La idea era acercarnos hasta las inmediaciones del increíble pico Forcanada. Dentro del macizo de los Montes Malditos pero más bien alejada de ellos, o del centro de los mismos, hacía el noreste del Aneto, se encuentra esta escarpada e impresionante montaña con forma de bidente (casi tridente) como si fuera primo hermano de Els Encantats.
Para llegar a él hay que adentrarse en el corazón del Pirineo: desde la parte más alta del Alto Valle de Benasque, Valle de l’Escaleta por su parte oeste, y por el Valle de Artiga de Lin y el del Río Nère desde el hermoso y grandioso Valle de Arán. Nosotros escogemos, creo, el valle o ruta que se utiliza como más habitual en la subida de este pico, y casi el lugar más desconocido y poco visitado del lugar: el Valle del Río Nère. Por ello el último fin de semana de abril, salimos de en busca de el Valle de Arán, Valle del Nère y la Forcanada.
La noche del viernes hacemos vivaque en Conangles, en el Valle de Barrabés justo antes de cruzar el túnel de Viella. De esta manera tenemos todo el sábado para subir por el Valle del Nère hasta el lugar donde íbamos a montar el campamento pensándolo hacer en el Lac deth Hòre (Ibón del Agujero en aranés), incluso ir más allá y poder realizar un reconocimiento del lugar para preparar la subida, el ataque a la cima de la Forcanada. El tiempo no será el óptimo, no será bueno, pero no tenemos opción ya que es el fin de semana escogido para realizar la actividad. La idea es subir con el iglú y hacer noche en mitad del valle, aproximándonos lo máximo a la montaña y al agua para que el ataque sea más efectivo y la base tenga las condiciones idóneas.
Después de pasar el túnel de Viella y una curva muy cerrada donde bajo ella pasa el mismo Río Nère, dentro ya del Valle de Arán, encontramos un camino a la izquierda y arriba, sobre las laderas del valle. Este camino escabroso y casi desmenuzado en ocasiones, es por el que, muy lentamente sobre mi Ford C-Max, nos introducirá en el Valle del Río Nère. Comprobaréis que este lugar está muy cerca de la boca norte del túnel de Viella, ni siquiera hay que llegar a la población de Viella. Geográficamente se encuentra en la parte suroeste del Valle de Arán; inmediatamente seguida cuando se sale del túnel a la derecha.
El valle aparece verde, pero el camino es escabroso y poco recomendable para coches delicados. De hecho pincho una rueda del Ford ¡Hasta aquí hemos llegado! Cambiamos la rueda y dejo el coche en la orilla del camino, ya no lo quiero mover más. Desde este punto, cerca de una cabaña y una curva del camino. Se puede llegar en coche hasta el final del camino, que no queda muy lejos, y comenzar a caminar subiendo por un bosquecillo de unas especies de robles o hayas “de altura” valle arriba… no tiene pérdida. El estrecho y escarpado valle tiene las señales inequívocas de la erosión glaciar: un valle con forma de U, con su fondo suave y ondulado, rodeado de escarpadas vertientes, paredes nevadas, coronadas por picudas y blancas cimas, como la Serra de Horno a la izquierda, y al frente el puntiagudo Cap dera Pala deth Pòrt. Estrecho pero chocante y bonito valle.
Dejamos el bosquecillo por una senda que nos quedaba a la derecha de la planicie del final del camino, y cruzamos un corto tramo de grandes piedras para subirnos rápidamente al nevero que ya, a partir de aquí, invade todo el valle. La subida es paulatina y sin darnos cuenta cogemos altura por el fondo del estrecho valle. De repente tengo un intenso recuerdo al entrar al inclinado y ondulado nevero de nieve dura: me acuerdo de aquella entrada al Glaciar del Tarija en Los Condoriri, en la Cordillera Real de Bolivia; entrando en el blanco y ondulado glaciar rodeado de grises y descarnadas pendientes de roca. Grandes momentos y experiencias.
La nieve cubre enormes acumulaciones de piedras y rocas, vestigios de nuevos y antiguos desprendimientos. Da hasta un poco de pavor. El tiempo no nos acompaña, sigue nublado, casi inestable, pero por suerte no nieva; buena señal. Esperamos que a más altura se mantenga como mínimo así. Bajo las escarpadas alturas de la Serra de Horno el valle hace una curva hacía la derecha a la vez que se empina la subida por la, por suerte, dura nieve. Arriba de esta subida que realiza el valle justo cuando cambia de dirección sur, suroeste a oeste, la nieve ya lo cubre todo con extraordinario espesor, y allá al fondo aparece la increíble y tricéfala montaña, la cual veníamos a conquistar en un primer momento: el espectacular Forcanada.
