Aprovecho la solitaria mañana del sábado 17 de mayo para acercarme a uno de los rincones y montañas que desde hace tiempo me llamaba la atención en El Corredor: El Montalt.
Las vistas del mismo desde la cima de El Corredor y su ubicación en el mapa de Alpina, hacían que fuera un interesante y curioso lugar para irse a recorrer. Además con las fantásticas vistas del mar en El Maresme que siempre hacen de estas montañas con vistas al mar, un contraste y paisaje especial.
Me acerco por la autopista del Maresme desde Barcelona para salirme en dirección a Arenys de Munt. Debo acercarme a la población o lugar de casas de Torrentbó, que se encuentra en mitad de una carreterilla plagada de curvas entre Arenys de Munt y Sant Vicenç de Montalt, en las mismas faldas boscosas, urbanizadas y a veces explotadas por huertecillos de fresas del sur, sureste de El Corredor. Entre esta montaña y el tranquilo Mar Mediterráneo.
Intento aparcar en el grupo de pocas casas que están pegadas a una curva de la carretera antes nombrada. Casi me he liado un poco en coger esta carretera e intentar salir de Arenys de Munt. Hay un restaurante en una de las casas que, como buena costumbre catalana, se llena los fines de semana de clientes que intentan escapar de las urbes.
Hay unos cartelitos muy bien indicados justo en el camino que sube a la montaña en uno de los lados de una casa. Casualmente también es el camino de subida al parking de este restaurante; también casualmente este camino se encuentra justo en el kilómetro 12 de dicha carretera. Es fácil. Solo hay que seguir las indicaciones en dirección a Montalt, montaña arriba por el amplio camino. Aunque yo como siempre, me llevo mi mapa de Alpina que iré mirando a medida que realizo el recorrido.
Monótono, fácil y solitario camino que sube, al principio con un desnivel notable, y desde el cual me sorprende en mi solitaria actividad, la suave y muy boscosa forma del Montalt, redondeada y sobresaliente, y sus compañeros los otros “turons” a su derecha menos altos y sobresalientes pero distintivos. Bonita e identificativa imagen. Me dirijo a la parte sur de esta/s montaña/s, para subirla por una frondosa senda, y seguido visitar sus hermanos menores antes de volver al coche.
Me sorprende mucho la espesura del bosque de pino piñonero en esta ladera. Me encuentro en medio de esta espesura y a cierta altura del camino otro cartel con indicaciones: por aquí se puede bajar a Sant Vicenç de Montalt. Yo sigo el camino sin desviarme y como si fuera al Santuario del Corredor. El día es soleado y será casi caluroso a mitad de mañana, pero ideal para pasar un rato en la montaña.
Contemplo los pequeños bancales de fresas que hay en alguna ladera inclinada de la montaña, mientras, siguiendo el camino, éste deja de subir, girando más hacía el oeste; y antes de llegar a una cadena veo un camino a la derecha que casi hace un giro de 150º, hacía arriba, y lo sigo. Pero enseguida aparece un primer sendero que sale a la izquierda y arriba, no le hago caso; y sigo otro que queda a pocos metros, también hacía arriba y a la izquierda. Dejo los caminos y seguiré por senderos hasta llegar al Coll de La Ferradura.
Esta senda se interna con algún zigzag y hacia arriba en la exhuberancia del bosque de encinas de la montaña, ladera sur del Montalt. Es curioso el trazado ya que está muy erosionado por el paso de las bicicletas de montaña, que lo han dejado con una profunda zanja en su centro, como si fuera una regata de agua.
El bosque de encinas parece sano y es casi frondoso, lo máximo que puede dar al estar en una ladera mirando al sur. Me encuentro con hermosos ejemplares a medida que sigo por la senda. Al final esta senda que llevo deriva en otra más grande que viene de izquierda a derecha con subida hacía la derecha. Aquí ya me encuentro con las típicas marcas de P.R. blancas y amarillas. Sigo hacía la derecha y arriba esta senda que ya no sube tanto como la anterior que debía solventar la diferencia de altura entre el camino de abajo y la ladera boscosa del Montalt.
Cuando las encinas me dejan tengo buena vista de la costa y del resto de la montaña, con los curiosos perfiles urbanos de Arenys de Mar pegados al mar. Llega un momento que gira hacía la izquierda y se interna más en la montaña a la vez que comienza a cruzar una zona más verde, húmeda, frondosa y espectacular de la montaña. Ahora estoy en la parte este de la ladera del Montalt acercándome al Coll de La Ferradura.
