Esta vez salgo yo solo para acercarme a una de las montañas y lugares más emblemáticos del Montseny: El Tagamanent. La idea es hacer una ruta que, gracias a las cercanías de las estaciones del tren que va de Barcelona a Puigcerdá, salir de una de estas estaciones (viniendo de Barcelona) y terminar en otra, si puede ser diferente a la primera. A la vez recorrernos varios lugares nombrados por su interés histórico-arquitectónico y natural.
Miro mi viejo mapa de Alpina, busco en Internet en Wikiloc alguna ruta que pase por los lugares elegidos, busco en las sendas guías de las rutas de la Xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona, tanto del Patrimoni Arquitectònic como de Flora i Fauna… y encuentro la ruta y recorrido perfecto para enlazarlo todo, disfrutar de una buena actividad y a la vez casi de aventura por sendas, tanto como muy visitadas y recorridas, como otras algo más perdidas en los frondosos bosques del Montseny.
El tren sale de La Sagrera (Barcelona) sobre las 08:05 horas. Es sábado 26 de octubre. Me doy cuenta y me impresiono por la cantidad de gente y de grupos de excursionistas, ciclistas… que se apuntan a la moda de que el tren les lleve a los lugares de recreo y esparcimiento. Yo mismo he realizado rutas comenzando desde estaciones de tren. Genial. Sobre las 09:10 me bajo en la estación de Sant Martí de Centelles (l’Abella/Aiguafreda). Mi intención es salir de Aiguafreda, subir el Tagamanent y bajar, desde Bellver, a los frondosos altos valles de Vallcàrquera, pasar por el mismo Vallcàrquera hasta Figaró donde volvería a coger el tren hacía Barcelona. Desde la puerta principal de la estación ya me preguntaba que calles y camino debía coger hasta acercarme a los Pozos de Nieve y al inicio de recorrido G.R.-5 según mi mapa Alpina. Por suerte, ya en esa misma calle, ya hay marcas de G.R. Las sigo hacía el norte. Éstas siguen toda la calle recta. Al final de la misma un cruce de recorridos y de marcas; yo lo tengo claro, debo ir hacía la derecha y este, hacía las entrañas del Montseny y las laderas del Tagamanent, cruzando la autovía C-17 por debajo.
Un viejo puente de piedra, el Pont de l’Abella bajo la autovía, nos muestra la evolución de las infraestructuras a lo largo de la historia. Antes hemos pasado por la puerta del Ayuntamiento de la localidad, que no sé si es de l’Abella o de Aiguafreda. No parece haber alguna frontera entre ambas poblaciones, localidades… no hay pérdida si seguimos las marcas rojas y blancas, el G.R.-5. Después de seguir pocas calles más que se dirigen a las sombrías laderas del Montseny, cruzando parte del pueblo, el Carrer d’Avençó, sigue paralelo a la riera con el mismo nombre, nos deja junto a una pasarela que cruza el barranco hasta la otra vertiente (Pont de la Xoriguera). Atrás dejamos una curiosa construcción, es Can Fontdevilla; le hago una foto. A pesar del buen tiempo y de lo anormalmente calurosos de estos días, en estos vallecillos a primera hora de la mañana el contraste con su frío y humedad sorprende al forastero. Al otro lado, el sol ilumina unas “cingles”, paredes alargadas que siguen el perfil de la montaña en la distancia como una magnífica y hermosa barrera, muralla. Son las Cingles del Cerdà. Magníficas.
Justo al otro lado de la pasarela, encuentro otro poste con las marcas del G.R.-5 junto al murillo de una casa. “Coll de Sant Martí” aparece en algún indicador. Es el collado que está en la misma falda a la cima del Tagamanent… sigo estas indicaciones, voy bien. Es una corta senda que te quita la curva de la pista a la que desemboca poco más arriba. ¡¡Haaa!! Se me ha olvidado pasar por los Pozos de Nieve. Los cuales quedan muy cerca siguiendo la pista que dejo para subir por la senda del G.R. “Entre els segles XVIII i XX, aquest conjunt de pous abastava de gel les poblacions de la zona, del Maresme i de Barcelona. El pou més antic del conjunt, es el pou Vell, que ja existia l’any 1.619”… nos dice la guía de Rutes de Patrimoni Arquitectònic de la xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona.
