Curiosamente la primera vez que visité Sierra Mariola no fue con mi precursor en subir montañas alicantinas, mi primo Miguel Ángel, si no que fue con un viaje del instituto que hicimos en un fin de semana a finales de mayo (quizás junio) de 1.991. El director del Instituto Antonio Sequeros de Almoradí, Elías, era un aficionado a la montaña, y me parece que era de la zona, de Alcoy o de algún otro pueblecillo cercano a esta fantástica sierra; el caso es que nos organizó y brindó la oportunidad de realizar un recorrido por esta sierra y por la del Menetjador o Carrascal de la Font Roja de Alcoy. Nada más conocer la actividad me apunté enseguida. Creo que era el final del curso de 1º de B.U.P.
Nos prepararon unos barracones o gigantescas tiendas de campaña militares en un descampado cerca del cementerio y zona deportiva de Alcoy. Allí comíamos y dormíamos. Un autobús nos llevaba y recogía hasta los puntos concretos de principio y fin del recorrido. La verdad es que no recuerdo muy bien ciertos matices y detalles de la actividad, ya que yo me dejaba llevar por los organizadores, pero intentaré explicaros como fue… curiosamente esta primera ruta que realicé la repetí años más tarde, siendo una de las travesías por Sierra Mariola más frecuentadas realizada por los montañeros.
El autobús nos dejaba en la orilla de una carreterilla que bordea Alcoy por su norte, en alto, y pegado a las rocosas y escabrosas laderas de la ya Sierra Mariola. Esta carreterilla es la que va a Banyeres de Mariola pero sin pasar por la urbe de Alcoy si vienes de Cocentaina, quedando en alto y al norte de la población como ya he comentado. Pues en un punto de la misma carreterilla cercano a una antigua y abandonada fábrica y a una masía, nos para el autobús teniendo enfrente las empinadas y rocosas laderas del comienzo de Sierra Mariola. Destacaban dos puntiagudas rocas que sobresalían altivas, empinadas y escarpadas como dos agujas, una más puntiaguda que la otra, rodeadas de paredes y escarpes. Entre ellas un cañón profundo, encajado se abre (o se cierra) separando ambas: es el Barranc del Cint, por ahí en medio debíamos de pasar. No conocía la morfología ni perfiles de la sierra pero me dí cuenta con el tiempo que este lugar era uno de los más icónicos de la sierra: un espectacular mini cañón rodeado de sendas agujas, paredes verticales y rocosas que a medida que te adentras en él, intenta suavizarse con laderas boscosas, menos verticales pero aún muy empinadas, acabados en paredes rocosas en las alturas. Abajo un hilo de agua lo recorre: es uno de los barrancos que alimentan al recién nacido Río Serpis.
El camino está empedrado para que los transeúntes no tengan que pisar roca resbaladiza o mojada, o erosionen el lugar. Un largo pasillo de rocas y piedras cogidas con una malla de metal en ocasiones es el camino a seguir que te adentra en el Barranc del Cint. No hay pérdida una vez llegas aquí.
Y justo cuando llegas a atravesar la parte más estrecha, rocosa del pequeño cañón rodeado por las agujas antes nombradas de paredes verticales y altas, es la parte más espectacular del barranco, de esta parte del recorrido. Casi tocamos el agua que corre por el fondo del barranquillo, y si miramos arriba admiramos las efigies de estas agujas casi desplomadas que suben como auténticos gigantes de roca: el de la derecha más puntiagudo y característico es el Pic de Les Águiles, y el de la izquierda que al final se convierte en toda una barrera y pared rocosa, no es un solo pico, es el Alt de Les Pedreres.
Al otro lado de la estrecha entrada al Barranc del Cint sorprende la vegetación que comienza a tomar protagonismo con sus bosques y rincones bien cuidados. La senda pasa por varias fuentes que en aquel momento no hacemos ni caso, y seguimos caminando barranco arriba hasta que la senda se convierte en camino y comienza a pasar por algunas masías.
