Ya tenía ganas de descubrir nuevas montañas, recorridos y horizontes. Buscando lugares y sierras que recorrer, me atrajo la Sierra de Miralles por que la cruzaba el G.R.-7 y por que 3 castillos rodeaban su corazón. Fotos, imágenes, recorrido al wikiloc… y la aventura estaba servida. Dejaba de mirar de Barcelona hacía el norte y oeste, y emprendía la exploración hacía las sierras del sur, suroeste.
Después de conjeturar posibles recorridos, visitas y objetivos, idee una ruta circular saliendo desde Santa Maria de Miralles y del primer castillo que podíamos visitar. Después subiríamos sus picudas y modestas cimas más altas. Giraríamos para ir a buscar el segundo castillo, el de La Roqueta. Bajaríamos a la fabulosa masía de Cal Caselles. Y buscaríamos el tercer y último castillo, si cabe el más famoso por sus vistas y características imágenes, pero el más alejado de todos: el Castillo de Queralt. Y ya de aquí volveríamos por el sur de la sierra, entre sus bosques en línea recta, hasta nuestro punto de partida: Santa Maria de Miralles y su magnífico castillo.
Con lo que el pasado sábado 2 de marzo, después de las nevadas del fin de semana anterior, 4 aventureros emprendimos una ruta imaginaria, desconocida y en exploración, con la única ayuda de mis mapas editados y fotografiados en la pantalla de mi maltrecha cámara, y los recuerdos del Google Maps donde ventanas de imágenes y lugares se abrían y se acomodaban en mi recuerdo, punto por punto a seguir. Aparcamos el coche junto a la carretera, en la misma Santa Maria de Miralles, y en un “abandonado” parking del restaurante Ca l’Escolá donde hacían calçotades. Justo al otro lado de la misma, un cartel informativo: un recorrido por el castillo y sus verdes alrededores.
El camino o pista que medio se asfalta o cementa, sube rápido hasta la vera de una formidable torre arruinada del antiguo Castillo de Miralles; antes ya lo veíamos asomarse entre los pinos a medida que ascendíamos y nos acercábamos a él. Fácil de llegar y muy cerca de la carretera desde donde comenzamos la marcha. Deambulamos por entre sus derrumbados muros y estancias destrozadas por el tiempo. A la entrada hay una casa habitada, y más a la izquierda, bajo el turó donde se encuentra en alto el resto del castillo, el antiguo templo de Santa Maria de Miralles. Nos paramos a cambiarnos y a probar bocado, mientras observamos y filmo, fotografío el lugar.
Después de visitar la parte alta del castillo encontramos un sendero indicado para darle la vuelta al mismo por detrás. Al fondo una bonita imagen de la sierra: El Turó de Coma-roques el peñasco más cerca y la picuda Agulla Grossa en el medio, la más alta, sobre un manto boscoso y verde. La senda nos lleva justo a la parte de atrás del peñasco donde se ubica el castillo, donde por un pequeño colladito arriba de unos campos cultivados, cruzamos al otro extremo, para bajar hacía la izquierda, en el límite del bancal, hacía el camino que sigue el Torrent de la Font de Cal Gol; ya metido en el exuberante bosque.
Nos topamos con el nombrado camino y lo seguimos hacía la derecha y sierra adentro. Salimos a otro gran claro en medio del bosque, otro bancal cultivado. El camino se dirige hacía la derecha, hacía el este-noreste. Nosotros debemos cruzar el bancal hacía el otro extremo, enfrente de donde hemos salido, hacía el noroeste-oeste. Subir por el hueco sin arbolado que deja la línea de alta tensión, y seguir por el camino que nos encontramos hacía la derecha y norte. Las nieves y lluvias del fin de semana pasado han dejado una imagen de verdor, esplendor y vida a estos campos, estos árboles; y caminar por estos bancales de secano con sus pequeños brotes verdes, hace que te sientas como en “Sonrisas y Lágrimas”… por cierto; no nos hemos encontrado a nadie todavía por estos lares. Será pronto aún.
