Nuestro amigo Cuspidiano y gironés Xavi (Xavi Xavi) nos llevará por uno de las montañas y lugares más recónditos, solitarios pero a la vez espectaculares y hermosos del bajo Pirineo. Bajo Pirineo por que la altura de esta montaña, este macizo, esta sierra no llega a los mil quinientos metros, pero forma parte de la extraordinaria columna vertebral de la cordillera acercándose al Mediterráneo.
Nos acercamos a la frontera con Francia y a las inmediaciones de La Jonquera. Después de quedar con el grupo en Maçanet de Cabrenys, población donde acabará el recorrido, cogemos los coches para acercarnos por una carretera escabrosa hasta La Vajol. Desde aquí comenzaremos la subida hasta las cimas más altas y los bosques más frondosos de estas montañas.
El día parece que será bueno, soleado y sin muchas nubes, con una temperatura podríamos decir que casi normal para esta época del año, principios de primavera en este sábado 5 de abril. Salimos de La Vajol por la carretera que nos lleva al Coll de Manrella y a Francia, y a kilómetro y medio ya vemos una masía a la derecha, y justo detrás muchos carteles indicadores, entre los cuales los que nos señalan: “Castell de Cabrera”, “Santuari de Les Salines”. Este es el camino que escogeremos a la derecha y oeste, hacía las laderas del macizo de Les Salines. Ahora mismo estamos en su parte o límite más oriental. Antes nos hemos deleitado ya con los bosques que bordean la carretera y los que veíamos enfrente mientras caminábamos por el asfalto: “Boscos de Can Barris”. Robledales y pinares con aspecto atlántico, frondosos y espesos. Los cuales nos ofrecían una curiosa imagen entre diferentes colores y aspectos de los robles pelados de hojas, grises y esqueléticos, y los verdes, exuberantes y elegantes pinos como perdidos entre el enjambre de robles. Bosques sanos y maravillosos, preludio de la experiencia que viviremos entre las ramas y troncos de éstos en las laderas del Macizo de Les Salines.
El camino amplio sube sin tregua entre algunos prados, bancales y sobre todo entre hermosos y altos robledales. Pasamos la Font del Cucut y después de un giro tremendo, cambiamos de dirección hacía el norte sin dejar el camino principal; y acercándonos a la frontera con Francia pasamos junto a la construcción de Coll de Lli. Desde aquí volveremos a girar encarándonos a las laderas del Puig del Faig hacía el sur y oeste.
Después de unas ligeras subidas llegamos a una curva en el camino. Ya apreciamos lo ascendido en este camino y mientras caminábamos nos hemos quedado un grupillo atrás. Oímos voces. El grupo de cabeza se ha desviado siguiendo un cordal de la montaña hacía la derecha y sur hasta un mirador excepcional hacía toda la región de l’Empurdà. Seguimos la senda que nos lleva hasta las ruinas de lo que fue el Castell de Cabrera.
Nos espera el resto del grupo y nos reunimos para almorzar y admirar las vistas. Fotos y reconocimiento del gran espacio que tenemos hacía el sur y sureste, protagonizado por el llamativo Pantá de Boadella y al fondo la perfecta forma curva del Golfo de Rosas; una picuda montaña sobresale hacía el lado contrarío al que estaba mirando: es el Bassegoda. Y medio tapado por las laderas boscosas del macizo, mirando hacía el noroeste, las nieves del Canigó al fondo. A la vez es un magnífico mirador para admirar la montaña que nos queremos recorrer: el manto boscoso es excepcional, frondoso y espectacular; como ya he nombrado antes, una dulce y simpática combinación de frondosas sin hojas y coníferas con su color verde oscuro. Magnífico. El castillo se encontraba sobre un promontorio sobresaliente en el cordal que baja hacía el sur del nombrado Puig del Faig, y su en ubicación privilegiada le permitía dominar toda la vasta extensión de l’Empurdà. Un lugar ideal para tumbarse en el césped de entre sus ruinas, o sentado sobre algún rastro de lo que fueron sus muros.
Dejamos el castillo y reanudamos la marcha hacía el Santuari de La Mare de Dèu de Les Salines. Desandamos la senda por el cimero cordal sur del Puig del Faig hasta de nuevo la pista que seguíamos, y giramos por ella misma a la izquierda cogiendo la dirección que llevábamos antes. Ahora vemos el cartel y poste indicador: Castell de Cabrera.