La idea ahora era pasar o subir al Montcabrer, pico más alto de la sierra, y bajar a Agres donde nos espera el autobús para recogernos. Con lo que el recorrido iría cogiendo altura buscando las laderas de la derecha en busca de collados y alturas. No sabría explicar muy bien por donde fuimos pero lo más seguro es que hiciéramos este recorrido: seguir las marcas del G.R.-7. Una vez que la ancha senda se convierte en camino, pasa cerca de algunas masías, pues en la Masía de Vilaplana de Mariola dejamos el camino principal para girar hacia la derecha y arriba por otro camino siempre siguiendo las marcas del G.R.
Siguiendo éste nos llevará hasta el Collado d’En Sabata, ya a 1.025 mts. y justo en la divisoria de aguas o cordal cimero de la sierra. Desde aquí solamente tenemos que seguir hacia el norte por toda la ladera cimera de la sierra cogiendo altura y sin perder de vista las marcas del G.R. Llega un momento que la vegetación arbórea se queda atrás y abajo, y nos adentramos en una especie de meseta calcárea en altura que está a más de 1.200 mts. de altitud. Ya se puede decir que estamos en la cima Sierra Mariola, pero no en su pico más alto. Es más, mientras caminamos tenemos enfrente un piquito redondo que al otro lado del mismo (y que desde aquí no se ve ni aprecia) cae con unos precipicios, cortados y paredes asombrosas: es el olvidado Penyes Monteses de 1.354 mts. de altitud el cual no subiremos pero pasaremos muy cerca de su cima. Justo bajo esta loma (desde esta parte de la sierra Penyes Monteses parece una simple loma rocosa), giraremos a la izquierda y dejando la dirección noreste para seguir noroeste, y es entonces cuando una picuda montaña aparece en el seguimiento de la cima de Sierra Mariola.
El aspecto que tiene desde aquí este piquito no es reconocible, ya que esta montaña la suelen fotografiar más desde el otro lado justo al que estamos; las imágenes y fotos sobre esta montaña son más numerosas y vistosas desde el otro lado, por ello no podríamos recocerla a menos que ya hubiéramos estado por aquí y miráramos un mapa indicándonos que montaña es… Se caracteriza por tener una pared en su cara norte y de que su cima casi termina en pico, con forma triangular si la miras desde el norte con su recortada pared, pero fácil de conquistar si la recorres por el lado sur más llano y asequible, en el cual se aprecia desde la distancia y desde este lado un ancho carril como si una manada de ñus la recorriese todos los años. Es inconfundible a pesar de que en ese primer momento no sabía que montaña era… pero me lo imaginaba: El Montcabrer.
Bordeando la loma rocosa de Penyes Monteses y ya mirando a la recortada cara noreste del Montcabrer, seguimos los primeros, la cabeza de esta romería estudiantil por la senda muy bien marcada por un paraje desolador sin vegetación arbórea por la altura a la que nos encontramos. Bajamos a un colladito bajo la atenta mirada del Montcabrer y enseguida pasamos por un cruce de sendas: una sigue las marcas del G.R. pasando bajo el pico y su pared, la otra se ve claramente que se dirige a la parte más alta del pico para ascenderlo. Veo que la comitiva no quiere subir al pico y sigue por las marcas del G.R., me paro en el mismo cruce exclamando “¡¿No subimos al pico?! ¡Este es el Montcabrer!”. Parece que no. Seguimos la senda sin subir al Montcabrer.