Enseguida, en una cerrada curva del camino, en el momento en que cruza el lecho de una riera, nos encontramos un cartel indicador del G.R.-7 y sus marcas ¡Perfecto! Mis mapas e indicaciones están dando sus frutos en este bello pero desconocido terreno. No hay pérdida. Ahora solo hay que seguir el G.R. en dirección oeste-suroeste, hacía las indicaciones de la “Agulla Grossa (40 min.)”. Este recorrido nos interna en el Clot de la Ferriola, bello lugar frondoso y boscoso de vegetación mediterránea, sana y hermosa. Vemos pequeños rastros de la nevada de hace 7 días; “charcos” de nieve que se resisten a desaparecer bajo el “calorcillo” y buen día que nos está haciendo.
La senda marcada por el G.R.-7 pasa por lugares de umbría que hace invisible el azul del cielo en ocasiones. Hacemos fotos en tan hermoso lugar. De repente la senda desemboca en un camino en el preciso momento que gira hacía el oeste; justo cuando cogemos las vertientes del Clot del Cogul. Seguimos el ancho camino, ya que lo sigue el G.R.-7 hacía la misma dirección oeste en busca de l’Agulla Grossa y el Grony de Miralles. Nos encontramos con otro estupendo cruce mejor señalizado, con mapa y todo: “Bellprat” hacía el oeste y “Els Cups” hacía el este (dirección de donde venimos). Pero hacía el sur vemos la señalización de hacía la “Agulla Grossa (25 min.)”. Según mis mapas, cerca tenemos una casa en medio del collado entre los dos picos, a la cual tenemos que llegar para subir a ellos. Entonces seguimos hacía uno de nuestros objetivos (los dos picos más altos de la Sierra de Miralles). Después deberemos volver al mismo cruce y seguir el camino que se dirige hacía el norte.
Enseguida llegamos a Ca La LLebre. La antigua masía abandonada y arruinada que queda en medio de los 2 picos. Llevamos muy poco tiempo andando y ya estamos aquí: o al ir poca gente vamos más rápidos y desahogados, o verdaderamente las distancias no son tan grandes como me advertía Francesc y el recorrido sacado del Wikiloc. A la izquierda subimos la primera de las dos y la más espectacular por su cortada y afilada cima en pocos minutos: l’Agulla Grossa de 847 mts. La verdad es que sí es una cima asombrosa con su balcón y su agreste perfil. Una hoja como la de la bandera de Canadá, culmina su cúspide. Y allá al fondo se asoma la recortada y también espectacular Montserrat, al fondo de todo el manto boscoso que ahora queda a nuestros pies. Fotos y felicitaciones. Hacia el sur las cortadas vertientes de la pared cimera y el verdor de esta comarca de l’Anoia, casi en la frontera con la provincia de Tarragona. Magnífico mirador.
Hacía el oeste el seguimiento de la sierra, al otro lado del agradable colladito, el Grony de Miralles, menos espectacular pero altivo y cónico. Bajamos de l’Agulla Grossa por su interesante cresta hacía Ca La LLebre, y desde aquí, entre las paredes que se resisten al paso del tiempo y a la caída inevitable, como el resto de la construcción de la arruinada masía, se sube en dirección al Grony de Miralles. No hay pérdida. También en poco tiempo se llega a su cima. No son montañas excesivamente altas y esforzadas, por ello su abordaje es rápido. Volvemos a encontrar excelentes vistas desde la cumbre más alta de la Sierra de Miralles (866 mts.): hacía el este la visitada Agulla Grossa, la continuación del manto boscoso de la sierra hacía la Punta y Turó de Coma-roques, y al fondo el espléndido perfil de Montserrat. Algunas nubes altas oscurecen la buena visibilidad, y enfrían la cima, ayudadas por algo de viento. Hacía el oeste sigue la espina dorsal de la sierra, con su verde y espectacular bosque, culminado en un extremo por una deshecha y lejana construcción: el Castillo de Queralt. Espectacular. Me siento para almorzar en la base del pilón, eje geodésico, son las 11’30 pasadas. Pero mis compañeros no me acompañan; con lo que no tardo mucho en emprender la marcha a por el siguiente objetivo: el segundo castillo que visitar en la Sierra de Miralles… antes nos hacemos la foto de cumbre y observamos el panel informativo de la cima. Descripción del paisaje que vemos y su belleza.
Desandamos el camino. Llegamos a Ca La LLebre y giramos hacía el camino por el que entramos al lugar, para dirigirnos al anterior y señalizado cruce, desandando lo recorrido. Atrás dejamos las dos cimas gemelas de la Sierra de Miralles. Pronto tendremos enfrente la rocosa cima de otro pico de esta bella sierra: la Punta dels Cavalls Morts.
