La primera noche en el Hotel Señorial Montero fue muy buena. Lejanas y cortas conversaciones entre dos personas que se lo han contado todo, lo saben todo el uno del otro y tienen mucho en común. Me gusta el hotel. Ya estamos más acostumbrados a la altura de Bolivia, La Paz y el altiplano y cualquier esfuerzo o movimiento lo realizamos con total normalidad. Estupendo. Hoy saldremos a dar otro paseo por el altiplano y a conocer Tiwanako.
El espléndido Hotel Señorial Montero es como una torre de cristal a caballo de los barrios más exóticos y los más céntricos de La Paz. No podían darnos habitaciones a todos en una misma planta, con lo que nos repartieron entre las 4º y 5º planta… o para que no armáramos escándalo si tuviéramos las habitaciones tan cerca entre nosotros. Nos levantamos temprano Jesús y yo, y decidimos salir al pasillo en busca del comedor para desayunar en el bufet libre del hotel. Normalmente estas estancias están, o las creía ubicar en la parte más baja del hotel, en el entresuelo o bajo, pero cuál fue mi sorpresa que al bajar no la encontrábamos, y descubrimos que se encontraba en el último piso del edificio.
Cogemos el ascensor y luego las escaleras curioseando y descubriendo que, bajo el comedor, hay más salas vacías como de fiesta, banquetes, conferencias… Ya en el comedor en la sexta planta, las vistas y el lugar son idílicos: excelente comida (lo de siempre, zumos, café, leche, repostería, frutas… para desayunar), muchas mesas y los magníficos ventanales que te enseñan estratégicamente las alturas de la ciudad; y al fondo el blanco guardián de La Paz, el helado Illimani. Me parece que vamos a estar muy, muy bien en este lugar.
Salimos del hotel y decidimos coger una movilidad que nos lleve al cementerio. Curioso lugar como para que se convierta en el punto de referencia, apeo y viaje de esta ciudad. Salimos todos para conocer Tiwanako. Justo al bajar de la movilidad que nos traía del hotel, Ballester se dio cuenta de que se había dejado una mochila dentro y la furgoneta ya salía disparada por la transitada calle hacia otro lugar para hacer su habitual recorrido. Ballester reaccionó enseguida y pegó una formidable carrera a una velocidad y destreza que nunca había imaginado que llegaría a tal (y menos por la reciente aclimatación y altura a la que estábamos), hasta que pilló a dicha movilidad, los paró cerca de un semáforo y cruce donde dicho transporte debía frenar o ir más despacio, y recuperó su mochila. Algunos de nosotros hicimos el amago de intentar seguirlo para ayudarlo, pero aún no teníamos todas las fuerzas con nosotros, y todo se quedó en un lamentoso devaneo de piernas e intenciones. Pero la carrera y recuperación de la mochila de Ballester me dejó perplejo y como sorprendido al comprobar la fuerza que este compañero guarda y alberga dentro de sí.
Compramos los billetes, “boletos”, ida y vuelta a Tiwanako, más barato, y nos montamos en otra movilidad algo más grande que caben más pasajeros que la habitual de la ciudad, pero con las mismas características. Y ya salimos de La Paz por El Alto en busca de las ruinas de una de las civilizaciones más poderosas, antiguas, enigmáticas y ancestrales de América. Más concretamente vamos a la antigua ciudad capital y nombre de dicha civilización. Estoy excitado y conmovido por lo que voy a conocer, y no sé por qué.
El gran observador de personas Jesús Santana, hace unos comentarios en su cuaderno de viaje de los personajes que suben y bajan en nuestra movilidad a lo largo del, relativo, corto viaje. Indígenas Aymaras, profesores con destinos lejanos, y demás curiosidades. Estas son sus palabras. “El viatje está ple de sorpresas quan pujen i baixen els passatjers Aymaras amb els seus ponxos colorits i les seus compres i càrregues. Una dona que va fent “ganchillo” ens pregunta y ens conta coses, té un fill treballant a l’Argentina i a ella li agradaría vindre’s a Espanya o poder vendre allí els seus productes. Té 40 anys però sembla molt mes vella. Te un fill de 8 anys. Pense que será maravellós poder ajudar a aquesta gent amb el comerç just dels productes i artesaníes que fan. A mes a mes, a l’agricultura i turisme estaria molt be donar-los consells i tècniques per fer un desenvolupament mes sostenible i intel.ligent que puga traurel’s de la misèria… La senyora baixa a meitat del camí a la carretera i agafa un camí de terra a 1 h. i mitja de la seua casa carregada amb la compra (molta).
