Pensando en algún título para recordar las primeras ascensiones a la cima de esta singular montaña, se me ocurrían varias: “ascensión obligada”, “hermosura de la montaña recortada”… y otras tantas que pueden definir la excepcionalidad e imagen de esta preciosa montaña recortada. Desde la lejanía en los límites de la Vega Baja o desde las orillas tranquilas de las Salinas de Santa Pola, aparece majestosa en medio de un llano verde y cuarteado, y algunas de las cosas que más nos sorprende de ella es su forma recortada, de crestas, piquitos sin formas onduladas, todas angulosas, enérgicas… solo la propia cima más alta aparece algo más suave en sus laderas y terreno desde esta lejanía… pero vista desde otros indretos es escarpada y vertiginosa como ella sola. Es nuestro pequeño trocito de alta montaña que no llega a los seiscientos metros de altitud, es nuestra pequeño espacio de entrenamiento y aventuras, es nuestro desafío particular para después arremeter con las grandes y altas montañas del mundo, con el siguiente pensamiento: “que sepas que me he recorrido todas las crestas de callosa, con lo que tus escarpes y paredes no me intimidan”.
Muchas veces hemos intentado discernir por el aspecto de esta sierra: si era la cima de una gran y alta sierra que se desplomó, desapareció hundiéndose y solo quedara dicha cima… es la que más me alucinaba. Pero supongo que era por la misma erosión que sufría al ser una de las formaciones más antiguas de la provincia, y por la dura, vieja roca que se resistía a desaparecer por mucho que pasara el tiempo. El caso es que las formas y perfiles de esta sierra son únicos, dándole un aspecto de pequeña alta montaña con sus crestas, paredes, todo roca sin casi vegetación… un lugar ideal para ensayar y probar el hacer alguna cresta para después realizarlas en el Pirineo, en la alta montaña; pero también es una montaña singular, muy querida por los montañeros de la Vega Baja (y de cada vez más sitios) que la visitamos y la honramos como si se tratara de las mismísimas cimas de los Pirineos.
Los largos atardeceres desde cualquier punto entre Callosa y el mar con la Sierra de Callosa como fondo junto con el firmamento, son de los más bellos que he visto nunca. Parece una montaña mágica. Puesta allí por un encantamiento; ya que sus límites rocosos y verticales están muy diferenciados de los llanos y terrosos lechos de la huerta de la Vega Baja. Es como si en un “Belén gigante” alguien haya puesto una figurita que es un trozo de montaña: la Sierra de Callosa.
Puedo decir que la he subido muchas veces y por diferentes caminos. La primera vez que mi primo Miguel Ángel me trajo a esta sierra, tantas veces vista desde los alrededores de mi casa, mi pueblo, mi comarca, pero nunca subida o visitada, era desde casi el mismo centro de Callosa de Segura, justo por la parte de atrás de la Ermita de San Roque, la cual queda algo elevada sobre el pueblo y sobre la terminación de un ramal de la misma sierra. El coche hay que dejarlo por el centro del pueblo, por donde haya aparcamiento, y subir caminando por las calles estrechas y encantadoras de Callosa hasta llegar a la que te lleva a la rampa de subida de la misma ermita. Los coches tienen prohibida la subida a la ermita. Y por la empinada rampa pegada ya a la pared de la roca de la sierra, llegamos al mirador y puerta de la Ermita de San Roque. Realmente es un mirador a la Vega Baja hacia el mar excepcional.
Una vez aquí parece que la montaña y las propias paredes de la ermita no nos permiten seguir. Pero hay un paso en la roca que te deja elevarte por la parte izquierda (según miras la puerta principal) de la ermita hacia la rocosa y empinada ladera de la montaña. Después de este pasito en la roca ya podemos caminar, ascender más o menos monte a través hacia arriba en busca de las ruinas de lo que fue un castillo árabe o romano en origen, del que solo queda una paretilla con un ventanuco y parte de los cortos muros.
No parece fácil llegar hasta el castillo de Callosa. Hay pasos en los que tenemos que utilizar las manos para superar la roca, dejando las viejas casas allá abajo en el vacio de la empinada ladera rocosa. Solo algunos matorrales que nacen en las grietas de las rocas y poco más, aparece como vegetación en esta y muchas otras partes de la sierra. No hay sitio para el terreno fértil, todo es inerte roca. Poco más arriba y justo antes de llegar al castillo debemos dejar la fachada trasera de le Ermita de San Roque a nuestra espalda y allá abajo. La aventura por esta sierra comienza nada más poner un pié en su enérgica roca.