Ahora venía otro desafío para mí. Nos adentrábamos en la parte más intrincada y laberíntica del recorrido; y con solamente mis mapas, marcados previamente, fotografiados en el pantalla del ordenador de casa, y el vago recuerdo del recorrido a seguir, debíamos llegar al Castillo de La Roqueta; dirigiéndonos hacía el norte-noroeste. Seguimos el camino hacía el norte, bordeando un turó que queda a la izquierda; y en la otra ladera del turó, el camino desemboca en otro camino casi más marcado. De tierra rojiza, arcillosa, hay que seguirlo hacía la derecha, realizando algunas curvas a medida que desciende levemente. Enfrente, lo comentado, la Punta dels Cavalls Morts; que se va ocultando a la vez que andamos por el camino y nos vamos acercando a su ladera este, dejando el pico a la izquierda.
A la derecha aparece un rojizo bancal, pero sin esos pequeños y verdecillos cogollos. En un extremo del mismo, neveros a la sombra dan un toque simpático, vivo, al lugar. Justo casi al final del bancal y antes de que el camino principal que llevamos gire hacía al derecha rodeando dicho bancal, otro camino de herradura aparece a la izquierda, casi escondido y mal parecido, entre la vegetación, como que si no prestas atención, no lo ves. Seguimos éste. Cambia y deja de ser camino para parecer una ancha senda, colmada y abrumada por la frondosa vegetación, el espectacular bosque. Esta gran senda tiende a bajar altura, y llegados a un punto, en unas cerradas curvas del mismo, sale a la izquierda otra ancha senda con la que volveremos a coger altura y nos llevará al Coll de Caselles.
A un lado del sendero vuelven a aparecer unos neveros, un cartel de “Área Privada de Caça”, y un claro de vegetación donde se aprecia una ventana al cielo, en lo alto del ancho sendero… es el Coll de Caselles ¡UUffff! ¡Qué alivio! A partir de ahora los caminos serán más fáciles de intuir (salvo alguna excepción). Hemos rodeado las laderas de la Punta dels Cavalls Morts por su oeste, norte y noreste. Enfrente tenemos las vistas del vallecillo de Cal Caselles y una primera valla que nos encontramos y nos corta el camino a seguir. 5 pasos antes de llegar al colladito, un senderillo a la derecha casi inapreciable en esta tierra rojiza, nos llevará por otra boscosa ladera que mira al noroeste, del Turó de La Roqueta. Esta senda nos deja en poco tiempo en el Collet de La Savinosa, al norte del Turó de La Roqueta. No hay que subir al rojizo colladito, si no, seguir la senda, ahora más de bajada y hacía el norte. Tierra muy rojiza y arcillosa. Curioso contrastes de colores.
De repente vemos arriba de la loma cimera, al poco de comenzar la bajada siguiendo el sendero, una especie de construcción derruida, a la izquierda. Fran se enfila corriendo hacía dicho lugar, Irene le sigue, Juan Carlos y yo decidimos seguir la senda que se vuelve a internar en el lindo bosque, y sale, poco más abajo, a una pista casi al pié de otra vieja iglesia, quedando a la izquierda. Hemos llegado a Santa Maria de La Roqueta o Mare de Dèu de La Roqueta (como apunta el mapa del ICC). Con lo que las ruinas de arriba, era el Castillo de La Roqueta. Inspeccionamos, fotografiamos, admiramos la construcción… un simpático cartel nos habla de la historia de esta construcción que data del siglo XII; y mientras merodeamos el lugar, esperamos a que bajen el resto del grupo del castillo. Parece una construcción de porte solemne, alto y de recios muros; aunque castigados por el tiempo vemos como se abomban y curvan levemente las altas paredes de fabulosos y recios sillares.
Al ver que no bajaban Irene ni Fran, decidimos subir al castillo por la senda que sale señalizada en las inmediaciones de la pista y el templo. Pero subiendo oímos las pisadas de nuestros compañeros que se acercan por la pista. Un grito; una llamada. Y todos subimos por dicha senda hacía lo que queda del Castillo de La Roqueta. Pocos pasos después llegamos a una especie de claro (rojizo) y a la izquierda un peñasco sobre el que se yergue, entre altos pinos, un muro maltrecho y arcado, del antiguo Castillo de La Roqueta… casi no queda nada del mismo. Este viejo y maltrecho muro es el único vestigio visible del mismo.
