Toni ya tenía mono de alta montaña, de hacer un corredor, y después de la nieve caída a principios de diciembre, finales de noviembre, parecía que las condiciones eran idóneas.
Viendo algún librillo de guías de corredores de su viejo amigo Paco Krestas, y por alguna reseña en el MadTeam e internet, propone acercarnos al Pirineo de Andorra. Más concretamente a la Vall d’Incles, al norte del país, donde intentaremos el corredor noroeste que atraviesa el pico por su pared noroeste hasta un colladito al norte de su cima antes de llegar a su picuda cumbre. El corredor no parece muy difícil: 55º máximo en su parte más inclinada. Y en dicha guía Paco recomienda ir solo con los crampones y piolets técnicos, sin necesidad de equipar la vía. Pero nosotros nos llevaremos algo de material por si nos encontramos con alguna sorpresa… ya que en algunas reseñas explican que es más complicado de lo que parece.
Así que el pasado sábado 11 de enero partimos no demasiado temprano, en busca de la Seu d’Urgell y la puerta a Andorra. Era la primera vez que iba a Andorra ¡¿te lo puedes creer?! Así que estaba algo entusiasmado y emocionado… ¿Qué tendrá este País de los Pirineos que todos lo nombran? Al final somos 7 participantes los que emprendemos esta aventura pirenaica. Número de personas, tiempo y estado de la montaña que decidirá nuestro éxito y objetivo en esta actividad.
Por toda la mañana del sábado cruzamos Andorra hasta casi la otra punta, hasta Soldeu. La nieve invade todo el valle que veo desde el coche cuando nos salimos de la carretera para acercarnos a Pont de l’Orri, justo antes de entrar o pasar por la localidad de Soldeu. La idea era intentar llegar en coche hasta el Pont de La Baladosa, donde hay un parking, al otro lado del habitado Vall d’Incles, pero la nieve cubre la maltrecha carretera que nos acercaría hasta el lugar. Hace un día espléndido. Muy soleado. Bajamos del coche después de aparcarlo en batería junto a una valla con troncos de madera.
Nos equipamos y salimos en dirección norte noreste en busca del principio del bello y amplio valle. La morfología del mismo es curiosa con laderas suaves y fondo aplanado, el típico valle en U de erosión glacial; que los hacen tan plácidos, apacibles y hermosos. A partir de donde aparcamos todo el valle estaba nevado, y toda la carretera cubierta, por la cual seguimos sin pérdida hasta unas casas con paredes de color naranja. Antes hemos atravesado algunos grupos de casas que habitan el valle, restauradas, extraordinarias, con grandes ventanales que miran al mediodía, acogedoras, esplendorosas.
Carteles informativos en el Puente de La Baladosa. Hay que cruzar un puentecillo y meternos por un valle más cerrado y boscoso que gira hacía la derecha y este, dejando una picuda montaña que se plantaba enfrente nuestro en todo el recorrido por el valle: el Alt de Juclar, su Punta Sur, elegante, atractiva, hermosa. Antes y en un punto del valle mirando hacía el final del vallecillo por el que nos teníamos que internar, hemos podido admirar el puntiagudo y espectacular Pic d’Escobes, nuestro objetivo, impresionante, me recuerda al “colmillo de tiburón” de la Patagonia, un poderoso pilar cilíndrico casi inexpugnable y con un perfil alpino. Hermoso. Pero aún estamos lejos. Lo vemos al fondo como un no demasiado lejano horizonte. Imagen fugaz… al cabo de otros pasos hacía este valle, vuelve a desaparecer como si hubiera sido un espejismo en un país de ensueño.
