Amanece en los fríos y fértiles valles de La Garrotxa, y la excepcional luna llena que esa noche nos iba a acompañar con su magnífica silueta, se oculta ahora con las primeras luces del día detrás justo del Volcán de Rocanegra. Impresionante, magnífico. Ayer veíamos como se “encendía” su cráter, con ese rojo fuego del ocaso, y ahora parece que quiere tragarse la luminosa y redonda gran luna llena ¡Me encanta!… todo esto desde la pequeña ventana del baño de nuestra estupenda habitación de Can Menciò. Increíble comienzo de día.
Pero he perdido el mapa justo cuando ya salíamos del centro antiguo de Santa Pau ¿Dónde se habrá quedado? No está ni en el albergue, ni el bar en el que estuvimos anoche… no sé, pero necesito uno ¿Dónde puedo encontrar, comprar, uno ahora, hoy domingo? Nos explican que justo a la izquierda de Can Menciò, en la otra cera de la plaza porticada del centro de Santa Pau, frente a la iglesia con su reconocible y esbelta torre-campanario, hay una tiendecilla de revistas, prensa… y está abierta ¡Perfecto! Encontramos el estupendo mapa Alpina de La Garrotxa y lo compro… sin mapa iría más perdido a pesar de la experiencia. Siempre es mejor ir con mapa por si acaso.
Hace frío. Nos abrigamos y poco a poco mientras andamos vamos entrando en calor; pero el día es magnífico, soleado y muy brillante, con muy buena visibilidad… eso parece a primera hora de la mañana. Después de dar vueltas de nuevo por Santa Pau, preguntando y buscando donde comprar un mapa Alpina, salimos de Santa Pau hacía el norte, por el camino asfaltado o carreterilla. Antes, paramos a desayunar en el albergue (ya que habíamos pagado la noche), y al acabar cogemos la misma calle del Albergue Bellavista, que es la de Sant Martí hacía el norte, dejando a nuestra espalda la carretera principal, y al otro lado de la misma, el caso antiguo y encantador de Santa Pau. Enfrente nuestro, poco a poco, íbamos admirando y observando como nos acercábamos a otra boscosa e imponente montaña: Sant Julià del Mont.
Al principio no hay que dejar esta carreterilla. Los campos son muy verdes. El paisaje es hermoso y muy sano, parece que haya algo en el ambiente, en el aire que te diga lo fértil y lo viva que son estas tierras. Nos acercamos a un grupillo de casas justo después de unas cerradas curvas y una leve bajada hacía una riera. Es Can Rimerol. Justo y siempre detrás las boscosas laderas y paretillas de Sant Julià del Mont. La carreterilla llega a un cruce con unos carteles informativos de rutas por La Garrotxa, y aquí viene el primer error: en lugar de seguir un poco más a la izquierda por un camino pegado a Carrer de Can Mascou, seguimos recto por un camino de tierra en dirección norte hacía Sant Martí Vell. No miro el mapa. Me creo que estoy en el buen camino por que sé que debemos dirigirnos hacía la montaña, pero por este camino nos desviamos algo, bastante hacía la derecha, como si fuéramos recto hacía la cima de Sant Julià del Mont, cuando deberíamos girar algo hacía la izquierda en busca o en dirección al Coll de Boixedes… más a la izquierda, al oeste de Sant Julià del Mont.
El camino sigue recto mientras dejamos Santa Pau ya casi invisible al otro lado del vallecillo, y más al fondo y sur, la magnífica y hermosa Sierra de Les Finestres. El camino llega hasta las faldas de la montaña; a la izquierda aparece una gran vaquería, la cual no aparece en el mapa Alpina… debe de ser una construcción muy nueva. Estamos en un cruce, y decido seguir recto y hacia el norte, noreste, por un camino menos transitado. Justo aquí nos saluda un precioso burrito catalán que intenta seguirnos y acercarse simpáticamente a nosotros. A la derecha dejamos Les Tries y subimos por el camino en busca de La Terrada, grandes masías y construcciones típicas del campo catalán.
