Para la última salida del año, Kike nos ha preparado una marcha tranquila y fácil a uno de los picos más cercano a la Estación de Esquí de La Molina: el Puigllançada.
A caballo entre la Sierra de Moixeró, la Tossa d’Alp y la de Montgrony, el Puigllançada queda como una alta y suave loma con magníficas vistas hacía varios puntos del Pirineo. A pesar de su modesta altitud para ser un pico pirenaico cúspide de su mismo cordal, nos ofrece unas diferenciadas panorámicas de diferentes y contratados puntos del cercano Pirineo que después describiré.
Hemos alquilado una casa en Fornells de la Muntanya, entre Planoles y Toses, un bello valle del Pirineo gironés (carretera hacía La Molina desde Ribes de Freser) para pasar la Nochevieja. Y muy cercano nos quedaba esta singular y simpática cima del estupendo cordal Cadí-Montgrony. Por ello el pasado sábado 29 de diciembre quedamos en el Coll de la Creueta para comenzar la actividad.
Por la carretera disfruto de nuevos paisajes, nuevos rincones nunca vistos por mi a este lado de los Pirineos. Pasamos uno de los telesillas de La Molina ¿Alabaus? donde paramos para recoger a Jordi, un amigo de Kike, que cargará con sus esquíes. Y ya por fin aparcamos en el solitario y pequeño espacio del Coll de La Creueta. Estamos a 1.888 mts.
El día se presenta muy soleado, aunque son las 9 de la mañana y parece que sea pronto para vaticinarlo, pero así se presentía. Las nieves han abandonado el lugar casi por completo, no parece que sea invierno. Los días extremadamente soleados, secos y casi primaverales después de las últimas y fuertes nevadas de finales de noviembre, han hecho que floreciera la seca y amarilla hierba agostada en las suaves lomas de las montañas, en lugar de la blanca, fría y benigna nieve. Comienzo a admirar y reconocer el paisaje mientras esperamos a los participantes y compañeros: hacía el norte las lomas y laderas del Puigmal, casi desfavorecidas de nieve, y hacía el sur, me asomo a la vertiente cercana y observo el tremendo paisaje de niebla baja metida en la hoya de L’Osona, al otro lado distingo sierras y montañas (las poco que conozco) pero destacada el Montseny con su Matagalls en el centro y Les Agudes más desafiantes a la izquierda. Más hacía el este, dejando a la derecha el formidable Mar de Nubes, distingo el Puigsacalm, Bellmunt y Cabrera… montañas que visité a lo largo de estos años. Magnífico. La visibilidad promete ser increíble desde arriba.
Los participantes ya han llegado. Saludos, besos y abrazos, y comenzamos la marcha. Hacía el sur y derecha del Coll de La Creueta (según vienes de La Molina) aparece un camino encabezado por una cadena que impide el paso a automóviles de más de 2 ruedas. Por este camino y sin dejarlo, llegaremos hasta las mismas faldas del Puigllançada.
Dicho camino recorre, por la vera sur, la sierra a lo largo de su cordal en dirección general oeste. Hacía nuestra izquierda y sur vamos admirando las increíbles vistas de los perfiles de la provincia de Barcelona. Llegamos a distinguir, incluso, la Torre de Telecomunicaciones de Collserola (cuando estábamos más altos y cerca de la cima del Puigllançada), La Mola, el perfecto perfil encrespado y muy reconocible de Montserrat… unas vistas prodigiosas.
Después de algunas curvas y de no dejar el camino ni hacía arriba ni abajo, sin perder altura, vemos unas construcciones bien derechas, cuando a nuestra derecha y casi espalda dejamos las laderas del Cim de Pla de Baguet. Es el Pla de Rus y el Coll de Rus, y la construcción (la cual pasaremos casi pegados a ella) es la Barraca Nova de Rus. Enseguida el camino vuelve a girar y se interna a la izquierda entre el Tossal de Rus y las amplias y anchas laderas del Puigllançada. Un nuevo paisaje: desde aquí el Puigmal tiene una bonita y fotogénica figura. La nieve es escasa, poco abundante y repartida en pequeños neveros… el sol y el buen tiempo ha hecho mella en estos comienzos del invierno.
Bordeando el Tossal de Rus por su norte, nos acercamos a La Collada de Les Tortes. Pero antes de llegar cruzamos monte a través para seguir por el mismo camino y quitarnos una absurda curva, hacía el norte-noreste. A nuestra izquierda quedan ya las laderas del Puigllançada. Paramos a descansar y comer algo… antes de la subida y ataque final a la cumbre. Alguien hace un comentario de las formas de la montaña: como abancalada en cortos escalones pero muy numerosos y a diferentes alturas, parece que le han pasado a las suaves laderas de estas montañas un gigantesco rastrillo. Seguramente tiene esta forma artificialmente, para la mejor plantación de arbolado… pero no hay árboles plantados.