Pero no acaba aquí la aventura. Nos queda pasar por el tercer y último, y si cabe también, más famoso y singular de los tres castillos: el Castillo de Queralt. Con lo que volvemos a la senda que nos guió hasta el lugar desde el Collet de La Savinosa, que ahora queda abajo, al otro lado del peñasco que guarda el castillo. Fácilmente desandamos la senda y llegamos al Collet de La Savinosa. Antes me deleito con las fabulosas vistas que tengo ahora hacía el sur de toda la ladera norte boscosa, suave, fabulosa, verde y frondosa de la Sierra de Miralles. Abajo de la sierra y entre las partes bajas del fabuloso bosque, a la izquierda, queda una masía como escondida en un paraje extraordinario. Llama la atención por encontrarse en un singular y privilegiado apartado de este lindo mundo, lleno de vida y frondosidad: es Cal Marricó.
En el Collet de La Savinosa decido no volver a tocar camino recorrido y hacer nuevo. Con lo que remontamos la ladera que tenemos enfrente por una senda medio escondida, medio intuida, que casi paralela a la que se dirige al Coll de Caselles, nos sube, por la suave y boscosa ladera, al Turó de La Roqueta. Para dirigirnos al Castillo de Queralt, debemos cruzar Cal Caselles, para no tener que desandar camino ya recorrido, y hacer una circular como dios manda. Y entre Cal Caselles y el Collet de La Savinosa, se encuentra el “obstáculo” del Turó de La Roqueta… podíamos volver a Coll de Caselles de nuevo, y desde aquí coger el camino que sale hacía el oeste-noroeste, pero es más divertido inventarse nuevos, desconocidos e interesantes caminos.
Sabemos que hemos llegado a la cima del Turó de La Roqueta por que no hay nada más alto (797 mts., arriba de una roca). Ha sido fácil y rápido. Ahora debemos seguir el cordal cimero hacía el oeste, y girar a la izquierda y sur, en el punto en que dicho cordal más se acerca a los campos llanos de cultivo y a un supuesto camino. Se supone que debe de haber una senda por esta parte del Turó de La Roqueta, y nos encontramos una valla que recorre toda la cima del cordal, de la carena. Saltamos la valla, hacía la parte sur mirando a Cal Caselles, y la seguimos paralelos y casi pegados a ella, hacía el oeste. Al otro lado del valle, mirando hacía la Sierra de Miralles, descubrimos de nuevo la mole del Castillo de Queralt; imponente y solemne, ubicado en un impresionante peñasco sobresaliente de la misma boscosa y bella sierra. Abajo, entre campos verdes de cultivo y bancales de secano, las casas y construcciones de Cal Caselles.
Llegamos al colladito y monte a través giramos hacía el sur, izquierda y abajo para cruzar hasta un maltrecho y poco cuidado camino. Siguiendo fácil el camino a la derecha nos deja en las puertas y vallas de Cal Caselles… es intuitivo, ya que hay que seguir en dirección a las construcciones habitadas del lugar.
Una valla metálica casi de dos metros de alto nos impide internarnos en los campos, en los bancales, y tenemos que seguir, cruzar, rodeando dichos campos delimitados, hacía el lado contrario del vallecillo y bancal, por la izquierda… quizás siguiendo el camino hacía la derecha se rodea el lugar y no hace falta internarse en el pequeño poblado; pero lo interesante y bonito es admirar el interior del mismo, ya que lo tenemos de paso. El camino lleno de barro de las últimas nieves, lluvias, nos deja ante una puerta en la valla, en la verja, con maderas en forma de punta, como si se tratase de la “casa de la pradera”. A la derecha íbamos dejando la valla metálica de casi 2 metros de alto. No nos atrevemos a entrar. Algunos animales la flaquean alrededor de la misma al otro lado e interior de la finca: caballos, burros, vacas… una especie de toro americano… nos miran curiosos con las orejas en alto, con expresión asombrada, curiosa y animada a la vez. Decidimos no entrar y bordear la valla siguiéndola hacía la izquierda. Pero llegó un momento en que nos alejaba del camino principal, y decidimos entrar por otra puerta (ya no tan bonita) y bajar al camino principal con la cautela de aquellos que se cuelan en terreno privado y custodiado. Abrir y cerrar la puerta… para que no entre ni salga animal alguno. Ya estamos en Cal Caselles.
