El Valle de Arán es uno de los valles o regiones más bonitas, atractivas e identificativos de los Pirineos. Mirando al norte es el único valle dentro del Pirineo catalán y dentro de la nación española con esta característica; por ello sus diferenciaciones con el resto de la península de clima, morfología, y en el ámbito antropológico también diferenciado por su cultura, historia e incluso lengua: el Aranés.
La montaña más alta y característica, así como relevante e identificativa del lugar, es el Montardo de Arán. No llega a los tres mil metros pero su morfología le hacen ser una montaña imponente, muy estética, escarpada en su cara norte y por si ubicación se convierte en uno de los mejores miradores del Pirineo al este de los Montes Malditos. Tantas veces nombrado, tantos compañeros que lo han visitado, ya iba siendo hora de acercarnos a sus faldas e intentar conquistarlo, recorriéndonos sus laderas, crestas, y los pequeños, grandes y estupendos rincones con los que nos toparemos al subirlo.
La Restanca es el robusto y antiguo refugio al que nos dirigiremos como base para atacar a este estupendo pico con aspecto de picuda cumbre desde Baqueira. Y para llegar a éste nos recorreremos el Valle de Arán hasta Arties y de aquí adentrarnos en el valle que le queda al sur, en busca del P. N. de Aigüestortes en su norte, al que llaman valle de Valarties. Dejar el coche hasta el punto donde la nieve nos deje y comenzar a subir, valle arriba, en busca de la alta montaña pirenaica invernal.
Son alrededor de 4 horas las que tenemos de Barcelona al Valle de Arán, por ello prefería salir el viernes por la tarde, dormir en Salardú y el sábado temprano comenzar tranquilamente la subida a La Restanca. Otros compañeros no tendrían el viernes libre y madrugarían el mismo sábado para realizar la aproximación al valle… a mi madrugar tanto para darte la paliza del coche y luego la ascensión hasta La Restanca, “me mataba”, así que Flora, Josep y yo preferimos pasar noche en Salardú… quizás también para disfrutar un poco, aunque sea de pasada, de los rincones del hermoso Valle de Arán.
El fin de semana del 22 y 23 de marzo no iba a ser muy soleado e ideal para hacer una invernal, pero era el fin de semana que tocaba para realizar la actividad de alta montaña en el Pirineo… y la reserva ya estaba hecha. Pero bueno, haríamos lo que pudiéramos y disfrutaríamos en las condiciones que fueran. Nublado, nevada, ventisca… todo un aliciente para “probar el material” este fin de semana.
El viernes por la noche llegamos a Salardú y nos quedamos en el Chalet Refugio Juli Soler Santaló ubicado en el interior del bonito pueblo, y si no sabes donde está, puede ser un poco difícil de encontrar. Una valiente y segura mujer con nombre vasco guarda el refugio, el cual está lleno de participantes de unas pruebas o carreras de trineos con perros en Baqueira. “No subiréis al Montardo” nos dice al día siguiente cuando bajamos a desayunar, sabiendo el mal tiempo que se avecina y que ya nos deja sus primeras intenciones al despertar con lluvia y truenos esta mañana. Pero hay que tener esperanza y ganas de aventura.
Dejamos el magnífico refugio y a su simpática guarda, y cogemos camino de Arties y el valle que, desde esta población, se interna hacía el sur en busca del Montardo y la alta montaña pirenaica: Valarties. Entre las calles que cruzan el Garona seguimos las indicaciones hacía este valle y La Restanca, y un camino asfaltado nos saca de la población, dejando a la izquierda una cantera, hacía el interior de Valarties. El tiempo quiere mejorar; parece que mientras nos internamos con el todoterreno de Josep en el valle, aparecen claros entre lo nubarrones grises y blancos.
Llegamos a un punto en que el camino se desvía hacía arriba y derecha, dejando el principal abajo e izquierda. Pero aquí ya aparece la nieve, antes de llegar al parking del Puente de Resséc. Las fuerzas de los río el pasado junio destrozaron varios caminos y carreteras en el Valle de Arán, entre otros este que se corta de repente antes de llegar al Puente de Resséc. La alternativa es éste otro que sube por la derecha. No llueve. Vemos como se despeja al norte. Nos equipamos y aprovechamos esta mejoría transitoria para salir en busca del refugio de La Restanca al final de Valarties.
