La segunda o tercera montaña que subí con mi primo después del Crevillente (La Vella) fué un alto pico que queda muy cerca de la frontera entre Murcia y Alicante, entre L’Alguenya (Alicante) y El Cantón (Murcia). Aunque el pico y la sierra a la que pertenece se encuentran enteramente dentro de la nuestra provincia alicantina, para llegar al punto desde donde subíamos esta montaña, debíamos coger la carreterilla que desde Hondón de los Frailes se dirige a L’Alguenya (pasando por El Cantón, pedanía murciana de Abanilla).
Un día explicaba mi primo Miguel Ángel la forma e indicaciones que había tomado para escoger las alturas y montañas que debíamos subir; era muy sencillo: desde la terraza del alto piso donde vivía y con un mapa en la mano de la comarca y cercanías, hacía un radio con centro en el pueblo de Almoradí (más o menos) de unos 100 Km. y todas las cimas que entraban dentro y las que además veía desde esa altura de su terraza en su piso ático, fueron las que le atrajeron para subirlas y conquistarla. Como aquel aventurero donde una vez puso la mirada en lo alto de un pico para después poner su cuerpo (Mont Blanc). Antes no había ni guías de montaña alicantina (no muchas y al menos no de estas latitudes; solo Rafael Cebrián nos escribía alguna guía pero sobre las montañas de más al norte y noreste), no habían comenzado a señalizar los P.R. o G.R., no había Wikiloc, ni internet, ni consultaba asociaciones de montañeros, ni nadie que le indicase a donde ir y por dónde a éstas olvidadas montañas. Es por ello que la aventura y la emoción estaban servidas en muchas ocasiones cada vez que nos acercábamos a una de estas solitarias cimas… como la de La Peña Gorda (Penya Grossa). Y en otras tantas la ruta escogida nos llevaba a un callejón sin salida y no llegábamos a la cima o tardábamos más de la cuenta… pero fueran pocas éstas.
Con lo que llegados a un punto en la carreterilla antes de llegar a l’Alguenya y viendo que comenzaban las lomas y pendientes de esta montaña y su sierra, la Sierra del Algallet o Algayat (l’Agaiat). Dejábamos el coche en la entrada de un camino pegada a la carreterilla y monte a través o atravesando bancales de secano hacia la derecha y este, en busca de esta empinada, rocosa y plagada de carrascas en forma de matorrales, loma que baja desde la misma cima nombrada. No sabría decir exactamente donde dejábamos el coche, quizás si volviera al mismo punto, pero era fácil: acércanos a las lomas que nos suben a la cima y «pa arriba». Actualmente hay un P.R. que desde l’Alguenya nos sube por una senda bien indicada hasta la misma cima de la Peña Gorda, señalada y condicionada en tiempos posteriores; pero en aquellos momentos y primeras ascensiones solo teníamos nuestros conocimientos de fisionomía montañera, geografía y visualización espacial. Yo me dejaba llevar por mi primo.
Creo que la primera vez que intenté esta cima dejamos el coche pegado a la carreterilla una vez girado en el cruce de la carretera hacia l’Alguenya, dejando la dirección de La Cañada del Trigo atrás, y aparcando el coche en la entrada de un camino como ya había comentado. Entonces nos dirigimos hacía la montaña hacia el este surcando una ramblita y parte de monte y bancalitos previos a la rocosa loma de la montaña. Después en seguidas visitas y subidas el lugar para dejar el coche y subir a la montaña cambió pero no muy alejado del primero, con la llegada a la loma de la montaña, que quedaba al sur, suroeste de la misma cima, más directamente. Justo en las fronteras entre las provincias de Alicante y Murcia, dirigiéndonos tierra alicantina adentro.
Al principio la subida a la empinada loma rocosa era monte a través pero sin que los matorrales nos molestaran demasiado en la subida. Una vez en la cima del cordal que se extendía y bajada de la montaña, de la cima, como un verdadero brazo, tentáculo de la misma sierra, seguíamos montaña arriba con pendientes menos inclinadas pero incisivas. Recuerdo que esta montaña cuando la comenzabas a subir tenía una peculiaridad: Desde el comienzo de la subida nunca veías la cima a la que tenías que llegar, si no antecimas o puntos por delante que tapaban la visión de la misma cima. Así entre 3 o 4 se interponían… Con lo que al comenzar a subir lo que veías más alto en la loma rocosa por al que subías no era la cima, pero no veías lo que había detrás. Cuando llegabas a ésta veías otra antecima y no veías lo que había detrás… hasta que a la cuarta vez ya veías o llegabas a la cima de La Peña Gorda. Por suerte llegaba un momento y un punto en la loma del brazo por el que subíamos en que encontrábamos una especie de senda perdida pero transitable. Entonces solo teníamos que seguirla hasta que nos llevara a la misma cumbre sorteando o subiendo las nombradas antecimas.