Poco antes de llegar a La Terrada me doy cuenta de que estamos equivocados. La forma de la montaña, del vallecillo, del lugar, no es el que debe de ser en la subida al Coll de Boixedes. Por ello miro el mapa e intento adivinar por donde andamos. Una vez descubierto, desandamos el camino hasta el cruce donde estaba el simpático burrito catalán. La “invisible” vaquería me ha despistado al no salir en el mapa; seguimos hacía ella y después vamos por un camino muy en desuso por la parte de arriba y norte de la misma. Es como si bordeáramos la ladera sur y boscosa de estas montañas. A la izquierda se quedaban las tierras de cultivo y a la derecha la ladera boscosa. Este desastroso camino acaba en otro que seguimos hacía el noroeste. Intentamos llegar al “buen camino” y por ello debemos seguir con la vista puesta en el Coll de Boixedes, el cual ya lo veíamos enfrente, arriba de la boscosa montaña, a la izquierda y oeste de la parte más alta de la misma (Sant Julià del Mont).
Al final este camino baja y cruza otra riera atravesando tierras de cultivo, girando en una masía casi abandonada (El Campells) y dejando parte de la boscosa sierra detrás… Junto a un gigantesco y hermoso árbol de hojas secas amarillas aún en sus numerosas ramas, aparece un cruce, una pista más definida y un poste con carteles indicadores ¡Por fin! Volvemos al camino correcto hacía el Coll de Boixedes y al Puig Sacreu, la loma que queda a la izquierda. Hemos perdido una media hora “perdidos” o mejor dicho por un camino y dirección equivocada. Al menos nos queda la visión del simpático burrito, y de la cima del “mutilado” Volcán El Croscat que se asoma verde e inconfundible por encima y detrás de las lomas también boscosas del Volcán del Puig de Martinyà y de la alargada Muntanya de Pedra Agudes… todo esto quedaría mirando hacía el suroeste, oeste, desde el camino equivocado. La luz de este espléndido día ayuda a disfrutar de este increíble, vivo y verde paisaje, de suaves lomas, boscosas, frondosas, hermosas… Aunque este sol radiante no calienta demasiado.
Seguimos la dirección hacía el norte, hacía Castellfollit, Begudá… y enseguida reemprendemos la buena marcha por el camino muy bien marcado y señalado ¡Ya decía yo que en el anterior no veía ni una marca ni cartel! Después de cruzar por en medio de la curiosa y encantadora masía de La Boixeda, el camino intenta internarse de nuevo en el bosque de la montaña y comienza a coger altura de nuevo.
Mientras el camino se adentra en la montaña, pasamos por otro cruce en medio de unos hermosos ejemplares de robles. Un cartel indicador de recorridos: vamos bien, hacía el Coll de Boixedes. El camino más arriba se convierte en senda, y deja de atravesar bosque espeso para cruzar por otro menos espeso y hasta de matorrales altos, más abierto y despejado, por suerte la senda está marcada y el recorrido, aún por las partes más estrechas de la senda casi comidos por el alto matorral, es inconfundible. Tras un zigzag llegamos a una explanada en la cima de la montaña. Estamos en el Coll de Boixedes.
Por fin el calorcillo del estupendo sol del día comienza a tocarnos agradeciendo su roce. Aparece un camino que sigue toda la loma cimera de la montaña perpendicular a la senda que llega al collado y por la que aparecemos. Debemos seguir hacía la izquierda y oeste. Las vistas que nos deja ver la montaña comienzan a ser espectaculares al poder observar el terreno, el paisaje desde la altura; y la idea es subir al Puig Sacreu donde se erige un templo a Sant Abdó i Sant Senen (los santicos de la piedra, como dirían en mi tierra, patrones de la huerta con sendos altares en la iglesia de mi pueblo). El camino pasa a pocos metros por otro colladito casi adyacente en el que sale un camino hacía la izquierda y sur. Discuto con Anna pero sé que no es por aquí. Hay que encontrar una sendilla que coja toda la ladera empinada de la montaña a la que queremos subir, y el mapa no me engaña: si seguimos el camino por el que ya andábamos hacía el oeste como metiéndonos por la parte norte y de umbría de la montaña, a pocos pasos encontraremos la senda a la izquierda que nos dejará en la misma cima de dicha montaña: el Puig Sacreu.