Observamos delante nuestro con admiración y asombro el perfil norte, escarpado, elegante y desafiante del Montardo: algo picudo pero con cima redondeado, y paredes y barrancos a cada lado como si un águila desplegara sus alas, con crestas puntiagudas y aserradas en sus altas cumbres, y todos los rincones de la imagen cargados de blancos y helados cristales de nieve que combinan con las grises y oscuras rocas graníticas… Hermosa imagen alpina.
No hay pérdida. Seguimos el camino y una vez llegados al parking y cruzado el Puente de Resséc, las indicaciones hacía La Restanca son inconfundibles. A partir de aquí la nieve va a ser muy abundante, el valle se cierra hermoso y casi boscoso, mientras rodeamos los pilares oeste del Montardo. Un grupito de franceses con sus esquíes nos pisan los talones y nos adelantan. El valle se cierra y enfrente nuestro vemos el Tossau de Mar, muy cerca a nuestra derecha queda el Arriu de Rius. Pero el tiempo comienza a cerrarse y encapotarse amenazadoramente de nuevo… a ver si nos da tiempo a llegar al refugio antes de que descargue.
Vemos una ladera muy empinada sin bosque y con rastros de aludes a la izquierda, y recuerdo que Francesc me dijo que era mejor subir por aquí (según le comentaba un amigo), que seguir la perdida y zigzagueante senda que sube, muy cerca, por el bosque. Así pues convenzo a Flora y Josep para girar dejando el camino y subir por esta empinada y aludica pala. El sobreesfuerzo es notable y las raquetas se hunden bajo la blanda y oblicua nieve. Decido ayudarme subiendo por los restos del alud, ya que éstos suelen tener trozos caóticos pero endurecidos de nieve los cuales hacen que, a pesar de que tienes que ir esquivándolos, no te hundas en la nieve. La subida es penosa y muy empinada. Atrás poco a poco se va abriendo el hermoso y blanco valle, su fondo va quedando atrás y abajo. Mientras las nubes comienzan a cubrirlo todo y comienzan a caer los primeros copos de nieve.
La empinada pala acaba haciéndose menos vertical hasta llegar a un allanado lugar, con el arroyo de ruidosa agua a la derecha. Nos internamos algo cerca de su lecho, pero enseguida subimos y volvemos a encontrar la casi desaparecida huella. Se abre un lindo circo en el que el arroyo o torrente lo rodea y lo cierra hacía el sur. Es un pequeño rincón encantador. Al otro lado veo una especie de antena, presiento que el Refugio de La Restanca está cerca. Y en efecto, mientras nos acercamos y seguimos el valle, nos topamos con la presa y subimos una empinada lomilla hasta la parte alta de la presa, a la izquierda del mismo muro. Y ahí estaba. En una bucólica imagen mientras cae la blanca nieve y la quietud y lo blanco lo cubría todo. Hermoso.
Llegamos a La Restanca. Es un edificio recio, como antiguo de gruesos muros y aspecto sobrio. Me recuerda al antiguo edificio del Refugio de La Renclusa. Estamos solos. Menos los guardas. Otros grupos han aplazado su reserva a otro fin de semana, a causa del mal tiempo. Fuera sigue nevando pero no hay ventisca. En la parte de abajo, entramos por una puerta en un lateral, dejamos en las estanterías los hierros, mochilas y chaquetas a secar. Una escalera hacía la parte de arriba, al primer piso, nos lleva al comedor, cocina… y en el siguiente piso, el segundo, quedan los dormitorios.
El tiempo pasa lento. A mitad de tarde llegan el resto de la “expedición”: Toni, Paco y Francesc. Risas, charlas y la normal convivencia de refugio… y no subirá nadie más, estaremos solos en el refugio. Solo unos franceses con sus esquíes han aparecido (los hemos visto por Valarties) y habrán intentado alguna ruta pero no a demasiada altura. Han comido y han seguido el camino de vuelta.
