Se habla de las caras norte de las montañas, generalizando, por que son las laderas más escarpadas, más frías, que más han sufrido la erosión de los hielos, de los antiguos glaciares y las sombras. Paredes, carámbanos, corredores de nieve y hielo, verticalidades y dificultades se unen en las laderas norte de estas montañas.
Y como no, uno de los gigantes del Pirineo, el Monte Perdido, tiene la suya. Una pared no excesivamente técnica pero de largo recorrido y, eso sí, espectacular, bellísima, cautivadora.
Tanto es así que ya en varias ocasiones intenté formar alguna “expedición” para lograr su conquista; sin lograr la misma. Hasta el pasado fin de semana del 18 y 19 de junio de 2011 en que culminamos con éxito ese precioso, esforzado e increíble reto. Este es el Relato y su Ruta:
Sobre las 10 de la mañana del sábado 18 de junio nos encontramos en el prado de Pineta Manolet, Antonio Cuartero y yo. Es una sorpresa el que se venga Antonio, a la vez una alegría y alivio; como él mismo dice, Manolet lo engañó a última hora. Nos preparamos las mochilas con todo el material y, por una mala comunicación, nos falta material para realizar la subida (un arnés, un casco…), y Manolet tampoco se ha traído piolets técnicos “¡Es una cara norte!” le digo yo. Después de los abrazos y alegría por el reencuentro, emprendemos la larga y tremenda subida al Balcón de Pineta.
Comenzamos cruzando el formidable bosque de hayas. Gigantescos árboles y sombríos rincones que no dejan pasar la luz del sol en pleno día… por ello no tienen sotobosque. Bellísimo. Salimos del mismo bosque y empezamos a contemplar la fantástica muralla del Circo de Pineta. Increíble la altura, desniveles y escarpes. Mis compañeros se preguntan por donde subiremos, parece imposible que haya un camino entre esas paredes, y verdaderamente es la impresión que dá. Un circo como una fortaleza inexpugnable, rodeada de puntiagudos y verticales picos, como torreones y almenas. Vigilantes, observadores, preludio de las increíbles e impresionantes montañas y altitudes con las que nos íbamos a encontrar. Una gigantesca cascada nos maravilla con su exagerada y sorprendente caída de abundante agua: la Cascada del Cinca. Pero decenas de pequeñas y medianas cascadas salpican por doquier el maravilloso Circo de Pineta. Más allá, más arriba, a más altura… las inmediaciones, faldas nevadas, escarpadas, oscuras y claras de la negra roca y la blanca nieve de Monte Perdido; pero el gigante no se deja ver entero aún.
La subida es larga, esforzada, pesada… son unos 1.300 mts. de desnivel. Pocos descansos, gente que sube, que baja, y al final un pasillo entre el vacío y la planicie del Balcón, termina la extenuante e interminable subida al Balcón de Pineta. La vista es extraordinaria, increíble, el Valle de Pineta aparece desde las alturas como una verde alfombra de espeso y formidable bosque que baja de las vertiginosas y desafiantes laderas de la Sierra de Las Tucas. Hipnotizante. Embelesador. Uno no se cansa de admirar esta maravilla de la naturaleza: el Valle de Pineta. Y de repente otras formidables montañas surgen desafiantes y magníficas cerrando el altiplano que forma las lomas del Balcón de Pineta: Monte Perdido, Cilindro, Astazou… La primera visión de la ladera norte de Monte Perdido te deja ensimismado, empequeñecido ante la formidable barrera de hielos, rocas, terrazas, paredes, neveros… puestos de tal manera como si fuera un laberinto de suaves y embravecidas formas que te llaman la atención, te maravillan, te impresionan. Inhiesto el Cilindro de Marboré; una entera pared, cilíndrica (su forma le dá el nombre), vertical, espectacular, grandiosa e infranqueable; sin dejar sitio a neveros ni hielos colgantes. Bello…
Después de entretenernos con la primera visión de estos gigantes y fotografiar con nuestras pupilas esas visiones eternas y perennes, decidimos buscar un sitio para poner la tienda de campaña. Al final, después de andar y pasar la caótica ladera de gigantescas rocas, elegimos una pequeña terraza, cercana a la vía normal de subida al Cuello del Cilindro y a una distancia adecuada a la ruta que íbamos a utilizar de subida; con unas vistas envidiables a la cara norte de Monte Perdido. El desafío estaba servido. Después de montar el iglú nos quedamos observando la montaña intentando adivinar su admirable subida de la vía clásica norte: la Primera y larga Canal, el Glaciar Intermedio, el paso al Glaciar Superior, la Segunda y misteriosa Canal y su salida.