Entramos en Cal Caselles. Un perro enjaulado nos ladra ansioso desde la parte de fuera de una nave. El camino principal termina en otra puerta similar a la anterior. Ésta da a la pista principal de asfalto viejo. Abrimos, salimos y volvemos a cerrar la puerta. Estas puertas en la valla solo están cerradas por ligeros cordinos que unen las dos hojas. Ahora seguimos la pista hacía la derecha y abajo, siguiendo las curvas que hace la misma.
Pasamos junto a otra preciosa y grande casa a la salida de la población; un corral redondo para entrenar caballos la precede: una torre palomar, paredes de piedra a cara vista, entrada arcada de grandes puertas… habitantes que nos saludan a nuestro paso… preciosa. Ya salimos de Cal Caselles por la misma pista asfaltada hacía el oeste.
Después de cruzar el Torrent dels Omells, y antes de llegar a la siguiente casa vecina que ya se ve a pocos metros (Cal Vador) giramos hacía la izquierda y sur-sureste, hacía arriba, por un camino que comienza muy empinado y que se interna de nuevo en la Sierra de Miralles. Antes otra puerta metálica grande nos cierra el paso. Lo mismo. Cerrada por un cordino de plástico, deshacemos el nudo, abrimos, entramos y volvemos a anudarlo desde el otro lado… que no entren ni salgan animalillos.
Este camino es característico en su comienzo por que el giro que damos es de casi unos 150º, de la dirección que llevábamos en la pista asfaltada. Ahora emprendemos otra subida con otro buen ritmo. Las andaduras con subidas y bajadas alternadas, hacen formidable el recorrido y a la vez crean resistencia en tus piernas, en tu cuerpo. De nuevo el bosque de la Sierra de Miralles, aunque este camino es muy ancho y más bien parece un mini cortafuegos, con lo que tenemos alejado la exuberante vegetación. Antes hemos podido admirar hermosos rincones a la vera de la pista asfaltada. No hay que dejar el camino: sube, baja, se cruza con otros con más vallas, otra fuertecilla subida con giro a la izquierda… y el camino se topa con un bancal casi yerno o agostado por el frío, otro camino que lo cruza perpendicularmente y paralelo a columna de la sierra, y una valla a la derecha. Marcas de nuevo del G.R.-7, aquel mismo que dejamos al bajar del Grony de Miralles. Seguimos las marcas hacía la izquierda y oeste, por el camino perpendicular al que subíamos. Otra vez hemos acertado sin equivocación alguna, con los extraños y rudimentarios medios de orientación que poseía… ¡Me siento orgulloso de mi mismo! je, je, je…
Todo debe de ser más fácil ahora. Solo hay que seguir las marcas del G.R. que te llevan directamente hasta las faldas del peñasco donde se encuentra el Castillo de Queralt. La Sierra de Miralles, por estos lados, la forman como dos carenas, dos cordales paralelos. En medio, bosque o verdes bancales de secano. Nosotros nos recorríamos el G.R. entre dichos bosques y por las orillas de los bancales siempre en dirección oeste. Alguna extraña bajada, alguna puerta que se debe abrir y dejar cerrada, pero siempre seguir el G.R. Verdes y hermosos lugares de la sierra seguimos recorriéndonos. Algún neverillo en la sombra que perdura de las nevadas de hace días, para hacer si cabe más bonita la ruta, sale a nuestro encuentro para regalarnos una imagen de vida y fertilidad.
En uno de los últimos y alargados bancales, casi en su parte más alta, sale un camino a la izquierda. No nos lo debemos de pasar y seguir por él, ya que, en pocos metros veremos la figura del Castillo de Queralt recortando el horizonte en lo alto. Seguimos caminando y salimos del bosque. Llegamos a un cruce de caminos y pistas. Y en frente, las ruinas del magnífico Castillo de Queralt en lo alto de una peña ¡Ya hemos llegado! Nuestro tercer y último castillo y nuestro cuarto objetivo en la ruta.
