En fotografías, reportajes y muchos sitios de la televisión e internet aparecen las formidables y famosas formaciones de les Cingles de Tavertet sobre el Pantano de Sau, como una representación de la montaña y paisaje catalán a caballo entre las provincias de Barcelona y Girona.
Es por ello que en la anterior actividad quise acercarme a dicha imagen, dicho paisaje, que admiramos desde el Parador de Sau. Pero aún quedaba algo lejos. Eso sí, tuvimos un primer contacto con este paisaje del Río Ter encajonado y convertido en una inmensa masa de agua con los dos embalses casi unidos (Sau y Susqueda), rodeado de bosques, lugares verdes y hermosos, y por esas paredes coloreadas entre el blanco, naranja y rojo, según el estrato que toque, sobre todo al lado norte de los embalses. Había que volver. Subir por las paredes de Tavertet y admirar el campanario de Sant Romà en el centro del Pantà de Sau (antigua iglesia del antiguo pueblo que había en el lugar antes de hacer el embalse), como aparece la torre emergiendo de las aguas como si fuera la resurrección del pueblo maltratado y ahogado en las azules y tranquilas aguas del embalse. Un grito de locura que se convierte en una atracción turística por lo curioso y lo embelesador de la propia y lastimera imagen.
Ya había estado en las cercanías del Pantà de Sau. Más bien en las mismas orillas, en las cercanías de Sant Romà de Sau (el nuevo) haciendo un trabajo de voluntariado con mi empresa, de limpieza de dichas orillas. En ese momento, que no era el propicio para quedarme con la imagen e ir ya haciendo mis cábalas de cómo afrontar y recorrer el lugar, ya había disfrutado con el paisaje y sí es cierto que sería una magnífica muestra preciosa y magnífica del símbolo de la montaña catalana. Había que ir…
Por ello y después de encontrar un día sin lio ni trabajo en la nueva casa, decidí organizar una actividad y recorrido por estas hermosas montañas. La idea en un principio era salir del mismo Sant Romà de Sau, desde donde las vistas hacia esta formidable formación son espectaculares e inigualables, seguir la carreterilla en busca de dichas paredes y de la misma población de Tavertet; subiendo y recorriéndome rincones y alturas, así como miradores y vistas a las paredes, Cingles de Tavertet. Pero al final como lo hice en solitario acorté el recorrido y agilicé la marcha para que al menos a la hora de comer estuviera ya de nuevo en casa.
Entonces el pasado domingo 21 de febrero me decidí a acercarme hasta el olvidado parking de Sant Romà de Sau (el que está arriba en el pueblo, no el que está pegado a la presa) y desde allí, con las primeras fotos y espectaculares imágenes de las coloreadas paredes y Cingles de Tavertet, dirigirme hacia ellas para “conquistarlas”. Para llegar a este parking que está en alto, en las afueras de las casas del nuevo Sant Romà de Sau, hay casi que pasar por la puerta de la nueva y “curiosa” iglesia de Sant Romà de Sau (la que quiere sustituir a la que se quedó en medio del embalse). Pero no puedes aparcar cerca de ella; la calle está cortada. Ahora que dejo el coche y comienzo la marcha entiendo por qué nadie aparca aquí para hacer un recorrido por el Pantà de Sau o por las montañas cercanas: hay que bajar unas escaleras “infinitas” hasta llegar al comienzo de la presa de dicho pantano… esto a la vuelta, cuando haya que subirlas ¡Verás!
Todo hay que decirlo que el día es muy soleado, luminoso aunque la visibilidad no es la mejor, pero las vistas desde el parking hacia las paredes de Tavertet y de l’Avenc son impresionantes y preciosas. No me canso de hacerles fotos. Justo abajo queda el Pantà de Sau que le dá un toque artificial pero curioso y complementario al paisaje. Siempre las aguas en medio de los poblados valles de verdor y bosques, quedan muy bien y bonitas en el estupendo contraste. Aunque sepas que es artificial y que se ha destruido naturaleza y propiedades, historia para su construcción. Es una especie de sentimientos contradictorios, la hermosura y lo grotesco.