Després puja una altra dona amb una xiqueta de 8 mesos que està malalteta. Té uns ulls negres precios, una expressió trista i no plora. El seu nom es Mariluz i sa mare la portava envoltada en una manta a la seva esquena”
Y a la vuelta a La Paz:
“…ara amb tres Mestres que están prestant servei de provincies i que es tornen a La Paz a dinar a les cinc. Un home i dos dones.”
Ya estamos llegando a Tiwanako. Desde el interior de la movilidad y desde la carretera, parece verse extraños montones de tierra, arena rojiza, como si fuera la mitad de una extraña pirámide de la que solo queda la base. En medio del desértico, frío y desolador altiplano boliviano se levantan las ruinas de la capital de la civilización más próspera, antigua, enigmática y, porque no decirlo, mágica, de toda América: Tiwanako.
Bajamos de la movilidad preguntando a qué hora saldrá hacía La Paz y desde donde. Nos encaminamos a una moderna oficina y museo de Tiwanako para comprar los billetes y entrar en el área arqueológica de Tiwanako, es original, curiosa; con ese pequeño dios de los báculos en el centro del papel, enigmático, solemne y misterioso, con un fondo lila de letras doradas y negras. Éste será uno de los personajes más reconocidos de la cultura Tiwanaquesa por las numerosas réplicas, copias que se han hecho para su venta como recuerdo, suvenir en Bolivia y La Paz. A la vez que el “mensajero” “Chaski” y el Condor. Todos implementados en la fachada de la famosa Puerta del Sol.
Recuerdo las palabras de Adrián con respecto al libro de Matilde Asensi, El Origen Perdido, refiriéndose al lugar e historia de Tiwanako y su cultura. Aunque me leí el libro unos años después de haber estado en Tiwanako; el familiarizar las aventuras, acontecimientos y lugares del mismo, con los lugares e historia conocida de Tiwanako, fue algo conmovedor, impactante y emocionante. Aunque hay más de ficción que de realidad, el pensar que he visto y conocido en primera persona los monumentos inspiración para tales escritos, me hacen convertirme para mí mismo, en una especie de extraño explorador, Indiana Johns vegabejense.
Al acto de comprar las entradas en la misma taquilla nos aborda un extraño personaje Aymara con un extraño gorro y una vestimenta, aunque formal, curiosa con llamativos colores y figuras andinas. En un primer momento creía que era una especie de mendigo o comerciante que nos quería vender algo; pero con su palabrería nos hizo saber que era un guía turístico del lugar. No se le veía acreditación, ni sabíamos cómo funcionaba esto de los guías turísticos en Bolivia, pero le creímos y le contratamos, muy acertadamente, para que nos guiara por las ruinas y monumentos de Tiwanako. Este Aymara se llamaba Macario. A mí el nombre me recordó aquel muñeco de José Luis Moreno. Ciertamente fue muy enriquecedor el que Macario nos explicara y guiara por el lugar: su magnífica forma de explicarse, lo que increíblemente sabía y conocía del lugar y que no paraba ni casi descansaba de hablar y comentarnos.
Así pues, después de acercarnos al cartel donde se dibujaba el mapa del lugar, con los templos y monumentos enumerados, Macario comenzó la guía. No os hablaré ni describiré los templos ni monumentos de una forma técnica o científica, ya que eso lo puede hacer cualquier librito de arqueología boliviana, o página de internet. Me resulta más satisfactorio o interesante explicaros las emociones y sentimientos surgidos en cada templo, monumento y explicación; ya que lo veo como algo más original, entretenido y fascinante.
El primer templo fuñe la pirámide de AKAPANA. Desgraciadamente aún muy semidesenterrada por la tierra, no podíamos distinguir sus formas reales ni entender su esplendor como gran templo de Tiwanako. Subimos arriba del todo por senderos marcados en los mismas aristas, brazos de lo que sería la pirámide, y una vez arriba las vistas de todo el espacio monumental de Tiwanako era interesante. Realmente no se distingue por sus laberintos de estatuas, monumentos, construcciones… como podría ser en otros yacimientos arqueológicos, como Machu Picchu. Aquí lo que se aprecia sin sus dimensiones exactas, de líneas rectas, de espacios abiertos y de pocos escondites. Es como si fuéramos a ver la Gran Muralla China y ésta fuera una línea interminable recta. Esa exactitud, como las líneas de la Gran Pirámide de Keops, es lo que te sobresalta, sorprendes y admiras. Justo bajo la pirámide te llama la atención el estupendo templo de KALASASAYA, el cual es el origen de de la descripción de líneas perfectas del recinto. Desde arriba se distinguen los rectángulos amurallados, uno más pequeño y dentro del otro, perfectamente encuadrados y medidos. Con pináculos de rocas enteras rectangulares y de formas diversas que, a modo de torreones de vigilancia, guardan las esquinas y a cierta distancia unos de otros, los laterales del mismo… pero ya desde arriba se apreciaba esa exactitud en ocasiones milimétrica y en otras ocasiones casi milimétrica de sus muros. Extraordinario.