Nos internamos en este vallecillo. Cruzamos un puente dejando el vivo Río de Juclar a nuestra izquierda, y emprendemos una marcha por un camino mucho más cubierto de nieve que la anterior carreterilla. Ahora enmarcado por los pinos de un simpático bosquecillo. Si veis algún cartel, hay que seguir hacía el Refugio de Juclar o Estanys de Juclar y Pic d’Escobes incluso. La sombra del valle hace que sintamos más frío; que no se nos olvide, a pesar del magnífico y soleado día, que es invierno. Al final de este camino nevado y de pasar por el cruce entre nuestro destino y los Estanys de Siscaró (hacía el sureste y derecha), pasamos por otro puentecillo de piedra que nos llevará por un llano al principio y por la ladera norte del valle. A partir de este puentecillo, lo hasta ahora pisado del terreno, con nieve dura y firme, se convierte en más abundante, blanda y sin casi virgen… al menos lo suficiente. Entonces debemos ponernos las raquetas para evitar hundirnos en la nieve al caminar.
La marcha sigue por un insinuado camino o rastro del mismo, en la nieve hacía un bosquecillo cerca del río. De aquí seguiremos en una especie de zigzag entre las escarpadas laderas, sorteando las rocosas paretillas y escarpes. Cogiendo altura llegamos a un punto en el que debemos cruzar de nuevo el río justo arriba de una impresionante cascada del mismo: seguimos la ladera que queda a la izquierda del sonoro río justo mientras subimos. Es increíble la imagen y el ensordecedor sonido del agua mientras cae por la magnífica cascada. Que más que una cascada es la caída del mismo río en altos escalones con una fuerza y abundancia tremendas. Fantástico. Rodeado e invadido de más abundante y blanca nieve, menos en las partes de las orillas del río donde la derrite la incesante caída del agua.
Arriba de la cascada, el puente casi en el vacío sobre la tumultuosa agua. A algunos de los compañeros les da yu-yu cruzarlo, pues una placa de nieve helada con notable grosor cubre la palanca… pero cae peligrosamente por uno de los bordes de manera que si pisas ahí, podría hundirse y caerte al agua rápida, fría y enfurecidas del Río de Juclar. Fotos y videos. Momentos emocionantes de la vida en la montaña.
Desde aquí seguiremos valle arriba cogiendo altura poco a poco y metiéndonos de nuevo en la oscuridad de la montaña. Siguiendo el río, parece internarse por un precioso vado enmarcado por perfiles de nieves acumuladas y por una cascada al final del mismo. Bonito. Subimos después en zigzag por la ladera de la derecha, girando a la izquierda, y buscando las laderas nevadas más horizontales y extensas. A nuestra derecha quedan las espectaculares vertientes ventadas de un cordal que sube escarpado y que llaman la Tosa de Juclar. Ahora, después de girar, aparece frente a nosotros el Pic de La Tosa de Juclar con su vertiente este escarpada, perfilada por crestecillas, paretillas piramidales, corredores serpenteantes… con cierto aire magnífico; aquí, para no toparnos con la nombrada montaña, giramos hacía el norte y luego noreste, dejando el Pic de La Tosa de Juclar y sus vertientes a nuestra derecha.
Miradas hacía atrás. El valle es espectacular, y con la nieve las montañas son de cuento. Magnífico. Poco a poco atardece y Xavi y yo nos retrasamos mientras nos deleitamos con el paisaje, con nuestras obras fotográficas. Seguimos entre las laderas y las rocosas vertientes, suaves y típicamente perfilados por la antigua erosión glaciar. La oscuridad se cierne mientras por fin nos acercamos al Refugio de Juclar. Ya estamos altos. Encontramos unas ruinas a nuestra izquierda de un antiguo refugio, mientras seguimos las huellas de nuestros compañeros, y como casi oculto en un fondo lejano y oscuro con las pinceladas de los últimos rayos de sol en la picuda y nevada montaña de atrás, encontramos la alargada construcción del Refugio de Juclar.