En una curva cercana descubrimos, en medio de las frondosas laderas y en medio de un vallecillo en las alturas del macizo, la construcción del Santuario de Les Salines. Fotos y miradas hacía donde nos debemos dirigir. La pista o camino de repente coge una recta por en medio de unos fastuosos pinos, altos, hermosos y enormes, y va cogiendo altura. Del bosque mixto o atlántico pasamos a una pinada asombrosa. A medida que subimos por la pista principal, los ejemplares van haciéndose más altos y majestuosos. Como siempre se forman 2 grupos. Y en un falso llano o planicie del camino y montaña, los de delante se pasan un destrozado cruce con los G.R. que cruza la montaña, y no ven el cartel indicador del mismo. Siguen la pista que, al final acaba en el mismo sitio al que nos dirigimos, pero sin pasar por el lindo y hermoso recorrido de la senda, del G.R.
Xavi nos llevará por la senda que nos dejará en el Santuario. Al principio no se distingue la senda al salir del camino, ya que el desbrozo del suelo de la magnífica pinada ha destrozado y removido el terreno, pero enseguida lo encontramos a los pocos metros al adentrarnos en el sorprendente bosque hacía la derecha. A la izquierda nos llevaría a Maçanet de Cabrenys.
Esta senda se acerca a la Riera de Les Salines y cruza el bosque de altos y grandes pinos hasta que éste cambia a un fenomenal hayedo con otros excepcionales ejemplares. El día sigue siendo magnífico de sol y con condiciones idóneas para esta excursión. Comenzamos a cruzar arroyos que llevan algo de agua por en medio de las laderas del hermoso hayedo. Me encanta cruzar hayedos antiguos con historia, leyenda y vida. El lugar es encantador. Llegados a un punto debemos cruzar la Riera de Les Salines que lleva agua abundante y ruidosa, limpia y refrescante. Antes la veíamos allá abajo como metida en una pequeña garganta, y escuchábamos su curioso rodar de sus aguas, sin verlas, pero que descubría su existencia. A los pocos metros de que la senda cruce la Riera de Les Salines en un hermoso lugar del hayedo, subimos decididos hasta la recia construcción del Santuario de Les Salines, su refugio y bar.
Punto de referencia este Santuario de Les Salines; rodeado de soledad y extraordinarios bosques de coníferas y frondosas, de fuentes y rieras de aguas abundantes. Magnífico y espléndido lugar. La construcción es tosca pero curiosa, con su patio y pequeño templo, y su bar, claro. También es refugio o albergue, lugar de culto y meditación.
Debemos seguir: la idea es llegar desde aquí hasta el pico de El Moixer (una de las alturas del macizo). Se harán 2 grupos: los que quieran realizar el recorrido completo, pasando por sus hayedos y bosques de la cara norte francesa, y los que quieran subir al pico y después bajarse de nuevo al Santuario desandando el camino. Nos acercamos hasta la curva cerrada que hace la pista justo antes de llegar al recinto y al lado contrario de donde hemos aparecido nosotros en el Santuario, en la que hay una senda que sube la montaña paralela a una pequeña riera o riachuelo, hacía arriba y derecha (según venimos del Santuario). Al lado queda la cueva con la Virgen de Les Salines (Mare de Dèu) y al otro lado de la cueva el valle de la Riera de Les Salines. Cogemos dirección noroeste, en busca del Coll dels Pous, dejando, a medida que subimos por esta senda, la fuerte pendiente de la Riera de Les Salines a la izquierda.
Al principio empinada pero después más relajada, esta senda recorre lugares y rincones del hayedo impresionantes, de ejemplares enormes, curiosos, originales, llamativos… hermosos. Fotos y fotos les hago como si fueran modelos de una revista de moda… desde aquí, desde allá. Pelados y desprovistos de hojas pero estremecedores con sus ramas abiertas como brazos de gigantes larguiruchos. Bonitos.
La senda acaba justo en una planicie en la que también sale la pista que sube a El Moixer. Estamos justo en la frontera con Francia. Es el Coll dels Pous, a unos 1.230 mts. de altitud. Carteles indicadores, informativos sobre caminos y recorridos. Debemos seguir hacía arriba y en lugar de seguir la pista o el camino cementado que nos llevaría hasta la antena de El Moixer, nos internamos en otra senda que se interna, yo creo que ya en la parte francesa, en otro hayedo al otro lado del prado, del collado. Al principio parece que no hay senda, pero luego se entrevén las marcas amarillas en los troncos de las hayas que inundan esta ladera.