Sin pérdida seguimos el recorrido por debajo de esta montaña y su cara, pared noreste espectacular, abrupta y recortada para salir al otro lado como si bordeáramos la montaña dejándola después a nuestra espalda. Aprovecho el siguiente colladito antes de subir de nuevo a El Teix donde se encuentra el Refugio del Montcabrer, para hacer una foto panorámica del todo el valle que se abre a nuestros pies: es una extraordinaria plana rodeada por esta Sierra Mariola, la Sierra de Benicadell a la izquierda y norte, al fondo el Embalse de Beniarrés y el macizo de La Safor, y más al sur las autenticas sierras de l’Almudaina y la alta y espectacular Serrella (montañas que aún no conocía). Abajo la localidad de Muro de Alcoy… desde el cual otra extraordinaria ruta nos puede subir hasta la cima de Sierra Mariola. Es la comarca de El Comtat, que comparte sierra con la de l’Alcoià, poco más al sur de ésta. Justo en este punto al que llaman Les Saleretes, debemos dejar de seguir el G.R.-7 que baja de la sierra hacia la izquierda y oeste, y ascender por la senda inconfundible que sube hacia el noroeste en busca de otra montañita o altura que tenemos ahora enfrente: El Teix, y es donde se encuentra el citado Refugio del Montcabrer.
Desde el camino cerca de las inmediaciones del Teix y el refugio, veo que los compañeros que estaban en cabeza están descansando cerca de una especie de construcción en ruinas con arcos. En ese momento no sabía lo que era, pero después me explicaron que es la famosa Cava Arqueada o Cava Gran. Todos se dirigían hacia allí para admirarla y observar tal construcción tan rara y antigua casi en ruinas. Me pareció curiosa y atrayente, rara, nunca había visto una Cava o Pozo de Nieve. Después nos explicaron qué era esa construcción medio en ruinas, su función e historia; hasta ese momento no tenía ni idea de lo que era.
Ahora desde aquí aparecía la típica y reconocida imagen del Montcabrer, su lado noroeste (la pared queda hacia el noreste), vista desde entre los arcos de la esquelética y particular Cava Arqueada. El Montcabrer aparece con una forma de trapecio con pequeñas paredes en sus bases y su punto culminante en forma de piquito. Inconfundible. Fotos y admiración, fascinación por el lugar y las vistas. Esta será la visión idílica y más común del Montcabrer de ahora en adelante… desde las paredes y arcos de la Cava Arqueada.
Al poco tiempo llegó el director del instituto, Elías, “¡No habéis subido al Montcabrer! Os lo habéis dejado” como buen montañero y aficionado a esta sierra, uno de los objetivos y puntos obligatorios es ascender al punto o pico más alto, al Montcabrer, admirar sus vistas y recompensarnos por el esfuerzo realizado. Pero no fue así.
Al poco tiempo de descansar o almorzar, comer (no recuerdo exactamente) debíamos bajar a Agres. Era fácil. Desandamos el trocito de camino que nos llevaba desde las puertas del Refugio del Montcabrer hasta la Cava Arqueada, y una vez desde el mismo refugio un caminillo o senda bien señalizada nos bajaría por toda la espesa, frondosa y empinada ladera norte, sin tregua, hasta las puertas del Convento de Agres a pocos metros de la población. Hoy día está indicado como el P.R.-C.V.-27. Pero no os equivoquéis, no es por el camino o pista que te lleva a Agres por la Cova del Moro y las inmediaciones del Molí Mató. Digamos que esta es la que baja más directa al bonito pueblo de Agres.
Fotos hacia el verde Valle de Agres. Vemos la población justo pegada a la ladera boscosa y detrás una serrezuela despoblada de arboleda (La Serra d’Agullent), y entre éstos un llano verde cuadriculado de bancales. La pista por la que no hay que bajar también aparece a la izquierda.
Gracias a mi especial forma y costumbre de bajar rápidas las montañas, casi o corriendo, llego con tiempo a Agres para fotografiar y admirar las paredes del convento, castillo y casas de la población. Poco después el autobús nos recoge para volver a Alcoy terminando aquí el fabuloso y desconocido recorrido por la, hasta ese momento, desconocida Sierra Mariola. Sería un punto de inflexión para en años siguientes seguir visitándola, haciendo diferentes y preciosos recorridos, sobre todo a partir del año 2.000 con mis nuevos compañeros alicantinos de grandes montañas y montañas alicantinas. Espectacular y llamativa sierra, de mil flores en primavera y de cientos de fuentes cuando llueve. No dejéis de visitarla y cuidarla.