Justo en ese momento la Naturaleza nos maravilla y nos deja paralizados con un atardecer mágico, fantástico: a nuestra izquierda entre las nubes altas y la montaña nevada el sol se esconde y colorea de un rojo muy intenso, añil fuego, todo el horizonte, las nubes y el cielo que queda entre éstas y las montañas nevadas andorranas. Una imagen increíble, hermosa, espectacular… el milagro duró unos cuantos minutos y todos los compañeros desde las afueras del refugio pudimos disfrutar del mismo, haciendo fotos y eternizando el momento. Hacía mucho tiempo que no veía una impresionante puesta de sol como ésta en las altas montañas peninsulares… ¡Asombroso!
Tenemos todo el Refugio de Juclar para nosotros. Está muy bien; a unos 2.310 mts. de altura. Nos han dejado una habitación abierta con 3 literas de 3 plazas cada una y el comedor, junto con una de las letrinas (que estaba fuera del refugio) abiertas para nosotros. No hay nadie más esa noche aparte de nosotros 7. Pronto se hace de noche; ya habíamos llegado poniéndose el sol al refugio. Cenamos, charlamos y nos tomamos el “imprescindible” “ron cremat” que acostumbra a subirse Francesc y a prepararnos después de la cena. Charlas animadas, interminables en la noche, pero con un obligado final para irnos a dormir. Mañana queremos madrugar (¡veremos! Yo hoy no me pongo el despertador) y salir pronto, sobre las 6 o 7, aún de noche para encontrar con tiempo y sin muchas pérdidas la ruta hasta el pié de vía de este corredor noroeste. Según las reseñas se tarda aproximadamente una hora, circundando los grandes Estanys de Juglar, dirección este, hasta la base del espectacular Pic d’Escobes… parece fácil.
Al día siguiente no nos levantamos a tiempo para salir a las horas previstas. Y después de equiparnos, desayunar, ponernos las raquetas y la mochila a la espalda (no por ese orden) salimos casi dándole la vuelta al refugio en busca del Estany Primer de Juclar. No hace el frío que debiera. No ha helado por la noche; y lo hemos comprobado mientras salíamos a recoger nieve, acumulada en una pared del refugio, para derretirla y tener agua que beber, cocinar y desayunar. La inversión térmica de este anticiclón que nos domina desde hace más de un mes, hace estragos en las nieves y condiciones en la alta montaña en algunas ocasiones; y sorprendentemente hace que el frío se quede en los fondos bajos de los valles y atempere el tiempo en las alturas. El día de momento amanece espectacular; no se pronosticaba nada de mal tiempo ni de nubes para este día, iba a ser incluso mejor que el de ayer, y el de ayer sábado, ya fue increíble… pero aún no ha salido el sol, y las montañas combinan la poca luz que aparece con las azules y blancas nieves que quedan en la sombra. A la cámara aún le falta luz para fotografiar como es debido.
Toni se enfila hacía los límites del laguito, que yo no me había dado cuenta lo cerca que está del refugio hasta ahora que salimos de él (queda atrás justo de la puerta de entrada al mismo). Es grande, muy helado y las laderas que lo rodean también están muy nevadas. Nos damos cuenta que no está muy tratable el aventurarnos el hacer el recorrido cerca de la orilla del mismo (como pasa el recorrido marcado en verano), ya que las laderas están muy empinadas para ir atravesándolas longitudinalmente con las raquetas. Dejamos las orillas y nos subimos algo más arriba por laderas más horizontales que quedan a más altura que el refugio y entre el Estany Primer de Juclar y la ladera norte del Pic de La Tosa de Juclar. Pero yo no me subo tanto y descubro entre las rocas que quedan descubiertas de nieve, marcas amarillas que me indican que es el camino marcado de verano. Las sigo. El resto del grupo va por encima mío.