Quizás podía explicaros como se supone era el templo, su utilidad e historia. Pero prefiero que el mismo lector lo viva y descrubra por sí mismo.
Bajamos de AKAPANA para acercarnos a los muros de KALASASAYA y lo que se evidenciaba desde las alturas y a cierta distancia, se confirmaba el pié de los muros. Increíble. Pocos obreros continuaban trabajando. Se había descubierto y desenterrado mucho, pero no era ni una décima parte de lo que quedaba por descubrir. Carretillas, palas y picos rudimentarios aparecían solitarios, algunos, por el recinto. El presupuesto boliviano, el país más pobre de Sudamérica, es escaso y miserable para este extraordinario hallazgo arqueológico.
El siguiente lugar a visitar es el TEMPLETE SEMISUBTERRÁNEO. Desde las alturas de AKAPANA no se distingue su importancia y atracción, ya que debes bajar e internarte en él. Se encuentra al pié de lo que parece la puerta de entrada o principal de KALASASAYA. Lo verdaderamente increíble y enigmático de este templete, como con los muros de KALASASAYA, es su exactitud en sus muros, bajo el nivel de la tierra, con la desafiante precisión de encaje de sus bloques… eso sí, cada uno de una forma distinta. Era como encajar un fácil tetris de formas cuadradas y rectangulares de todos los tamaños, pero que al final, la línea del “horizonte” te quedara exagerada y fascinantemente recta. Lo otro son sus caras, rostros; como máscaras de piedra llenan los cuatro muros del perfecto rectángulo del TEMPLETE SUBTERRÁNEO. A dos diferentes niveles de altura y con formas, facciones diferentes unas de otras. Como las propias facciones diferencias de cada persona. Pero lo más fascinante era que pensaba que cada cara, cada cabeza, representaba a un pueblo diferente, posiblemente de la Tierra o del mundo que los tiwanakotas conocieran; y es que entre sus cabezas se llegaban a distinguir algunas por su extrañeza con esta hipótesis: ya que una parecía tener barba, cuando los aborígenes sudamericanos son imberbes, y otras dos descubrieron que estuvieron pintadas de color negro y amarillo, como queriéndose referir a los pueblos negros africanos y al asiático-chino… ¿Cómo podría ser si no se tenía constancia escrita e histórica del Nuevo Mundo, ni el Nuevo Mundo del viejo hasta el descubrimiento de Colón en 1.492? Leyendas, mitos de ambos continentes, pero sobre todo del americano, donde sí que se habla de estos raros encuentros, de estos personajes y acontecimientos. Pero nada confirmado ni real que se pueda entender y comprender como tal, en ningún hallazgo arqueológico en América. Solo éstos fascinantes, enigmáticos e increíbles símbolos, como los rostros, máscaras, cabezas del TEMPLETE SEMISUBTERRÁNEO de Tiwanako.
Hay que tener en cuenta que la sorprendente y longeva civilización tiwanakota duró 2.700 años: desde el 1.500 antes de Cristo, hasta el 1.200 d.c. La construcción de la ciudad cívico ceremonial de Tiwanako terminó antes de la desaparición de dicha civilización ¿Por qué no pensar que, de algún modo u otro, tuvieran conocimiento del mundo más allá de las fronteras oceánicas del continente americano? Fascinante.
Otra de las curiosidades, nada misteriosas y más bien técnica, aunque la técnica es sí de construcción de esta gente ya era un misterio, es el fantástico drenaje del templete. Te das cuenta mirando bajo los muros, bajos las cabezas, esas canalizaciones de piedras construidas para que el templo no se inundara con la lluvia. Extraordinario.
Salimos del TEMPLETE SEMISUBTERRÁNEO para acercarnos de nuevo a los muros de KALASASAYA. Pero esta vez seguimos rodeándola para pasar al lado contrario al de la pirámide de AKAPANA y es cuando Macario nos explica la increíble, reitero, exactitud de la construcción de sus muros… como ese tetris explicado en el TEMPLETE SEMISUBTERRÁNEO. Aunque esta vez las piezas, bloques del muro en ocasiones eran de un peso y magnitud enormes para, pensando, en los medios y herramientas de construcción que tenían entonces. Me parece que los arqueólogos no tienen constancia ni pruebas de dichas máquinas de construcción, como palancas, grúas, poleas… con lo que sigue siendo un verdadero misterio. Mas que el poder mover dichas gigantescas piedras, el poder colocarlas con tal exactitud y precisión. Supongo que algo parecido al misterio de la construcción de la pirámide de Keops en Egipto, repito.