Sigo la ancha y aburrida pista hacía arriba. Pero enseguida las marcas del G.R. nos internan a la izquierda por otra simpática senda que asciende poco a poco entre un bosquecillo y vegetación no demasiado exuberante por las laderas del Montseny. Siempre siguiendo las marcas del G.R.-5, no hay pérdida. No me encuentro con mucha gente en la subida: 2 chicas que suben aprisa como entrenándose, y con otro grupo al salir a Puig Agut que también parece suben algo ligeros. Precisamente la senda me deja en un espacio desarbolado recorrido por un tendido eléctrico de alta tensión. Giro a la derecha y, cogiendo un camino, que se despeja de vegetación, me deja en las ruinas de Puig Agut. Antes de las mismas ruinas y en el giro de otra curva, admiro por primera vez la cúspide del Tagamanent al fondo sobresaliendo de entre las boscosas laderas que la preceden, con el perfil de la parte más alta, el campanario, del templo de Santa María de Tagamanent en la alejada cima. Atrás dejo las hermosas vistas anaranjadas de las Cingles del Cerdà, que cierran el valle de la C-17 por la otra banda. Bonitas.
El día será muy soleado y hasta casi caluroso, parece que con buena visibilidad y sin una sola nube que de momento me brinda un brillante cielo. Fotos a las ruinas de Puig Agut y sigo el camino que gira un poco hacía el este, después de haber llevado la dirección sureste desde que cogí la senda y el G.R. Pero enseguida me dejo llevar por las marcas del G.R. y de nuevo una senda a la izquierda, para evitar una curva del camino, sigue dichas marcas. Más adelante la senda cruza otras sendas, caminos, caminos de herradura y pistas; la dirección siempre será sureste y por toda la cima de la loma que sube hacía el Tagamanent. Llegará un momento que la senda deja de cruzar caminos y pistas y se interna en bosques y vertientes más frondosas. Una curiosidad me llama la atención: en muchas ocasiones la ancha senda está tan desgastada que solo pisas suelo rocoso, sin tierra ni arena, desaparecida por el continuo pisar a lo largo de los tiempos y de la erosión natural de la montaña.
La subida es suave pero paulatina. En una parte del recorrido el camino se horizontaliza y pasa bajo altos y maduros pinos. Todo el suelo está lleno de pinaza. A mi izquierda y enfrente aparece de nuevo la silueta de Santa María de Tagamanent. Esta vez estoy más cerca de su altura. Estoy recorriendo las inmediaciones del Puig Ponents y Turó dels Reis. Justamente al otro lado de éste último y en una especie de colladito dejo la senda marcada por el G.R. para girar a la derecha y oeste por una especie de camino que baja con sobresaliente inclinación. Quiero dejar el G.R. que me deja en el Collet de Sant Martí para coger otra senda que te sube directamente por la ladera sur del Tagamanent y enlaza con su subida desde el mismo collet. De esta manera evito el realizar demasiados desandadas de caminos, ya que desde el Tagamanent debo bajar de nuevo al Collet de Sant Martí para dirigirme a Bellver. De esta manera sigo el camino hacía el oste, con inclinada bajada y haciendo algunos zigzags. Pero al tiempo y justo antes de desembocar en una pista más amplia y cuidada, sale una senda marcada por un hito en su comienzo, que te hace girar hacía la izquierda y arriba. Este es el sendero. Voy por muy buen camino.
Esta casi escondida senda marcada solamente por el pisar del terreno y pocos hitos, cruza otra parte de la ladera oeste del Tagamanent hasta desembocar en la senda marcada por el P.R. o recorrido marcado que sube a su cima. Antes he podido disfrutar de las sombras de sus encinares y de sus solitarias frondosidades. Al tiempo desemboca en el nombrado sendero marcado en una de sus curvas, en el zigzag de subida a la muy cercana cima del Tagamanent. Así pues sigo por la izquierda y arriba, ahora de nuevo sin pérdida ya que recuperamos los postes señalizadores “Tagamanent” que nos llevan, después de esos zigzags a la herbosa y verde cima del mismo, coronada por construcciones antiguas, en ruinas y en pié… Santa María de Tagamanent (1.059 mts.).
