El famoso lugar rocoso, volcánico, solitario, que se introduce en el mar como una espada que corta el azul tranquilo, entre una Tramuntana exasperada e insoportable en ocasiones… había que visitarla, había que cruzar sus ásperas y porosas rocas, áridos y calurosos terrenos, con cientos de calas, de entradas y salidas al mar, a ese mítico Mar Mediterráneo; pero sobre todo por que es el comienzo del Pirineo. Es el comienzo de una de las cordilleras más hermosas y espectaculares de Europa.
Por ello el pasado domingo 14 de septiembre llamamos a los amigos de Cuspidianos y a los nuevos de Montañas de La Luna, y unas 17 personas nos acercamos a las proximidades de Port Lligat pasado ya Cadaqués. Port Lligat famoso por ser el lugar y casa de verano de Dalí; pero en lugar de salir justo desde aquí, será de la última calle, de las últimas casas del mismo Port Lligat, pero pegada a la carretera que se dirige a Cap de Creus. Aquí mismo ya vemos las indicaciones y carteles del recorrido hacía el Cap de Creus por el “Camí Vell”. No habrá pérdida.
No será un día muy caluroso y tampoco demasiado soleado, pero el calor de la costa y el mar nos quemará. Después de que se pierdan algunos para llegar al lejano lugar (la carretera que llega a Cadaqués es sinuosa y desolada), nos reunimos todos en el lugar indicado y salimos en busca del Cap de Creus. Hay suficiente sitio para dejar los coches.
Comenzamos el recorrido bajando entre sendas, siguiendo por caminos siempre con la costa y el mar a la derecha. El recorrido está muy bien marcado. Pinturas rojas y verdes son las que seguimos. Y entre algunas pinadas y muros de pizarra, roca ígnea, volcánica, que cierran en ocasiones este casi camino o ancha senda, seguimos el recorrido hacía tan vetusto lugar. El camino o senda (según por donde pille) ahora al comienzo del circuito (incluso un trocito de carretera) está ubicado a media altura sobre la ladera rocosa del terreno; no pasa por la misma orilla de la costa.
Llega un momento que dejamos atrás algunas casas, a nuestra espalda, y el camino se convierte en una ancha senda girando hacía el norte y luego noreste cruzando lugares más deshabitados y casi subáridos. Mientras hemos disfrutado de las magníficas vistas que la recortada costa hace sobre el mar: con un mar tranquilo lleno de luces como focos de esos rayos del sol que se cuelan entre los huecos de las altas y casi transparentes nubes, la acantilada costa forma calas de lánguidas playas, paredes rocosas, bahías, islas, islotes… un laberinto geográfico excelente y magnético, atrayente, especial y hermoso. La Bahía de Guillola nos separa del entorno de Port Lligat y Cadaqués.
Subimos y ladeamos terrenos rocosos, bajamos a barrancos, y entre el subibaja descubrimos al fondo el faro del Cap de Creus y los edificios del restaurante, bar… Hasta allá debemos llegar; y el sinuoso camino nos llevará sorteando las profundas, escarpadas y numerosas calas que se esparcen a lo largo de la recortada, rocosa y abrupta costa. También el camino es curioso: metido entre dos muritos de piedra suelta a media altura, que en ocasiones cubre gran parte de la vista y que sigue los lindes de este “Camí Vell a Cap de Creus”. Vegetación curiosa y arbustiva, intenta recordarme la Sierra del Cabo de Santa Pola en Alicante, por su enanez, encogida por los fuertes vientos que en muchas ocasiones sopla de Tramuntana. Pero aquí hay más diversidad de extrañas especies, más leñosas y de un verde profundo sus rugosas hojas… como de sabina…
Los participantes comienzan a tener calor y me piden una paradita en una cala para bañarnos. Pronto y justo antes de cruzar un barranco muy bien definido, el Rec de Cala Seca, descubrimos una senda que aparece a la derecha que se aleja, maltrecha, paralela al barranco o por el fondo del mismo, hacía el mar, la costa. Llegamos así a la apacible playa de guijarros de Cala Seca, donde algunos nos atrevimos a bañarnos en las frías aguas de esta parte del mar. Descansamos y almorzamos. El lugar es bonito y rocoso, pedregoso. La cala se forma gracias a las lomas rocosas y escarpadas en forma, casi, de espolón, dando forma de canal recto y abrupto, lindado por paredes rocosas, que se extiende unos metros hacía el interior del mar. Curioso y bonito.