Pero verdaderamente, y me adelanto a decirlo antes de hablar de KALASASAYA, la precisión no era solamente al colocar sus gigantescos y pesados bloques en los muros, si no en la misma precisión y exactitud de la orientación del templo en sí… más adelante lo hablaré.
Admirando y bordeando los muros de KALASASAYA por fuera en el lado contrario al de la pirámide de AKAPANA y dejando atrás, a nuestra espalda el TEMPLETE SUBTERRÁNEO, nos vamos acercando al monumento más famoso, enigmático, interesante, colosal, fascinante, misterioso y atrayente de Tiwanako y, me atrevería a decir, de Bolivia: LA PUERTA DEL SOL. Todo el grupo está fascinado por el lugar. Interesantísimas explicaciones de nuestro simpático guía Macario, que parecen se acerquen más al mito, a la leyenda que a la pura realidad, pero que en definitiva es real. Por ello nos encanta y embelesa ¡Que sería de Bolivia, Tiwanako sin sus misterios, sin su magia!
En uno de los extremos de KALASASAYA y entrando en el reciento del mismo templo, nos encontramos con la ya reconocida escultura de la PUERTA DEL SOL. Tantas veces vista como símbolo de Bolivia en panfletos, fanzines publicitarios, carteles, rótulos, tarjetas de visita (como la del restaurante del mismo nombre de Copacabana)… era el centro de atención y pieza clave del todo el recinto arqueológico de Tiwanako. La descripción de su construcción, histórica e hipotético simbolismo de la misma os podría interesar, encantar… pero sus misterios y mitos sobre la misma es lo que me sobrecogió, cautivó y hasta incluso me “acojonó”… que es lo que os voy a contar:
Lo que más resalta a primera vista cuando te topas con ella, cuando la ves por primera vez en persona y te quedas junto a la valla que te impide tocarla, es la sencillez de la parte baja de la misma a ambos lados del hueco de la puerta, y lo complejo, apiñado simbolismo de la parte alta. Otro es el sombrío y ese pequeño y escondido pavor que te exalta en ocasiones cuando percibes un indicio de terror, de miedo sin sentido… todo esto al ver al centrado y magnífico dios niño sobre el hueco de la puerta y en la parte más alta del monumento, de la escultura, con mirada oscura, pavorosa que con su pequeña estatura y esa extraordinaria corona, cogiendo esos dos báculos que miran hacia abajo con actitud desafiante y firme, te sobrecoge y casi asusta. No es lo mismo verlo en dibujos en esos símbolos bolivianos que en la realidad, cara a cara. Extraordinario. Es el dios Eneko de la historia, el Dios de los Báculos de Matilde Asensi o incluso la misma representación del Dios del Sol, el Inti, por la forma de su corona que se asemeja a esa esfera del firmamento… no sé. Pero se percibe su realeza, su magnificencia y poder. Fascinante. Alrededor de él decenas de figuras esculpidas en la gris andesita que lo miran desde un lado y otro: son los Chaskis y Cóndores. Los Chaskis, los mensajeros de los dioses, personajes con aspecto humano medio arrodillados ante la presencia del gran dios niño y con unas alas que les sale por la espalda… como si de verdaderos ángeles se trataran. Aparte portan su diadema o corona celestial; testiguando así su poder u origen divino. Extraordinario y fascinante. Otro de los misterios de la PUERTA DEL SOL según cuentan los estudiosos de tan enigmática y curiosa escultura, es que podría ser que nuestro Calendario Solar proviniera precisamente de la simbología de esta puerta que así lo representa. Curiosamente se piensa sin nada seguro ni incierto, que la cultura tiwanakota es la cuna del resto de las grandes culturas y civilizaciones americanas, como la Maya. Y que los europeos copiaran el famoso calendario maya modificando el anterior, dándole el nombre en honor del Papa de entonces, Gregorio. Y que a su vez el Calendario Maya, perfecto o casi perfecto, viene de la misma cultura tiwanakota… Y es por eso que según se van contando y haciendo cábalas con los símbolos en la misma PUERTA DEL SOL nos daremos cuenta que hay 365 símbolos en total, diferenciados o agrupados a su vez en los números 4 y 52: los 365 días del año, las 52 semanas del año y las 4 estaciones del año… ¡¡Increíble, extraordinario!!