El sitio es hermoso y encantador. Parece mentira que exista un lugar así, después de cruzar laderas más secas del bosque de encinas. Escondido entre las laderas del Montalt y del resto de los “turons” aparece este singular y mágico sitio que acaba justo en el Coll de La Ferradura.
Aparezco entre la fronda junto a un camino en el mismo Coll de La Ferradura. Ya estoy a 514 mts. Veo un escandaloso grupo de ciclistas de edades varias que vociferan sobre diferentes temas, entre ellos el paro, la crisis y sus consecuencias en sus vidas ¡Que raro! Creo reconocer la granítica y redonda Pedra de La Ferradura, pero como hay varias no sabría asegurar cual de todas es. Creo que es la más grande a la orilla de la pista y con la que casi me topo al salir de la senda.
Descanso un poco y observo al grupo disfrazados de ciclistas y la misma roca. Hasta ahora no me había topado con nadie en la montaña, en mi recorrido, y después de ellos no volveré a encontrar a nadie tampoco. Veo un cartel indicador a la derecha y casi en frente; está claro: “Pedra de La Ferradura” y Montalt entre otras indicaciones. Un camino estrecho sale a la izquierda y casi paralelo, pero por arriba, a la senda por la que he aparecido; y enseguida una senda a la derecha del mismo me sube rápida y precipitadamente hacía la cima del Montalt por en medio de la pinada y librando un desnivel de 80 metros con una inclinación sin tregua. Y en seguida la agobiada por la vegetación cima del Montalt (596 mts.).
Las vistas son casi nulas a causa de los árboles que cubren la cima y no dejan ver más allá. Pero la cima tiene sus curiosidades: hay belenes de Navidad casi en miniatura repartidos entre el suelo, el pilón de cima, las ramas de los árboles, metidos en botas, en zapatillas rotas, en cajitas… muy cuco. Hago la foto de cumbre. Me la hago yo mismo. E indago por donde seguir la ruta bajando de la cima y dirigiéndome al resto de “turons”.
Para realizar una especie de extraña circular y no pisar por ningún camino ya realizado, decido seguir la cima, en la que hacía su oeste, parece se distingue una sendilla cimera. Y así es. Me interno en dicha sendilla abrumada por la espesura de la pinada, y sigo hacía el oeste intentando seguir la parte más alta de la montaña. Pero enseguida la senda se desvía hacía el norte y derecha mientras baja hasta llegar a un simpático camino. Hay hitos y piedras que me señalan el buen camino. Miro el mapa. Intento ubicarme en el sitio, y decido girar por ese camino hacía la izquierda y oeste. Al cabo de un tiempo el camino gira 180º y sigue hacía el este, en busca de nuevo del Coll de La Ferradura.
Este camino está ahora en la ladera norte del Montalt. Es como si lo hubiera rodeado para conocer la montaña por todos sus lados. Pero esta parte es también verde y hermosa, con helechos y fronda. Hermoso. El camino acaba, después de alguna bifurcación previa (no hay que girar ni perder altura) junto al poste con los carteles indicadores del Coll de La Ferradura.
De nuevo en el collado junto a la redondeada y extraña roca, piedras, debo seguir hacía el este para dirigirme a los otros 2 “turons”. El siguiente y casi adyacente es el Turó del Mig. La cima que se encuentra en medio de los 3 “turons” (en los que incluimos al Montalt). No hay que seguir la pista, camino, si no que hay que ir por una senda a la izquierda y en dirección este, y en cuya entrada hay un árbol con la X de marcas amarillas y blancas, de las que te dice que por ahí no sigue el P.R. Pues por ahí se sube a la cima del Turó del Mig. Todo esto desde la semi explanada del Coll de La Ferradura.