Subimos rápidos gracias a la fuerza del enfado y por en medio del frondoso encinar y otras especies más sureñas, llegamos a la cima en el momento en que se despeja y aparecen unas paredes: es la pequeña ermita de Sant Abdó i Sant Senen. Paramos a descansar y admirar los paisajes, hacía el norte, hacía el sur, por donde veníamos, aunque el tupido encinar cimero nos impide ver gran parte del mismo. Una naranja mientras descubro las hermosas vistas al sur hacía la Sierra de Les Finestres alargada y omnipotente, en un rinconcito Santa Pau casi invisible por alguna loma verde y frondosa, y el vallecillo abajo nuestro entre la montaña en la que nos encontramos y la Muntanya de Pedra Agudes. También reconozco al Volcán El Croscat en medio del llano y por encima de otras lomas boscosas; su “herida” que lo recorre desde su cima hasta su base es inconfundible, reconocible en la lejanía. Impresionante. Éste es nuestro próximo objetivo en este segundo recorrido.
Debemos seguir, ahora hacía la base norte del nombrado Volcán El Croscat. Desde la cima del Puig Sacreu sale un camino que se dirige hacía el oeste y baja del mismo. Lo seguimos. Desde aquí tenemos otras impresionantes vistas: El nevado Pirineo Oriental, con el Canigó y Grá de Fajol Gran y Petit los más reconocibles (sobre todo por el zoom de mi Canon). Impresionantes. Más hacía el oeste y sur del Pirineo nevado, casi en frente de nuestras vistas, el reconocible Puigsacalm, a la izquierda del Puig de Gadomar, montaña que tenemos inhiesta a nuestro recorrido. Estamos bajando al Coll de Palomeres, y seguido a éste está el nombrado Puig de Gadomar. Mirando hacía atrás dejamos el macizo boscoso, alto y sorprendente del Mont Sant Julià. Precioso.
El camino es muy fácil. Bajamos hasta el Coll de Palomeres entre un bonito bosque, encinar, que se queda apartado de nosotros gracias al ancho camino. En el collado busco una sendilla justo enfrente de donde hemos salido, con la que cogeremos algo de altura por la ladera sureste y sur del Puig de Gadomar, la idea es ya acercarnos al Volcán El Croscat que queda al suroeste de esta montaña. “¿hay que subir mucho?”, “unos 50 mts. solo”, pero 50 metros de desnivel no de recorrido. La senda de nuevo cruza partes de bosque y encinares. Y curiosamente no nos hemos encontrado con nadie en todo el recorrido… solo a dos franceses tomando el sol en la ermitilla de de Sant Abdó i Sant Senen. Poco a poco la senda gira por en medio del bosquecillo de oeste a sur, pero el bosque no nos deja ver hacía donde vamos, el paisaje por fuera de la fronda. Solo una ventanilla hacía la espectacular y verde Sierra de Les Finestres, con Santa Pau ya desaparecida en el paisaje. Las cimas altas y destacables del Castell de Finestres en la misma sierra me llaman la atención. Espectacular.
La senda baja de la montaña por la loma cimera sur. Atravesamos solitarios rincones boscosos donde se escuchan extraños ruidos cerca nuestro, ocultas entre la fronda de la vegetación y arbolado. Curiosamente justo cuando pasamos por una parte del bosque donde sus árboles aparecen altos, macabramente desnudos en sus ramas y casi tétricos… no me gustaría pasar por aquí de noche. Miro el mapa Alpina. Estamos cerca de La Rebolleda y hemos pasado, sin saberlo, por la cima del Puig de La Rebolleda. Puede que sean ruidos de los animales que tengan en esta masía. Pero solo vemos vegetación sana y espectacular en todo este recorrido.