La senda sube por una empinada ladera por en medio de otro magnífico hayedo. Hermoso de finos o gruesos troncos, las hayas captan mi atención, mi admiración, las cruzamos y las recorremos como si un general repasara sus tropas, firmes y elegantes con sus trajes y uniformes de gala. De nuevo, hermoso. La senda coge altura y llega un momento que deja el hayedo, el bosque y su zigzag entre las marcas amarillas que nos llevan por su interior, y nos saca a un llano en las alturas con arbustos y las vistas hacía los horizontes. El día sigue siendo magnífico y aquí el sol ya nos calienta y nos invita a quitarnos ropa o secarnos el sudor.
Al otro lado de la ladera algo en cuesta, vemos una gran antena, la senda nos lleva hacía ella; estamos en lo que se llama el Coll de La Puig de La Neu. Hacía la derecha y oeste nos asombra la magnífica visión de la alta montaña del Canigó nevado. Hermoso. Como un enorme macizo vigía hace del paisaje y de las vistas un privilegio para nuestros ojos en este Pirineo cercano al Mediterráneo. Soberbio. Solo tenemos que bajar al camino cementado y seguirlo pocos metros hasta el recinto vallado de la antena que culmina la cima de El Moixer. Ya estamos en la cima de El Moixer (1.444 mts.). El pilón o eje geodésico común en estos picos sobresalientes, queda al otro lado, siguiendo la cima a la derecha, del recinto cerrado de la antena. Aunque el punto más alto del macizo es el cercano Roc del Comptador (de 7 metros más alto), tomamos El Moixer como cima y punto culminante del macizo, del recorrido y de la actividad. Fotos sobre unas rocas con el fondo del nevado Canigó ¡Magnífico! Los compañeros y chicas pasan por el objetivo como si se hicieran fotos con un famoso; todos quieren inmortalizar el momento, el lugar y su belleza. Siguiendo la cima hacía el oeste, unas altivas y escarpadas rocas también hacen de modelos con el fondo del Canigó, es el nombrado Roc del Comptador.
Pero las vistas hacía el sur y sureste también son enormes y amplias. Todo l’Empurdà y parte de La Garrotxa, verde, montañosos, llanos, mar, con agua en el Pantano de Boadella, mejor vista del Bassegoda al suroeste con un imponente y bello perfil empinado, y detrás al fondo un innumerable conjunto de montañas que ya comienzo a reconocer: Sierra de Cabrera, El Far, el Puigsacalm… e incluso las lejanas pero altas montañas del Montseny muy bien definidas: el Turó de l’Home a la izquierda y el Matagalls a la derecha… increíble la visibilidad. Con el zoom de mi nueva Canon intento fotografiar el conjunto de las montañas de Montgrí; con su castillo y sus tres cimas diferenciadas. Recuerdos de hace un año cuando nos recorrimos sus rincones, cumbres y paredes del hueco castillo. ¡Que más! Una montaña al norte, solitaria en Francia ¿puede ser la Montaña de Bugarach? Apostaría que sí.
Comemos mirando al sol y al sur justo con la espalda casi en la pared del recinto cerrado de la antena. Hace un muy buen día. Después la mayoría seguiremos le recorrido planeado y los que no quieran darse la paliza, bajaran desandando el camino hasta el Santuario.
Seguimos entonces la cima de El Moixer hacía el oeste, tierra adentro, dejando el mar y l’Empurdà a la espalda y El Canigó, el Pirineo y Francia al frente. Bordeamos las escarpadas partes rocosas y casi verticales de la cima, como el Roc del Comptador y el Roc de Frausa. Siempre por la parte norte y derecha de la cima de la montaña. Nos volvemos a topar con algunos ejemplares de hayas sorprendentes y algún curioso abeto, y siempre la mística y hermosa montaña del Canigó invadiendo todas las visiones. Excelente. Bordeamos las paredes rocosas de la cima y llegamos a un collado en el que aparece una senda a la derecha y casi girando 270º, se interna en el hayedo que ocupa toda la ladera norte del Massis de Les Salines, todo en territorio galo. Enfrente justo queda una bonita, escarpada y elegante montaña con paredes hacía el norte y el bosque que le invade la parte baja de la pared en las laderas empinadas, donde hayas y jóvenes abetos se combinan en un tapete de colores, un paisaje muy alpino y hermoso. Al otro lado de esta montaña queda el Coll de Sant Martí, al cual no llegaremos a pisar.