Las vistas hacía las Cingles del Cerdà son impresionantes. Foto y zoom (el zoom en esta nueva cámara funciona mejor). Detrás veo Sant Llorenç del Munt con La Mola y el Montcau, y más detrás casi invisible, Montserrat. Solo está el segundo grupo con el que me he topado en la subida, tumbados en la hierba, y otro numeroso de ciclistas de los que alguno ha mordido el polvo por la intrincada senda (para la bicicleta) de subida al lugar. El día sigue siendo espectacular, templado caso calurosillo. Hago fotos a diestro y sinistro (pierdo mucho tiempo intentando inmortalizar los paisajes). Me acerco a la entrada al templo y después me siento a almorzar entre las antiguas terrazas herbosas del terreno. Es una cima amplia que sigue algo más allá del templo, hasta los precipicios que miran al valle del Torrent del Purgatori. Mirando sierra adentro, bancales, bosquecillos y espacios entre montañosos y de labor sobre un terreno no demasiado inclinado. Destaca Bellver más hacía la derecha y este, y el magnífico caserón de l’Agustí en medio de la ladera recio y altivo sin llegar a ser imponente; hoy museo. Y más allá se asoman los terrenos del Pla de La Calma. Santa María de Tagamanent se construyó en el año 993, y recientemente se ha descubierto que bajo sus cimientos están los restos de un castillo del que hablaban algunos manuscritos de la historia de Cataluña, pero del que se desconocía su ubicación. Fantástico.
Ya es hora de bajar y reanudar la marcha, justo en el momento que comienzan a llegar “excursionistas”, “turistas” que dejan el coche en el Collet de Sant Martí y en 10 minutos están en la cima del Tagamanent. Desando el camino pero esta vez no me desvío por la senda sin marcar de subida, si no que sigo la marcada hasta el cercano y nombrado Collet de Sant Martí.
En el Collet de Sant Martí aprovecho para hacerle alguna foto desde las ruinas de Sant Martí, a la dejada cima del Tagamanent siempre señalada por el templo. Resulta que es muy fotogénica. Y sigo después las marcas de nuevo del G.R.-5 que me llevan en muy poco tiempo a Bellver, después de pasar por debajo de un hermoso ejemplar de encina. Mientras camino y me distancio del Tagamanent, me doy la vuelta en ocasiones y le sigo haciendo fotos… no me extraña que en la antigüedad existiera ahí un castillo, es un magnífico emplazamiento, mirador y faro de los lugares próximos.
Bellver es también un restaurante. Los ciclistas y el otro grupo han aprovechado para sentarse ante una fresca cerveza. No me convence mucho que en las cimas de las montañas hayan bares… da la sensación de pervertir la montaña y al montañismo. Pero en Cataluña es casi una cultura o tradición el encontrarse ciertas cumbres con sus dispensarios de comida, bebidas y espirituosidad.
Desde Bellver debo dejar el G.R. y toda ruta fácil para bajar hacía el siguiente objetivo: los valles de Vallcàrquera. Así pues me dirijo a la parte más al sur de la casa, de Bellver, y busco la senda que sale en mi viejo mapa de Alpina y en la ruta del Wikiloc que encontré en internet. Al principio me pierdo un poco: debo seguir la boscosa carena, la parte más alta de la loma que surge justo desde Bellver hacía el sur muy bien identificado, y que corona en su mitad el redondeado Turó dels Corbs. Me he desviado algo hacía el este, tengo delante la imagen del Tagamanent (cuando la exuberante vegetación me deja) y advierto que dicha carena me está quedando muy a la izquierda. Monte a través, sin bajar más, cruzo como puedo hasta encararme en la ruta natural de la parte más alta de la nombrada carena, y me encuentro una senda bien pisada y a la vez señalada por hitos y marcas desgastadas blancas/amarillas… ¡¡Uff!! Por fin. Perfecto. Ahora sigo dicha senda hacía el sur mirando los altivos pinos que se perfilan en la redondeada cima del Turó dels Corbs, dejando a mi espalda Bellver y ahora invisible el Tagamanent.