Hasta que salimos de la senda a una carreterilla, y del cerrado bosque, al campo abierto y cultivado, de la montaña y laderas inclinadas, al llano y la plana verde de La Garrotxa. Después de un giro a la derecha por un camino y de una bajada corta pero empinada de la senda antes, llegamos a dicha carreterilla: la que pasa por la ladera este del Volcán El Croscat y sube al norte por el Volcán del Puig de Pujalós y a una zona del verde campo especialmente poblada de masías y rincones como la Trinitat y la Comademont, entre otras casas… Por fin tenemos delante, algo hacía el sur e izquierda, el impresionante Volcán El Croscat con su inconfundible herida que no se cerrará nunca. Delante de éste, al norte del mismo, la planicie de los campos verdes cultivados. Precioso. El sol detrás el volcán impide hacer buenas fotos, pero no desisto en mi intento de inmortalizar lo “casi” eterno. Desde aquí ya solamente debemos seguir la carreterilla hacía el sur hasta encontrar el camino y las señalizaciones que nos llevarán hasta la base o parte norte del mismo.
Como siempre pasa en estas ocasiones, parece que salimos del salvaje y solitario bosque, selva, para salir al civilizado, abarrotado y habitado campo… sobre todo cuando vemos desde la distancia mientras caminamos por la carreterilla, un gran numero de gente a caballo, caminando, en mountain bike, que se pasea y recorre las cercanías del Volcán El Croscat. Por fin llegamos al cruce donde nos encontramos con carteles indicativos. Entre la gente que se acerca y ronda el lugar decidimos seguir en dirección a la Fageda d’en Jordà, nuestro tercer objetivo del recorrido. Este camino pasa por la parte norte del volcán, sin llegar a tocar su falda, y lo cruza de este a oeste hasta que en su misma parte este se adentra en el recorrido de la famosa Fageda d’en Jordà. Fácil y muy transitado. Los curiosos y turistas han aprovechado este magnífico, frio pero soleado día para visitar la parte más turística de los volcanes de La Garrotxa, junto con la espectacular y preciosa Fageda d’en Jordà.
Descartamos la intentona de subir al volcán como hicimos en Los Volcanes de La Garrotxa; se lo insinúo a Anna pero mejor no os digo la contestación, no insisto más. El camino por el que comenzamos a caminar es de tierra oscura marrón-rojiza casi negra muy granulosa y deshecha; un cartelito nos explica de lo peligroso que es internarse en los verticales márgenes del camino, que la tierra de desmorona y le puede caer encima de la gente insensata (que la hay que se aventura) que se acerca. Pero bueno, salimos a la parte más llana del camino (después de una leve subida) girando el camino hacía el oeste recto. Y nos topamos con un “habanero” (trenecito sin vías) que lleva a dar una vuelta a los turistas por estos lugares… ¡Civilización y explotación! Con lo bien que estábamos en las solitarias montañas del comienzo de la marcha.
Seguimos por el camino junto con más turistas y curiosos excursionistas. Mirando hacía la izquierda dejamos las “gradas” del volcán, la cantera que hendió como un estilete, un bisturí gigante el corazón del volcán, es como abrir, operar a un animal, en este caso al volcán. No sé si calificarlo de horrendo o interesante. Mientras dejábamos el herido volcán casi a nuestra espalda e izquierda, recordaba que estaba siguiendo el recorrido realizado en Los Volcanes de La Garrotxa, cuando dejábamos el Volcán El Croscat para volver a Can Serra, a la Fageda d’en Jordà, donde habíamos dejado el coche; entonces estábamos siguiendo dicho recorrido realizado pero en la parte final hasta el aparcamiento de Can Serra.