Bajo por las mil y una escaleras hasta la presa del pantano. Hay coches aparcados aquí abajo; hay una zona acondicionada para hacerlo y carteles informativos de rutas y el lugar como de interés natural. No me detengo. Cruzo la presa. Fotos hacia el embalse, esa gran cantidad de agua en contraste con el verde oscuro del bosque, el rojo y después amarillo de las paredes calizas, arcillosas de estas montañas, de los cingles, y más arriba el azul claro de un cielo limpio y sereno. Tengo que seguir la misma carreterilla asfaltada hacia el norte al otro lado de la presa, hacia el Hotel de La Riba, siguiendo el borde del pantano. No me gusta seguir por asfalto, o que los recorridos que organizo y planteo toquen el asfalto negro y sucio de las carreteras, pero ahora no había otra salida, otra forma… ¡¿Cómo cruzar al otro lado del embalse?! O por la carreterilla o por barco. Para no perderme estoy siguiendo el G.R.-2 que desde Sant Romà de Sau sube a Tavertet. Con lo que simplemente no hay pérdida y siempre hay marcas.
Siguiendo la carreterilla sin salirme de ella y hacia arriba, cogiendo poco a poco altura, llego hasta el nuevo y simpático edificio del Hotel de La Riba. Parece un lugar tranquilo donde pasar algunas vacaciones o fin de semana; con las vistas a las paredes de Tavertet hacia el norte. Siguiendo la carreterilla y nada más salir del hotel, un poste indicador me dice hacia donde ir para seguir el G.R. en dirección a Tavertet. Es un cruce. Sigo hacia la izquierda aún por el asfalto tropezando con un simpático y curioso árbol que está en medio de la misma. Las vistas hacia las paredes y cingles son excepcionales. Voy camino de ellas. Pero cuando esté subiendo, éstas se harán invisibles por quedar ocultas las vistas al cruzar los bosquecillos y vegetación que hay en la subida. Así que aprovecho y hago algunas cuantas fotos… Las formas y colores de las paredes son curiosas e hipnotizantes: abajo los estratos más erosionados, más frágiles parece formar muchas cuevecillas, nichos, grietecillas… de pequeño o mediano tamaño, todo de color rojo arcilla; una línea recta y perfecta separa estos estratos de los de arriba que parece la típica caliza con una erosión diferente, con cuevas, nichos y grietas menos abundantes y de tamaño medio o más grande que las de abajo… esto nos dá una idea de la dureza de cada tipo de roca como es. Debajo de todas, las paredes desaparecen y las lomas inclinadas y boscosas a modo de falda de éstas es la característica predominante. También existen canales, canales entre las paredes de menos inclinación que sirven para que la vegetación se interne y pueda llegar hasta la cima de las paredes (a pesar de que sigue teniendo mucha pendiente). Al final por una de esas canales bajaré de la meseta de los Cingles de Tavertet.
Un poste indicador y un cruce a no demasiados metros del anterior cruce de la carreterilla. El G.R. deja el asfalto y gira hacia la derecha y arriba por un camino mirando hacía las paredes de Tavertet. Pues para allá vamos. Me adelantan un par de corredoras de montaña que parece se están entrenando ¡Cuanta afición a los deportes de media montaña y naturaleza! Más arriba el G.R. se desvía por una ancha senda a la derecha y deja el camino. Está todo muy señalado; no hay pérdida. Oigo voces, hay gente por las paredes o arriba de les Cingles. Ya no puedo ver las paredes, junto con el desvío me interno en un lindo bosquecillo y las vistas amplias y hacia las alturas acaban casi por desaparecer. Justo aquí baja otra senda que llega por la izquierda y oeste: es la que baja de la Canal del Castell (por aquí bajaré). Mientras sigo la larga senda muy bien señalada; el G.R.-2.
Llega un momento que la senda tiene que internarse entre los pasos de roca viva de la misma pared, del cingle, y comienza a pegarse a la pared y escarpes a la vez que comienza a coger una altura más considerable. Antes la senda iba subiendo lentamente pero sin pausa, ahora el desnivel es más apreciable. El día es increíblemente soleado, las fotos y la admiración por las vistas tanto hacia las paredes como hacia el paisaje se hacen más latentes. Llega un momento en que la senda intenta internarse por una de estas canales entre paredes, roca viva vertical y torreones de roca para subir más apresuradamente y coger más altura hasta salir a una especie de meseta y camino muy cerca de la población de Tavertet. A la altura de las paredes las vistas hacia los Cingles de l’Avenc son preciosos e impresionantes: junto con las de Tavertet forman un autentico murallón de dos colores y bosque en sus faldas, parece inexpugnable, inquietante, pero hermoso, magnífico.