Esta senda que ahora seguimos y nos interna en la parte francesa y norte del Massis de Les Salines nos recorrerá toda la inmensa ladera boscosa de la montaña, desde este punto hasta el anteriormente pisado Coll dels Pous. En un principio la senda no bajará mucho y seguirá casi horizontal, pero llegados a un punto próximo, bajará por en medio del hayedo hasta un enorme agujero artificial con antiguos muros: es un Pozo de Nieve. El bosque es hermoso con ejemplares sanos, altos y robustos; algunos enormes con troncos retorcidos, muy ramificados, impresionantes. Todo un escondido hayedo que abre sus más misteriosos y bellos secretos naturales a nosotros, a medida que lo recorremos y lo admiramos. A partir de aquí, del Pozo de Nieve, la senda se internará sin bajar ni subir demasiado, por la parte más magnífica, hermosa y asombrosa del hayedo. Uno de los hayedos más espectaculares, extensos y sanos que hasta ahora he admirado y vivido. Increíble.
El Pozo de Nieve ha cautivado la curiosidad del grupo. Entramos en su hueco, nos paseamos por sus muros. Desproticamos sobre el uso que se le dio hace siglos y salimos de él para seguir la senda hacía el interior del hayedo. La senda es clara y sin pérdida; bordea las laderas y los cordales que bajan de las cimas y separan las vertientes de los riachuelos y barrancos. Llegamos a un punto en que los ejemplares se alzan muchos metros, sus hojas secas inundan todo el suelo sin dejar ver la tierra, aún sin hojas casi tapan el cielo que queda muy lejos allá arriba, más arriba de las altas copas de estas espectaculares hayas. El lugar forma un suave anfiteatro donde crecen de forma ordenada y casi mística los enormes árboles. Da un aspecto solemne, magnífico, soberbio, casi como si fuera un altar a la naturaleza, a la belleza. Me impresiona su belleza. No esperaba encontrar tal belleza en esta montaña. Increíble. Sublime.
Xavi, Lea y yo nos hemos quedado los últimos del grupo. Yo no paro de hacer fotos. Lea y Xavi se paran junto a un ejemplar con el tronco hueco abierto. Lea se mete dentro. Me recuerda a aquel castaño enorme del Montseny en la subida a Sant Segimon, pero éste no tiene el tronco tan grueso y enorme. Más adelante las hojas del hayedo dejan ver la tierra; vemos las rocas y piedras graníticas que bajan de la montaña por la suave ladera invadida por el bosque, y éstas están llenas y desbordadas por el verde y húmedo musgo. El hayedo con este toque verde claro del musgo de sus rocas sigue siendo impresionante. La senda colmada de las hojas secas de las hayas sigue siendo muy reconocible y sin pérdida. No tiene ni subidas ni bajadas apreciables, y en general sigue casi a una misma altura la ladera norte francesa de la montaña.
Ahora, Xavi, Lea y yo seguimos los últimos cerrando el grupo el cual ya no se ve a la gente de cabeza ni de en medio. Cruzamos por otro rincón muy hermoso del hayedo: un haya caída con un gran tronco y como comido por el tiempo y los bichos, protagoniza una especie de oración y velatorio del resto de hayas que se agolpan ordenadamente pero dándole espacio al árbol caído, como con respeto, devoción y humilde admiración. Hermoso. Parece que el bosque tiene espíritu y vela por sus seres muertos, acompañándolos hasta que su cuerpo vuelve a formar parte de la tierra, del bosque, de la vida. Hermosa imagen, hermoso ritual.
La senda o mejor dicho la montaña parece girar bajando un poco como buscando el sur. Realmente nos dirigimos de nuevo al Coll dels Pous. Cruzamos un pequeño riachuelo y enseguida la senda baja considerablemente hasta el nombrado Coll dels Pous saliendo del espectacular hayedo para de nuevo encontrarnos con los prados y llanos del collado. Antes hemos visto, a la vez que bajábamos y entre los hayedos, una escarpada montaña a nuestra izquierda: El Roc del Pou.