Como un soberbio gigante que domina el valle aparece la montaña que era nuestro objetivo de esta excursión: El Forcanada. Repleta de nieve por todas sus vertientes, paredes y espolones parece un inmenso tridente con su punta central perfecta, abrupta y erecta, rodeada por los otros espolones que hacen de pilares o soportes de la central… al menos es como se ve desde aquí. Me ha sorprendido e impresionado su imagen, más que las fotos y averiguaciones realizadas en internet. Fabuloso.
Fotos y más fotos que nos hacemos los tres con el descubrimiento de esta escarpada y picuda montaña. Por suerte no afecta el mal tiempo a su cima, y vemos la montaña entera con todo su esplendor. Pesamos que puede ser un buen augurio. Una parada para maravillarnos con el paisaje desde aquí: observamos como si fuéramos verdaderos expertos en geografía las nevadas montañas que quedan dentro del Valle de Arán al fondo mirando hacía el comienzo del valle; pero realmente no sabemos que montañas son. Que bonitas quedan allá, bajo la negra nube, la blanca nieve sobre las suaves laderas de una montaña con forma de pagoda.
Reemprendemos la marcha. Ahora el valle ya no sube tanto y seguimos por el fondo del mismo en dirección a la gigantesca montaña. Ahora la nieve y lo blanco lo cubre y lo llena todo. Parece que hemos cambiado de un paisaje del sur de Europa a otro de alta montaña escandinavo. Espectacular.
El sol nos sorprende rozando con sus rayos las laderas del Forcanada… ¿otro buen augurio? Las sombras sobre la blanca nieve en sus verticales vertientes le dan un toque más impresionante y hermoso si cabe. Seguimos caminando por el aplanado fondo del valle hasta llegar a un punto en el que advertimos un lago escondido bajo la gruesa nieve. Lo bordeamos por la derecha hasta una lomilla que nos servirá de mirador y “campo base” al norte del laguito y cerca de un arroyo de agua y que alimenta el ibón. Es el Lac deth Hòre, el Ibón del Agujero. Estamos a unos 2.075 mts. de altura.
Montamos la tienda con estupendas vistas al impresionante Forcanada. El lugar parece idóneo con la distancia perfecta para acercarnos a la montaña, tener agua y un magnífico espacio con vistas a todo el valle. Unas montañas aparecen al fondo del valle al sur del Forcanada: Es el Turó de Tres Puntes, el Cap deth Hóro (antecesor del Tuc de Mulleres) y el Tuc dera Gerbosa cerrando el circo. Éste último aunque siendo el mas bajo de todos, es espectacular con un perfil más escarpado y altivo.
El cielo azul aparece entre las nubes y el tiempo intenta mejorar al mediodía; aunque Paco nos dice que esta tarde se prevé un empeoramiento con ventisca… espero que mañana mejore entonces. Ciertamente a lo largo de la tarde las nubes comienzan a aparecer, a invadir el valle y las montañas, a cubrirlo todo… fantásticas y sombrías fotos a las montañas mientras las nubes juegan con sus nieves y sus paredes rocosas.
Nos disponemos a cenar pronto en una roca próxima a la tienda y con vistas al Lac deth Hòro. Pronto por que parece que el viento comienza a soplar y las nubes a precipitar. El agua tarda en calentarse en mi hornillo con el frío que comienza a agudizarse bajo los primeros copos helados y las primeras rachas de lo que parece será una ventisca. Tengo que dejar el cazo con el agua a medio calentar en la parte más alta de la roca, cuando Olga y Paco ya están dentro de la tienda huyendo de lo que parece ser el comienzo de la ventisca… no sé si mañana tendré cazo ni hornillo, dejados allí en medio de la ventisca.
Pasamos lo que queda de tarde y noche como podemos. No cabemos muy bien los 2 en esta vieja tienda de dos y medio. La ventisca arrecia durante la noche y en las paredes de la tienda se acumula algo de nieve que cae como pequeños aludes mientras el viento empuja las maltrechas paredes de la resistente y vieja tienda.
Por fin nos despertamos al otro día después de haber pasado una noche en la que el descanso no ha sido la nota predominante, y nos intentamos levantar y salir de la tienda. El paisaje es más alpino si cabe. Con el grueso de la nieve recién caída cubriendo todas las montañas, paredes y rincones del valle. El sol va tocando las cimas de la parte más alta del valle: Turó de Tres Puntes, el Cap deth Hóro y al mismo Forcanada. El buen tiempo parece que impera en este amanecer. Debemos aprovechar esta ventana de buen tiempo.