Antes de llegar arriba me he topado con una familia que bajaba, con sus niños, padres y madres vestidos no de una manera muy montañera. Sus gritos y vociferío me han llegado muchos minutos antes que la visión de éstos. Justo en la última subida y la más empinada en la senda comienza un zigzag hasta llegar al camino allá arriba. Bueno, menos mal que no soy ningún bandolero o secuestrador, como los que hubo en los siglos XVIII y XIX por aquí, habrían sido víctimas… Ya estoy en el ancho camino en la meseta o llano arriba de las paredes y el pueblo de Tavertet me queda a pocos pasos hacia la derecha. Ya hay más gente, turistas, curiosos que se recorren estos lugares y se asoman a los miradores de las paredes en las afueras del pueblo. Pero todos o casi todos han llegado en coche; poco mérito tienen para decir “he estado aquí” sin recorrerse de arriba abajo estas estupendas paredes y escarpes.
Me acerco a los miradores de Tavertet sobre sus paredes y precipicios en las afueras del pueblo. Hago fotos; un nuevo paisaje se abre ante mis ojos y es extraordinario: un laberinto de lomas y vallecillos boscosos entre el gran espacio de agua del Pantà de Sau abajo de las paredes, con el fondo de dos montañas altas de pendientes suaves y reconocibles, el Matagalls y el Turó de l’Home (con las sobresaliente Les Agudes a su izquierda) en el Montseny… se les aprecia algo de nieve en sus cimas desde aquí. Fantástico. Todo esto mirando hacia el sur. Mirando hacia el sureste otro laberinto (o el mismo que sigue) de lomas y vallecillos con otra alta loma al fondo (no tan alta) que es el Sant Miquel de Solterra en Les Guilleries; abajo de este otro espacio con agua más alejado que el Pantà de Sau, es el seguimiento del Ter y otro embalse que le sigue, el de Susqueda ya en Girona. Mientras los miradores y balcones de las paredes de Tavertet hacen las delicias de turistas y curiosos, asomándose o relajándose en sus sitios para sentarse, para disfrutar de las vistas, formando auténticas agujas planas en su cima sobresalientes de la línea de paredes; así a lo largo de todo el conjunto de paredes, entre los Cingles de Tavertet y los de l’Avenc. Extraordinario.
Después de comer algo y descansar admirando el paisaje en uno de los miradores, decido seguir el recorrido y dejar a mi espalda el pueblo de Tavertet sin llegar a entrar en sus calles. Prosigo por el camino al que he llegado al pueblo pero pasando y dejando la senda por la que he llegado a la izquierda y abajo. Sigo el camino en el que comienza a aparecer gente, curiosos, excursionistas, turistas que vienen y van por la cima de las paredes y que vienen de la zona del Castell. El camino cruza un paso estrecho como si se tratara de un puente levadizo pero sin puerta ni arco ni foso. Y justo al otro lado y según el nuevo mapa de Alpina adivino una sendilla que sale por la izquierda y quiere seguir el borde mismo de las paredes subiendo a los puntos más altos de estas montañas. Antes giro la mirada y observo el horizonte hacia el oeste: me sorprende una excepcional y escarpada montaña marcada por dos cimas arriba de dos espolones y crestas, espectacular, magnífica… es el Pedraforca. Inigualable, muy reconocible. A la derecha del Pedraforca aparece la alta y larga, también nevada, Sierra del Cadí; a la izquierda del Pedraforca la Sierra d’Ensija, con nieve en su cumbre La Gallina Pelada. Excepcionales, soberbias y hermosas montañas y paisajes Pirenaicos.
Hay que llevar cuidado porque la sendilla nos puede confundir y podemos pasar por otras que no son las correctas y que solo sirven para que te lleven al borde de los precipicios para ver el paisaje. Cuando veas que tienes dificultad para seguir la senda por los matorrales… es que no es la idónea. Creo que me llegué a equivocar dos veces, dos veces que me sirvieron para observar el paisaje desde las cimas de las paredes de los Cingles de Tavertet… ya que desde la senda buena, la vegetación arbustiva te impide observarlo en muchas ocasiones. Hay que tenerlo en cuenta.