Aún queda abundante nieve en este “altiplano” pirenaico, sobretodo en las laderas que rodean al Monte Perdido, Cilindro y Marboré. El tiempo es excepcional; aunque hace algo de fresco a esta altura a pesar de ser mediados de junio. Me acuerdo del frío que pasé la última vez que estuve aquí, y eso que fue en julio. Hablamos con un par de montañeros ¿vascos? que habían escogido la misma terraza que la nuestra para pasar la noche; ellos harán el Cilindro mañana. Descubrimos que hay gente que ha intentado la norte de Monte Perdido pero se ha echado atrás en el Glaciar Intermedio; vamos descubriendo sus huellas, y su retirada a lo largo del glaciar hacía la vía normal al Cuello del Cilindro.
Manolet está más acostumbrado a la altura y al sobreesfuerzo, está entrenado al andar por Sierra Nevada. A Antonio y a mi nos dá un bajón a la hora de la cena, hace tiempo que no hacemos algo parecido, tan esforzado y duro. A Antonio le reaparece una vieja lesión en la rodilla, y el dolor hace peligrar su intento de mañana. Yo me tomo un ibuprofeno y me acuesto a la espera de que el sueño se lleve todos los dolores y malestares, no ceno prácticamente nada… ¡Veremos lo que hacemos mañana!
Se aprecia algo de claridad fuera de la tienda en mitad de la noche ¿está amaneciendo? no hemos puestos los despertadores y la idea es levantarnos a las 04’30 horas de la mañana. Descubro que la luna ilumina la noche y que aún queda una hora para despertarnos. Duermo algo y me despierto a las 5 de la mañana… ¡Ya se nos hace tarde! Despierto a mis compañeros, nos levantamos, preparamos y nos concienciamos de la tremenda subida que tenemos por delante.
Antonio decide no venirse; la lesión de la rodilla sigue afectándole y, hablando, es preferible no afrontar tal hazaña en su estado. Por ello entre Manolet y yo nos repartimos su material que nos faltaba y nos encaminamos justo en dirección a la Primera Canal bajo los tremendos seracs del glaciar intermedio. Salimos a eso de las 6 de la mañana, y ya vemos varias cordadas que se nos han adelantado.
Comenzamos una travesía memorable, larga, bella y magnífica. Inquietante y muy satisfactoria… es como si con esta ruta ya te convirtieras en un auténtico pireneísta.
LA RUTA POR LA CARA NORTE DE MONTE PERDIDO:
Lo primero es acercarte hasta la base de la misma, hasta justo la enorme vía de escape de los seracs caídos de hielo vivo del glaciar intermedio; colgado casi prodigiosamente y pareciendo como si en cualquier momento se desprendiera con un estruendo pavoroso. A la izquierda del mismo hay un corredor recto, de paredes muy estrechas y a salvo de las caídas de esos seracs de hielo. Largo, largo pero no excesivamente inclinado, fácil de asumir e interminable.
Manolet va delante de mí. Y la visión de estar por debajo de esas enormes masas de hielo de la terminación del glaciar, hace que agilices tus pasos hacía la Canal, la Primera Canal.
El sol hace tiempo que ha salido y roza con sus rayos las planicies del glaciar intermedio y las partes más altas de la montaña. Esperamos no llegar demasiado tarde y encontrar las condiciones óptimas de nieve.
En algunas descripciones hablan de la salida de esta Primera Canal como algo, poco, complicada, pero nada de eso; enseguida estás, muy fácilmente, en el Glaciar Intermedio.
El Glaciar Intermedio es una amplía falsa planicie fría y ondulada que, a pesar de sol y el buen tiempo, hace que te abrigues si te paras en medio del mismo… ¡Es un congelador enorme! El día es muy, muy bueno, ni una nube y ni pizca de calor, la nieve excelente y el viento algo fresco o frío del norte, pero preferible. La huella está hecha. Casi en horizontal atravesamos el glaciar en dirección a los deshechos de un antiguo alud bajo una enorme roca (que separa el Glaciar Intermedio del Superior) y a la derecha de la gigantesca rimaya, que ahora quedaría sobre nosotros. Fácil y cómodo. Al fondo, la especular imagen del Cilindro bajo este magnífico sol y día, te llena y te asombra bajo su formidable perfil. Algo más abajo, la vertiginosa caída del glaciar, te hace pensar que sigues pisando terreno de aventura, en el que no puedes perder la concentración y en la que una eventual caída con hielo duro, puede hacerte caer, resbalar, en dirección a la salida del mismo por los seracs anteriormente rodeados. Espectacular.