Seguimos la marcha por el mismo camino, pero llegados a un punto junto a neveros más extensos y la aparición de arbolado, dejamos el camino para echarnos monte a través, monte arriba, hacía la izquierda y arriba, en busca de las suaves laderas cimeras del Puigllançada. Subimos por la Costa del Mig, cerca del Torrent de La Geperuda. ¡¡¡Esta es la mía!!! Aprovecho que no soy el organizador para lanzarme en una “carrera” ladera arriba para saber si mis piernas y su fuerza siguen vivas… “¡¿Qué tienes en las piernas?!” me pregunta Xavi.
Me adelanto y voy el primero. Jordi, Xavi, Ana, Irene intentan seguirme. Paro para hacer fotos hacía atrás; las fotos de subida con el fondo del redondeado y simpático Tossal de Rus, quedan encantadoras. Sigo subiendo y la ladera se allana más arriba. Parece que veo la cúspide suave y despistada del Puigllançada. Estoy en el Amorriador de Rus. Esquivo un gran nevero por arriba del mismo. Admiro durante un corto tiempo el paisaje: se ha agrandado con la lejanía del horizonte.
En poco tiempo llego a la cima del Puigllançada; después de cruzar una antigua y casi desmoronada valla con alambres. Jordi busca una antena que ya no está, y un solitario eje geodésico (pilón) corona el lugar, a 2.409 mts. de altura, en medio de una casi planicie, ondulada, fea e insignificativa. Junto con Jordi intento identificar el paisaje: hacía el suroeste y oeste me asombran los perfiles del Pedraforca y de la Sierra del Cadí, esbeltas, abruptas con perfiles escarpados cada uno a su manera. También, más cercana, la Sierra de Moixeró con bonitas formas picudas y boscosas a menos altura de la que nos encontramos; y junto a nosotros, separados por el Coll de Pall, la Tossa d’Alp de más de dos mil quinientos metros violada por construcciones y telesillas de La Molina… un paisaje espectacular, peculiar y diverso de bonitos valles y excepcionales montañas. Hacía atrás se desdibujan varias formaciones montañosas de los propios Pirineos: el macizo y montañas del Puigmal, ya reconocido hacía el noreste; más hacía el norte las formidables y nevosas montañas francesas del macizo del Pic Carlit (tan oído por estas tierras) de más de dos mil novecientos metros, y dos excepcionales y atrayentes pináculos, distinguiéndose por sus perfiles agrestes y picudos: los picos Peric y Petit Peric; y hacía el noroeste otra hilera de nevadas montañas que hacen frontera con Andorra y Francia: La Tossa Plana de Lles, el Puig Pedrós… que sobrepasan también los dos mil novecientos metros. Ninguna de estas montañas superan los tres mil metros. Y entre todas ellas, la formidable y ancha fosa de La Cerdaña; compartida entre Cataluña y Francia. ¡Nuevas montañas, nuevos paisajes, nuevas rutas que recorrer, se abren ante mis ojos! Genial.
Los compañeros, cada uno a su paso, van llegando a la cumbre. Anna se enfada: “por que corres tanto y nos dejas a todos atrás”; pero no puedes ponerle “puertas al campo”. Antes de mi escapada, me he asegurado de que se cumplieran ciertas condiciones de “seguridad”: contacto visual con el grupo, zona fácil sin pérdida de espacios abiertos, visualización del grupo de mi trayectoria hasta el objetivo (la cumbre)… además de que mi libertad comienza cuando dejo mi responsabilidad como NO organizador.
Foto de cumbre. Hace un día excepcional: sol, ni una nube, y una visibilidad excelente. Ya es hora de bajar. Quieras o no, arriba el vientecillo hace que tengas que abrigarte y olvidarte del calentor del sol. Jordi se dirigirá a las cercanas pistas de La Molina para bajar esquiando. Yo le acompaño un trozo ya que quiero admirar el lado norte de la montaña para visualizar mejor el estupendo valle de La Cerdaña.
Los compañeros optan por una bajada más directa que, desde casi la misma cima del Puigllançada, acercándonos al collado del Amorriador de Rus, bajamos más hacía el sur, cerca también del Torrent de l’Euga Blanca, hasta La Collada de Les Tortes. 450 metros de bajada muy empinada, pero por suaves y cómodas laderas.
Después de mi desvío para acercarme al balcón a la Cerdaña, vuelvo a pillar y adelantar al grupo. Y en La Collada de Les Tortes paramos para reagruparnos. Después todo es desandar el camino hasta la misma Coll de La Creueta. A mi me dieron ganas de subir el Tossal de Rus, tan cerca, fácil y atrayente. Pero desistí, no quería volver a forzar la máquina ni a separarme del grupo subiendo montañas por mi cuenta. Atrás dejamos las suaves y onduladas laderas del Puigllançada, adornadas por pocos neveros sobrevivientes al calor del buen tiempo. Y al poco tiempo llegamos al Coll de La Creueta, donde decidimos parar a comer con postres y alimentos navideños.
Es una ruta fácil, tranquila y muy asequible. Incluso con nieve es muy apta para hacerla con raquetas. Una mirada desde uno de los balcones del Pirineo gironés. Punto estratégico en medio entre la llanura de L’Osona y los diferentes altos macizos del Pirineo Oriental.