Junto con la Peña Gorda (Penya Grossa) en la Sierra del Algallet (l’Algaiat), El Cantón fue la segunda o tercera montaña que subí guiado por mi primo Miguel Ángel. Es una montaña singular, original y hasta imponente.
Siempre he dicho que tiene forma como de un colosal dinosaurio con su lomo mirando al este y su gran cabeza apoyada en otro risco, haciendo una curva la columna vertebral desde la base de la montaña hasta la cima. La cima aparece inexpugnable, rodeada de barrancos y paredes, y donde no hay paredes verticales, vertientes de roca muy empinadas. Las laderas sur justo por donde se sube están muy castigadas por una antigua erosión, apareciendo casi desnudas de vegetación y con la roca madre en la gran mayoría de la también empinada ladera. Hay un negro nicho o cueva sin fondo escondida casi al final de la ladera, que hace de la subida algo más emocionante y no tan fría por la desnudez del terreno.
Al oeste de la cima aparece otra cimilla que nunca llegamos a tocar. Las gentes del lugar la llamaban “La Colorá”, pero no sabemos cierto si lo hacían a la propia cima más alta del Cantón o a ésta. En la banda norte ya aparece más vegetación y bosque, como corresponde a las características de las montañas del sureste peninsular. Sus lomas y escarpes se confunden con los del norte de la inhiesta Sierra de Barinas, en su oeste.
La montaña recibe el nombre de la pequeña población o aldea que se encuentra en su noreste justo en la misma frontera de provincias de Alicante y Murcia, siendo pedanía de Abanilla y que queda justo en la rivera de la rambla de lo que luego será el Río CHicamo (Rambla de Abanilla). El Cantón es faro (como la Peña Gorda) en la zona por su altura y perfiles característicos; y a pesar de estar en territorio murciano forma parte del paisaje de lo que llamamos Valle del Hondón (Hondón de los Frailes, Hondón de Las Nieves, Barbarroja…). Un paisaje mediterráneo, marrón, elegante y caluroso en los meses estivales. Hermoso.
La primera vez que fui con mi primo Miguel Ángel fue a principios de junio del año 1.987. Recuerdo el mes por que en la cima hizo especialmente frío, cosa rara en la montaña mediterránea en esos meses y que se me quedó grabado por que nunca más se repitió un frío semejante en el mismo mes en estas montañas.
No sé si mi primo no recordaba la subida o era la primera vez que la hacíamos, el caso es que aparamos el coche cerca de Macisvenda, viniendo del Hondón (Hondón de los Frailes) y comenzamos a caminar en busca de la cima del Cantón comiéndonos un ramal que baja hacía el sur de la misma y que acto seguido tuvimos que bajar para girar hacia el norte en busca de las altas y largas laderas sur de la cima. “¡Esta montaña que es ¿de regalo?!” Se quejaba Paco Quiles. Actualmente dicha loma se encuentra muy castigada por la cantera que tiene en su lado oeste y que desde entonces se la ha ido comiendo de una forma preocupante.
Una vez cogida la ladera sur amplia, casi desnuda, con su roca viva y con la inigualable referencia de las paredes cimeras con una gran grieta entre ellas, característica visión de la montaña, subimos monte a través en busca de las bases de estas paredes. Creo que era la primera vez que la subíamos.
Las veces siguientes ya cogimos la subida correcta: una vez pasado el cruce en Barbarroja hacia La Algueña, seguimos recto hacia Abanilla, Macisvenda y el segundo camino que nos encontramos a la derecha, lo seguimos con la montaña del Cantón ya mirándonos. Poco tiempo por el camino y dejamos el coche en un lado del mismo para seguir caminando en dirección a la montaña. A la izquierda nos quedará las construcciones de una cantera y la loma que “nos comimos” en la primera subida. Una vez llegados a la base de las secas laderas, seguimos un cordal de la misma hacia arriba (monte a través) hasta que podamos cruzar a la izquierda y meternos en el algo boscoso (comparado con el resto de la ladera) barranco que baja desde la parte oeste de las paredes de la cima; y es donde se encuentra el negro y curioso nicho.
