Había oído de palabras de Paco, creo, la existencia del Hospital de la Sang en la misma Sierra de l’Obac, en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. No estaba muy definido como era el lugar, pero contaba que había sido refugio de guerras y hospital de campaña, escondido entre los riscos, escarpes y “amagatalls” de la montaña.
Fue entonces cuando ideé una tranquila salida que nos llevaría, sin demasiado esfuerzo y sí caminando un poco, desde el alto Coll d’Estenalles hacia éste lugar. En el Coll d’Estenalles en lugar de dirigirnos hacía el Montcau hacía el este, seguiríamos el G.R. que pasa por encima de la montaña, por lo más alto, hacia el oeste, en busca del espléndido edificio de La Mata. Pero el recorrido no podía ser lineal, había que dar alguna vuelta. Entonces a la vuelta al Coll d’Estenalles pasaríamos, bajaríamos hasta la Font dels Traginers, subiendo por todo el barranco del Torrent de La Coma d’en Vila (que según el mapa, viejo, Alpina, había un estupendo sendero), hasta coger de nuevo el camino cimero que nos devuelva al Coll d’Estenalles… ¡¿A ver como sale la actividad?! A priori es sencilla, nada esforzada y con una duración normal (según el tiempo que le quieras dedicar a visitar las distintas zonas por las que pasaremos).
Por ello el pasado domingo 20 de septiembre, quedamos un numeroso grupo de Montañas de La Luna en el aparcamiento del mismo Coll d’Estenalles (873 mts.) para comenzar dicha tranquila marcha. El día iba a ser soleado y no demasiado caluroso, parece que este verano ya se acababa y daba paso a un otoño que comienza a sentirse. Las primeras “enblanquinadas” del Pirineo a principios de mes así nos lo demostraban… nada más lejos de lo que será la realidad.
Lo primero una vez todos reunidos es subir hasta el camino que desde el Coll d’Estenalles nos lleva hacía la izquierda y oeste siguiendo las marcas de G.R., hacía las proximidades del magnífico edificio de La Mata. Por suerte en este recorrido venía Ángel, gran conocedor de la montaña, que nos iría indicando y guiando según los sitios y lugares por los que debíamos de pasar.
El camino a seguir es fácil y sin pérdida. Una vez pasada el edificio de La Mata a la izquierda sin bajar hasta él y sin pasar por él, dejamos también la Ermita de Sant Jaume (que se encuentra en la parte más alta de la zona) a nuestra izquierda y arriba. Ya pasaremos por su puerta a la vuelta. La dirección real es suroeste.
A partir de esta parte el camino cruzará, sin dejar el G.R.-5, por unos colladitos en los que los estupendos y mágicos ejemplares de encinas y quercus nos asombraran y alegran la vista. La niebla y las nubes bajas dan un toque de misterio y bucólico aspecto en estos puntos del camino. Nos cruzamos mientras bajamos y subimos por nuestro camino por la cima de la sierra, con otros caminos y sendas. Alguna de éstas, una que venga de la parte izquierda, será por la que salgamos a la vuelta por un pequeño colladito pasado el Coll de Garganta. La verdad es que mi orientación no era la mejor ese día, menos por Ángel que se empeñaba en ser amable y guiarnos por una sierra que parecía era su “territorio de caza”.
Al cabo de una subida y unas cuantas curvas del camino que nos hacen girar de suroeste a noroeste (después del Coll de Garganta) a oeste y suroeste de nuevo sin dejar el G.R. ni la cima de la montaña, llegamos a un espacio boscoso casi llano a la orilla del mismo camino donde se encuentra un enorme, magnífico y hermoso ejemplar de encina: es l’Alzina del Vent. Un curioso y gigantesco ejemplar arbóreo que como si fuera una especie de gigantesca araña pero boca arriba y con cientos de patas, se eleva casi mágicamente entre la niebla del espacio, del cielo y lugar de la montaña, dejando el resto de árboles, vegetación diminuta a su lado, e incluso nosotros mismos nos sentíamos pequeños, insuficientes para este enorme y bello ser vivo. La imagen y aspecto del ejemplar es impresionante. Hay más gente disfrutando de su compañía. Nosotros nos paramos para admirarlo e inmortalizar el momento, el lugar, el monstruo de pelis de ciencia de ficción. Una de sus ramas cuelga y se alarga hasta casi a un metro y medio del suelo, peligrando su estabilidad. Le han tenido que poner un apoyo por si cae ¡Increíble!