La senda me interna en otro magnífico bosque de encinas. Espléndido y fabuloso. La ancha y extensa cima del Turó del Mig hace como recovecos, vallecillos, laderas suaves e inclinadas que hacen que el bosque y los perfiles del lugar sean casi místicos. Subo arriba de una ladera altilla que parece la cima, abordada con el bosque. Pero no es la cima. Sigo la senda que baja algo y después sube suavemente hasta cruzar un lugar lleno de rocas separadas y muy numerosas como si las hubieran plantado, en medio del precioso bosque que casi no deja pasar la luz del sol. Hermoso. Y arriba de esta senda, arriba de la ladera con las rocas, hay otra enorme roca que queda un poco a la izquierda de la senda, siguiendo las partes más altas de la ladera. Arriba de esta enorme roca, es donde se encuentra la cima del Turó del Mig (555 mts.), o al menos eso parece. El bosque de altas y esbeltas, así como frondosas y numerosas encinas es espectacular en esta parte de la montaña. Sublime. Y sigo estando solo en la montaña.
Fotos de cumbre y fotos al magnífico y espectacular paisaje, al bosque, al sano encinar, por que es tan espeso que no puedes ver más allá de sus mismos árboles. Me entretengo algo en la cima, juego con los espacios, las rocas y los árboles con mi cámara y mis sentidos.
Debo seguir. Me acerco a la senda y la sigo en la misma dirección que llevaba antes de desviarme hacía la roca cimera. Hacía el este en busca del tercer y último “turó”: el Turó de La Vilanegra. La misma senda sigue internada en el magnífico encinar. Comienza a bajar levemente y a perder altura. Paso junto a un enorme pino en medio del encinar. Y bajo hasta un camino que debo seguir hacía la derecha y sur poco tiempo. El suficiente para llegar hasta la Plana dels Lladres; subo el camino levemente hasta encontrar la parte más alta a la izquierda y una senda en el mismo lugar que me lleve, cumbreando hasta dicha cima. En el camino por fin puedo ver el cielo y algunos espacios abiertos. Observo parte de la sierra del Corredor y del Montnegre en un espacio en el paisaje hacía el noreste. Y el cielo sigue raso y comienza el calorcillo más propio de principios de verano que de mitad de primavera.
La senda que deja atrás al camino y sigue hacía la izquierda en dirección este, se vuelve a internar en el bosquecillo de pino piñonero mezclado con encinar. Curiosamente mientras camino por la senda, encuentro 2 hitos cada uno pegado a cada lado de la senda y a la vez pegados a 2 árboles por los que entre ellos pasa la misma senda, los cuales parecen indicar que voy bien. Pues no. Justamente a partir de aquí debo girar a la derecha y sur y seguir la senda que aparece cruzando la loma cimera, ya que si sigo la senda anterior que parecía la buena (entre los 2 hitos) me baja de la montaña hacía el noreste.
Al poco tiempo mientras camino llego a un punto donde creo que es la cima: un espacio algo más estrecho y cimero entre un buen pino y una roca puntiaguda de metro y medio. Me subo a ella. Miro hacía atrás, hacía lo recorrido, y descubro la redondeada y muy boscosa montaña del Montalt. Asombrosa y bonita imagen. Y decido que esta es la cima del Turó de La Vilanegra (531 mts.). Y lo decido por que poco después la senda que sigue hacía el este, comienza a bajar levemente, y después más sensiblemente. Y a la vez no veía ninguna otra parte más alta en el lugar, a pesar de que casi todo tenía la misma altura. Hago fotos. Es la tercera cima. A partir de aquí ya de bajada y vuelta al coche.
La bajada de aquí se hace siguiendo la senda hacía el este, haciendo toda la cima ya en bajada. A partir de cierto momento el desnivel de bajada se hace más vertical y latente. La senda sigue una especie de pilones de cemento como de límites municipales. Antes ha girado hacía la izquierda, y de nuevo bajado por una senda muy marcada y profunda en el terreno, como si el agua también la utilizase torrencialmente, para bajar de la montaña. En el camino de bajada he podido admirar algo mejor el paisaje. El bosque en algunas partes es más bajo aunque sigue espeso y me permite admirar el resto del conjunto de estas montañas: mirando hacía el norte veo 2 torres, una de vigilancia de incendios y otra un campanario de estilo románico, todos estos en una alta y muy boscosa loma, la cima de El Corredor. Mirando hacía el noreste y algo más alejado, se perfila perfectamente la forma de una sierra alargada, alta al otro lado de una zona más baja que queda entre el Montalt y dicha sierra, el vallecillo que baja del Collsacreu a Arenys de Munt y Sant Iscle de Vallalta; es la Sierra del Montnegre. Algunas nubecillas han aparecido para hacer bonito, que intentan espesarse al otro lado del Montnegre para derivar en tormenta, no me afectará dicho intento.