A veces nieva, a veces no. No hace viento y el tiempo no es demasiado malo… se puede intentar; pienso mientras miro absorto por la ventana del comedor hacía el bucólico y blanco paisaje del ibón Era Restanca, justo hacía la orilla y cascada que baja del Estany de Mar, justo en frente. Por la mañana salimos con luz. No nieva pero está todo el cielo encapotado. Nos equipamos y salimos desde la puerta lateral del refugio para recorrernos un trocito de las orillas del ibón Era Restanca (sin bajar demasiado) para enseguida girar hacía el sureste e izquierda por una empinada ladera hacía una especie de collado entre los nevados pinos. Hace una especie de vallecillo que nos subirá hasta la fosa del Estany del Cap del Port, justo al oeste de la mole del Montardo y sus escarpadas vertientes.
Llegamos a la parte alta de la pala donde se abre una especie de collado con suaves pendientes a cada lado y enfrente un paisaje blanco por doquier: el valle se ensancha como un óvalo perfecto y se vuelve a cerrar al otro lado, abajo pensamos se oculta el Estany del Cap del Port bajo la abundante nieve… ¡Menos mal que hemos traído las raquetas! El tiempo aún no es demasiado malo; parece que quiere nevar y parece que también cubrirse del todo. Pero un halo de esperanza aparece en nuestros corazones: parece que el sol quiere salir, y lo vemos allá arriba justo al otro lado del valle, donde se supone está el Coll de Crestada o Port de Rius, queriendo hacerse paso entre las nubes blancas y grises. Seguimos la marcha.
Ahora bordeamos el valle por la izquierda sin bajar demasiada altura, girando después en dirección a unas picudas rocas que se encuentran justo al otro lado del mismo, bajo el Coll de Crestada o Port de Rius. A nuestra derecha debe de quedar el Estany del Cap del Port y a la izquierda las laderas y vertientes suroeste del Montardo, que, poco a poco y a medida que nos acercamos al collado siguiente, se acentúan sus agrestes y verticales formas.
Poco antes de llegar al nombrado Coll de Crestada o Port de Rius (cruce de recorridos entre Colomers y Ventosa i Calvell) el tiempo parece que cambia… a peor: el viento comienza a fortalecerse y la nieve que comienza a caer lo hará como metralla que, en lugar de caer vertical, lo irá haciendo en horizontal al compás de la fuerza del viento que será cada vez más feroz. Y así es, justo al llegar al poste indicador de los cruces de recorrido que nos indica la parte más alta del Coll de Crestada o Port de Rius, encajonada entre las rocas como si de un pasillo entre moles se tratara, la ventisca nos golpea con su mayor virulencia.
Casi no nos oímos si hablamos entre nosotros, y eso que lo hacemos a gritos. El sonido y fuerza del viento hace imposible el estar sin cubrirse hasta la punta de la nariz. A la vez el frío se agudiza y bajo mi desgastado tejido impermeable y transpirable de mi chaqueta North Face lo sufro. La nevada se agrava, pero no por la cantidad, si no por su forma de caer: pequeñas bolitas heladas que a más de 80 Km./hora se convierte en autentica metralla… no puedo abrir ni los ojos ¿¡donde están esas gafas de ventisca que me iba a comprar!?
No hace falta hablar. Permanecemos amorrados y casi juntos como un rebaño de ovejas que se une para esperar al lobo, y al poco tiempo decidimos la “huida” y bajada por el mismo sitio que hemos subido. Hemos llegado a los 2.475 mts. del Coll de Crestada o Port de Rius, el Montardo lo tendremos que dejar para otra ocasión, pero, había que intentarlo y “probar el material” que se echa a perder en los armarios sin metralla de nieve helada que les machaque. Ha sido una experiencia de las que hacía falta volver a sentir, y de esta manera, nos acordarnos de la fuerza de la montaña y la naturaleza.
Bajamos algo y los compañeros se refugian tras una roca para cambiarse o arreglarse la mochila. El resto seguimos bajando desandando lo subido entre las huellas que insiste en borrar la ventisca. Pero, y como es habitual, a cada paso que bajamos la fuerza del viento disminuye y la habitabilidad va siendo más aceptable. Llegamos al collado para bajar a La Restanca dejando el Estany del Cap del Port a nuestra espalda cubierto por la abundante nieve. A partir de aquí la ventisca se convertirá en una brisa y la nevada en una bonita estampa de copos de distintas formas que caen suave pero continuamente, mientras llegamos al refugio. La bajada ha sido rápida, la pendiente era notable entre Era Restanca y el collado al Estany del Cap del Port.