Estamos en la que podíamos llamar cresta del castillo o de San Roque, más que nada por ubicar la cresta, saber de la que estamos hablando, lo mejor es nombrar alguna edificación o peculiaridad conocida de la misma. Visita corta al castillo grafiteado y mal cuidado por los ciudadanos jóvenes de Callosa ¡Qué lástima! Lo han intentado restaurar; las primeras veces que subí y pasé por aquí estaba tal cual lo habían dejado los años, los siglos, sin llamar la atención, sin hacer ruido, y ahora con esa reconstrucción, han aprovechado para vejarlo a colorines, dejarlo peor que una ruina.
Dejamos el castillo atrás y seguimos casi por la afilada cresta. Al menos uno de sus lados es un precipicio. Las vistas del resto de la sierra mientras subes desde aquí es menos que impresionante. Es verdad que parece que estemos inmersos entre las laberínticas vertientes de una alta montaña: vertientes de roca, crestas, espolones, paredes y laderas por las que es imposible aventurarse ¡Fenomenal!
Ahora delante nuestro mientras seguimos por la rocosa cresta nos encontramos con un pequeño paso de roca, unos escalones y después otra ladera rocosa que nos sigue subiendo montaña arriba. El paso lo debemos encontrar a la derecha de la columna vertebral de la misma cresta. Una vez sobrepasado este paso y la vertiente rocosa, nos montamos de nuevo en la cresta y delante nuestro aparece una imagen abrupta de cuevas, agujeros, en la parte alta de la crestecilla o por sus lados… como casitas de Hobbits pero con paredes de roca en lugar de tierra. Curiosa imagen. Pasamos este lugar siempre hacia la parte más alta de la sierra y nos topamos con un sendero bien marcado y definido: es uno de los pocos P.R. que pasa por entre el barranco que sube a La Plana (ya descrito en el relato La Sierra de Callosa. La joya de la Vega Baja) y esta cresta de San Roque o del castillo por la que subimos.
Al final seguimos el sendero y llegamos a La Plana (descrita en el relato antes nombrado). La verdad es que las veces que he subido a la Sierra de Callosa por La Plana siempre lo he hecho por aquí o por el barranco nombrado. Ni si quiera sabíamos que había una senda (antes de ser P.R.) que subía a La Plana y evitaba el nombrado barranco y la subida por la cresta del castillo. Aunque después de descubierta nos parece aburrida para lo que se merece una subida estupenda y aventurera en esta encrespada sierra.
Una vez en La Plana un pequeño descanso y las vistas de la cima de la sierra que aparecen como siguiendo la dirección que lleva nuestra vista en esta subida, allá arriba, en lo que parece una suave loma de dura roca madre que no deja espacio a mucha vegetación de matorral o plantitas. Algunas veces las nubes inundan dicha cima y las fotos aparecen magníficas, impresionantes, como de otro lugar, de otra montaña, aún con mi vieja cámara Werlisa… solo delata el lugar y sus características, los pantalones cortos y camisa a cuadros “de leñador” de mi primo Miguel Ángel que se cuela en el encuadre para darle una perspectiva, si cabe, curiosa y comparativa.
Antes de que el P.R. por normativa se marcara con pinturas amarillas y blancas, en esta sierra los callosinos ya marcaron la subida a su sierra con los colores verdes y rojos. Entonces por el mismo sitio donde están las marcas blancas y amarillas que te llevan a la parte más alta de la sierra desde La Plana y es ramal y/o cresta que baja desde la misma cima, era donde se dibujaban estas verdes y rojas. Pero incluso antes de conocer este recorrido que intenta evitar el supuesto fuerte desnivel de esta subida a la parte más alta de este cordal o brazo que queda justo al norte de La Plana, recuerdo que en pocas ocasiones subimos monte a través y directamente a la parte más alta del cordal nombrado, haciendo más esforzado y tediosa la subida. Los amigos de mis padres Tomás Andújar y Gutiérrez acompañados y guiados por el Profesor Antonio Cabrera y yo mismo, tomamos esta subida y una vez llegados a la parte más alta de este brazo, ramal, cresta que baja de la cumbre de la sierra, no pudieron más y se sentaron en la dura roca sin intenciones de seguir adelante e intentando recuperar el aliento. “Este hombre no se callaba nunca” recuerdo comentarios a posteriori de Tomás. Vértigo, cansancio, ninguna costumbre de subir montañas o hacer el mínimo de ejercicio… pero el Sr. Cabrera sí que era un seguidor de mi primo Miguel Ángel de “otros tiempos” y sí tenía esa costumbre y hábito de subir montañas.