Can Serra está en la carretera que de Olot va a Santa Pau, y es el aparcamiento y parada turística con puesto de información donde los turistas y curiosos comenzaban el recorrido por los volcanes y por la espectacular y famosa Fageda d’en Jordà. El camino es fácil y muy transitado. Con los carteles indicadores (hacía Fageda d’en Jordà, aparcament) no tienen pérdida. Una vez dejamos el Volcán El Croscat justo a nuestra espalda abierto esta vez por su cráter natural, nos internamos en una bonita zona de bosque de castaños y hayas fascinante, hermosa y encantadora. No paro de hacer fotos. Justo junto a la Pomereda hemos girado hacía el suroeste, rodeando el volcán, y una vez que dejamos el boscoso y escondido cráter del mismo, volvemos a girar hacía el oeste, y es aquí donde aparece el paraíso, comienza la selva solamente rota por la carretera y un amplio espacio con aparcamiento para coches en Can Serra. El lugar es hermoso, sigo haciendo fotos. Anna se indigna por que paro cada dos por tres para apuntar con mi cámara, pero merece la pena captar tal belleza, tal hermosura.
Una vez pasada aquella casita llegamos enseguida a un abarrotado espacio con gente, coches, mesas, puesto de información, baños… Can Serra. Desde aquí fue donde comenzamos la marcha de Los Volcanes de La Garrotxa y ahora seguiremos el mismo, cruzando la carretera por el tunelcito por debajo de la misma… huimos de tanta gente, de tal bullicio, y ahora recorremos la Fageda d’en Jordà, nuestro tercer objetivo a visitar en este recorrido de vuelta a Les Preses.
La Fageda d’en Jordà me encanta, me hipnotiza, me embelesa con su magia, se respira humedad y putrefacción a la vez, vida y muerte en medio del paraíso, de la selva, la continua transformación, renacer, eternidad… precioso y magnífico. Sigo sin parar de hacer fotos. Perdidos entre los recorridos 1, 2 y 3 del lugar, debemos encontrar el G.R.-2 en busca de Les Preses. Metidos en la mística y mágica selva de hayas seguimos los carteles del recorrido 1 hasta que unos de esos carteles indicadores nos facilita el enlace con el mismo G.R.-2. Pero es algo liado. Pero es un lio en un lugar magníficamente bello. No me canso de cazar con mi cámara imágenes sobre este paraíso selvático. Seguramente habréis leído o visto muchas descripciones de este lugar, pero yo no me cansaría de hacerlo: altos y muy numerosos troncos de hayas se esparcen en desorden como esbeltas figuras de decenas de metros sobre un suelo lleno de hojas secas con un color anaranjado, marrón, amarillo muerte. Las hayas son muy numerosas y enérgicas a pesar de su delgado tronco, muy altas. Ahora nos dejan ver el cielo pues al final del otoño casi todas sus hojas han caído y desaparecido de sus ramas. Pero lo normal es que en primavera y verano, cuando vuelven a salir, inunde el cielo de tal manera que evitan que los rayos del sol lleguen al suelo. El suelo no es homogéneo, rocas graníticas, ígneas y suaves lomas donde se alojan estas hojas muertas crean rincones, escondites de magia y encanto. No hay casi nada de sotobosque, solo los líquenes con señales de sana vida enganchados a las rocas y piedras de los muritos que cercan los caminos y a los escarpes, y las enredaderas que suben por los troncos de algunas de las hayas y adornan con su verdor las alturas y los suelos… ¡Precioso!
Y aquí viene el lío: después de los enfados de Anna por tardar tanto y romancear tanto al hacer tanta foto en el estupendo hayedo, ésta decide tomar la iniciativa y seguir las indicaciones intentando encontrar el G.R.-2 que está casi en el límite del hayedo. Realmente no está muy bien indicado: Llegados a un claro cruce con una pista no recuerdo si cementada o casi, o asfaltada o casi, y en la que tendríamos que haber girado hacía la derecha y oeste, pero el cartel no está claro y seguimos recto hacía el sur por otro camino menos marcado y fuera ya del hayedo, de la Fageda d’en Jordà. A mi ya me parecía raro y más aún cuando en el otro extremo del caminito nos topamos con la “puerta trasera” de la Cooperativa La Fageda. Y aquí nos paramos y miramos el mapa Alpina intentando saber donde estamos, y después de malas caras y voces altas nos damos cuenta del error: nos hemos pasado el cruce para seguir por el G.R.-2 hacía Les Preses, decidimos pues seguir la pista hacía el norte como queriendo volver al mismo punto o cruce pasado, pero sin desandar lo recorrido. La pista ahora es más ancha y por aquí haremos un círculo en nuestro recorrido. Poco más arriba de la misma pista, cuando parece se introduce o pasa por el borde del hayedo, paramos en otro cruce con otro camino junto a un muro de piedra en el lugar que llaman Cal Sastre. Aquí paramos a comer. Son aproximadamente las 3’30 de la tarde.