Pero debemos seguir. Ahora el camino, que sigue siendo camino, vuelve a girar y a descender hacía el Coll de Boix. La niebla va subiendo y poco a poco nos deja admirar el paisaje. Llego a reconocer algo, pero es inútil; mi orientación en este día está mermada. Llega un momento que aparece por la derecha una senda. Dejamos el camino. Yo no hubiera dado con este sendero y hubiera seguido el G.R. hasta que me hubiera dicho de girar hacia el oeste en busca del Hospital de la Sang. Pero Ángel va delante y nos guía, perfecto. Esta sendilla o recorrido está señalizado por marcas de pintura y recorre lomas desnudas de conglomerado y pequeños bosquecillos. No tiene pérdida la senda. Creo recordar que las marcas eran de color azul, pero en forma de mancha más que de raya o línea.
Bajamos escalones naturales de roca y ya por fín el recorrido se vuelve más interesante después de tanto camino. Al cabo de un tiempo, no mucho, la senda baja bastante inclinada entre rocas y exuberante vegetación apareciendo unas especies de cuevas, nichos enormes entre las rocas y unos muritos de piedras hechos por el hombre: estamos en el Hospital de La Sang.
En un enorme nicho de forma triangular, como si dos montañas se hubieran separado por su base, se encuentra el espacio del Hospital de la Sang; llamado así porque era el lugar escondido y secreto donde curaban a los soldados o guerrilleros heridos en guerras y luchas lejanas en la historia. Unos muritos de piedra encierran dicho lugar, dicho nicho. La verdad es que no sabía que es lo que nos íbamos a encontrar. La sencillez, dejadez y duras condiciones para un “hospital” hace pensar en cómo lo tenían que pasar aquí estas personas, estos guerrilleros, soldados.
Paramos aquí para comer. Al lado hay una cueva. Ésta sí que nos sorprende, ya que sí parece un autentico refugio, escondite de tiempos pasados: larga, profunda y casi habitable; con señales y restos de antiguos usos y habitantes. Es impresionante. Ésta sí que me deja boquiabierto a pesar de ser simplemente una profunda cueva. Hacemos fotos aquí y allá. El lugar en sí está verdaderamente escondido en las laderas de la Serra de l’Obac. Y llego a pensar que es cierto que en otras épocas si no conocías el punto exacto, sería muy difícil de llegar hasta aquí. Un punto estratégico y secreto.
Debemos volver. Ahora desandaremos nuestros pasos en busca del G.R.-5, pero en lugar de cogerlo en el Coll de Boix, lo cogeremos más al sur; para poder hacer una circular y pisar lo menos posible camino ya andado. Ahora toca subir un poco, volver a ascender hasta la cima de la montaña, justo en el cordal que lleva desde el Castellsapera hasta l’Alzina del Vent. O sea, que el recorrido en cierto punto se desvía hacía la derecha y sureste en lugar de volver por lo caminado hacía el noreste. Pero pronto llegamos a la cima de la montaña y a la magnífica y señalada senda del G.R.-5. Ahora giramos a hacía la izquierda y arriba, hacía el noreste por la boscosa y frondosa loma cimera en busca del Coll de Boix. Ángel nos guía, pero más o menos ya sé por dónde vamos. Una vez el día se despeja, observo el paisaje, las montañas, los perfiles, mi orientación vuelve a colocarse entre mis sentidos más finos.
Una senda agradable pero de subida, en medio del exuberante bosque de encinas de la montaña, nos lleva hasta el Coll de Boix de nuevo pero por otro punto más elevado fuera del camino o pista pisada antes. Un poste indicador nos explica lo que podemos hacer, las direcciones que hay y donde estamos. Hablo con Ángel y le explico mis intenciones: bajar a la Font dels Traginers y girar en busca del camino y G.R.-5 que nos devolverá al Coll d’Estenalles por el fondo del Torrent de la Coma d’en Vila. Según el mapa de Alpina hay un bonito sendero, marcado y todo, que nos llevará por el fondo del barranco… ¡Tengo que actualizar estos mapas!