Pero todos los misterios de la PUERTA DEL SOL no quedan ahí: cuando ves la escultura entera te percepcionas, ya que es sumamente visible, que una profunda grieta atraviesa el panel de los símbolos y relieves desde el dintel, esquina de la puerta hasta la parte más alta de la misma. Con la primera visión se puede pensar que la escultura, por la idea que te dá la misma grieta, parece que se ha construido con varios bloques, pegados, unidos, cementados, ya que la pieza en sí es enorme y muy pesada. La sorpresa te la llevas cuando Macario te dice que, toda, es de una sola pieza, un solo bloque gigantesco de roca volcánica, andesita, y que ha sido esculpida y modelada sin añadir otros bloques, piedras o accesorios… y que además la roca, el material, es extraordinariamente duro; que incluso la grieta que se ve, se piensa sin ciencia cierta, pudo ser producida por la caída de un rayo ¡Grandioso!
Solo falta decir que toda la simbología y dibujos en la PUERTA DEL SOL son relieves, o sea, todo está esculpido en la roca viva, nada dibujado; y la perfección y exactitud de sus perfiles es abrumador, inquietante, perfecto. Y que por último, en la zona donde se encuentra Tiwanako no hay ese tipo de roca, ni en los alrededores; se piensa que lo trajeron de unas minas que existieron a kilómetros de distancia del lugar, donde se encontraba este tipo de dura roca volcánica… aunque el hecho es que tampoco saben con exactitud donde se encontraba dicha cantera de andesita, ni queda rastro de la misma. Ni si quiera se ponen de acuerdo en promulgar cual fue el lugar exacto de ubicación de la PUERTA DEL SOL en el conjunto arquitectónico de Tiwanako.
¡Enigmático, fascinante, impresionante e increíble! ¿Verdad? Pues seguro que aún se me escapa algo. Como en todo el recinto no paramos de hacer fotos. Aquí junto a la PUERTA DEL SOL quiero hacerme una foto con ella, como atestiguando mi fascinación y perpetuidad con el lugar.
Como ya estamos dentro de KALASASAYA nos acercamos el centro del mismo. Macario no para de explicarnos y guiarnos ¡Es una máquina! Hay más grupos que van repasando los lugares del recinto. Nos paramos junto a una gran estatua monumento de más de 2 metros de altura. No sé si la llamaban “Ponce” o era “Fraile”, pero la presencia de la enorme y escultural estatua nos asombra por su originalidad y asombrosa esencia. Es la típica escultura tiwanakota. Sublime, enigmática, interesante. Me vuelvo a hacer una foto junto a esta escultura que representa a un monje o a un habitante ceremonial de Tiwanako, como intentando inmortalizar mi admiración por el lugar y la cultura Tiwanakota.
El templo de KALASASAYA está construido de tal manera que sus dimensiones, estructura y rincones están ideados y estudiados para seguir los movimientos del sol. La escalera está orientada al este y la construcción “asombrosamente” (como dice la guía) hacia los cuatro puntos cardinales. Perfectamente, extraordinariamente. Además “se ajusta a los ángulos que marcan los solsticios y equinoccios” nos dice la guía. Y viendo la perfección lineal de sus muros, de sus paredes, como ya he mencionado y reitero ahora, lo envuelven en un halo de arquitectura casi mágica, extraordinaria, magnífica y sin igual. En los equinoccios o solsticios, los rayos del sol entraban por un único punto iluminado dos o cuatro veces al año un lugar en concreto del templo. Como si se tratara de una escena de “en busca del Arca Perdida” de Indiana Jhons. Impresionante. Y como he dicho antes, me recuerda a los cálculos y exactitudes de la construcción de la gran pirámide. Ambas misteriosas construcciones; en donde la ciencia y tecnología avanzada, enigmática para su época y perdidos sus secretos para la nuestra, han edificado, erigido auténticos monumentos con el único propósito de observar, elogiar y alabar a la Naturaleza y a su parte mágica, sobrenatural.
En el centro del templo, Macario nos quiere enseñar algo: entre las segundas paredes interiores de KALASASAYA y en el centro del mismo recinto, Macario comienza a hablar sin parar. Está lejos para nuestros oídos por que no grita, habla normal. Nos dice que apoyemos la cabeza en la pared, poniendo el oído junto a un extraño orificio con forma casi de caracol que atraviesa la misma. Y comenzamos a oírlo claramente ¡Es casi cosa de magia! Uno a uno nos vamos turnando para oírlo, para experimentar el efecto de altavoz del invento: un agujero con forma elíptica, como el pabellón de la oreja que atraviesa el muro ¡Increíble! Macario nos explica que en las ceremonias el público se juntaba en el centro del templo, y dos personas hablaban, daban un discurso, informaban desde el otro lado de estos muros, agujeros, altavoces de piedra sin que la gente los viera. Fascinante.
