y frondoso. Hermoso.
Al cabo de un tiempo la senda nos deja en la parte de atrás de una robusta construcción, derivando en una carretera asfaltada. Antes hemos disfrutado con algunas de las vistas e imágenes de un paisaje en el que el protagonista eran las cálidas aguas del Pantano de Sau y la verde y contigua vegetación existente sobre sus orillas y laderas, siempre que los bosques y frondosidad que recorre nuestra senda nos permitan admirarlo en sus miradores, rincones que se asoman al casi vacío.
Estamos en el Parador de Sau y la carretera es la que va de Tavèrnoles a Sant Pere de Casserres (pasando por el Parador). Bajamos al parking y parte delantera del edificio para admirar las vistas hacía el centro del pantano con toda la abundancia de agua y las hermosas laderas y montañas que lo rodean, como el Turó del Castell, el cual esconde las espectaculares Cingles de Tavertet. En medio de la tranquila y azul agua del pantano, asoma a malas penas la parte alta de la torre del campanario de Sant Román de Sau, la población inundada y desaparecida por siempre bajo las aguas del pantano. Una imagen asombrosa y escalofriante a la vez. Foto de grupo. No hay agua; a menos que compres una botella en el parador.
Hay que seguir. ¿Cuál es la ruta más corta para llegar a Tavèrnoles? Saco el mapa de la Comarca de Osona del ICC sacado de la biblioteca y observamos que, curiosa y contrariamente a lo habitual, el camino más corto sería seguir la carretera, ya que el sendero G.R. (que sería como desandar el recorrido realizado) hace más zigzag con subidas y bajadas, y el P.R. alarga la marcha por otros indretos. Así pues, decidimos volver siguiendo la carretera que desde el Parador de Sau se dirige a Tavèrnoles.
A pesar de los 7’50 Km. de distancia entre los dos puntos, la marcha es rápida y sin pausa. Vemos como la carretera cruza o pasa por recorridos marcados con letreros y marcas de rutas, G.R. y P.R., y admiramos paisajes y lugares boscosos y bellos entre vallecillos y medianas montañas. Excepcional.
Después de pasar el desvío hacía la urbanización de Fucimanya la carretera ya coge el valle del Torrent del Castell y observamos al otro lado de las laderas de prados el monolito donde está ubicada la ermita de Sant Feliuet y más a la izquierda el altivo edificio del Castell de Savassona, la carretera pasará entre ambos. Las vistas desde la carretera hacía estos lugares es excepcional.
Antes de la llegada a Tavèrnoles, dejamos a la izquierda, junto a la carretera, la curiosa masía del Roc del LLum, con su original farola incrustada en una roca, como el propio nombre indica. Son las 17’30 y Anna y yo somos lo últimos en llegar a Tavèrnoles. Celebramos la actividad en el bar cercano con cerveza y otras bebidas, junto a cazadores y lugareños. La excursión ha sido completa a pesar de no haber realizado el recorrido planeado en un principio: historia, leyenda, agua y lugares de ensueño, paraísos encontrados entre lo creado por el hombre y lo dejado por la Naturaleza. Volveremos para recorrernos los lugares que nos han faltado por ver y otros que prometen ser bellos y excepcionales, dentro de este entorno antigua tierra de Señores feudales y bandoleros. Les Guilleries y Savassona.