Se intuye la subida al Castillo de Queralt, solo hay que seguir el camino, camino de herradura y después senda que suben y se acercan a él. No hay pérdida. Entramos al mismo por la parte norte, bajo una gran pared, del mismo. También está muy arruinado, desbaratado: alguna pared con su ventana que se resiste a caer, vestigios de torres que forman agujas de ladrillos de sillería, algún arco que no sostiene nada ya… y la visión hacía el oeste de la terminación de la sierra y continuidad del castillo con el, también arruinado, templo de Sant Cristòfol; con el muro que sostiene lo que debió ser el “campanario” o “hueco” donde teñía una supuesta campana. Una visión casi gótica y emocionante. Típica imagen y visión cuando buscamos información sobre el Castillo de Queralt. Sobrecogedora y sorprendente. Mirando hacía atrás, hacía lo recorrido y andado en la sierra, nos quedan alejadas las cimas más altas que habíamos subido. El Grony de Miralles tapa l’Agulla Grossa; y un frondoso y verde espectáculo de vegetación y vida, de bosques exuberantes y fértiles bancales, en toda la sierra. Magnífico.
Fotos; deambulamos entre las ruinas… y decidimos bajar a la inhiesta iglesia de Sant Jaume de Queralt (esta vez entera, como en los otros castillos) para comer. Ya son casi las dos del mediodía, y antes de llegar al castillo ya me preguntaban qué donde comeríamos. El tiempo sigue bueno, las vistas y lugares magníficos. El transcurrir del recorrido perfecto y más corto de lo que esperaba, menos tiempo para hacer toda la ruta. Seguimos sin encontrarnos con nadie, nadie, en toda la sierra (salvo los habitantes de la última casa de Cal Caselles). Y ahora el solecillo nos invita a una reflexión, recostados con los ojos cerrados, después de comer en un banco junto a la cuidada iglesia de Sant Jaume de Queralt, o sea, una siestecilla.
Debemos seguir; si no el duende del sueño nos llevará a su mundo y no sabremos regresar, dejándonos caer en los brazos de Morfeo. Con lo que animo a mis compañeros a seguir ya con la marcha de vuelta a Santa Maria de Miralles. Desde aquí, desde el Castillo de Queralt e iglesia de Sant Jaume de Queralt, la idea era seguir por una pista que recorre toda la sierra, paralela a su dirección y formación, de oeste a este. Pero si el G.R.-7 andaba por su parte norte o cimera de la misma, nosotros ahora volveremos por la parte sur para no tocar camino ya andado, y de nuevo, hacer una circular “como dios manda”. Atrás dejamos las esculpidas y magníficas estampas del Castillo de Queralt, Sant Cristòfol e iglesia de Sant Jaume de Queralt, para bajar por una pista hacía el sur-sureste, y enseguida por un camino que sale a la izquierda, hacía el este, paralelo a las cimas de la sierra y por sus laderas sur; o sea, dejaremos la ladera empinada de la sierra que sube a las cumbres, a nuestra izquierda.
Seguiremos este camino sin bajar ni subir demasiado altura, pero con los habituales subibajas de la montaña. Nos encontraremos un camino que baja señalizado “Ruta de les vinyes”, hacía la derecha. No le hacemos caso y seguimos recto. Al cabo de otro tiempo otro camino de herradura a la izquierda que sube, descuidado y maltrecho por las laderas boscosas de la sierra, tampoco le hacemos caso. Seguimos el principal. Y al cabo de un tiempo observamos que arriba del camino, quedando enfrente, la cima del Grony de Miralles. Reconocida por su pared sur altiva y desafiante, y su pilón de color verde. Pronto llegamos a otro importante cruce de caminos, justo al sur del collado de Ca La LLebre, en las laderas sur del Grony de Miralles y l’Agulla Grossa; a la vez que la línea de alta tensión cruza por encima de nuestras cabezas. Un cartel señalizador y esclarecedor: venimos del Castell de Queralt; hacía el norte y arriba se sube, de nuevo, hacía l’Agulla Grossa; pero nosotros seguiremos hacía Els Cups, por el camino que pasa por debajo de la línea de alta tensión y justo por la ladera sur de l’Agulla Grossa, hacía el este, sin perder ni coger altura.
De nuevo nos internamos en rincones hermosos de sana vegetación, a pesar de ser cara sur de solana. Los árboles de la exuberante pinada invaden el cielo sobre el camino y hacen que no sea tan aburrido el caminar por monótonas pistas. Sin desviarnos, el camino se interna en la umbría del Clot de Coma-roques, que forma le Torrent de Mas d’en Sol, justo bajo las verticales paredes del Turó de Coma-roques (esta vez por su lado suroeste); y en unas curvas, un cruce y cartel señalizador de recorridos: hacía la izquierda y arriba, volveríamos a l’Agulla Grossa, seguimos el camino hacía abajo, casi paralelo al Torrent de Mas d’en Sol. Pero enseguida tenemos que pegar un grito a Fran e Irene, por que han seguido recto camino abajo y han dejado de lado un cruce de un camino que sale a la izquierda con una leve subida… y otro cartel señalizador: por fin ya encontramos las señalizaciones hacía el Castell de Miralles, la cual seguimos por el camino referido.