Después de la interesante y didáctica vuelta por los templos y monumentos de Tiwanako y darles las gracias al amable, simpático y profesional Macario, nos acercamos al museo de Tiwanako para visitarlo también. Dicha construcción es la que contiene la oficina donde compramos los llamativos billetes. Cerámicas, utensilios, instrumentos, esculturas… todo un mundo de cultura tiwanakota en el moderno museo. Tiene un patio interior en el que han reproducido un barco de totora como el que vimos navegando en Titicaca. Parece mentira que barcos construidos con este material de apariencia tan frágil y sencilla, hayan surcado el Pacífico hasta islas remotas de Oceanía, como sostienen algunas hipótesis de estudiosos. A veces se sale de lo real, de lo creíble y rozan los fantástico, lo misterioso y ficticio… pero ya hemos visto que era una civilización con una tecnología y ciencia muy avanzada. Entonces ¿Por qué no? La totora es material vegetal de extraordinaria versatilidad, flexibilidad, ligereza y dureza a la vez, por lo tanto no parece extraño que se piense llegaron más allá del profundo océano; o incluso que vinieron de él. Parecidas a las embarcaciones vikingas pero en pequeño, con su cabeza de dragón, serpiente o extraño animal de fauces abiertas y colmillos amenazantes en la popa del barco, y una única vela blanca con el gran dios niño de la PUERTA DEL SOL erguido sobre sus cortas piernas arriba de su idílico y “mecánico” pedestal, cogido a sus dos báculos que están boca abajo; con sus engranajes en forma de picos de cóndores que encajan perfectamente en los vértices del pedestal… como si el pequeño dios estuviera a punto, al encajar los báculos en los engranajes del pedestal, de hacer funcionar o conectar una “máquina” monstruosa, descomunal de repercusión universal. Fantástica imaginación.
Nos hacemos la foto de grupo junto a la original embarcación y salimos del museo en busca de algún lugar donde comer. Macario nos sugiere un “restaurante” en las inmediaciones, en una de las calles sin asfaltar del pueblo contiguo. Seguramente es de algún familiar o recibe alguna comisión o favores por llevarnos allí. Es algo normal. Aparte por la confianza que hemos cogido a Macario, lo preferíamos así ya que será fiable el lugar… la verdad es que no nos hemos sentido estafados por ser extranjeros en ningún lugar de Bolivia, de momento, todos nos han tratado como afables visitantes y no como el frío dólar con patas. Nos preparan un plato que nunca hemos comido, al menos yo, no sé si alguno de mis compañeros, seguramente sí, en sus anteriores andaduras por los Andes de Perú y Ecuador: carne de llama. Baja en colesterol y fibrosa, muy sana según dice Jesús Santana. A mí particularmente no me pareció una carne excelente y sabrosísima… normal y diferente. Buena pero no extraordinaria. Seguro que estoy demasiado acostumbrado a las exquisiteces del rústico y sabroso cordero a la brasa de mi tierra.
Volvemos a coger la misma movilidad para retornar a La Paz, al hotel. Aún nos queda casi toda la tarde para disfrutar, planear y saborear nuestra vida en Bolivia. Esta noche venía la segunda tanda de aventureros desde España: David y Trino. Debemos estar atentos a su llegada. Éramos 8 y nos convertiremos en 10 expedicionarios. Después de parar en el cementerio cogemos dos taxis para volver al hotel. Debemos preparar y ultimar en lo que queda de día los planes para pasado mañana, ya por fin salir a uno de los macizos montañosos más bellos de Bolivia: Los Condoriri; donde ya pasaremos de las marchas y turismo de altura a la hermosa, dura y viva Alta Montaña andina.
Junto al hotel hay un locutorio el cual utilizamos para mirar internet, el tiempo sobre todo. Javi está muy al tanto del tema y además Manolet le envía mails y se comunican desde España dándoles noticias e información sobre la meteorología en la zona, en los Andes y en Los Condoriris, lugar que visitaremos. Manolet desde su puesto de trabajo y como experimentado en hacer expediciones a otros continentes, sabe utilizar y encontrar los medios para conocer el tiempo en diferentes lugares del mundo… nos desea mucha suerte en nuestras escaladas.