Después de almorzar, tomar el sol, descansar y los más valientes bañarse, reemprendemos la marcha hacía el Cap de Creus. Volvemos a la senda enmarcada por los muros de piedra suelta y giramos a la derecha hacía el noreste en busca de aquellas construcciones y faro arriba de un rojizo-gris roquedo. Para volver al “Camí Vell de Cap de Creus” se puede hacer desandando la senda que nos había llevado a la Cala Seca por el Rec de Cala Seca, o por otra senda que sale al otro lado de la cala hacía el interior. Y como he comentado antes, seguimos sin pérdida este camino que sube y baja entre el roquedo y los matorrales leñosos. Hay incluso partes de espesa vegetación de estas plantas.
Me quedo el último del grupo junto con Anna y otros compañeros que se han adelantado, y de repente encuentro todos los participantes parados en un punto ya más cerca de las construcciones del faro y de la carretera que llega al mismo. La gente quiere bajar de nuevo a otra bonita y escondida cala que queda justo bajo el camino. Estamos justo la amplia Cala Jugadora y debemos bajar a una playita junto a las ruinas de un antigua casa, es el Racó dels Barrilers. No hay ningún cartel que lo indique, hay que darse cuenta antes de llegar a visualizar esta bonita cala, una senda que sale a la derecha y hacía abajo, vertical, desmenuzada… pero que enseguida nos deja entre los paredones de esta cala y la tranquila playita. Volvemos a ponernos el bañador y todos nos metemos en las aguas tranquilas, transparentes y frías del entorno del Cap de Creus. Algunos aprovechamos esta parada para bañarnos y hacer snorkel. Los participantes se lo pasan bien probando calas y playas en el espacio de la costa recortada del Cap de Creus. Estupendo.
Al cabo de un tiempo de mojarnos, ver el fondo marino y secarnos, aliento a la gente a seguir el camino, ya que aún nos queda recorrido que hacer y cosas que ver del estupendo lugar. Volvemos al “Camí Vell (o Antic) al Cap de Creus” por casi la misma senda de bajada (se insinúa sin pérdida alguna la subida y regreso a este camino principal). Y volvemos a girar a la derecha en dirección y busca del faro del Cap de Creus.
Llegamos a la altura de la carretera y en lugar de seguir el G.R.-11, y es aquí cuando decido no subir aún al faro por el mismo y seguir hacía la punta del Cap de Creus por sendas no marcadas, según un recorrido subido al Wikiloc, siguiendo el laberinto de sendas y sorteando las entradas del mar y sus calas, como Cala Jugadora (a la que rodeamos) y Cala Fredosa (siguiente a Cala Jugadora). Dejando el faro a nuestra izquierda allá arriba y la recortada costa a nuestra derecha, seguimos senda tras senda hasta encontrar una más marcada que nos bajará a la Cova de s’Infern. Si ya me impresionaban las rocas y minerales encontrados por el camino, en esta parte del recorrido y en los alrededores del Cap de Creus la lava solidificada que forma el roquedo del lugar tiene formas increíbles y fantásticas, más destacadas y más originales, con mayores muestras del origen de estas rocas y suelo. Las rocas parecen grises y destrozados quesos groullers, gigantescas piedra pómez o muy parecidas a ellas con inusuales formas picudas y superficies rasposas.
Llegamos justo al lado de un enorme orificio vertical casi excavado en la dura roca y que en su base un brazo del agua del mar inunda su fondo. Tremendo. Es la Cova de s’Infern. Al otro lado de la misma el mar intenta entrar, y lo hace hasta pasar al otro lado del “puente de roca” que forma en su parte alta. Impresionante y espectacular. Foto de grupo, fotos al lugar.