La cima de la Peña Gorda que por pocos metros no llega a los 1.100 mts. (justo 1.087 o 1.099 mts. según mapa o medición), es una cima especial, como su hermana en la misma sierra pero más al este la Peña de La Mina. En su cima se asoma una característica pared vertical casi desplomada mirando al sur, en la que nos dejábamos los pies colgando (casi literalmente) mientras almorzábamos en su solitaria pero inconfundible cumbre. Una parte de la roca de su cima tiene una característica erosión kárstica que dá juego con nuestra imaginación. Curiosa y a la vez atrayente imagen de roquitas sobresalientes como si la montaña tuviera paperas o viruela en el mismo terreno horizontal de la cima y le hayan salido granitos o escamas. Bonito. En otra ocasión que subí en solitario con mi primo una verdadera colonia de Aviones Roqueros se habían apropiado de la cima y su pared antes nombrada: la imagen era sobrecogedora pues no tenían miedo de nosotros y no paraban de pasarnos rozando a velocidad de vértigo mientras descansábamos o almorzábamos en la misma cima. El espectáculo era soberbio y nunca más visto o vivido. Único. Eran cientos o incluso miles de Aviones (pajarillo parecido a la golondrina) que sin miedo se acercaban con el típico zumbido de aquellos que cortan el aire por la gran velocidad que llevan… ¡¡¡ ziiuuummmm !!! Asombroso. En otra ocasión nos pasó un caso meteorológico curioso que solo lo llegué a vivir en esta cima, en esta montaña: de nuevo solo con mi primo Miguel Ángel en la cima de la Peña Gorda y por el sur se acercaba un jirón de nube (la única nube de todo el cielo) la cual se acercaba a nosotros al mismo nivel y altura que la misma cima de la montaña. Lo curioso es que veíamos sensiblemente como ésta se acercaba a un paso que nos pareció lento pero que seguramente era bastante rápido. La nube una vez se encontró con las paredes y cimas de la montaña en lugar de envolvernos como hacían todas las nubes, ésta intentando no perder la forma y densidad al topar con nosotros comenzó a elevarse como intentando saltarnos sin llegar a tocar roca. Increíble. Pero no sería nada excepcional si no fuera porque en su salto o caída la nube encima de nosotros cogía formas como si fuera una enorme ola del mar con sus corrientes y espuma diferenciadas por las diferentes tonalidades del negro, gris y blanco, y como si un lado girase y se metiese sobre otro, como si aquella parte fuera más rápida que la otra en su caída… algo asombroso que me dejó patidifuso y casi atemorizado, como si fuera una nube de efectos especiales de Poltergeist o Independence Day; quizás porque nunca había visto algo así o porque realmente era algo excepcional… creo que no he vuelto a encontrarme con algo parecido. El caso es que después de saltarnos la nube coge la misma forma, altura y consistencia de antes de saltarnos y sigue su camino hacia al norte con la misma velocidad… como si no hubiera saltado ninguna montaña. Lo curioso es que bajo el salto de esa nube ni mi primo Miguel Ángel ni yo sentimos corriente de aire como para darle esas formas y velocidad a la nube en su caída o salto, mientras la nube con sus diferentes formas se movía y bailaba empujada por una extraña fuerza invisible… increíble.
Las vistas desde la Peña Gorda son bonitas también, aunque si mirábamos al norte la gigantesca cantera de mármol blanco de l’Alguenya en la Sierra del Coto (al oeste de la Sierra del Reclot) nos daba una impresión de colosal obra faraónica y a la vez un horrible atentado contra la montaña y naturaleza igual de colosal. Ambos sentimientos se entrelazaban sin saber que expresar al ver atónitos el terrible paisaje de desolación. Era como si despedazaran a la montaña por láminas, lonchas, y la fueran haciendo desaparecer muy poco a poco…
Pero gracias a su relativa gran altura era faro con estupendas vistas justo entre las montañas de la frontera alicantino-murciana y las cercanas a ella: hacia su oeste la Sierra de La Pila y la del Carche entre Jumilla y Yecla son las más destacables, hacia el este, sureste y noreste el resto de montañas de estos valles del Vinalopó, con especial concentración de alturas justo mirando directamente al este donde en un día claro hasta Sierra Aitana se apreciaba con su loma suave y alta culminada por aquellas extrañas y gigantescas balones de fútbol (radares). Inhiesta a la misma columna vertebral de la sierra hacia el este se encuentra el otro pico sobresaliente de esta Sierra del Algallet: la Peña de La Mina; y con el excepcional mirador que es hacia el sur, pues no hay otra altitud mayor de aquí hasta pasado el Mar Menor murciano o Sierra Espuña al suroeste (ambos se pueden vislumbrar en días claros), tenemos toda la parte de los valles de los hondones, toda la comarca de la Vega Baja con las inigualables vistas de la Sierra de Crevillente desde Abanilla al mar (si seguimos las alineaciones de ésta hacia el este)… y unas vistas increíbles que en días claros llegan hasta las montañas entre Cabo de Palos, Portman, Cartagena y Mazarrón. Fabuloso.
La bajada de este pico la podemos hacer deshaciendo lo subido, deshaciendo el camino. Como ya he comentado actualmente hay una senda y recorrido P.R. que desde la misma población de l’Alguenya (que queda justo al noroeste del pico) te lleva hasta esta misma cumbre. Pero si intentara un día subir esta montaña lo haría como estas veces: descubriendo o haciendo caminos pensando con el mismo afán de exploración y aventura ¿Qué sería de la montaña sin ese viejo espíritu de supervivencia, de exploración, de aventura? La Peña Gorda es una montaña especial, altiva, distinguida, sin salirse de lo normal pero con una magia en su cima y unas vistas pocas veces disfrutadas en otras montañas cercanas.