Desde la tienda, Antonio que no ha podido acompañarnos debido a su lesión, nos hace unas fotos espectaculares sobre nuestra progresión en esta increíble ruta.
Arriba en la pared de nieve, veo dos personas que suben delante nuestro, una cordada; y más arriba, en la pared de roca, en la zona de mixto, otros dos, otra cordada sube por esta vía norte clásica. Solo somos 3 cordadas en este día. Otras dos cordadas las hemos visto retirarse cruzando el Glaciar Intermedio en dirección al Cuello del Cilindro, al llegar al paso entre los dos glaciares.
Llegamos al punto descrito y paramos a tomar algo. Hay que comer algo y beber agua. Manolet saca el Chopped con olivas y algo de pan, y comenzamos a darles mordiscos como si no existiera otra forma de comérselo. Observamos la pared, observamos las cordadas que van delante nuestro: “¿Has visto ese por donde va en la roca?… si hay que ir por ahí no subo” me decía Manolet. Verdaderamente se veía uno de los alpinistas de la primera cordada, con chaqueta naranja muy visible, parado en medio del espolón de roca, en un lugar muy aireado y aparentemente peligroso.
Yo voy algo más retrasado y cansado, y Manolet me pregunta si seguimos y si voy bien. Hace tiempo que no hago un esfuerzo como este, no he cenado nada, y hace tiempo también que no estoy en altura… y después de cómo me encontraba anoche… No estoy totalmente seguro, pero tampoco quiero volverme para atrás. Seguiremos adelante.
Manolet sigue las huellas que rodean la enorme roca junto a la rimaya y comienza a subir de nuevo. “¿por donde vamos por la derecha, un paso de nieve menos inclinada pero más larga, o por este paso a la izquierda, una pequeña canal entre las rocas, más directa y corta?”, “por lo más corto” Entonces es cuando hacemos el paso entre los dos glaciares por una estrecha canal de hielo y nieve, en medio de la roca, saliendo a la parte alta de la misma. Se supone que este es el tramo más inclinado de la ruta (50º) pero no aprecié dicha inclinación y el paso fue muy limpio, fácil y rápido. Ya estábamos en los neveros del Glaciar Superior; a la izquierda del mismo. Ahora para coger la Segunda Canal, hay que seguir todo recto hacía arriba.
Parece una escalera por las numerosas huellas dejadas por otras cordadas, y la inclinación no es excesiva como para engancharte solamente con los picos de los piolets técnicos. Las otras cordadas ya están en la Segunda Canal o saliendo de la cara norte en dirección a la cima de Monte Perdido. Sacar la cámara en este lugar me puede comprometer y el miedo a perder la concentración y equilibrio hace que no haga ningún movimiento diferente al de asegurarme a la excelente nieve, que ya empezaba a deshacerse algo.
Vamos subiendo con buen paso. Nos acercamos rápidamente a la estrecha entrada a esta Segunda Canal y vemos a las alpinistas de la segunda cordada, nos aproximamos a la última de las dos… parece que vamos más rápidas que ellas.
La Segunda Canal, en su principio, no tiene ninguna complicación: buena inclinación, buena nieve en las sombras de la montaña… y el culo de una de las de la segunda cordada. Todo bien hasta llegar al terreno mixto: el hielo y la nieve hacen un paréntesis y la roca desnuda y lisa sobresale en medio de la pequeña canal. No hay que olvidar que estamos en la parte más alta del recorrido, y mirar hacía abajo es casi pavoroso y terrorífico… ¡Mejor no mirar!
Manolet hace el Paso Mixto limpiamente, despacio y midiendo los pasos, metiendo las puntas de los crampones en las grietecillas de la roca… pero enseguida pasa a la nieve de la misma canal poco más arriba. Yo llego al lugar no lo veo tan claro; además estudio y me pienso mucho los pasos. Observo que la roca es más fácil hacía la izquierda, pero también es la más expuesta. Al final decido, quitándome los guantes gordos para agarrarme mejor a las presas, seguir por la parte más expuesta y fácil de la roca… la que Manolet no quería pasar mirándola desde abajo. No tiene mucha dificultad, tercer grado como mucho, pero la exposición es increíble: toda la cara norte de caída. No encuentro el paso hacía la parte superior de la canal ya con nieve y decido seguir por la roca con los crampones puestos. Después me entero que el resto de las cordadas se habían quitado los crampones para realizar este paso. Voy lentamente. Intentando asegurar los pasos. Introduciendo las puntas de los crampones en presas, grietecillas y agujeros… me dá la impresión que se van a romper si pongo todo mi peso en dos de las puntas; pero los crampones están hecho de un material superresistente y preparados para estas situaciones y más extremas.