La senda sigue la forma de la montaña, la curva que hace en el mapa y vuelve a acercarse a un caminillo que sigue más recto por el interior y centro de esta meseta. Me despisto un poco. Miro el Alpina y descubro donde estoy ¡Menos mal! Decido seguir la senda y hacer otra curva que hace la montaña siempre lo más al filo del precipicio que puedo. Las vistas cuando la vegetación se despeja son impresionantes: el Pantà de Sau se ve más cerca y más grande, y el laberinto de vallecillos más claros y cerca, al otro lado del embalse. El día sigue siendo bueno. Antes de internarme en el senderillo he visto pequeños neveros de la anterior nevada en estas montañas, pero no hace frio, excesivo frio para la época en la que estamos, y el día es muy soleado, claro y despejado… solo las neblinas de un sol bajo impiden ver el laberinto de valles y lomas boscosas con claridad, pero bueno, muy buenas vistas en general. Y hablando de vistas, en otro claro de la senda y en la parte más alta de la montañita descubro una cordillera nevada: el macizo del Puigmal en el Pirineo Oriental. Se aprecia la suave y voluminosa montaña más alta de las que la rodea, que no es otro que el Puigmal; con menos nieve de lo que debiera para esta época (raro y seco invierno), pero precioso y admirable el paisaje y las montañas que lo dominan.
En esta siguiente curva de la senda, la misma acaba en una especie de camino intransitable o senda más ancha que parece baja altura en busca de un montecillo erosionado y cónico que se ve al fondo y final del mismo: el Turó del Castell. Abajo el Pantà de Sau me ofrece una de sus mejores imágenes: la gran mancha azul de agua tranquila con el campanario de la antigua torre de Sant Romà de Sau sobresaliendo. La imagen más fotografiada de todo el embalse y cercanías. Sobrecogedor. Le hago unas cuantas fotos, no quiero perder su esencia ni el espíritu del lugar. Sobre él y arriba las paredes enfrente de mí que quedan (y más que quedan) de los Cingles de Tavertet, y arriba de éstos en medio de la meseta como si de un cono hecho por un niño de arena mojada cerca del mar se tratara, el Turó del Castell. Estas vistas valen mucho. Me hago una Selfie para que la gente no piense que me lo invento. Maravilloso paisaje.
Sigo el caminito y llego a otro cruce con el camino principal, el más transitado, por el que también pueden pasar vehículos y que es el mismo que salía de Tavertet y que seguí al principio al salir del pueblo. Ahora no tengo más remedio que seguirlo hacía la izquierda y oeste como si quisiera caerme en el embalse. Veo el Turó del Castell y me gustaría subirlo, pero no encuentro camino o senda in situ ni en el Alpina que me indiquen camino o senda que llegue a su cercana cima… igual dándole la vuelta… Sigo el camino dejando la poblada casa del Castell y el mismo turó que lleva su nombre a mi derecha y espalda a medida que ando por el camino, y a la vez parece que va rodeando el montecillo. El Turó del Castell es el segundo punto a más altura de la meseta y conjunto montañoso de los Cingles de Tavertet. El primero y más alto estaba en la “primera curva” del senderillo pegado a los precipicios de las paredes, pero no tiene nombre ni reconocimiento, por ello el querer subir éste.
El camino sigue bajando algo. A mi izquierda ya tengo el Pantà de Sau y a mi derecha que poco a poco va quedando a mi espalda, el nombrado montecillo. Hay más gente por aquí; algunos con caravana y todo, guiris. Voy camino del Puig de La Fossa y por fin llego al camino que se abre a la derecha y que bordea por la parte contraria el Turó del Castell. Pero no lo veo claro, no tengo ganas de seguir explorando ya que no hay un camino seguro y tendría que ir monte a través. No es mucho, pero el poco tiempo que puedo invertir me retrasará para estar al mediodía en casa… a pesar de ir rápido en esta marcha en solitario. Nada. El sol pica ya, comienza a hacer calorcillo, y desde el mismo cruce de donde sale este camino antes nombrado, decido dar media vuelta y desandar por el camino principal hasta las proximidades del Castell y de un cartelito indicador de recorridos. Ya estoy de vuelta al coche.