Mientras en esta primera subida yo me retraso mientras veo arriba y encima de mí, a los compañeros que buscan un paso o sitio para pasar entre las verticales y lisas paredes bajo la cima. Son grandes y amplias, de varias decenas de metros. Una enrome grieta separa la pared central de otro peñasco y pared a la izquierda. Parece que se abre un paso, pero no. José María prueba y entre la vegetación y el paso cerrado por un escarpe nos dice que es imposible subir. Entonces seguimos hacia la izquierda de las paredes donde parece que sí hay paso. No tengo mucha experiencia y estas aventuras me parecen disparatadas ¡Si no se puede pasar, pues bajamos! Pero no, seguimos hacía el colladito que parece se abre a la izquierda al otro lado de las paredes.
Paco Quiles al ver la enorme grieta en las paredes vista más de cerca en la subida, como si una pared de bordes angulosos se acoplara a la otra pared quedando un hueco vertical y oscuro entre ambas, éste la nombra “la gran vagina”. Se me quedará esta anécdota grabada en la memoria como una graciosa forma de ver los perfiles y juegos que puede dar la montaña.
Tanto desde el nicho de techo negro como desde el lado por el que veníamos la primera vez, llegamos al colladito al oeste de la cima y a la izquierda de las temibles paredes que son la cúspide y cima del Cantón. Aquí una sendilla nos lleva por el otro lado de la montaña (estamos en el cordal cimero) por la otra vertiente e intenta rodear las paredes de la cima del Cantón.
Nos acercamos a la pared que aparece arriba justo de una empinada ladera más o menos herbosa, y por esta pared intentaremos subir hasta la cima de la montaña. Creo que en mi primera vez, también fue mi primera “escalada”. Mi primo Miguel Ángel me ayudaba y me decía donde poner pies y manos… ¡estaba algo cagado! Pero realmente con el paso del tiempo, experiencia y práctica, la “escalada” no tiene nada del otro mundo pero sí que se convierte en emocionante para, al superar esta pared, llegar a la cima rocosa y herbosa del Cantón. No tiene nada: es como un zigzag de pasillos en la pared que no es vertical del todo; buenos agarres y excelente actividad. Lo único que puede sorprender algo más es la salida de esta vía a una medio llana parte rocosa de la cima del Cantón, pero nada difícil… eso sí, mejor no tener un tropiezo aquí.
Y una vez superada esta parte andamos hacia el este ya en la cima de la montaña hasta llegar a un punto que sea el más alto de lo que nos rodea. No hay pilón, ni hito, pero si unas rocas con forma de sofás y las verticalidades de sus paredes muy cerca. Ya estamos en la cima del Cantón a 909 mts. de altitud. Las vistas hacia el sur viendo el valle del Hondón abajo, la magnífica muralla de la Sierra de Crevillente-Abanilla con el Agudo justo en línea recta con la cima hacia el sur… es excepcional. Como la Peña Gorda es un mirador excelente, solitario y privilegiado.
Una vez encontramos un numeroso grupo que subía por la loma del dinosaurio, por la parte este recorriendo toda la columna vertebral del gigantesco animal, del Cantón, hasta llegar a su cabeza, la cima, apareciendo justo por el lado contrario al que nosotros aparecemos. Mi primo siempre decía que tenía que haber otra subida a esta montaña, pero nunca la descubrimos ni nos interesó; la que ya hacíamos era idónea y especial. La primera y fría vez que asolé su cima llegó al poco tiempo un cazador con el típico traje o disfraz de cazador, incluso con algunas perdices cazadas, muertas, colgando de su cinto. Su expresión y palabras al vernos fue muy cómica y sorprendente. Jadeante nos preguntaba si habíamos subido por gusto, creo que n o lo entendía, a él le había costado horrores llegar hasta la cima. Curioso.