Pero ahora se sigue por la ruta marcada, por el P.R., donde las pinturas blancas y amarillas (sustitutas de las verdes y rojas), estampadas en rincones de la roca sobresaliente nos llevan a un punto de dicho cordal con una subida más paulatina, menos esforzada, más serena. A partir de aquí tenemos la cresta del paso del salto o de la roca; seguimos el mismo recorrido que en La Sierra de Callosa. La joya de la Vega Baja hasta el punto que ahora os advertiré. No fue fácil la primera vez que tuve que superar este paso en la cresta. Pero en las siguientes veces junto con la subida al San Bernardo se convirtió en una de las partes más divertidas de las excursiones por la sierra.
Más adelante la cresta, el cordal que quiere seguir hasta la misma cima de la montaña, comienza a coger altura y pendiente. Toda la cresta desde que nos subimos a ella es casi horizontal, sin subidas ni bajadas, con ensanches y encrespamientos, pero llegados a un punto comienza a subir. Allá arriba observamos justo donde parece acaba esta subida, una suave loma rocosa culminante que es la Cruz de Enmedio. No es la parte más alta de la sierra. El pico más alto quedaría hacía la izquierda, hacia el oeste siguiendo desde este punto y girando nuestra vista hacia esa dirección. Nos llama la atención otra extraordinaria cresta con agujas, cuevas, nichos, escarpes, pendientes rocosas verticales… que llega hasta la misma cima de la montaña, y que nos queda, si miramos hacia el oeste, izquierda mientras superamos los tramos de esta crestecilla, de este cordal: es la que llaman Cresta del Cementerio. Ya que casi que comienza en los dominios del cementerio de Callosa, muy cerca de Cueva Ahumada (entre Callosa y Redován) ¡¡Extraordinaria, espectacular!!
Pero a la derecha y noreste aparece el brazo, cresta y escarpe que nos lleva al asombroso San Bernardo. Tampoco hay que perderse esta parte de la sierra, también espectacular y formidable. Ya nombrada en La Sierra de Callosa. La joya de la Vega Baja ya que nos dirigíamos ha dicho pico desde esta misma parte.
Pero no debemos seguir las marcas ahora. Llegados a un punto las marcas del P.R. tal y como hicimos en La Sierra de Callosa. La joya de la Vega Baja nos desvían hacia la derecha sin subir más por el momento para pasar por debajo de las paredes del Cruz de Enmedio para llegar a otro colladito en el brazo de la sierra que une la parte más alta con el San Bernardo. No. En nuestra ascensión original y las siguientes seguíamos la cresta, el cordal o su filo (ya que más arriba se perfilaba con las paredes bajo el nombrado pico y quedaban a nuestra derecha, junto con su vacio) hacia arriba empinándose cada vez más la dura roca madre. A veces, llegados a un punto nos desviábamos un poco hacia la izquierda para no coger toda la pendiente de frente y hacer la ascensión algo en diagonal y algo más llevadera. Tierrecilla y terreno de piedras, piedrecillas algo más inestable te hacían ir con más cuidado para no resbalar en esta parte final de llegada a la Cruz de Enmedio.