No quiero, no debo, no puedo mirar hacía atrás, hacía abajo, y me concentro en la subida. Más arriba es fácil y paso a la nieve de la canal, ya por fin, a la derecha. He tardado mucho en realizar este paso, pero tiempo necesario por la exposición y peligrosidad, y una mortal y eventual caída. Manolet ha ido mirando a ver si salía de la Segunda Canal, ya que este paso está muy cerca del final de la Segunda Canal y por tanto de la salida de la vía norte clásica.
Me he entretenido mucho pero al fin salgo a la planicie del hombro sureste de Monte Perdido. Ya en terreno más horizontal y plano, me reúno con Manolet y nos felicitamos por la hazaña conseguida ¡Conseguido! Fotos de celebración; hay que inmortalizar el instante y las alegres emociones.
Ha sido espectacular, emocionante, increíble… mucho más de lo que pensaba ¡Sorprendente, magnífico!
De aquí a la, ahora fácil, cumbre de Monte Perdido hay una suave loma. Las vistas se agrandan, el magnífico día y su excelente visibilidad nos sorprenden llegando a alcanzar a ver los rincones y montañas más alejadas y bellas de los Pirineos: Valle de Ordesa, Cañón de Añisclo, Posets, Vignemale… Ya en la cumbre un overbooking de montañeros, se agolpan en su sencillo pináculo. Más fotos de rigor, más recreo con las insuperables vistas y rápidamente bajamos tras las prisas de Manolet.
Hemos tardado unas 4’30 horas en subir. La experiencia ha sido increíble. Nos hemos hecho fotos en la salida de la cara norte de la montaña con una sonrisa como protagonista en nuestro rostro. El día es precioso; las vistas y todo lo que nos rodea hermoso. La actividad ha sido emocionante… ¡Que más le puede pedir un alpinista a la vida!
La rápida bajada la hacemos ahora por la vía normal de subida a Monte Perdido, con base en Góriz; ahora las verticalidades de la Escupidera no nos intimidaban; y nos encontramos con una romería de montañeros que suben y bajan de mismo; con las hermosas y altivas vistas del Cilindro que ahora tenemos delante, mostrándonos otro de sus perfiles cautivadores. Esquivándolos y pasando por la parte de arriba del helado Lago Helado que separa Monte Perdido del Cilindro, subimos al Cuello del Cilindro. Justo en la parte más alta del mismo paso, nos encontramos con las dos participantes de la segunda cordada. Entablamos conversaciones y bajamos en dirección al Balcón de Pineta con ellas. De esta manera nos enteramos y nos empapamos de más información sobre la ruta realizada.
En la tranquila bajada podemos apreciar, a la derecha, en la próxima distancia la morfología de la ruta realizada: la Primera Canal, los glaciares y sus pasos, la Segunda Canal… ¡increíble!
Rapelamos en la pared como si fuera el último escollo hasta nuestra base en el Balcón de Pineta, y una vez allí Antonio nos espera para felicitarnos y darnos la enhorabuena. No hay tiempo que perder, mis compañeros deben regresar a Alicante y nos cambiamos, comemos algo y recogemos la tienda sin demora. Consolamos a Antonio diciéndole que menos mal que no se ha venido con nosotros viendo como tenía la rodilla; hubiera sido criminal y peligroso.
Emprendemos la bajada al fondo del Valle de Pineta con las maravillosas e increíbles vistas del mismo; que ahora, y después de la ruta realizada, se hace muy cansada e interminable ¡Pesa más la mochila ahora de bajada que cuando subimos!… esto parece algo común en la ruta al Balcón de Pineta. Mis compañeros bajan rápidos; Antonio ha salido antes por si le molestaba más su rodilla. Yo bajo lo más rápido posible pero las botas destrozan mis pies y pantorrillas y a la vez las sigo destrozando yo.
Un solitario y cercano Sarrio se despide de mí en representación de estas montañas y estos valles, y pronto llego al magnífico hayedo que me lleva a los Prados de Pineta. Despedidas rápidas, nuestras enhorabuenas, cansadas alegrías y sonrisa extenuada por los esfuerzos… y cada coche sale en dirección a sus hogares, en Alicante y Barcelona.
Ha sido una experiencia increíble. Todos los intentos anteriores han tenido su justa, y más aún merecida, recompensa. Gracias a mis compañeros por acompañarme y confiar en la “peasso actividad” que se planeaba. Gracias también a ti, Monte Perdido; tus diferentes bellezas me seguirán sorprendiendo y las seguiré admirando.