Llego a un punto por encima de los 2 lagos, justo casi en el cordal rocoso que los separa. En la ruta marcada en el mapa y el recorrido en verano, pasa por aquí, entre los 2 lagos. Pero en este punto se abre un barranco, una pared vertical bajo de mi que hace imposible la progresión. Observo los alrededores y descubro unas cuerdas y unas cadenas enganchadas a las rocas sobre el barranco, desde las que salen estas cuerdas. Pienso que en verano, los montañeros “destrepan” por aquí para seguir el recorrido. Pero ahora las cuerdas están escondidas y perdidas bajo la nieve, hace imposible seguir por aquí en invierno. No había contado con esto; no salía en ninguna reseña.
Mis compañeros me ven. Veo que están más arriba de mi y parados deliberando. Decido girar y subir hasta la loma donde se encuentran, como si me dirigiera a la loma norte del Pic de La Tosa de Juclar. El sol aún le cuesta salir, y no lo veremos hasta pasados unas cuantas horas. Llego hasta ellos y me comentan: mirando hacía la espectacular imagen del escarpado y puntiagudamente cilíndrico Pic d’Escobes, descubrimos el corredor al que nos dirigíamos. No está totalmente formado: hay rocas en la mitad y parte más empinada y “peligrosa” de él. Habría que equipar y pasar todos casi de uno en uno; y somos 7 personas que debemos pasar, y a la vez se ha hecho algo tarde, hemos tardado en llegar a este punto y aún queda algo hasta el pié de vía, hasta la falda de la montaña… para ser prácticos y concienzudos, debemos, tristemente, dejar nuestro objetivo para otro momento, otro día, con otras condiciones…
Las miradas se fijan en los perfiles y parecidos corredores que aparecen detrás nuestro en la misma loma o vertiente norte del Pic de La Tosa de Juclar. Entonces nos acercamos hacía esta ladera que nos queda muy cerca girando hacía el sur, hacía arriba, y dejando las espectaculares vertientes del Pic d’Escobes a nuestra espalda e izquierda.
Siguiendo la subida enseguida nos paramos ante la inminente inclinación de la montaña. Y dos estupendos “corredores” aparecen y parecen, ante nuestros ojos: uno más evidente y fácil entre paredes y espolones bien definidos, cerrado, a nuestra derecha, y otro menos evidente, más empinado y abierto a la izquierda que es por el que apostamos. Y enseguida dejamos las raquetas clavadas en la nieve medio helada y nos dirigimos con los crampones puestos y piolets en manos, hacía este último corredor. Francesc, Pep y yo abrimos la marcha.
A medida que Francesc abre la escalada, la pendiente se va inclinando cada vez más. Creo que hasta un 45º y más arriba un 50º casi. Pero antes de llegar a la parte más complicada entre las rocas y antes de la mitad del mismo, no llevábamos mucho corredor recorrido, la nieve comienza a estar terriblemente blanda, y Francesc comienza a hundirse hasta la cintura y con la pacha en la pared nevada… lo intentamos por un lado u otro del mismo corredor alejándonos del centro, donde se supone está más blanda. Pero en vano. Está blanda por todos los lados del mismo. El resto del grupo se espera para ver como progresamos, y no nos siguen por el momento.
Al final decidimos bajarnos e intentar el corredor más estético y aparentemente fácil que quedaba más a la derecha. El grupo que no había subido mucho, comienzan la subida por el mismo. Francesc, Pep y yo bajamos unos metros y cruzamos la ladera inclinada y muy nevada en travesía hasta el precioso corredor. Entonces ya todos comenzamos a subir por el estupendo corredor, el cual apenas llegaría a los 45º en la parte más inclinada.
Casi que pareció más largo de lo que aparentaba, pero muy entretenido y nada peligroso. Y arriba del corredor “Nisupu” (bautizado por Javi) nos subimos a la cresta que giraba hacía al izquierda y arriba, en busca de la parte más alta de la montaña. El avance por la cresta, nada difícil pero en la que no podías perder la atención, nos llevó hasta un grupo de rocas antes de un apacible colladito y al otro lado una más intrínseca y vertical vertiente entre roca y nieve. Estamos en el hombro norte del Pic de La Tosa de Juclar a poco más de 2.600 mts. de altitud. Ya no seguimos. La vertiente a seguir hasta la cima del pico es entretenida y complicada; no tenemos mucho tiempo y preferimos hacer unas fotos, comer algo y bajar por donde hemos subido.