Llegamos al refugio entre la bonita nevada. Nos paramos dentro para comer y tomar algo, descansar, reagruparnos y retomar el camino de vuelta al coche. Parece que los guardas ya se han ido; no parece que quede nadie y somos los últimos en estos hermosos lugares de La Restanca.
Proseguimos la bajada. Esta vez en lugar de bajar por donde hemos subido, decidimos seguir la senda o recorrido natural de la subida a La Restanca desde Valarties. Críticas y dudas ha creado la empinada y forzosa subida a La Restanca del día anterior. Por ello, y en medio de la nevada que no para pero ya no demasiado intensa, salimos del refugio hacía la presa del Ibón de La Restanca. La cruzamos por arriba y justo al otro lado, giramos a la derecha y en bajada por en medio de una rampa pegada a la presa del embalse. Unos carteles, curiosamente apuntando hacía el suelo, nos indica el camino a seguir. Bajo la rampa aparece el bosque; volvemos a girar, esta vez a la izquierda, y nos adentramos en el hermoso y curioso bosque.
A partir de aquí seguimos una media traza o ninguna traza en la nieve, pero casi siempre en zigzag, ya que la ladera en la que habita el bosque, también es bastante empinada. Entre hermosos ejemplares de pino negro, silvestre e incluso algún abeto, bajamos tranquila y bucólicamente por el místico bosque. Es hermoso estar perdido en medio de un bosque de altura y alpino, mientras nieva suave y dulcemente. La senda tiende un poco a bajar hacía la izquierda; pero cuando casi llegamos al fondo del valle, el recorrido, el sendero, gira a la derecha y sigue horizontal hasta la salida a un camino, una casa y un llamativo cartel: “-Refugi e lac dera Restanca, -Tòrt de Rius…” Antes hemos pasado entre unos magníficos ejemplares de abetos, que captan mi atención y admiración y les hago las fotos que merecen, con el adorno blanco de la nieve que contienen y le cae, y el contraste de su oscuro verde en sus formas curiosas e identificativas de sus ramas y agujas. Hermosos.
Seguimos el camino valle abajo, hacía el este, noreste. Sigue nevando, como he dicho antes, dulcemente. No hace frío. Pasamos junto a la pequeña casa que el mapa nombra como Barraca de Rius. Los carámbanos de hielo cuelgan de las tejas de su tejado formidablemente con una imagen casi siberiana. Pasada la casita y muy cerca de esta siguiendo el camino: cruzamos el Pontet de Rius. A partir de aquí solo hay que seguir el camino valle abajo desandando los pasos de ayer, cruzando los mismos lugares y siguiendo las mismas huellas hasta el coche. Justo al llegar al coche parece que el tiempo quiere mejorar: para de nevar y las nubes ya no son tan amenazantes ¡No me lo puedo creer! ¿Será que al salir de las alturas nos mejora el tiempo, como es natural? ¿O nos quiere hacer una mala pasada el tiempo, con esta mala suerte, y la mejoría del tiempo es general?
Antes hemos disfrutado de un recorrido especial y hermoso bajo una nevada simpática y encantadora. El paisaje, bajo la nevada, cambia y se llena del blanco adorno, con ese misticismo, espiritualidad que dá la quietud de los bosques en soledad. Las ramas, suelo, raíces, plantas, rocas, paredes… todo se inmacula y se transforma bajo la nevada y no parecen las mismas cosas, los mismos lugares, los mismos paisajes que cuando subíamos ayer. Parece algo mágico, extraordinario y hermoso a la vez. Así es la montaña y los bellos rincones de Valarties, del Valle de Arán en estos inmensos Pirineos… queda pendiente su Señor y Soberano del valle: el Montardo de Arán, pero aún hay tiempo y lugares que ver, recorrer y conquistar… admirar y sorprenderse.