Soledad, tranquilidad, aire puro y espacios abiertos se respira en la cima del Cantón. Es una montaña muy querida y excepcional a pesar de no tener renombre, de no ser una gran ruta, y de que la gente ni la conozca… merece la pena de vez en cuando acercarse a su áspera y seca ladera y subir su empinado recorrido hasta las paredes de la cima, pasando y haciendo una visita a la cueva con el techo negro, escondida y amagada como un tesoro entre la poca y necesaria vegetación.
La bajada no tiene misterio. Es descender por el mismo sitio que hemos subido. Desandar lo ascendido hasta el coche. Destrepando la misma pared… Eso sí, para destrepar os podéis acercar algo a la derecha del hueco de la pared para abordarla por uno de sus lados que se baja algo mejor, y una vez sobrepasado el escalón girar hacia la izquierda en busca de la misma pared. Y nada, en zigzag por sus pasillitos en la roca se baja hasta la base de la misma, arriba de una empinada ladera.
Bajando desde el colladito hacía la ladera sur aquí podemos bajar una senda que existe y que recorre casi el fondo del barranco, de la rambla, entre su escasa pero muy valiosa vegetación arbórea. Más abajo la senda sale del barranquito y sigue por la izquierda hacia una loma rocosa que nos dejará en una falsa prueba para levantar una cantera… que por cierto, esta montaña la sangran varias canteras de mármol rojo en sus laderas norte y sur; parece ser una montaña que en su interior alberga este valioso mineral.
Aquí ya estamos cerca de un viejo camino de herradura (seguramente excavado para llegar al punto donde se extrajo el material, la roca para ver su pureza). Solo hay que seguirlo para que desemboque en el buen camino que nos llevará hasta donde hemos dejado aparcado el coche. Todo fácil. No hay pérdida. Es seguir la ladera y camino hacia abajo siempre.
Subir El Cantón será como descubrir un pequeño mundo entre montañas y la buscada soledad de un Mediterráneo abrasivo, especulativo y explotado. Por suerte, si sabemos buscar podemos encontrar lugares y montañas como ésta que no están tan lejos entre las provincias de Alicante y Murcia, del mismo Cantón. Mundos por descubrir insólitos, solitarios, tranquilos, hermosos… a la vera de casa.
Texto sacado de la actividad Conoce Las Montañas de Alicante y Entorno realizada en el año 2.010 con el Centro Excursionista Almoradí:
-Sierra del Cantón.
Encantadora, solitaria y desconocida, la Sierra del Cantón tiene un perfil que recuerda el lomo de un dinosaurio gigante. Asolada por canteras murcianas de dudosa legalidad (nada extraño en esta comunidad) que en los últimos años han destrozado, de forma acelerada, parte de sus faldas; se levanta vertical y altiva, y coronada por abruptas paredes, la cumbre del Cantón; a 922 mts. de altitud. La subida, aunque no es la más cómoda, si es la habitual que escojo, desde hace muchos años, para llegar a su cumbre. Con verticales y secas pendientes de roca desnuda, bosquecillos húmedos en su lomo cimero, y rutas entretenidas, abruptas y escarpadas que hacen de esta olvidada sierra, un lugar encantador, especial y muy propio.
Una pequeña trepada nos acerca su rocosa cumbre, rodeada, casi por todos lados, por paredes y verticalidades.
A diferencia de las montañas de su alrededor y quizás por su escarpado y vertical porte, la Sierra del Cantón tiene una de las mejores vistas de la zona, donde chocan en su cara norte los fríos vientos del interior de la península, y se calientan en la subárida y seca cara sur. Una estupenda cueva sin fondo nos encontramos en la bajada, ruta de paso y visita obligada, la vista sigue siendo magnífica con el esbelto y bello Agudo rodeado de su tapiz verde.
Es una encantadora sierra, hermanada con la Sierra de Barinas, que, por ser poco conocida o visitada, la hacen vulnerable a las depravadoras canteras. Aún así, una magnífica subida y montaña por recomendar y hacer.