Las vistas, a pesar de no estar en la cima del pico, en lo más alto, son espectaculares y bonitas; además el día acompaña con su luz, brillo y su buen tiempo. Un día espectacular. Nos asombran 2 montañas cercanas, el desilusionante pero impresionante Pic d’Escobes, con su picuda forma como si fuera un gran colmillo que hiere el cielo, y seguido un cúmulo de picudas cimas cada una a una altura diferente unidas por una fabulosa cresta… el Pic de Rulhe ya en Francia, con un singular y atractivo corredor que sube hasta su misma cima dividiéndola en dos piquitos. Impresionante. Entre el resto de montañas y paisajes increíblemente nevados del Pirineo andorrano y francés, destacaba en la lejanía hacía el oeste, la pirámide de la cima más alta de Andorra: el Comapedrosa. Y hacía el este las llamativas y alejadas cimas de las montañas del macizo del Puig Pedrós de Lanós en Francia (que en un principio creía erróneamente que podría ser el Carlit). Hermoso.
Después de algunas galletas decidimos bajar al refugio desandando nuestro camino. Seguimos la crestecilla, nada difícil pero a la que debemos prestar atención, y después bajar por el fácil corredor siguiendo los escalones ya excavados por nosotros. El día sigue excelente, soleado, impresionante… ni una nube. La bajada por la especie de corredor no es lo rápida que quisiera: la nieve blanda y el seguir los escalones con una marcha establecida, lo hace casi aburrido, pesado. Unos van más rápidos que otros. Intento salirme del camino establecido por que al hacer huella nueva, me facilita la bajada y el ir más rápido. Pero lanzo más trocitos de nieve helada al romper su costra fina y helada, y les doy a mis compañeros más abajo. Ante la queja de Javi, decido volver al camino ya establecido.
Nos reunimos abajo donde dejamos las raquetas; a “pie de vía”. Ahora la vuelta hacía el refugio es más directa y recta, ya que esta mañana, intentando encontrar el camino hacía el Pic d’Escobes, hemos dado algo más de vuelta entre las primeras luces del día. Fotos y en poco tiempo estamos juntos; Toni es el último en bajar, se toma su tiempo. Soy el único que se quita los crampones y se pone las raquetas para llegar al refugio. Francesc dice que atravesaremos partes más bien heladas e inclinadas hasta llegar al refugio.
Bajamos algo la ladera nevada mientras tenemos ante nuestros ojos el bello y encajonado Estany Primer de Juclar, impresionante. Y al tiempo giramos hacía la izquierda, hacía el oeste, en busca de la dirección del refugio. Una corta pero inclinada y medio helada ladera baja hasta las mismas puertas del refugio. Si salimos del refugio por su puerta principal, nos la encontramos justo a la izquierda girando casi 90º, bajo una paretilla. En esta bajada “me las veo y me las deseo” las raquetas no se clavan tan bien (a pesar de sus cuchillas y puntas metálicas) en el paso helado e inclinado; pero salgo indemne y llego el último al Refugio de Juclar.
Ya es la una del mediodía. Al final se ha hecho algo tarde. Recogemos los sacos y las cosas que nos hemos dejado en la habitación mientras hemos hecho la subida. Hay otros grupitos de gente que han llegado hasta aquí y descansan en las puertas del refugio. Rehacemos las mochilas, nos ponemos las raquetas y comenzamos la bajada hasta donde dejamos el coche. El día es algo más caluroso que el de ayer y bajamos menos abrigados, y a la vez sigue radiante y soleado.