Nos reagrupamos todos en el Coll dels Pous y aprovechamos para descansar y mirar que hacer. Joan se ha encontrado un casco de motorista o kuart, “estaba ahí tirado” me dice. Me quedo un poco perplejo, como si salieran de la tierra cascos de motoristas. Al final entre pitos y flautas, pocos bajan directamente desde aquí al Santuario de Les Salines desandando la senda y camino realizado de subida, mientras que la mayoría decidimos abordar la cercana cima del que llaman Pic de Les Salines, pero que en los mapas sale como Puig de Les Pedrisses.
El camino es fácil: siguiendo la senda que sale hacía el este por la cima de la sierra, bordeando el Roc del Pou por el sur. Al otro lado seguimos el cordal cimero y fronterizo algo plano u ondulado entre arbustos de media altura, y nos paramos bajo la falda y vertientes escarpadas de rocas verticales y grises. Una especie de mirador si te encaramas a alguna de las rocas del suave terreno. Abajo está el tejado del Santuario, estamos justo sobre él; y justo desde aquí también sale la senda que baja al mismo directamente al sur, y que será la que cojamos para retornar al mismo después de hacer cima.
Seguimos la subida hacía la cima del pico que tenemos sobre nosotros al oeste, esquivando las abruptas paredes rocosas de estas torrecillas escarpadas que pueblan la ladera este del Pic de Les Salines. La senda se empinada en ocasiones y casi directa y sin pérdida hasta la cima del Pic de Les Salines que queda un poco más al norte en la plana cimera (1.333 mts.). De nuevo observo e intento reconocer el paisaje: hacía el norte y noreste toda la llanura francesa cercana al mar con la gran urbe de Perpiñán en su centro. El seguimiento del cordal pirenaico hacía el este: La Jonquera con la traza de la autopista y la Sierra de l’Albera. Hacía el oeste el promontorio del que venimos, El Moixer con su antena en la cima y su manto boscoso en sus laderas, y medio escondido y más alejado el llamativo y altivo Canigó. Las vistas hacía el sur eran casi nulas al estar tapadas por la misma cima aplanada y llena de los típicos arbustos. Hay algunos franceses. Nos hacen una foto de grupo y cima para conmemorar esta cumbre del recorrido, del Massis de Les Salines. Después de unos minutos disfrutando de la cima y de lo conseguido, solo nos queda bajar.
Desandamos el sendero por el que hemos subido esta vez bajando hasta las laderas y faldas del Pic de Les Salines en donde se encontraba el cruce de sendas para seguir hacía el sur, izquierda y hacía abajo en busca del Santuario de Les Salines. Mientras bajamos a este cruce y especie de colladito, tenemos enfrente nuestro y ante nuestros ojos la cima y montaña de El Moixer con sus faldas y laderas repletas de este inmenso y hermoso bosque, hayedo que nos hemos recorrido y ahora rememoro con añoranza como si de esto ya hubieran pasado días.
La bajada es rápida y sin pérdida también. En pocos metros y minutos, metiéndonos de nuevo entre los árboles de otra parte del bosque que rodea el Santuario, salimos al camino que rodea a la misma construcción por la parte norte del mismo. Justo junto al poste señalizador de recorridos, indicando éste mismo por el que bajamos hacía el Pic de Salines.
El resto del grupo nos espera sentados entre el camino y la casa en el verde césped. “¿Y ese casco?”, “CHsssssss”. El sol impera en el día, y todos intentamos aprovechar su calorcillo y energía en este día tan estupendo. Después de intercambios de experiencias, ponernos al día por el recorrido realizado por cada uno y de aquellos que ya estuvieran servidos en el bar, Xavi ordena el reemprender la actividad y marcha. Esta vez ya es de bajada de la montaña, pero cambiamos de la localidad de salida (La Vajol) a Maçanet de Cabrenys justo al sur del lugar donde nos encontramos.