Así pues después de revisar y explorar senderos escogemos el bueno que nos bajará por Els Graons de Mura hasta el grifo de la Font dels Traginers. La senda bien marcada y ancha comienza a bajar para llegar hasta el fondo del nombrado barranco, y comienza, más abajo, a hacer una especie de zigzag y a bajar por unos escalones de roca y piedra muy numerosos y enormes, son Els Graons de Mura.
Enseguida llegamos a la casi inapreciable Font dels Traginers. Hay un grifo curioso y simpático que al abrirlo deja caer un pequeño chorrillo de agua, pero el suficiente para llenar alguna cantimplora y saciar la sed del perro del grupo. Ahora toca coger la senda barranco arriba y salir al camino por el que andamos al comienzo de la marcha, entre l’Alzina del Vent y el Coll de Garganta… pero no aprecio camino por el que seguir, ni a un lado ni al otro del barranco. Exploro los alrededores y nada. Eso pasa por llevar un Alpina del 2.002 fotografiado en mi Canon, desactualizado. Ángel mira por la ladera la cual hemos bajado pero yendo hacia arriba y norte en la misma dirección que el barranco; parece que encuentra una maltrecha y poco o nada marcada sendilla. Es nuestra única baza; la seguimos ladera arriba, barranco arriba.
El calor comienza a quemar nuestras esperanzas de que esta maltrecha senda nos lleve al punto requerido. Poco a poco y a medida que avanzamos se va desdibujando, desaparece al final. Hay que hacer algo. Según el viejo Alpina hay otra senda a más altura (espero que exista) que pasa por una cueva, rodea la loma cimera de la montaña y viene del Coll de Boix. Entonces nos arriesgamos a cruzar y subir recto la ladera monte a través entre matorrales y espacios de roca madre, terreno desgastado por la erosión y la lluvia. Al final el esfuerzo de ir monte a través entre el calor y el sol del final de mañana vale la pena y al poco tiempo descubrimos dicha senda más arriba. Ciertamente muy bien marcada en el terreno, sin pérdida ni desviaciones como la pasada en la Font dels Traginers. Y con dirección derecha, norte, enseguida llegamos al camino nombrado… ¡¡Hay que ver lo que se avanza caminando en una senda como Dios manda!!
Son curiosos los perfiles por los que cruza en pocos metros esta senda. Excavada en la roca conglomerada, con suaves y extrañas formas rojizas. Y después de unos pequeños bosquecillos de encinas, el ancho camino con el G.R.-5. Esta vez lo tomaremos hacia la derecha, de vuelta, con el sentido contrario al del comienzo de la marcha. Desandaremos a partir de aquí lo andado, hasta llegar al mismo parking donde están los coches.
De nuevo admiramos y disfrutamos con la visión de los impresionantes ejemplares de encinas, ahora sin la fantasmagoría de la niebla, las nubes bajas, se ven más simpáticas y amables, menos misteriosas y temerosas… hermosas.
Al llegar a la altura del edificio de La Mata (pero al otro lado de la ladera de la montaña, sin verlo) decidimos subir, por una senda a la derecha a la Ermita de Sant Jaume y así hicimos para, al menos, hacernos la foto de grupo. Desde aquí las vistas son dignas de mencionar, por su altura parece un magnífico mirador: vemos abajo el vasto edificio de La Mata, hacia el norte el Montcau con su inconfundible perfil de pagoda… hay gente en su cima, como siempre. Las nubes bajas se han convertido en nubes más altas y algodonosas, que dejan un paisaje pintoresco y extraordinario.
Después de las fotos y las admiraciones por las vistas, decidimos bajar por el lado contrario al subido a la ermita (son solo unos pocos metros) y bajar a la pista que nos trajo al principio a estos lares. Realmente el desvío para subir al templo es de poquísimos metros, está pegado al camino pero a más altura e invisible desde él.
Y con el verdor de esta parte de la montaña, los sanos y seguidos abetos en la orilla del camino que nos lleva el Coll d’Estenalles, bajamos ya a donde se encuentran los coches (poco antes del nombrado collado) y aquí finaliza la excursión por la Serra de l’Obac y el Hospital de la Sang. Ha sido un recorrido sencillo sin prisas y sin esfuerzos excesivos (quitando la parte del monte a través), por recónditos lugares, históricos, interesantes y disfrutando de excepcionales ejemplares de encinas, de vegetación, como l’Alzina del Vent… eso sí, no dejes las llaves dentro del coche si lo cierras que después no podrás entrar en él y ¡Te llevarás la bronca de tu mujer!