Sierra Nevada siempre es un lugar privilegiado para hacer una fácil alta montaña en invierno, cercana y amplia cumple con los requisitos suficientes que se necesitan para disfrutar de una gran montaña. Aunque esta vez la visita a la sierra no tenia nada que ver con la alta montaña y sí con el agua, los senderos, la vegetación autóctona y los placeres de la naturaleza a media montaña.
La Vereda de La Estrella, su recorrido completo, ya me parecía una marcha aceptable para un “maquinilla” montañero… pero enlazarla el mismo día con la subida a la Laguna de La Mosca, me pareció una trabajosa, costosa, larga y cansada marcha. La Laguna de La Mosca se encuentra justo debajo de la piramidal cara norte del Mulhacén, a más de 2.900 mts. de altitud; y empezaríamos la Vereda de La Estrella a unos 1.200 mts. de altitud, junto con la gran distancia que debíamos recorrer… ¡una pasada¡
Jesús Calvo, Hugo y yo éramos los locos que íbamos ha intentar dicha hazaña. Ellos dos ya la habían hecho hace dos semanas y en estos días finales de septiembre llegaba a hacer más calor que a mediados del mismo mes.
En un principio la Vereda de La Estrella es muy bonita: cruzas el río Genil que luego lo dejas encajado allá abajo en un pequeño cañón, pasas por la ladera repleta de árboles, frescor, humedad y vida; te llegas a topar con un ejemplar de castaño ancestral que piensas debe de tener más años que la polka, pero muy elegante, grande y hermoso. Mucha gente, de la cercana Granada, pueblos de alrededor o de lugares más alejados pasean y gozan de esta senda antiguo camino de moriscos y hieleros.
A la vuelta de una curva en la que ya tomas dirección sur, ves al fondo las imponentes moles, caras norte de los paredones, espolones y escarpada vertiente del Alcazaba y Mulhacén. Ensombrecidas por un sol bajo de media mañana presentaban una imagen bella en un marco de variada naturaleza.
Siempre el bosquecillo, el agua y la sombra es la nota predominante en este primer tramo del recorrido.
Al tiempo parábamos para comer bajo un puente que cruza el río que baja de la misma cara norte del Veleta, el cual no se ve en toda la subida menos en ese tramo. Puntiagudo, lejano y reconocible el Veleta se quedaba apartado de las vistas de la senda como si fuera casi una montaña aparte de otra sierra.
Más arriba terminaba la Vereda de La Estrella y dicha senda cogía ahora la loma opuesta por la que seguía del valle para hacer un recorrido circular. Nosotros paramos en la terminación de la Vereda admirando el agua del río, la sombra de los árboles que se asoman a su orilla y ese sol implacable que caía con desmesura. El verdor de los rincones húmedos por el agua al chocar con las piedras que franquean el paso de la misma, daba una enternecedora sensación de sosiego y calma.
Ahora debíamos seguir por una senda valle arriba, olvidándonos un tramo del Genil y subir ahora algo más de desnivel. La vegetación arbustiva y arbórea ha desaparecido en esta altura y la hierba seca, agostada predominaba antes que apareciera la roca desnuda, desecha, cuarteada, vertical y agreste de la alta montaña sierranevense. De nuevo cogimos las orillas del río Genil que nace en la misma Laguna de La Mosca y se alimenta de los riachuelos que bajan del escarpado murallón del Alcazaba, Mulhacén y Juego de Bolos. Dejamos atrás a un grupo de vacas y toros que pastaban en paz en las laderas cerca de la orilla del río. Más arriba las cabras montesas antaño temerosas del hombre se acercaban al camino seguido por si alguno de nosotros se dejaba olvidado algo para comer, nunca había visto acercarse tanto a las cabras en Sierra Nevada, me acordé de las alpinas bajando del Mont Blanc, tan acostumbradas a los hombres por aquellas inmediaciones que se apostaban en el límite del sendero, esperando que alguno le diera algo que echarse al estómago; al igual que en Gredos, en las que éstas están más acostumbradas a los hombres incluso.
La parte final de subida es un auténtico suplicio, parece que no subes nada, que no avanzas nada cuando llevas horas caminando. El terreno se verticaliza, se abrupta, se pone más difícil y largo… pero al final, subes a una especie de plataforma más o memos horizontal, que la has estado viendo todo el tiempo que subías bajo la centinela cara norte del Mulhacén, y allí se encuentra la alta, apacible y extraña Laguna de La Mosca. Hace frio, viento. Plantamos la tienda muy cerca de su orilla. Más gente hace vivac o acampa junto con nosotros, pero éstos no han subido por donde nosotros, sino que han llegado desde Pradollano circundando el Veleta y siguiendo los Crestones de Rioseco para pasar la Laguna de La Caldera hasta el pié del Mulhacén.
Hemos empleado 9 horas para llegar hasta aquí. Al otro día la idea era subir al Mulhacén y completar la dura marcha pero Jesús (que ya lo había hecho en la anterior visita) y yo desistimos, y solo Hugo se atrevió a desafiar los más de 500 mts. de altitud que nos diferenciaban de su cumbre; con los 1.700 mts. que habíamos hecho ya teníamos suficiente.
La vuelta la hicimos desandando el camino tranquilamente, sin agobios y disfrutando de Sierra Nevada haciendo una actividad diferente y visitando un trocito de ella que hasta ahora desconocía. La dura marcha mereció la pena pero las agujetas en los gemelos no me abandonaron hasta tres días después.