Para bajar solo tendremos que seguir el G.R.-11 (o un desvío del mismo) que pasa por el Santuario de Les Salines y llega hasta las inmediaciones de Maçanet de Cabrenys. Pero antes pasaremos por la Font de Les Salines que casi la tenemos de paso en la bajada y está casi pegada al santuario. Al otro lado del pradillo que se encuentra al este de la construcción, aparece el cartel indicador hacía dicha fuente. El lugar es bonito y encantador: caños, un murito de donde salen los caños, árboles enormes, robles y hayas, y agua por todos lados; el agua sale tan abundante que está inundado todo el lugar. Relleno la cantimplora y hago fotos. Después de disfrutar del lugar volvemos a la senda por la que, esta mañana, llegábamos al santuario.
Desandamos la senda recorrida desde el camino que venía del Castell de Cabrera hasta el santuario: bajamos y volvemos a cruzar la Riera de Les Salines, caminamos por el estupendo hayedo dejando ahora la riera a nuestra izquierda, después el estupendo pinar con sus ejemplares tan altos y enormes, y enseguida la salida al camino principal con el cercano poste indicador de recorridos y G.R. Antes hemos visto en el hayedo a un francés que nos esperaba y preguntaba, en la orilla del sendero, por si habíamos visto un casco blanco. Mientras el “cuerpo del delito” seguía escondido dentro de una mochila muy bien camuflado.
Desde este punto del recorrido, del G.R. que cruza el camino, seguimos el mismo por una parte que no habíamos tocado aún: la bajada a Maçanet de Cabrenys. Seguimos la senda volviendo a cruzar el bosque de pinos por la allanada loma que viene de El Moixer hasta el Puig del Faig, pero en dirección sur. La senda marcada está clara. Salimos del bosque, de la pinada, y la ladera comienza a bajar y descender hacía el sur, sureste.
Mientras bajamos tenemos las vistas abiertas del horizonte con el Pantá de Boadella bajo nosotros y todos sus bosques que lo cierran, pero enseguida mientras bajamos nos volvemos a internar en otro bosque, pero esta vez de encinas, muchas de ellas sureras. La ancha senda parece estar excavada profundamente en la tierra, rodeada con una considerable masa boscosa con otros distintos y estupendos ejemplares a los habituales en el hayedo: las encinas sureras.
La senda baja en zigzag y más abajo ya nos topamos con los caminos y comienza a recorrer terreno más llano, con menos inclinación. Ahora el bosque es menos espeso pero de tanto en tanto salen solitarios ejemplares impresionantes de las nombradas encinas sureras. La senda es muy fácil de recorrer y no tiene pérdida; está muy marcada como G.R. Hasta que salimos a un camino y cruce con la senda y un poste indicador de recorridos y caminos, pero está claro: venimos de Les Salines y debemos girar a la derecha hacía Maçanet de Cabrenys. Esperamos al guía, Xavi, para no equivocarnos en nuestra elección de la ruta a seguir, y a la vez reagrupar a toda la gente.
Antes, en un momento en la bajada, he podido encaramarme a una roca mientras intentaba escuchar por donde venía el grupo, y ver, entre los perfiles del paisaje, las primeras casas de Maçanet de Cabrenys. Parece que aún quede lejos, y la distancia y recorrido sigue siendo algo accidentado; pero da esperanzas y ánimos el poder vislumbrar nuestro final del recorrido.
La senda se ensancha y baja paralela a la Riera d’Ardenya. Cruzamos la riera y seguimos el camino hasta que nos topamos con la primera construcción o casa ya por los alrededores de Maçanet de Cabrenys con sus tierras de labor: Les Casotes. Siguiendo el mismo camino de bajada junto o atravesando otros prados, dejamos a la izquierda Can Gallat. Ya estamos entrando en Maçanet de Cabrenys por su parte norte de Mas Muntada. De aquí seguimos bajando hasta llegar al albergue de la población.
Acabamos este extraordinario recorrido por una montaña casi desconocida por muchos, pero espectacular y muy frondosa. Una montaña que se encuentra a caballo entre las sierras costeras al Mediterráneo y el primer dos mil, el Canigó, en la misma columna vertebral de Los Pirineos. Impresionante el hayedo en su cara norte francesa y espectaculares vistas hacía la comarca de l’Empurdà y la Alta Garrotxa. Muy aconsejable su visita y disfrute. Llama la atención su inmensa masa boscosa que también cubría todas las laderas sur del macizo, y su diversidad de colores y especies. Impresionante. Un lugar verdaderamente digno de protección por su alto valor ecológico.