Después nos internamos en las encantadoras y enigmáticas calles de La Paz, en busca de la famosa Calle Sagárnaga y de la empresa de guías y tours de montaña de Adolfo Andino. Entre todos nos hemos puesto de acuerdo para saber lo que queremos en estos 6 días de estancia y actividad que pasaremos en Los Condoriri: tienda comedor, tienda cocina, cocineros, porteadores de subida y bajada del Campo Base, y comida para 10 en esos 6 días. Javi y Ballester están al tanto de todo y son los interlocutores del grupo con respecte a Adolfo, el jefe y dueño de la empresa, que esta vez sí está atendiéndonos y sonriéndonos al otro lado de su mesa, del decorado despacho, o más bien local. Eloy también se encuentra allí; el joven primerizo y casi desconocedor de lo que ve, pero amable, callado y simpático guía que nos llevó por el recorrido místico de la Isla del Sol en el Titicaca. Jesús y parte del grupo le saludaban con algo de fervosidad. Yo me dedico a examinar, explorar las numerosas fotos, posters, postales, carteles de los sitios que ha recorrido con sus clientes, con una foto de la cumbre del Huayna Potosí dedicada y firmada por uno de ellos, colgada en un tablón de anuncios o en la misma pared. No puedo dejar de imaginar que pasaremos por la misma situación: el llegar a una de éstas altas, frías y espectaculares cumbres, y nos haremos una foto de grupo, tapados e irreconocibles por nuestras gruesas y térmicas ropas de montaña; en las que solo nos dejará, bajo las opacas gafas de sol, dibujar una sonrisa de gozo, alegría y jolgorio por el éxito conseguido. No me preocupo por el cómo llegar, de hecho de un tiempo para acá ha dejado de preocuparme el “cómo llegar a todo” y estoy más encima de “como llegar ahora”. Y eso es bueno en la montaña, y casi en la vida misma, por que por lo general siempre imaginamos situaciones difíciles de afrontar y nos desanima y desilusiona justo antes de comenzarlas. Y eso nos hace caer en la derrota incluso antes de haber dado el primer paso en el hielo. Contrariamente para cuando visualizamos una cima, la cumbre de un pico y nos vemos allá arriba rodeados de gloria y orgullo, eso es lo que nos hace tener éxito con las grandes empresas. Se dice que la alta montaña, el éxito con las grandes montañas, depende de la psicología y el coco de cada uno… y es tan cierto como poderosa herramienta de logro.
Después de contratarlo todo y cerrar el trato, salimos para dar una vuelta por el Mercado de Las Brujas. No nos cansamos de pasearnos por él y de introducirnos en su fastuosa magia tan vital como ancestral en Bolivia, en la cultura Aymara. Descubrimos nuevos rincones; el mercado de las verduras y vegetales; y nuevas calles, callejones llenos de vida y magia.
Volvemos al hotel a descansar, a cenar y a curiosear por el lugar. Zaida y Carmen contratan un masaje de espalda y cuerpo que las deja como nuevas. La masajista pasa directamente por la habitación de cada una y allí mismo realiza el masaje. Yo bajo al locutorio contiguo a llamar a mi familia y a María; desde que llegamos al Hotel Rosario o Calacoto que nos los ha llamado, y a partir de mañana estaremos 5 días sin comunicarnos. Hablo con mi madre y le cuento que estamos muy bien, y le explico los lugares que he visto y visitado, le cuento alegre mi fascinación por ellos. Después de lo que nos ocurrió en Ecuador el año pasado, a mi madre le interesaba más saber si estábamos bien, con el dinero y documentación completa y sin ningún percance con que tengamos que hacer de nuevo ese “turismo burocrático” de consulados, comisarias y denuncias. Tranquilizo a mi madre diciéndole que todo marcha extraordinariamente, mejor de lo que podíamos planear, y que voy a cien ojos a todos lados y con una precaución intuitiva y fuera de lo común ¡Je, je! Curiosamente Bolivia, La Paz, son lugares tranquilos donde no se comenten los actos delictivos de Ecuador… al menos con esa impunidad, costumbre y frecuencia. Es más, no nos sentimos acorralados en ese sentido en ningún momento; como ya habréis leído en el párrafo de cuando cambiábamos el dinero en mitad de la calle aglomerada de gente, junto a la Iglesia de San Francisco. Después llamé a María y hablé con ella. En mi interior una mezcla de euforia, cariño y reproche se entremezclaban… intentaba contarle mis aventuras por Tiwanako y Titicaca como si de un cuento a una de mis sobrinitas se tratara, con amor y ternura. Creo que dentro de su propia inexpresión la dejé fascinada, al menos un poco, por la magia y misticismo que envolvían a los lugares. “Que nombre más bonito, Isla del Sol” se asombraba María al otro lado del teléfono, y yo me alegraba por conectar con su propio misticismo y tendencias… al colgar el teléfono y decirle que en 5 días no volvería a llamar, un punto más se sumaba a mi escondida locura, a mi sufrida cabeza… solo meses, años después entendería el sentido de todo esto y se asentaría mejor mi juicio por el mundo y las cosas, historias, personas que me rodeaban. Hasta entonces debería sobrevivir a este empuje de rabia y enfado que asolaba mi castigada psilque.