Mientras bajamos y dejamos atrás el espléndido Refugio de Juclar, cuando tenemos la vertiente oeste del Pic de la Tosa de Juclar a nuestra izquierda, giramos a la derecha para bajar por el hermoso valle del Río de Juclar, nos paramos y miramos hacía la pared próxima que queda a nuestra izquierda (siguiendo el cordal de la Tosa de Juclar). Admiramos los numerosos corredores cruzados, estrechos, anchos, largos, empinados… que pueblan esta parte de la pared, y nuestra imaginación vuela programando ascensiones y abordando la pared, disfrutando como niños.
Debemos proseguir. Como siempre me quedo el último para hacer las fotos que inmortalizaran el momento, el lugar y que llenaran este relato. El lugar es encantador y así lo merece. De nuevo enfrente nuestro, mientras bajamos al valle, el blanco Pirineo de Andorra sobre la Vall d’Incles ¡Hermoso!
Seguimos junto al río desandando el camino, siguiendo las huellas de la senda excavada en la misma nieve. Volvemos al puente que cruza el río sobre aquella cascada tan fotogénica. Algunos lo cruzamos y otros siguen la misma ladera por otras huellas sin cruzar el puente. La nieve helada resquebrajada sobre el mismo, dá un poco de cosa para cruzarlo. Pero no hay peligro.
Vemos como caen algunos trozos de nieve helada de las alturas de la abrupta ladera que nos queda a la derecha. Un pequeño desprendimiento. El calor que hace más abajo en el valle hace que la nieve se funda y se desestabilicen las cornisas de nieve acumulada entre las paredes rocosas de las inmediaciones suroeste de los picos del Alt de Juclar. Llegamos al cuco puentecillo de piedra. Nos juntamos todos y seguimos por el mismo camino hacía el Pont de La Baladosa, con sus casas de color naranja, dentro ya de la Vall d’Incles que ya nos queda muy cerca.
De nuevo en el ancho camino valle abajo por su plano fondo. La Vall d’Incles. La nieve sigue acumulándose y haciendo curiosas y simpáticas formas en las orillas del Río de Juclar que volvemos a cruzar para acercarnos a la carreterilla que baja a Soldeu. Seguimos desandando el camino hecho ayer. El valle ahora se abre y la vegetación arbórea desaparece quedándose atrás en el salvaje y escabroso valle del Río de Juclar.
La carreterilla sigue ocupada por la nieve. Todo el valle sigue ocupado por la nieve a pesar del buen y templado día de hoy. Ni una nube. Magnífico. Volvemos a cruzar todo lo largo del valle en dirección suroeste pasando cerca de aquellas casas con muros de antes pero interiores de ahora; con esos grandes ventanales mirando hacía el sur, hacía el mediodía. Un pequeño templo muy bien cuidado, y una casa casi señorial con su alta torre o palomar y sus balconadas. El camino se hace largo. Parece que no se acabe nunca; y los excursionistas con la familia comienzan a aparecer a medida que nos acercamos a los lugares donde se pueden dejar los coches, y las casas (Pont d’Incles, Pont de l’Orri…). Un valle bonico, blanco, plácido, tranquilo… como todos aquellos que se abren al cielo gracias a su amplitud y suave crecimiento en sus laderas hasta las verticalidades de sus cimas.
Y por fin llegamos hasta el coche. Son alrededor de las 4 de la tarde. Nos hemos recorrido todo el hermoso Valle de Incles, Vall d’Incles. Atrás queda el vallecillo intrincado del valle del Río de Juclar, con sus Estanys arriba y esas picudas y escarpadas como bellas montañas, que ya no vemos desde aquí, como el huidizo Pic d’Escobes y el sorprendente Pic de la Tosa de Juclar. Espectaculares. Es un lugar para repetir y disfrutar por sus enormes posibilidades… ahora volvíamos a Andorra La Vella, sin tiempo para pasar por sus tiendas y sus calles, pero lo preciso para disfrutar de una buena comida-merienda en el Vienna de sus afueras.