Uno de los puntos objetivo del Cap de Creus visitados. Ahora es hora de acercarse a la misma punta del Cap de Creus, el punto más oriental del Pirineo. Fácilmente subimos a la parte alta arriba justo de la enorme grieta, cueva de la Cova de s’Infern donde hay una senda, y giramos a la izquierda andando en busca de otra senda que une la punta del Cap de Creus con el faro. No tiene pérdida. Enseguida llegamos al cruce con el cartelillo correspondiente: hacía la derecha vamos a la Punta del Cap de Creus, hacía la izquierda subimos al lugar donde se encuentra el Faro y las construcciones, y venimos de la Cova de s’Infern. Andamos poco hacía la punta del Cap de Creus. Justo llegando a una altura desde la cual ya comenzaba a bajar y perder altura la senda, nos quedamos y dejamos de andar para admirar y disfrutar desde aquí de la recortada, gris, oscura, agreste, agujereada… costa del Cap de Creus. Mirando hacía adelante, mar adentro, no hay más tierra, la península se queda a nuestra espalda. Anna nos recuerda que aquí se erigía el viejo faro (ahora destruido y sin rastro) que sirvió para la película de “El faro del fin del mundo”… No, no era Finisterre en esta ocasión, sino Cap de Creus. Las imágenes son magistrales, impresionantes si te gusta el mar, la tierra y las montañas agrestes y cortadas. Aquí no hay montañas, pero quedan los restos de aquello que las forma: terreno de puntas, de crestas, de paredes, de sierras cortantes, de agujas y espolones… en miniatura. Hermoso y magnífico. Algunas islas surgen más allá de la costa: s’Encalladora es la más grande y alargada al noreste, parece un trozo cortado de una alta montaña; y la más alejada en línea recta desde la misma Punta del Cap de Creus: Illa Massa d’Or, parece la mal formada espalda de una ballena jorobada, parece un barco boca abajo abarrancado e inmóvil… Increíble.
El día nos sigue respetando a pesar de los indicios de tormenta que vienen de tierra adentro. El sol y el calorcillo nos siguen indicando que el verano aún no se ha acabado, pero tampoco son tan intensos como para molestarnos en exceso. ¡Un bar cerca! Algunos quieren tomarse una cerveza en el bar junto al Faro, yo decido seguir con otro grupito y dar la vuelta por toda esta península que forma el Cap de Creus; ahora nos vamos a su parte norte. Seguimos un poco la senda hacía el faro, pero llegados a un punto giramos a la derecha y norte, noroeste, entre terreno rocoso a través y sendillas creadas del tanto caminar de los curiosos y visitantes. Ahora dejaremos el faro a nuestra espalda pero justo al sur, estamos en la parte norte de la península del Cap de Creus teniendo las magníficas vistas de la alta y atrayente costa de Portbou, Llançá, y Cap Cervera ya en la frontera con Francia. Siguiendo la mirada a las montañas que se asoman a la costa acantilada, hacía el interior, comienza la Sierra de l’Albera, primera sierra del Pirineo desde el Mediterráneo que sobrepasa los mil metros de altura y de renombre o fama; fronteriza con Francia… y como en todas partes, el mar, tranquilo, azulado, omnipresente, dominador… Encantador.
Xavi dice de irnos a comer a Cala Culip; un extraordinario y hermosa playa donde hay un refugito en un rincón de la costa que vemos enfrente al otro lado de la península del Cap de Creus, de hecho el brazo de mar de Cala Culip separa la península del Cap de Creus de resto de la tierra sobre mar, por su parte norte, al noroeste del Faro. Pero no llegamos. Ya es mediodía y al final decidimos comer junto al bar y el mirador del Faro de Cap de Creus. Los visitantes y turistas curiosean el lugar, miran y admiran las vistas desde este mirador a la altura de la base del faro. La carretera que viene de Cadaqués acaba aquí.
Un poco de vino para acompañar el bocadillo, la tortilla, la ensalada de pasta o lo que hayamos traído en la fiambrera, y bajo el sol del Cap de Creus y de este magnífico Mar Mediterráneo comemos y descansamos sentados al borde de la explanada del lugar. Risas y fotos con el Faro del Cap de Creus de fondo. Aún nos queda seguir y volver ahora al coche por la parte de tierra adentro del lugar. La idea de Xavi es llevarnos por la parte del parque natural que llaman Tudela, por la parte norte de la costa, fuera de la península del Cap de Creus, al otro lado del brazo de mar de Cala Culip. Visitando también el magnífico y encantador rincón de Cala Culip.