Pero una vez llegados a dicha cima descubres por que la llaman Cruz de Enmedio: antes hemos hablado de ramales, cordales, crestas que salen de la parte más alta de la montaña y se dirigen a La Plana, al San Bernardo… la Cruz de Enmedio es el lugar más céntrico en la sierra de donde salen todas estos cordales, brazos y crestas… también desde el pico más alto, el Alto del Águila, pero éste ya queda en un lado y nada céntrico de la sierra. Ya estamos a en la cima de La Cruz de Enmedio, poco más baja que la mayor altura de la sierra (El Alto del Águila, 572 mts.) a 554 mts. de altitud. Las vistas desde aquí ya son impresionantes. Podría estar nombrando montañas y lugares, si hay buena visibilidad, y no parar… lo primero que impresiona (si no lo he contado en el anterior relato nombrado varias veces aquí) es el llano, horizontal, fragmentado en pequeñas cuadrículas casi perfectas que rodea por todos lados a la sierra y lo separa del resto de horizontes: la fértil huerta de la Vega Baja del Segura, Huerta de Orihuela. Mirando hacia el este, al otro lado de este terreno abancalado, el Mar Mediterráneo entre Guardamar y Santa Pola (los más cercanos), una raya o mancha azulada en medio de la huerta casi en la costa: la Laguna del Hondo; hacia el sur las Lagunas de La Mata y Torrevieja es lo que más llama la atención, hacia el norte la formidable muralla que forma la Sierra de Crevillente y sus alineaciones adyacentes desde el mar (más baja y menos apreciable) hasta Abanilla ya en Murcia, gris, singular, árida, con todos sus piquitos y cimas… detrás el resto de esas más altas montañas que se asoman entre los huecos de la Sierra de Crevillente: la Peña Gorda en el Algallet, el Cantón, la magnífica y altiva Pila más al noroeste… unas vistas extraordinarias… si te fijas bien puedes observar como el Puig Campana recorta el horizonte con su elegante silueta y seguida Aitana con su ancha y suave loma cimera, mirando hacia el noreste cuando el mar y la tierra de la mano casi desaparecen en la lejanía. Impresionante mirador, increíbles vistas.
Pero debemos seguir por que aún no hemos llegado a la cúspide de la sierra. Mirando hacia justo el oeste, la ahora horizontal cima de La Cruz de Enmedio sigue fácil hacia otro fácil piquito. Son pocos metros sin subidas, solo una despreciable subidita al final para llegar hasta el pilón o eje geodésico que nos indica que estamos en el punto más alto del lugar.
Antes hemos pasado por una especie de casita justo en el colladito que casi está en el centro de la trayectoria entre la Cruz de Enmedio y el Alto del Águila. Es un refugio construido por callosinos y gente de Redován. Recuerdo mis primeras visitas a esta cima en las que la cima no había refugio ni construcción alguna; ahora parece un pegote en medio del lugar, no sé si grotesco y desafortunado que rompe la armonía de la imagen, o curioso y esperpéntico… su función hará supongo…
Y ya estamos en la cima más alta de la Sierra de Callosa si estamos tocando el pilón de hormigón, el eje geodésico, y la suave ladera rocosa desaparece de repente para mostrarnos una montaña, una sierra cortada a cuajo casi sus 500 metros de golpe hasta la población de Redován que queda al otro lado de la cima: son las paredes de Redován, muy famosas por sus vías de escalada, emocionantes y formidables. Pero lo que más impresiona es el increíble desnivel, el vacio, las vistas vertiginosas… hay pocas paredes de estas dimensiones en la provincia de Alicante ¡Excepcional, impresionante!
Entonces ya estamos a 572 mts. de altura. A nuestro alrededor las vistas, el paisaje se agranda más que desde la Cruz de Enmedio, sobre todo hacia el oeste donde la Sierra de Orihuela con las paredes y pico de La Cruz de La Muela se muestran casi como si fuera una foto aérea, sorprendente, y en días claros más allá de la Sierra de Orihuela y la de Carrascoy (inconfundible por su altiva forma ovalada al otro lado de la ciudad de Murcia) se yergue la famosa y extensa Sierra Espuña con su característico perfil de una montaña como si le hubieran dado un gran bocado y le faltara un trozo (Es el Collado Bermejo, a la izquierda quedaría Peña Apartada y a la derecha las cimas de Espuña). Hacia el norte nos queda otro piquito, el Alto del Chinar que ya visitaremos en otro momento, y hacia el sur la casi invisible desde aquí Cresta del Cementerio.
Entre vistas, fotos, admiración y satisfacción por la ascensión, privilegiado lugar… siempre podemos sacar el bocadillo, la fruta y comernos un buen almuerzo… sin caernos por las espectaculares y terroríficas paredes que caen sobre Redován en una distancia inferior a 500 mts. en línea recta. Cabe decir que en las primeras subidas confundimos el nombre de esta cima pensando que era la Cruz de Enmedio, y que donde se yergue la Cruz de Enmedio no tenía nombre. Por suerte los callosinos, la gente del lugar, montañeros de los alrededores nos fueron inculcando e insistiendo que la cima más alta tiene el nombre de Alto del Águila (algunos también lo llaman Pico del Águila, pero por diferenciarlo del Pico del Águila de la Sierra de Orihuela… lo dejaremos en Alto), y así queda en mapas e información de la sierra, estando nosotros confundidos.