No salimos demasiado temprano la verdad, el sol ya despunta sobre las montañas al este y principio del valle pero como el tiempo parece bueno nos tomamos nuestro tiempo. La nieve es muy abundante en el fondo del mismo y decidimos rodear al valle por sus laderas, justo las que se aproximan a las vertientes del Forcanada, por si nos hundiéramos en la blanda nieve. La ruta o recorrido de verano pasa junto al riachuelo del Nère, y llegados a un alto punto junto a otro laguito, se gira a la derecha (donde nos hemos dejado las puntas del Forcanada) en busca de su “enforcadura” y canal que separa las dos puntas y cimas más altas del Forcanada; y de ahí a las picudas y escarpadas cimas del mismo.
Pero nosotros para evitar la blanda y abundante nieve del fondo del valle, donde se acumula junto a la rivera del Nère, decidimos no bajar y bordear, subiendo poco a poco, por, como he dicho antes, las laderas este del Forcanada. Eso si, buscando al final el camino de subida a la “enforcadura”, pero sin necesidad de pasar por el laguito de altura. La idea es buena. Pero al final y a medida que subimos altura y nos recorremos las laderas inclinadas y no tan inclinadas bajo el Forcanada, buscando a la vez la parte sur del pico, nos seguimos hundiendo y haciendo una esforzada huella en la inestable nieve, hundiéndonos hasta casi las inglés en alguna ocasión.
El tiempo comienza a empeorar a medida que ascendemos: las nubes comienzan a cubrirlo todo de nuevo a mitad de mañana, y las cimas vuelven a quedar invisibles antes nuestros ojos. Ayer vimos un grupo de esquiadores que bajaban por todo el valle y venían de la parte de Benasque; ahora los vemos desandando el camino de vuelta al Valle de Benasque. Ellos si que intentan coger la ruta habitual cerca de la orilla del río del Nère, al menos en lo que las pendientes y nieves les permiten.
Abrir huella en la blanda nieve, no avanzar con el tiempo requerido por su culpa, ver como el tiempo se encapota y nos oculta la cima a conquistar… me desanima. Cada vez paramos más y estamos más indecisos en seguir por la nieve que parecía más estable y dura en altura (nada más lejos de la realidad). Si seguimos por esta nieve virgen, blanda e inestable, por estas pendientes cada vez más empinadas y casi escarpadas, tardaríamos mucho en subir y bajar al coche y acabaríamos muy cansados, a la vez la cima está cubierta, invisible y peligrosamente escondida… no sabemos si nos toparemos con otra ventisca como la de anoche. Por ello decidimos volver, bajar y dejar la conquista del Forcanada en otro momento con mejores condiciones y tiempo. Estamos a más de 2.300 metros de altura cuando tomamos la decisión.
Realmente no hemos subido tanto, pero las indecisiones y la blanda nieve ha hecho que el avanzar fuera eterno. Para bajar al campamento bajamos por palas de blanda nieve rápidamente buscando lo que sería la subida normal en verano que discurre cerca del lecho del Nère. Aprovecho la huella de los esquiadores que hemos visto deshaciendo el camino de ayer, para de esta manera hundirme menos en la nieve. Rápidamente bajamos los tres. Antes de llegar al iglú pasamos por la orilla de un agujero enorme y excavado hacía abajo, con la peligrosidad de caerse y no poder salir de allí. Es una mina. Una antigua mina.
Seguido el Lac deth Hòro (quizás lo de “agujero” se refiere a la mina que hemos visto antes, por que realmente es un agujero en el suelo horizontal). Subimos al pequeño promontorio donde tenemos la tienda y ya nos disponemos a desmontarla. El tiempo sigue nublado, inestable pero aún no precipita.
Salimos después de desmontar la tienda y de preparar las mochilas. Desandamos el camino por el nevado valle abajo. Entre nubes y nieblas, nieve y roca, el valle aparece solitario, sombrío, pero a la vez interesante, bonito, alpino. Mientras bajamos, las formas del valle ondulado nos dan una imagen espectacular del mismo. Fotos. Luego, a nuestra derecha quedan unos corredores “vírgenes”, espectaculares y atractivos. Me imagino como subir por ellos disfrutando de la escalada.
Se acaba la nieve y pasamos al pedregal, después el bosquecillo, y después por el camino llegamos al coche. Justo aquí echamos la vista atrás. El tiempo quiere despejarse ahora… ¡Ahora! Me da la sensación de que la historia se repite. Increíbles las vistas de las picudas y encrespadas montañas a cada lado del valle, con sus neveros colgados, con sus perfiles blanqueados por la ventisca de anoche, aparece el cielo azul y pocas nubecillas blancas de viento, el verde prado contrastado con el oscuro verde y forma de los pinos negros… Hermoso paisaje pirenaico.
Bajamos a Viella por que aún nos dará tiempo a comer en algún bar. Dejamos el alto Pirineo y el valle del Nère, la imagen de la Forcanada, altiva, espectacular, impresionante. Muy recomendable pasearse hasta sus faldas al menos. Su formidable imagen vale la pena la excursión.