Dejamos las impresionantes y encantadoras vistas que hay desde el Far y las inmediaciones de Cap de Creus: las recortadas costas entre las Calas Fredosa y Jugadora, y al fondo el suave y casi alto promontorio coronado por un radar militar al que no se puede acercar nadie, es El Pení. El punto más alto entre Roses, Port de La Selva y Cap de Creus. Bajamos entre el bar del faro y el restaurante siguiendo las fáciles marcas del G.R.-11 (el G.R. que se recorre todo el Pirineo, del Mediterráneo al Cantábrico, y comienza o finaliza en este impresionante cabo). Dejamos Cala Fredosa a nuestra espalda y a la izquierda, mientras nos encaminamos hacía el istmo que une la península del Cap de Creus con el resto de la tierra. La carretera asfaltada también pasa por aquí, y de hecho debemos cogerla durante un trozo siguiendo las marcas del G.R. Hemos girado y ahora seguimos hacía el oeste, en dirección a tierra adentro siguiendo por sendas y esquivando las curvas de la carretera a la que seguimos casi paralelamente.
La senda coge altura y llega a la planicie, nunca perfecta, al otro lado de la península del Cap de Creus. Un cartelillo al otro lado de la carretera, la senda vuelve a cruzarse con ella, nos indica los diferentes recorridos que podemos coger. Guiados por el Xavi que se ha caminado por todas sus rutas y se conoce perfectamente estos lugares del Cap de Creus, nos sugiere bajar hacía el norte, por una senda que se introduce en el fondo de un barranco, hasta la hermosa Cala Culip. La que veíamos desde la parte al norte del faro del Cap de Creus. Así pues giramos del oeste hacía el norte en dirección a Culip y el Paraje de Tudela… ¡¿Paraje de Tudela?! Curioso nombre para un paraje tan lejos de la población Navarra; ¿acaso tendrán parecidos los lugares? Curiosidad.
Bajamos por el barranquito en dirección norte hasta llegar a un encantador rincón: una cabaña con paredes de piedra enfrente de una playa de guijarros y piedrecitas que acaban en las aguas tranquilas del Mediterráneo abrigadas por dos paredes casi lisas y verticales parecidos a dos espolones, como es común entre las bellas calas del Cap de Creus. Paramos a admirar el lugar. Los barcos atracan cerca de sus aguas. El lugar es bello, quieto, tranquilo, embelesador.
Debemos seguir. Después de las fotos en Cala Culip volvemos a coger una senda hacía arriba y siguiendo la dirección que llevábamos (la senda parte por detrás de la cabaña-refugio) pasamos a otra parte al otro lado de una loma que protege y oculta Cala Culip de otra estrecha y encantadora calita, esta vez con gente bañándose en una playita esta vez con algo de arena. Un mirador y un paisaje caótico de agua y roca volcánica: brazos de mar, espolones escarpados que se adentran en el Mediterráneo, cresterios, playitas, calas… casi un laberinto con las características explicadas. Hermoso.
Después del mirador y sus fotos imperdonables, seguimos ahora por una pista ancha cementada que nos llevará por toda la parte norte, costa norte, dejando a nuestra espalda Cala Culip y más detrás la península de Cap de Creus donde se ubica la punta del mismo cabo y su faro… y es aquí, con las vistas hacía los acantilados de Portbou y franceses al otro lado del mar, donde nos aproximábamos al Paraje de Tudela. Y es en esta parte, siguiendo la pista cementada paralela a la recortada y accidentada costa volcánica, donde se erige el paisaje y aspectos más espectaculares de roca y formas volcánicas impresionantes, claras, originales… un tesoro para los geólogos ¡Excepcional!
Mientras caminamos tranquilamente vamos admirando las calas, terrenos recortados y aquellas rocas con formas extrañas salidas de una última surgencia de lava, y que la imaginación del hombre le pone nombres: Cala Culleró, Illa de Culleró, Racó d’en Gavarra, Esculls des Pla de Tudela, Racó de ses Garotes… Espectacular. Una familia casi en pelotas se baña en las aguas frías y tranquilas, entre rocas cortantes y sobresalientes, de estas costas. Y nos topamos con “El Águila” S’Àguila: una impresionante y alta roca delgada, con apariencia de ser una forma precaria que en cualquier momento se derrumbará, pero la forma enorme y elegante de un águila de cabeza pequeña, pico sobresaliente y alas enormes y abiertas… imaginación y espectacularidad en estas rocas volcánicas.