Pasado y dejado a mis espaldas el caserío del Castell con su turó detrás, me acerco hacia la derecha y abajo y observo que hay una senda bajo un cartelito de indicaciones de recorridos. Justamente aquí el camino hace una curva y en las proximidades también salía el caminito que te llevaba por las cimas de los precipicios antes recorridos. Voy a bajar por el Grau del Castell. Era aquella canal de vegetación menos vertical que sobresalía entre las paredes de los Cingles de Tavertet. Por este sendero y recorrido acortaré para llegar de nuevo al G.R. que antes había cogido para llegar a Tavertet, para desandarlo y volver al Hotel La Riba, la presa del embalse y el coche.
En principio y una vez se interna y comienza a bajar el sendero, éste hace un zigzag por la fuerte pendiente existente para bajar o subir más cómodamente. Por suerte la vegetación es abundante y exuberante, sana, un espectacular encinar de fornidos ejemplares. Pero cuál es mi sorpresa que nada más comenzar a bajar y ya metido entre el bosque, descubro la chatarra de lo que en su día fue un coche estrellado y deshecho a un lado del sendero. Parece que cayó precipicio abajo aterrizando en el lugar. El golpe debió de ser terrible, y los medios para “rescatarlo” imposible… y ahí se ha quedado el coche (o lo que queda de él). Parece que ya lleva tiempo aquí metido.
La senda es clara y sin pérdida. Ya no me encuentro a nadie por aquí, los guiris, curiosos y turistas se han quedado en la parte más fácil del recorrido, en la más llana y más cerca de sus coches. Observo mientras entro y salgo del bosque las paredes rojizas, arcillosas que me quedan a un lado de mi bajada y casi a mi espalda. Es un material muy blando y fácil de erosionar, por ello tanto nicho, cuevecitas y grietas. Ideal para iniciarse en la escala en estas paredes, por la cantidad de “presas” pero peligrosa por el desmoronamiento que puede tener este terreno vertical.
Al tiempo en la bajada por esta nueva senda que parece quiera coger dirección Tavertet (es solo la apariencia), llega a cruzarse con una senda más ancha y señalada con marcas blancas y rojas: es el G.R. de nuevo. Así que giro hacia la derecha y bajada, sur, suroeste, al encuentro del camino y carreterilla asfaltada antes recorridas en la subida. Voy dejando a mis espaldas la imagen espectacular y agujereada de las paredes de los Cingles de Tavertet. Parece un trozo de un gigantesco queso Gruyere de dos colores. Pero es un paisaje espectacular y magnífico.
Y ya desde aquí todo es desandar el G.R.-2 en busca del coche, caminando por lo antes recorrido pero en dirección contraria: camino, camino asfaltado hacia la izquierda, árbol en mitad del asfalto, Hotel La Riba, presa del Pantà de Sau… todo esto haciendo y admirando el paisaje que voy dejando atrás: las paredes y escarpes de Les Cingles de Tavertet. Muy fotogénico y espectacular. Además el sol y la luminosidad del día ayudan y acompañan para disfrutar del paisaje y de poder hacer unas fotos fantásticas. De nuevo en la presa me paro en algunos de sus torres y salientes del muro que miran al agua para hacer mejores fotos sobre el paisaje, las paredes, los bosques y montañas espectaculares y preciosos que me he recorrido: La Riba subido en su promontorio aparece en medio de una espesa, verde y amable vegetación con el fondo las impresionantes paredes, largas, extensas como la muralla de una antigua ciudad descomunal, a esos dos colores, Les Cingles de Tavertet y más alejadas pero seguidas y no menos impresionantes Les Cingles de l’Avenc; y en medio, arriba, la invisible población de Tavertet… fotos y más fotos a cual mejor.
Solo me queda subir por esta escalera infinita que comunica la presa del Pantà de Sau con el nuevo pueblo de Sant Romà de Sau y de donde tengo aparcado el coche. Es una escalera en zigzag que parece sube unas cuantas decenas de metros… ¡Eterna! Si estás cansado del recorrido y el sol. Pero las vistas mientras subes y llegas al aparcamiento son únicas y espectaculares. Mi coche sigue solo como yo en este recorrido. Nadie aparca en este extraño pero magnífico mirador. Últimas fotos: las altas casas de Sant Romà de Sau subidas a lo alto de este promontorio boscoso y verde, con las mejores vistas sobre su pantano y las enormes, largas e impresionantes paredes de Les Cingles de Tavertet. Se hace obligado volver al lugar, buscar otro recorrido pero sin dejar de admirar estos espectaculares muros de la Tierra.