Éste camino sube con insistencia hacía un pequeño colladito justo bajo el Turó de Coma-roques. Pero no podemos admirar el mismo, ya que la frondosidad del bosque por este lado de la sierra, nos tapa su visión. Una última subida; parece que cuesta más después de tantas subidas y bajadas en el recorrido… hubiera sido más fácil seguir el camino anterior hacía abajo, pero no hubiera sido la ruta planeada y acabaríamos en la carretera más abajo de Santa Maria de Miralles, o sea, que no. La línea de alta tensión se queda a nuestra izquierda, paralela a nosotros, pero sus torres están a más altura, bajo las paredes del Turó de Coma-roques.
Volvemos a bajar. Estamos muy cerca de los primeros pasos que dimos al internarnos en la sierra, al bajar del Castillo de Miralles. Justo en aquel bancal que atravesamos y que cruzaban la línea de alta tensión. El camino gira ganando altura hacía la izquierda. No debemos seguir por aquí. Busco un antiguo camino que baja a la derecha muy inapreciable, olvidado o inexistente ya (aunque aparece en los mapas del ICC, según posición) que bajaría paralelo al cauce de una riera, por la parte más baja y a la derecha del reconocido bancal y nos enlazaría con el camino que cogimos al salir del Castillo de Miralles, con el que nos internamos en la sierra. Antes, al principio de subida, y ahora hacía la derecha, sur-sureste, de bajada, como intentando salir de la sierra. Ahora sí estamos desandando camino. Dicho camino seguirá paralelo al Torrent de la Font de Cal Gol; pero no seguiremos nuestros propios pasos que nos bajaron del Castillo de Miralles hasta el mismo, si no que lo seguiremos camino abajo hasta encontrar un cartel señalizador junto a unos hermosos árboles de rivera, que nos indique que hacía la izquierda podemos subir al castillo.
Llegamos al pié de dicho cartel señalizador. Antes hemos admirado entre las ramas y troncos de los bellos árboles que flaquean el camino, las insinuaciones de los arruinados muros del Castillo de Miralles, a nuestra izquierda. Seguimos las indicaciones cruzando el Torrent de la Font de Cal Gol, pasando junto a la Font de Cal Gol, y seguir una sendilla, que se perdía algo entre un derrumbe de la pared anexa, hacía el Castillo de Miralles. Nuevas y derruidas construcciones del castillo vemos por este lado. Y subiendo por este simpático sendero con su vegetación y terreno aterrazado, llegamos a la explanada que queda bajo el templo de Santa Maria de Miralles. De nuevo pisamos terreno ya andado en este Castillo de Miralles. A la izquierda queda el sendero que da la vuelta al castillo (por donde salimos de él) y la iglesia nombrada. Volvemos a la pista que baja a la población de Santa Maria de Miralles, hasta donde dejamos le coche aparcado; no sin antes admirar de nuevo los rincones y curiosidades del lugar, y las vistas a los verdes valles desde sus maltrechos y destrozados muros.
Bajamos desandando la pista que cogíamos para subir al Castillo de Miralles. Llegamos enseguida a la población y carretera, y nos sorprendemos por que está llena de coches en todos los aparcamientos del lugar. Pero nadie, nadie en la montaña, en la sierra (salvo un coche que bajada por una pista al sur de l’Agulla Grossa). Todos en el restaurante cercano de Ca l’Escolá, abarrotado, por cierto, y sin sitio para tomar un café.
Acabamos aquí esta especial aventura por una sierra desconocida para muchos y que se sale de las rutas habituales de los montañeros, excursionistas barceloneses. Menos de 7 horas (de las 8 a 9 previstas) hemos tardado en realizar dicho recorrido. Y hemos disfrutado de la magia y soledad de esta amable sierra, y de las históricas ruinas de sus antiguos castillos y templos. Un deleite para los que buscan… no encontrar. Perfecta.