El terreno rocoso es como si fueran gigantescas alfombras de diferentes pendientes de porosa y sobresaliente “piedra pómez”. Con diferentes formas, diferentes colores… impresionante. Llegamos al giro de la pista cementada. Aquí hasta no hace mucho había una urbanización entera: Tudela. A partir de la figura del S’Àguila hacía el oeste se extendían calles y casas ahora todas desaparecidas y sin rastro de lo construido. Las echaron abajo por estar dentro del parque natural del Cap de Creus, y supongo que otras razones e intrínsecas, dudosas decisiones legales con las que no me quiero meter para que fueran levantadas en su momento. Xavi no sale de su asombro cuando nos cuenta que antes aquí había un pueblo entero, y ahora no queda ni rastro del mismo por ningún lado. Tudela. Increíble. Pero aún en el mapa del ICC sale este (ahora) “pueblo fantasma” de Tudela; en el mismo Paraje de Tudela en la misma costa norte del Cap de Creus.
La pista cementada gira hacía el sur, comienza a subir y se vuelve a adentrar tierra adentro dejando a nuestra espalda el mar. El tiempo nos ha respetado y esas nubes grises que tenían que venir de tierra adentro no han roto la armonía del día con una lluvia u oscuridad repentina; aunque el sol no nos ha quemado directamente, calentando entre las nubes altas y delgadas. Llegamos hasta un cruce con la carretera asfaltada que va de Cadaqués a Cap de Creus. Antes hemos parado ante un cartel indicador e informativo del parque natural. No he parado de hacer fotos: es fácil imaginar como se han formado estas rocas de “piedra pómez” enormes, alargadas, porosas, agujereadas y moldeadas por la salida de la lava hace miles de años… tal y como quedan cuando vemos un documental sobre volcanes activos o de magma vivo ¡¡Impresionante!!
Giramos a la izquierda como si volviéramos a Cap de Creus por la carretera asfaltada. Y al cabo de pocos metros, un cartel indicador del G.R.: podemos dirigirnos hacía el Port de La Selva o volver al Cap de Creus. Nosotros seguiremos hacía la derecha y oeste como si fuéramos a Port de La Selva por la senda del G.R.-11 y casi, menos por la pequeña subida al Coll de Ses Portes, seguirá paralela a la carretera asfaltada, pero por su sur. Cruzamos terrenos rocosos con matorral bajo, vegetación castigada aquí arriba por el viento de Tramuntana, y la senda casi se hace larga e interminable. El calor de la tarde hace mella en los participantes y se diferencian dos grupos algo distanciados. A nuestra espalda aparece al fondo el edificio del restaurante y faro del Cap de Creus y su península. Parece que quedan lejos.
La senda del G.R. llega un momento que debe cruzar la carretera asfaltada. La idea era seguir el G.R. al otro lado de la carretera, y más adelante girar hacía la izquierda y sur en busca, de nuevo, de la carretera. Pero una vez llegados a la carretera, dejamos de seguir el sendero del G.R. y cogemos la estrecha carretera asfaltada hacía la izquierda, oeste y después de unas curvas, hacía el sur, en busca de Cadaqués. Desde un principio la idea era volver por la parte interior del parque natural hasta el coche, para no pisar recorrido y camino ya pisado, y hacer una estupenda ruta circular.
La casi aburrida y monótona carretera nos lleva en dirección sur en busca del coche y de Port Lligat. Por suerte de vez en cuando nos deja ver unos paisajes magníficos de la recortada costa del Cap de Creus: los brazos de mar y las entradas de tierra intercaladas hace de estos lugares un hermoso laberinto de escarpes rocosos y calitas escondidas. Increíbles vistas de acantilados y recortadas costas. Ya vamos bajando por la carretera y nos encontramos con el cruce a la izquierda con la senda que nos llevaría a Port Lligat y que, esta mañana en la ida, hemos pisado y recorrido. Es justo la sendilla que sigue paralela a la carretera y baja algo en busca del Rec des Jonquet. Pero enseguida la subida empinada con el zigzag de la senda (por la que ya bajamos esta mañana) y arriba la calle sin casas y los coches aparcados. Ya hemos acabado la marcha que nos ha llevado la mañana y media tarde.
Al final Xavi nos lleva a la fangosa Playa de Port Lligat para un último baño, junto a la casa de veraneo de Dalí. Ha sido encantador e impresionante descubrir los escondites y rincones del Cap de Creus: sus calas pedregosas o de playitas tranquilas y solitarias, acantiladas y escarpadas costas hermosas y rocosas, con el azul del agua tranquila, y con el famoso viento de Tramuntana (este día flojo), y las increíbles formas de la lava enfriada formando agujas y extrañas formas agujereadas y porosas que harían las delicias de algún estudioso geólogo. Muy recomendable pasearse y bañarse entre sus aguas, islas y espolones. Habrá que repetir.