Vemos pasar a la gente de un camino a otro. Siguen las rutas señalizadas por la Fageda d’en Jordà. A partir de aquí seguiremos esta pista que en un determinado momento se cementa y más adelante se asfalta convirtiéndose en una carreterilla después de unos kilómetros andados. Desde Cal Sastre seguimos hacía el oeste y volvemos a cruzar otra parte del hayedo hermosa y estupenda. Un murito de piedra limita la pista, y a partir del cruce pasado señalizado algo liadamente (ahora lo cruzamos de este a oeste en lugar de norte a sur) los curiosos, turistas y andarines desaparecen, se quedan en los recorridos señalizados de la Fageda. Pero justo antes de llegar a una curiosa construcción, la masía Jordà (que dá nombre al hayedo, a la Fageda d’en Jordà) cruzamos esa parte nombrada del hayedo estupenda y preciosa. Gracias al sol que comienza a caer y con sus pocos pero fuertes rayos iluminando los escondites de los troncos de los frondosos ejemplares, nos ofrece un espectáculo soberbio, fascinante y encantador, casi mágico y sorprendente.
De repente y justo antes de pasar por Jordà descubrimos a nuestra izquierda un verde vallecillo y al otro lado una sorprendente, y frondosa sierra: es la Sierra de Marboleny. La que nos recorrimos ayer por su cima. Fascinante y hermoso el nuevo paisaje frente a nosotros. También a la izquierda dejamos unas lagunillas en un hueco del verde vallecillo. El sol parece que está dejando de iluminar tanto como al mediodía y parece que va atardeciendo con suma lentitud, aunque la llegada pronta de las sombras parece que nos invade, no sé si por el rápido andar y bajar del sol o por las mismas frondosidades por las que pasamos que evitan que la luz sea demasiado latente… en resumidas cuentas da la impresión de estar sumidos en un encantador, vivo y verde paisaje ensombrecido. Es como estar en un cuento de los Hermanos Grimm, esperando que una bruja malvada o un troll salgan de entre los escondites de los hermosos y frondosos selváticos bosques… uno más al pasar por el estupendo bosque de Planissars. Seguimos la pista sin pérdida hacía el oeste. Solo hay cruces hacia otras casas y construcciones cercanas, esta pista es la principal que las comunica.
Poca gente por la pista, mientras observo y me asombro con las grandes casas, privilegiadas masías que quedan bajo los frondosos bosques de las empinadas y espectaculares laderas de la Sierra de Marboleny, delante de campos llanos de cultivo, verdes, o rodeados de otros hayedos y vivos rincones boscosos, como l’Auet, can Vidal, El Colomer… Después de bajar una leve cuesta y de acercarnos a cruces con otros grupos de casas (El Perer, Can So), dejando atrás la fronda y desvió de Planissars, la pista se asfalta y se convierte en una carreterilla. Ahora se vuelve abrir un espléndido valle verde y ensombrecido delimitado en su sur e izquierda por la frondosa, hermosa y abrupta Sierra de Marboleny, es el Plà de Sant Miquel. Nosotros seguimos las marcas del G.R. por la misma carreterilla en dirección oeste.