Fotografío la exuberante vegetación en el fondo del valle al que voy a bajar. Extraordinario. El manto verde y boscoso recuerda las selvas de esos grandes hayedos existentes en los límites atlánticos de los Pirineos y de la Garrotxa. Magníficos. El calor ya aprieta un poco más acercándonos a las horas centrales del día. La senda está también sola, salvo por unas voces que llegan a mí desde un punto de la misma bajo el Turó dels Corbs. Los tres excursionistas casi que se sorprenden al verme solo por estos lares perdidos de las rutas habituales.
Sigo la senda y ahora no me encontraré a nadie más. La senda es estrecha pero tampoco tiene pérdida, se intuye muy bien entre los quercus del bosque y el roquedo de la cima de la loma. Bordeo el Turó dels Corbs por la izquierda, por su ladera norte y me alegra observar que la senda ha dejado de ser un camino para turistas como la amplia senda del G.R. para ser un verdadero sendero de montaña casi salvaje. De tanto en tanto la vegetación me deja ver el horizonte y al fotogénico Tagamanent. Fotos y fotos. Éste forma una pequeña meseta cimera con la corona de Santa María de Tagamanent, perfectamente rodeado de un bello y exuberante bosque.
Al cabo de un tiempo de seguir la bajada de la parte más alta de la loma, la senda se desvía con una empinada y considerable bajada, hacía la derecha y oeste, como si quisiera buscar el fondo del valle. Pero no llego al fondo. Cuando la vegetación y los quercus son más impresionantes, frondosos y bellos, la senda se horizontaliza y gira hacía la izquierda y sur, dejando más abajo el lecho del Torrent de Les Afraus o l’Afrau, cabecera de la que será la Riera de Vallcàrquera. Hermosos lugares con frondosa vegetación; rincones únicos, solitarios y casi salvajes.
La senda ahora es llana y recorre a una altura el precipitado y frondoso valle del Torrent de Les Afraus; pero a un tiempo de estar caminando, ésta sale del vallecillo del que se encuentra (que baja desde el mismo Tagamanent) a otro vallecillo más amplio y tocado por la mano del hombre. Salgo de la senda a un amplio camino en un terreno más despejado casi en la confluencia del Torrent de Les Afraus y el Torrent de Can Bosc o de Les Hortes (que queda algo más valle abajo). Un curioso y simpático cartelito al inicio de la senda por la que surjo, nos indica el camino de subida al Tagamanent por este lado. Me acerco a mi izquierda al cauce del Torrent de Can Bosc o de Les Hortes, el cual hace un pequeño rebalso bajo una enorme encina. El agua parece cristalina y limpia, y la observo correr torrente abajo al par que la pista que baja paralela a él.
Exactamente ahora solo hay que seguir la pista valle abajo, hacía el sur, suroeste y después oeste, y meternos en las “profundidades” más espectaculares de vegetación junto a la Riera de Vallcàrquera. La ancha pista baja y deja atrás Can Bosc, que si en un determinado momento no miras hacía atrás, no la ves suspendida en la ladera. Solo cartelitos que te dan la bienvenida al lugar, te dan una pista de que por aquí se encuentra el emplazamiento de dicha vivienda. Al tiempo la pista gira metida en el corazón de Vallcàrquera y comienzas a cruzarte (aunque se quedan a la izquierda de la misma pista) con caserones y masías: la primera es Can Gil. Aquí una cadena impide que los coches circulen por la parte de la que vengo. Las siguientes Can Vileta, Ca l’Andreu… algunas de ellas transformadas para el turismo rural. Y ciertamente es que comienza a ampliarse y agrandarse el valle de Vallcàrquera, y las laderas limítrofes a empinarse y a coger altura. Más abajo la curiosa construcción de Can Puig con su enorme roble. Aquí la mano del hombre es más activa, y a partir de aquí caminos, huertos, tendido eléctrico, vallas… comienzan a manifestarse en un valle más habitado y explotado. Pero justo al llegar a La Rectoría (dejamos otra pista con carteles a la derecha y seguimos a la izquierda en busca del fondo del valle), una casa grande y medio señorial convertida en Escola de Natura, Vallcàrquera se ensancha más y la vegetación comienza a ser más variada y espectacular, con la grata diferencia de colores y de especies entre los bosques de rivera, los bancales verdes y terrosos y las laderas boscosas de encinares frondosos. Y si miras hacía la izquierda casi en la parte más alta del llano que ahora forma el fondo de Vallcàrquera, descubrirás el bonito emplazamiento de Can Dosrius. Precioso.