Para bajar desandaremos el mismo camino de subida. Hay ocasiones en que los más fuertes antes de subir al Alto del Águila, han subida al San Bernardo añadiendo el recorrido por el cordal o cresta del San Bernardo ya descrito en La Sierra de Callosa. La joya de la Vega Baja pero con final y comienzo de la “extensión del recorrido” desde la misma Cruz de Enmedio.
Hubo un tiempo que no conocíamos todas las sendas y rincones de la Sierra de Callosa, y es que parece que cuanto más abrupta, difícil al paso y espectacular es la montaña, más senderillos la recorren. Entonces para bajar nosotros deshacíamos el recorrido desandando literalmente el camino de subida hasta la Ermita de La Pilarica si habíamos subida por el Barranco que te sube a La Plana, o hasta la Ermita de San Roque si hemos subido desde este punto. Curioso fue descubrir que los callosinos subían y bajaban desde la Ermita de La Pilarica por otra senda que después hicimos nuestra en la bajada de esta sierra, y no es más que la llamada “Senda del Abuelo o del yayo”.
Justo cuando bajas de La Cruz de Enmedio, desandando lo subido por esa pendiente de roca madre inclinada en la parte de abajo junto con sus piedrecillas resbaladizas en la parte de arriba, y el cordal se horizontaliza en una especie de descanso, con forma de colladito con un pequeño espacio llano junto a las rocas que son el comienzo de la cresta del salto o de la roca… aquí aparece el cruce hacia la bajada por la senda del abuelo. Justo aquí, hacia la izquierda, este y mirando en dirección a la población de Callosa de Segura, comienza dicho recorrido.
No tiene pérdida, o mejor dicho es mejor no perderse ni salirse de las marcas y señales que te indican el camino a seguir, ya que ésta senda pasa por precipicios, pasillos de roca entre paredes, pendientes verticales de roca desnuda… en una bajada rápida, muy entretenida y emocionante. Se puede decir que es más cómoda bajarla que subirla, ya que la subida por aquí es muy directa y esforzada por su apreciable desnivel desde la Ermita de La Pilarica. Incluso en alguno de sus tramos hay algún cable y ayuda por si la roca resbala, por si el miedo al vértigo nos vence.
Después de ciento y un paso emocionantes en constante bajada, entre estrechos pasillos de escasa pero aguerrida vegetación cuyas raíces se cuelan por las grietas de la roca madre de la sierra, la senda o recorrido desemboca en el lecho de un empinado y terroso barranco. Éste barranco sumido entre ambas pendientes verticales e inexpugnables, te baja no sin alguna dificultad a superar de rocas caídas, piedras resbaladizas… hasta los muros de las presas que se construyeron en el centro de los barrancos y ramblas para parar las feroces aguas que bajan en los pocos días de diluvio o fuertes lluvias que cada cierto tiempo asolan al clima Mediterráneo, y que se llevan todo lo que encuentran a su paso hasta las calles y casas de Callosa de Segura… Aquí seguimos bajando en zigzag por el senderillo que nos evita saltar por en medio de estas construcciones y entre los pocos pinos existentes, hasta las huellas de un camino bien encontrado que siguiéndolo y en pocos pasos nos deja en la parte de atrás y más alta de la Ermita de La Pilarica… claro, si has salido de San Roque debes de seguir por las calles de Callosa hasta donde hayas dejado el utilitario; pero si has salido desde las inmediaciones y parkings de La Pilarica, llegas enseguida al lugar desde la cima.
Mientras bajas te va impresionando aún más la sierra. Observas sus precipicios, sus crestas recortadas, sus paredes, sus pendientes y laderas de roca viva que te bajan hasta los pedregosos y lastimeros barrancos, sus escondites entre cordales y espolones, una verdadera cruz con múltiples brazos a cual más escarpado, encrespado y sobresaliente… una preciosidad, la envidia de una alta montaña junto al Mediterráneo peninsular.
Y ya está. Podemos bajar al bar del pueblo y tomar alguna cerveza para celebrar la fantástica actividad, o coger el coche y llegar a nuestro pueblo en la Vega Baja para también celebrarlo en casa, en otro bar, un soleado y templado domingo al mediodía… y la semana que viene repetir si queremos (total la tenemos a 15 minutos de casa)… Todo un privilegio para los montañeros y andarines del sur de Alicante, de la Vega Baja del Segura tener semejante, impresionante y única montaña tan cerca, tan viva, tan emocionante, con una belleza similar a la que te dá las desnudas y veraniegas cimas de las altas montañas del resto de la península. No dejéis de subirla…