Al poco tiempo de caminar por el asfalto, el G.R. se desvía hacía el sur en busca de la Sierra de Marboleny por un camino que sube algo y se adentro en ella en busca de Els Camps y Sant Martí del Corb. El recorrido hubiera acabado mejor si hubiéramos seguido el G.R.: volvemos a internarnos en la hermosa y boscosa sierra por su ladera norte a no mucha altura y recortamos distancias, kilómetros para llegar al coche. Sin embargo en el mapa de Alpina sale que el G.R. sigue por la misma carreterilla hasta adentrarse en el polígono industrial al norte de Les Preses, bordeando la punta más al norte de la misma sierra. No está actualizado. Anna no quiere subir más, a pesar de que la subida sería muy leve y nos acortaría (y mejoraría) el recorrido, por ello seguimos el recorrido del duro y machacador asfalto que siempre hará mella en nuestros pies con recalentamiento de la planta y alguna que otra ampolla en el talón. Lo ideal hubiera sido seguir el G.R.-2 por Sant Martí del Corb, Sant Miquel del Corb y bajado a Les Preses por el Collet de la Cantina… hubiera sido el colofón a un recorrido tan espectacular y precioso.
El paisaje cambia. Los colores del atardecer se acentúan y se diferencian entre la luz y las sombras. Mirando hacía el noroeste, en un hueco entre el horizonte aparece el Pirineo Oriental con la luz del sol aún iluminando su abundante nieve: Pastuira, Gra de Fajol, Bastiments… Impresionante, magnífico. Más adelante y volviendo la vista más hacía el noreste aparece la parte más oriental del mismo Pirineo: El Canigó, blanco, radiante, distante, hermoso; delante de éste el Volcán de Puig de Jordà, con su medio cráter mirándonos entre el rojizo ocaso. Hemos pasado anteriormente por su falda sur y hemos visto una pequeña pedrera en ella: tierra negra de cenizas, tierra fértil, blanda y arenosa. El sol parece que ya se ha puesto detrás de las montañas y bosques al oeste, y nos ha dejado bajo el manto del oscuro ocaso, pero aún ilumina las puntas más altas y partes más altas de la Sierra de Marboleny y de los volcanes.
No se puede decir que el recorrido por la carreterilla, después convertida en carretera, fuera feo. No puede haber paisaje feo en La Garrotxa. Tenemos una perspectiva interesante y hermosa de la Sierra de Marboleny en todo el sur, a nuestra espalda, izquierda y delante. Sigue verde, frondosa y alta. Un pico algo escarpado sobresale de ella, quedando ya detrás nuestro con llamativa atracción, es el Serrat de Roca Lladre, en la que ayer nos pasamos y admiramos el paisaje desde su cumbre.
La carretera ya se hace muy pesada cuando gira hacía el noroeste para evitar la punta más al norte de la Sierra de Marboleny. Se eleva algo y comienzan a aparecer las primeras casas. Ya es tarde, casi no hay luz ni ganas para hacer fotos. En la bajada de la misma carretera aparece el polígono industrial de Les Preses que queda al norte del pueblo, seguimos la misma carretera hasta girar a la izquierda y sur por una de las largas calles del polígono, justo la que va paralela a la carretera principal que se dirige a Olot, la que llaman Carretera de la Parcel.laria. El trayecto por dentro del polígono si que es feo y largo, con los pies escalfados por el caminar por terreno duro. Llegamos al pueblo de Les Preses y buscamos el coche cogiendo la calle que nos dejará hasta la misma puerta de la Iglesia de Sant Pere, por la curvada calle de Sant Sebastià. El sombrío Puigsacalm nos despide al entrar al pueblo; su figura escarpada de puntas desafiantes es muy fotogénica bajo la oscuridad del atardecer.
El coche está en el mismo sitio donde lo dejamos ayer. Nos cambiamos, quitamos las botas y ya tenemos la intención de volver a Barcelona por el Túnel de Bracons. El recorrido ha sido precioso y espectacular. Merece la pena perderse y salirse (sin querer) del recorrido planeado para descubrir nuevas preciosidades, nuevos rincones, nuevos paisajes… o a un simpático burrito catalán. Siempre verde, encantadora, preciosa, especial y única, entre sus selvas y sus volcanes, la sensacional y mística Garrotxa. Repetiremos.