Ya comienzo a ver gente, habitantes del valle, turistas y niños traídos para alguna excursión. El camino ya se asfalta y se civiliza el lugar. Paso cerca de Sant Pere de Vallcàrquera y ciertamente que mi intención primera era visitar dicho templo, pero al no ver con seguridad cual es la aproximación al lugar, decido seguir el camino asfaltado hacía el oeste y valle abajo (creo que voy mal de tiempo). La frondosidad de los bosques de rivera se hace muy latente a partir de aquí. Ya que ahora el camino asfaltado sigue paralelo, metiéndose de nuevo en un estrechamiento del amplio valle, a la Riera de Vallcàrquera. Extraordinario. A partir de por aquí, nos encontramos indicaciones de la “Ruta dels arbres de Vallcàrquera”, dentro de las “Rutes de flora i fauna de la xarxa de Parcs Naturals de la Diputació de Barcelona”, y comenzaremos a ver que algunos de estos bonitos ejemplares tienen un cartelito informativo en su base para explicarte que especie son: Olmos, Arces, Castaños, Robles… Espectacular. Aunque no seguiremos especialmente la ruta que nos indica la guía, ya que me volveré a dejar llevar por las marcas blancas y amarillas que han vuelto a aparecer y que prometen llevarme por lugares espléndidos de Vallcàrquera.
Seguido de Sant Pere de Vallcàrquera está Vallderoses, y aquí la pista asfaltada cruza la riera junto a un enorme olmo. La vegetación por aquí es espectacular. Siguiendo la pista asfaltada valle abajo y hacía el oeste, de repente las marcas del P.R. giran a la derecha por un camino de herradura que baja hasta el lecho de la Riera de Vallcàrquera. A partir de aquí disfrutaremos de un paisaje espectacular de agua, bosques de rivera y frondosa y sana vegetación. Justo al otro lado de la riera se oculta una casa entre las altas especies de hojas amarillas que habitan las riveras de los ríos: es otro Can Bosc. Al llegar al lecho de la riera y al cruzar las aguas de la misma al otro lado, seguimos por una senda bonita y curiosa que recorre por el lado derecho de la Riera de Vallcàrquera: remansos, cascaditas, encajonamientos, ruido siempre de agua… y la extraordinaria vegetación con esos vivos y espectaculares ejemplares nos acompañaran en la bajada por esta senda paralela a la misma riera. Esta puede ser la parte más bonita y espectacular del recorrido por Vallcàrquera.
Al final, ésta desemboca en una carretera o calle a las afueras de Figaró, y aquí se acaba la exuberante vegetación. Como por arte de magia pasamos de las espesuras de los bosques de rivera como si estuviéramos en medio de una selva, a estar en los dominios de una población con su asfalto, aceras, muros, tráfico, “contaminación, “ruido”… Sigo hacía el sur e izquierda la calle o carretera que me internará en Figaró. Enfrente tenía la aireada construcción de la C-17. Debo buscar un puente que cruce tanto la autovía como el río Congost que la sigue, ya que la estación de tren está al otro lado. Efectivamente, más abajo y pasada la Font de Ca l’Andreu, aparece una pasarela para cruzar al otro lado. La estación queda poco más arriba y a la izquierda, y justamente llego a la vez que aparece el tren que se dirige a Barcelona, son casi las 4 de la tarde. Me monto sin billete (no ha dado tiempo)… espero que el revisor no me haga pagar el trayecto entero desde Vic o desde Puigcerdá. Antes ya les he hecho las fotos a los caserones que aparece detrás mío, según llego a la vía y quedan por el lado que he entrado a Figaró: edificios de planta y fachada llamativa en Can Gambús.
Y aquí acaba este bonito recorrido por el emblemático Tagamanent con sus vistas, historia y altivez, y por la espectacular vegetación y paisajes de Vallcàrquera. De la estación de Sant Martí de Centelles a la de Figaró. Al final ha quedado una completa ruta de espectaculares paisajes, montaña, bosques y vida. Muy recomendable.