Las parejas del grupo ya han cenado o tomado algo por ahí. Yo le comento a Jesús de salir fuera a tomar algo y cenar, algo que no sean esos deliciosos perritos calientes de enfrente del hotel. Conscientemente estoy muy a gusto con Jesús, nos comunicamos y entendemos bien, hablamos y nos contamos cosas, y a veces nos peleamos, muy poco, como si de una verdadera pareja se tratara: ese tipo de peleas que no quieres que surjan pero son inevitables al estar siempre juntos y que desaparecen como si nada hubiera pasado sintiendo que forman parte esencial y normal de dicha convivencia. Fantástico. Nos acercamos a un Buggys. Una especie de restaurante para niños y no tan niños parecido al Burguer King o al McDonald. Su mascota es una especie de oso y el interior está decorado con colores vivos, naranja y amarillo. Hace frío a estas horas en La Paz, vamos con los forros y ropa de montaña como si estuviéramos en el Campo Base de una de ellas. Podremos estar a 4 o menos grados centígrados. Hay poca gente en el interior y casi todos jóvenes. Nos sentamos y miramos la carta: hay menú con postre incluido por menos de 3 euros ¡¡Una rica y grande hamburguesa me sentará de coña!!
Nos sentamos y comenzamos a charlar una de esas extraordinarias conversaciones tan participativa, amena, interesante y agradable, que solo Jesús y yo podíamos tener. Mientras la hamburguesa con su kétchup y su mostaza, está de coña. Por una vez en la vida, los alimentos y platos puestos superan a las fotos e imágenes del establecimiento o bar que te muestran en la carta. Sobre todo por el tamaño… Son platos parecidos a aquellos que ponían en los “bares de comida gigante”, en los que lugar de platos te ponían bandejas. De repente toca el postre y yo me pido un “Banana Split”… ¡Madre mía! Eran tres helados en uno, gigante. Mientras hablamos y nos comemos los helados, el frío alimento al entrar por la garganta hace que instintivamente al rodearme de frío, me cierre el forro polar con la cremallera para que me abrigue más… casi sin darme cuenta mientras escucho a Jesús. Jesús que me ve me imita en un principio por fijación e instinto pero al poco se da cuenta de la situación y la comentamos alegres y riéndonos en medio del restaurante… ja, ja, ja… ¡Como se puede comer un helado de dimensiones extraordinarias a unos 5 grados de temperatura! Fue increíble el mágico, extraordinario y emotivo momento que pasamos en ese ratico. Como algo tan sencillo o simple puede llegarte al corazón y hacer que, solo por ese carcajeante momento, valga la pena la vida. Un momento imborrable que me llevaré a la tumba, y puede que más allá de la muerte. Parece mentira que una cosa tan tonta y simple puede marcarte alegre y emotivamente para el resto de tu vida… las risas se oían en todo el restaurante. Pero al final, como hombres decididos, serios y duros que somos nos acabamos nuestros fríos, suculentos y enormes helados, aún a costa de tener que abrigarnos hasta las orejas. Los bolivianos toman helado todo el año, haga frío o calor. Ahora era la época seca, la más fría del año.
Volvimos al hotel, nuestros compañeros habían mandado sendos taxis a recoger a David y a Trino al aeropuerto. Pero pasaban las horas y no llegaban. Al cabo de un tiempo sin tener noticias de ellos (sabíamos que habían salido de España a la hora prevista) los taxistas decidieron volverse sin ellos, y pensamos que si sabían el nombre y dirección del hotel, ellos ya cogerían el taxi cuando ya, por fin, llegaran al aeropuerto.
Dejamos de preocuparnos y nos fuimos a dormir. Ellos ya sabrán venir y ya los volveríamos a ver al otro día. De nuevo se acababa otro día inolvidable en Bolivia, en La Paz y Tiwanako. Historias y culturas increíbles, mágicas y extraordinarias. A partir de la siguiente actividad ya toca lo serio: la montaña andina. Nos pondremos a prueba esos 6 días en Condoriri, aclimatándonos y escalando picos y glaciares a más de cinco mil metros de altura, para después atacar las grandes y más altas montañas de Bolivia. La aventura no ha hecho más que comenzar. Buenas noches.