La vertiginosa senda baja y deriva en un camino. Estoy en la ladera este del Turó de La Vilanegra y límite de este conjunto montañoso de Els Tres Turons. Un visible hito nos muestra la validez de la senda por la que bajo, y ahora sigo el camino hacía el sur y derecha, subiendo levemente, en busca de las inmediaciones de una gigantesca torre de luz eléctrica.
Este camino sube como si fuera a un pequeño colladito, mientras lo sigo hacía el sur, entre la propia montaña a la derecha y la zona donde se encuentra la torre de electricidad a la izquierda. Si lo sigo gira bordeando la ladera de la montaña hacía el oeste por la cara sur del Turó de La Vilanegra y te lleva a las inmediaciones de una zona donde hay algún monumento prehistórico, megalítico. Pero debe de estar escondido por que busqué por la zona y no lo encontré. En este pequeño colladito giro a la izquierda en busca de los pies de esta torre de electricidad.
A partir de este punto la montaña se despeja mucho. Estoy en la vertiente sur, soleada y algo más árida de la montaña, y los espesos bosques de encinas desaparecen, y los pinares aparecen más espaciados con menos matorral, mientras aparecen las piedras sueltas, y el terreno algo más polvoriento y rocoso. Justo bajo la torre, un camino destartalado y muy pedregoso en desuso que baja en diagonal siguiendo en línea las ubicaciones de estas torres de electricidad. Sigo camino abajo. Aquí ya se nota el sol y el calorcillo; es cara sur soleada.
El camino parece que quiere introducirse en el vallecillo del Sot de La Marça y de nuevo aparece la vegetación. He aprovechado estas alturas y espaciado de vegetación para realizar algunas fotos al lugar que después visitaré y pasaré en Torrentbó: Santa Cecilia, Can Comulada. Quedan bonitas en la distancia y desde arriba entre el verdor y vegetación de los alrededores.
El camino deriva en una senda, pero en lugar de seguir el recorrido de la misma que se dirige hacía las sendas que utilicé para subir al Montalt, intento descender en busca de las cercanías del torrente muy próximo: el Sot de La Marça. Justo en esta senda me encuentro con una especie de valla de madera, pues en lugar de seguir la senda que guarda la valla, bajo por la que está tras ella, con una pendiente sobresaliente pero corta. Y esta bajada me deriva en un camino; camino que seguiré hacía la derecha bordeando los barrancos y rieras que bajan al Sot de La Marça.
Al final hay que coger el camino, en un principio no demasiado visible por que más bien parece senda en ocasiones, que baja paralelo a dicha riera del Sot de La Marça pero por el margen derecha en dirección a Torrentbó. Al comienzo cruza rincones verdes, exuberantes de vegetación, acumulada en los fondos de estas rieras y barranquitos que alimentan el Sot de La Marça: helechos, enredaderas… es increíble el contraste de lugares en estas montañas: a veces pareces estar en las áridas montañas mediterráneas del sur de Alicante, como en pocos pasos te internas en un rincón del cantábrico ¡Alucinante!
Este camino que se convierte en ancha pista más abajo, baja sin pérdida hasta la carretera que pasa por Torrentbó y donde he dejado el coche. Al llegar a dicha carretera giro a la derecha como si fuera en busca de la muy cercana población, pero justo antes de toparme con los muros de sus primeras casas, vuelvo girar cruzando la misma, hacía la izquierda para coger otro camino que queda justo arriba del verde Sot de La Marça en busca de la Iglesia de Santa Cecilia. Antes me topo con la finca privada de Can Comulada, curiosa construcción. Y ya me paro entre los cipreses que guardan la puerta y entrada de la sencilla y cuidada Iglesia de Santa Cecilia. No hay mucho más que ver; la iglesia parece cerrada y es pequeña. Es un pequeño rincón junto a las casas de tranquilidad y escondite.
Poco rato me quedo contemplando y fotografiando la iglesia que no tiene mas allá que su sosegada y escondida ubicación, y la sencillez de la misma. Desando el camino y llego a Torrentbó, que distan muy poco las casas del lugar unas de otras. Y una vez aquí ya acabo mi actividad. Son poco más de las 13’00 horas cuando llego al coche. O sea que perfectamente entre 3’30 y 4 horas se puede hacer el recorrido tranquilamente. Y la soledad del lugar es intensa y penetrante, como la magia de algunos de sus rincones y lugares.